24 de septiembre 1873: Antonio Maceo derrota a las fuerzas españolas
Por Daniel Alberto Chiarenza*
Debido a que españoles, ingleses y estadounidenses por una parte, y la codicia de los hacendados criollos esclavistas, por otra, es que Cuba pasó todo el siglo XIX sometida al poder colonial
El que intente apoderarse de Cuba, recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si no perece en la contienda. Antonio Maceo “El Titán de Bronce”
En 1868, una parte de los hacendados del este -menos ricos que la “sacarocracia” del occidente de la isla- saldrá de su aletargamiento y se alzará en armas contra España. Decían que sólo deseaban la “emancipación gradual e indemnizada de los esclavos”. Se trataba de un movimiento de agricultores blancos, con pocos afroamericanos en sus filas, pero que llegó a movilizar contra España entre 10.000 y 20.000 hombres. Este proceso fue acaudillado por el hacendado Carlos Manuel de Céspedes –que a la sazón tenía 49 años-, había recorrido Europa y conocía a los principales políticos españoles, entre ellos a Prim. Comprendió que ya nada había que esperar de España y el 10 de octubre de 1868 Céspedes lanzó el célebre “grito de Yara”, proclamó la independencia de Cuba, libertó a los esclavos y a la voz de “¡Viva Cuba Libre!”, se lanzó a la guerra.
Acompañaron valientemente esta lucha el capitán mulato José Antonio de la Caridad Maceo y Grajales, y Máximo Gómez. Fueron diez años de una tenaz y desgarradora lucha y sólo las disensiones internas en el frente popular pudieron abatir los inmemoriales deseos de liberación.
Antonio Maceo había nacido en San Luis, Santiago de Cuba, el 14 de junio de 1845. El alzamiento de algunos de los hermanos Maceo (eran diecinueve) entre los que estaba Antonio se produjo el 12 de octubre de 1868, con la llegada del capitán independentista Juan Bautista Rondón, amigo de la familia Maceo a los que anotició del levantamiento de La Demajagua, buscaba aprovisionarse de armas, caballos y hombres. El alzamiento se confirmó informalmente en la correspondencia de la esposa de Antonio, María Cabrales, algunos años más tarde. El mismo día del alistamiento participaría de su primer combate: el de Ti Arriba, por el que fue ascendido a sargento. Días después, tras el combate de Jiguaní, es promovido a la condición de Teniente y se lo pone al mando de un grupo de rebelde con los que, casualmente por esas cosas de las similitudes históricas, luchan en la vertiente norte de la Sierra Maestra junto al valle del Río Cauto. Habrá, entonces diversos combates, en El Cristo, Cupeyales, El Cobre, Samá, terminando con la toma de Mayarí, provincia de Oriente (actual Holguín).
A inicios de 1869, Maceo en su condición de Comandante y teniente coronel, premiado luego de la batalla de El Salado, se pone con sus hombres a las órdenes de Máximo Gómez. A partir de allí sus promociones a grados superiores son más lentas debido al racismo predominante en la intelectualidad independentista cubana y de la Cámara de Representantes de la República de Cuba en Armas.
En ese año de 1869 participa de los siguientes combates: Majaguabo Arriba, Maniabón, Palmarito, San Agustín de Aguarás, Ingenio Armonía, Baitiquirí, Arroyo Blanco, La Sidonia, Samá, Majaguabo, Maniabón. Su jefe, Máximo Gómez, era especialista en la guerra de guerrillas y enseñó a los independentistas cubanos el uso del machete.
Hacia 1870, Maceo junto a Gómez fueron los responsables de inflamar la campaña en el extremo oriental, específicamente en Guantánamo, región conocida por su imperturbable españolismo y por la supuesta mansedumbre de sus esclavos.
Salvador Cisneros Betancourt se había sublevado en Camagüey, constituyó un comité de gobierno, formado por él mismo y por Ignacio y Eduardo Agramonte. Las guerrillas de los “mambises” infligieron severas pérdidas al cruel general Valmaceda.
La vida en La Habana era intolerable. Los “voluntarios” españoles imponían el terror al vecindario; destituyeron al conciliador español general Dulce e impusieron al “duro” Valmaceda.
Como réplica, los revolucionarios de Oriente designaron jefe del gobierno de Cuba a Céspedes, con el título de Jefe del ejército libertador. La Asamblea republicana de Camagüey (1869) declaraba abolida la esclavitud en todo el territorio de Cuba. El 10 de abril de ese año se aprobó la Constitución de Guáimaro; se hacía ondear una nueva bandera, siempre con una estrella solitaria y se designaba a Céspedes presidente de la República.
La Junta revolucionaria de Cuba y Puerto Rico, en Nueva York, redobló sus actividades. Los militares españoles no aceptaban tratar a los insurgentes como soldados. Reprimiendo un mitin estudiantil, ocho jóvenes cubanos fueron fusilados (1873) por orden del gobierno español de la Isla. Ignacio Agramonte pereció en una batalla. Lo reemplazó eficaz dominicano Máximo Gómez.
Por divergencias entre los revolucionarios, Céspedes renunció a la presidencia. Por ausencia del general Aguilera, ocupó el cargo Cisneros Betancourt. Céspedes murió combatiendo al enemigo, en ese ´73.
Al caer en combate, como se dijo, el caudillo camagüeyano Ignacio Agramonte y salir de la escena Gómez para tomar el mando en Camagüey, quedan Antonio Maceo y Calixto García como los máximos responsables de la guerra liberadora. Pero, Calixto García fue capturado, entonces Maceo quedó a cargo prácticamente de todo Oriente, salvo la zona de Las Tunas, donde el caudillo regionalista Vicente García era el amo terrateniente absoluto. Vicente García, ya actuando como un traidor consumado, inicia una serie de acciones para sembrar la división en las filas independentistas, lo que en definitiva logró.
Los españoles trataban de abreviar la guerra aplicando el máximo rigor. Pero Máximo Gómez vengaba aquellas crueldades con nuevos triunfos en las batallas de Sacar, Palo Seco, Naranjo, Las Guácimas (1874).
En 1876 asumió la conducción Tomas Estrada Palma, quien debió retirarse al año siguiente. Finalmente España firmó un acuerdo con los patriotas cubanos, el llamado Pacto de Zanjón, en 1878.
El estancamiento político y la dificultad de los revolucionarios para invadir Occidente, fueron aprovechadas por el general español Arsenio Martínez Campos. Éste ofreció ciertas garantías de paz, amnistía a los revolucionarios y algunas pálidas reformas legales a cambio del cese de hostilidades que ya llevaban Diez Años.
Esto no significó que los cubanos fueran reivindicados en sus expectativas con la anhelada independencia. Desde ese momento, Cuba se preparó para la independencia mediante un intenso movimiento ideológico, sin que faltaran los movimientos armados en pro de la causa.
Antonio Maceo fue uno de los líderes que rechazaron el Pacto de Zanjón, denunciándolo por el incumplimiento de los objetivos de los independentistas: la abolición de la esclavitud y la independencia de Cuba. A este acto de exquisito valor y honor se lo conoce como “Protesta de Baraguá”. Maceo reinició las hostilidades para marchar, luego, ante la imposibilidad de lograr una lucha equitativa, marchar al exilio.
En este contexto hay que ubicar el intento revolucionario del general Calixto García, quien en 1879, iniciará la “Guerra Chiquita”, de la cual Maceo no pudo participar en primera fila por los prejuicios raciales ya descriptos. Esta intentona también fracasó.
Nos cuenta Eduardo Galeano en forma casi poética: “El desterrado Antonio Maceo llega al alto de Belle Air, camino de Santo Domingo, cuando cinco asesinos se abalanzan. Es noche de toda luna, pero Maceo escapa del tiroteo y se hunde al galope en la manigua. El coronel español en Haití había prometido a los verdugos veinte mil pesos en oro. Maceo es el más popular y peligroso de los guerreros de la independencia de Cuba.
“En la guerra ha perdido al padre y a catorce hermanos; y a la guerra volverá. En el trueno de la caballería, cuando el chischás de los machetes arremete contra la boca de los cañones, Maceo cabalga adelante. En combate ha ganado todos sus ascensos y nada bien les cae, a algunos jefes blancos, que un casi negro sea mayor general.
“Maceo pelea por una revolución de verdad. No se trata de sustituir a los españoles, dice. La independencia no es el fin último, sino el primero. A partir de ella habrá que cambiar a Cuba, y mientras el pueblo no mande no se hará patria la colonia. Los grandes terratenientes criollos desconfían, con toda razón, de este hombre que dice que nada tiene de sagrado el derecho de propiedad”. E. Galeano: Memoria del fuego. II. Las Caras y las máscaras. Buenos Aires, Siglo XXI, 1988.
Aunque José Martí continuó el levantamiento popular, apoyado por Maceo y Gómez, sobrevivientes de las viejas patriadas cubanas. Recién en 1886 se abolió la esclavitud. La decadencia del imperio español y de la sociedad española era inocultable.
Pero, casi inexplicablemente, conservaba la fortaleza suficiente para dominar a los ejércitos rebeldes cubanos, aunque sin derrotarlos completamente. El poeta soldado José Martí murió en una de las luchas. Poco después caía el heroico mulato Antonio Maceo.
* Desde Burzaco (Buenos Aires). Redactó unos 200 fascículos dirigidos por Don Pepe Rosa. Colaboró, desde la apertura democrática en 1983, con publicaciones como NotiLomas, Buenos Aires/17 y Volver a las fuentes. Comunicador de temas históricos en radios locales: FM Ciudades, FMB, AM 1580, FM Sueños. Relator de las Comisiones de Identidad Bonaerense, y otras en la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires. Redactor en los periódicos InfoRegión y La Unión. Docente jubilado, regente y director del Instituto Lomas y profesor de Adultos. Es autor de los libros Historia general de la provincia de Buenos Aires (1998); El olvidado de Belém: vida y obra de Ramón Carrillo (2005); Ramón Carrillo: vida y obra del ilustre santiagueño; Historia Popular de Burzaco T. 1 (2009); Santiago del Estero-Belém do Pará. Una vida, un destino: Ramón Carrillo (2010); El Jazz Nacional y Popular (2017).
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