26 – 30 de mayo: correspondencia de cuarentena
Luz Modroño*- Enriqueta de la Cruz*. LQS. Junio 2020
Séptima entrega de este hilo de la correspondencia entre Luz y Enriqueta, un hilo epistolar rojo, republicano, que es de hablar claro. Volcando ahí de forma personal sus observaciones, inquietudes, deseos de colaborar con lo que saben hacer, aquí nos comparten este mundo epistolar creado entre ellas dos
– Primera correspondencia 14-16 de abril
– Segunda correspondencia 14-16 de abril
– Tercera correspondencia 28 de abril-1 de mayo
– Cuarta correspondencia 13-19 de mayo
– Quinta correspondencia: 20 de Mayo
– Sexta correspondencia: 22 – 24 de mayo
VOZ DE ENRIQUETA
26 mayo
Amiga mía querida, qué claras se están poniendo algunas cosas y al final resulta que esa claridad que tanto se pinta en cuadros, esa luz al final del túnel va siendo un tren enorme que nos arrolla. No lo hará porque el ser humano siempre termina por reaccionar pero tanto y tantos en tanta cuerda floja espanta y nos terminará por enloquecer… El grito. ¿Recuerdas ese cuadro? Esperemos que cuando por fin gritemos, nos salga el sonido.
Me parece inmensa la labor que haces, siempre trabajando como cuentas…
En todos los lugares hay tarea, aquí, desgraciadamente hay y habrá más.
Lo que cuentas de Lesvos me recuerda tanto a los refugiados españoles en los campos franceses que visité. La historia repetida, dura, el exilio nuestro, que fuimos esa misma gente, ese retrato que haces es tan igual… Frío y el mar como barrera en tantos lugares. Hambre, letrinas que había que hacerse escarbando en la arena, sin protección alguna. La historia que no leemos, de la que no aprendemos. Ese golpe de Estado criminal del 36 que ahorita mismo tratan de repetir, puede que sin tanques, sin generalotes, pero sí de otras maneras, dicen algunos militares demócratas que desde despachos, palacios y consejos de administración… Veremos.
Respecto a lo de tener que regresar, comprendo el dolor.
Precisamente pensaba yo en esas cosas estos días respecto a grandes organizaciones de ayuda, inquieta por sus decisiones. Porque algunas sí son grandes corporaciones, con su gigantesca organización.
Leo un informe de Oxfam que se tiene, dice, que retirar de proyectos, que va a despedir gente. Ahora que a África, por ejemplo, amenaza no solo el Covid sino el hambre de la que muchos pueblos salieron a duras penas, o medio salieron, hambruna segura por las plagas de langostas, varias plagas, inundaciones…, y por la falta de todo. Hambre, me dices, que también está creciendo aquí mismo, como sabemos, en nuestro país aparentemente antes tan acomodado y fino y pa festejos. La naturaleza sigue su curso y mina más de lo que ya está minada, a los seres que la habitan.
Lo que vemos es, desde luego, cuán frágiles eran las bases, los asientos creados por el hombre, cuán carcomidos están. Las estructuras, si las construimos es para hacer encima una casa y para cuando llegara la necesidad. Si no ¿para qué? Para alimentar con nuestros impuestos, esfuerzo, vida algo que solo era una ilusión óptica, que nos mintió, que malgastó todo ello, que nos aniquila esperanza, que todavía en estos momentos dramáticos sigue por el mismo camino de ocultación y trampantojo, sin darse cuenta de que está al desnudo.
Una pandemia que lo ha sido y es el hundimiento de un tiempo, de un tipo económico, de un tipo de vida, fin de muchas por esa misma mentira y falta de previsión y decencia, por la miseria moral que se ha ido alimentando en las muchas décadas que nos preceden, solo preocupadas del vil metal y el egoísmo.
Y no solo se desmorona lo que ya no nos sirve, ni para echar de hueso a los perros, porque ese hueso está envenenado. Esa política rentista cortoplacista y vana, esas locuras de egoísmo, ese postureo insufrible de tantas personas… Era una bestia que nos iba minando, mordiendo, matando y a la que hay que derribar aunque ya forme sutilmente parte de nosotros; un cáncer que estirpar, aunque el tumor sea tejido y sangre y gangrena nuestra, en nosotros, aunque duela la cura.
Habremos de hacer en grande hasta las cosas más chicas, hacerlo lo más sólido y enorme que podamos, sin torres de Babel, dirigir bien los esfuerzos organizados, movilizados y ayudando a despertar dormidos seres; dejando al margen las células dañadas, cortando, teniendo la valentía de dejar de hablar con lengua de serpiente y hablar para la coherencia, para una reparación que no sea parche, sino de nuevos cimientos.
Decía hace unas fechas la periodista Fallarás en un artículo importante: Me voy de www.público.es eso de que la pérdida de esperanza en un cambio. Pero es que no es un cambio, es un nuevo edificio sostenido por muchos, por todos los que vayan en serio, para otro futuro que lleve aprendido los errores. Decía Artal, magnífica voz en prensa, coherente, seria, hace unos días también, aquello de que el Consejo de Ministros no se debe dejar achantar. Y en mayo de 2016, en una entrevista al diario.es cuando saltó ella a la política, ya advertía que “es el momento clave de avalar todas las barbaridades que se hacen o dar un giro”. Hablaba. Muchos venimos diciéndolo, desde hace tanto… Tiene razón ella en que “el juego político está basado en la mentira y en el miedo”. La política es necesaria para el ser social, pero ha de estar al servicio de las personas. Y hoy en día es el patio de recreo, la fábrica, la cantera, de los intereses más asquerosos de la economía rampante, sucia, mafiosa y al servicio de un 1%, si llega, de la población.
Se están cayendo todos los cimientos. Los que están a gusto en su sillón, entrelazados por la ley de la omertá y la implicación en la sirvergonzonería no dejan ni poner andamios para otras construcciones, pretenden seguir como si nada…
Pero yo creo que no valen medias tintas, hemos de optar.
Si hemos modificado la naturaleza y hemos hecho depender hasta a los leones de nuestros hombres safari, su no extinción de que vayan unos turistas ociosos a verlos aparecer como de sorpresa (dicen que ya hay leones famélicos por los parques naturales y lo achacan a no sé qué, no atreviéndose a decir la verdad). No digamos nada lo que hemos hecho a pueblos enteros como el español o tan débiles ya como estaban como el de Etiopía, con el turismo, sin freno y bien sucio, por cierto…
Pues tal el principito de Saint-Exupéry cuidó su rosa, ahora somos responsables del desastre, del engaño, del espejismo… De las rosas que hemos sembrado y eran simplemente lucimiento de nuestro propio jardín, equivocaciones como poco, impulso primario de primate sin razón. No vale eso de hicimos lo que pudimos mientras pudimos, y ahora que os hemos acostumbrado a comer nuestras migajas, modificado vuestro rumbo, sacado de vuestro hábitat y costumbres para lucir diamantitos por Serrano, Moraleja, la Quinta Avenida… (ahí está el caso de los bosquimanos, pobres, tan pacíficos) pues ahora os jorobáis y a vuestra suerte, majos, que “sálvese quien pueda”. Porque no es eso verdad no es, que no podamos hacer más. Algo rotundo y definitivo.
A donde llega Internet, llegó turismo y avión, nuevas costumbre importadas, allí donde la gente ya no nos parecía ese ser ajeno, lejos, que se muere esqueleto y al que comen las moscas, ¿vamos a volver tan panchos a lucir pijería una vez pase esto como si tal cosa sin verdaderas soluciones en las manos? Más grave: ¿vamos a consentir siquiera volver a ver esos seres famélicos, esos niños, en el siglo en que hay para que coma todo el mundo? ¿Lo vamos a consentir allí como en todas partes? No haremos otra cosa, mientras, que mirar para otro lado, no concernirnos, charlear charletas de bar de ay, uy, qué cosas, qué gente, mira lo que ha hecho este o el otro…
O vamos a recoger algunos pedazos de limosna. Esta puede ser la necesaria ayuda que da de comer un día, un minuto, algunos días, algunos meses a un necesitado, dos, tres, pero no una norma plausible, no una práctica articulada salvo sea eslabón en tanto en paralelo se trabajan vías sostenibles, plenamente conscientes de que es así, para durar, seguras, importantes, ciertas.
Hemos de dejar en herencia certezas, enseñar a tomar la pala y el pico a nuestros jóvenes; tenemos que aprender y luego enseñar a construir a nuestros semejantes; no podemos dejarlos nunca más en una cuerda floja que sabemos de sobra que se romperá al mínimo peso.
La pandemia tenía que haber sido un virus más, un peso ligero, ni pandemia, claro, algo menor para lo que puede ser un desastre realmente inesperado, desbordante. O incluso en el caso de lo previsible, algo menor de lo previsible, porque lo es lo de los siguientes, que los habrá si seguimos como vamos. Lo que ha desbordado es la falta de líderes, de cabezas, de decencia, de hospitales, respiradores, viviendas dignas, trabajo que permita condiciones dignas, hasta de ataúdes… En definitiva, lo que nos tiene desbordados, noqueados, medio muertos a los que vamos quedando…, es la venta del alma al maldito capital; el cambio de valores normalitos, por el del modelón y la fiestuqui y el no me cuentes tus problemas y el disimulo y el no cortar con toda la mierda. Y creer, por cierto, que tú depositas un voto y ya está todo arreglado, que esto es cheque en blanco y páseme usted el césped que yo a sestear…
Tiene su sentido ese monumento madrileño a los asesinados por este virus y por el egoísmo humano, su inconsciencia, pues el hombre es mierda para el hombre a estas alturas, útil con el que mercadear, cambiar cromos, vivir del cuento… No solo para las autoridades que han permitido poner semejante asco (vergüenza les debiera dar pero no la tienen), y de ahí la plasta rematada con todos los fantasmas que son ellos, a los que votamos, a los que permitimos que nos lleven a la ruina, a la muerte. Y somos, de alguna manera, todos, que lo consentimos.
El futuro está siempre en manos del hombre, basta de disimular con me escondo y me tiro 40 años más con el jueguecito de este o esta es horrible y el otro un poco mejor y yo me quedo contento. Pues claro que hay diferencias, pero al punto que hemos llegado no es eso, no es esa la clave de bóveda…
Es el gran monumento a lo que hemos hecho, mierda sobre mierda. Por acción u omisión o no estar lo suficientemente preparados, para cortar…
Debemos empezar a pensar el valor que tiene cada vida, nuestra vida, empezar a querernos para poder querer a los demás como merecen; los que sea que lo merezcan y sumar a los posibles para la gran movida que se nos viene encima. Consumir más energías en amparar cuentos, no, por favor…
Bueno, es mi modo de verlo… A ver si lo logramos. No es salir, tú, yo, el otro, aquel del agujero y pasear playas haciendo como si nada, como si tal cosa, como si con mi menú pudiera salvar la economía patria, siquiera el bar de un compañero. Otro espejismo, otra ruina, otra mentira. Es para qué, qué objetivos tenemos, qué sentido de la vida comprendemos, qué sentido damos a nuestra vida y la de los demás… Reconstruir tras esos escombros de miseria. Sabemos muy bien lo que hay que reconstruir. Hasta valores… Lo primero…
Bueno, termino complacida por tu misma visión que la mía respecto a esa moda del feminismo de aquella manera; no sabía la tal coincidencia de puntos de vista. Hay que ahondar por donde dices. En cuanto a tus proyectos inmediatos de dar voz directa a la gente para que cuente su experiencia, me parece estupendo. Así se hace. También veo gran interés en ir mostrando al mundo, tal como lo cuentas tú, lo vivido por ti misma. O sea, que te animo.
VOZ DE LUZ
30 de mayo
Pues sí, Enriqueta. Vivimos aferrados al pasado sin aprender de él. Hace miles de años que lasguerras marcan el devenir de la Historia, escrita más con la sangre del caído y el dolor de la madre que con la Razón. Desde el Neolítico, qué escalofrío da pensarlo, el mundo ha sido un continuo juego maldito entre guerra y guerra. No hay periodo histórico que no haya sido marcado por una. Guerras ajenas, guerras sufridas por los que nada tenían que ganar en ellas, guerras que ni comprenden los que las sufren. Un reparto de poder y riqueza entre unos cuantos en los que pierden la vida muchos. De apropiación de lo ajeno, de corrimientos de fronteras para tener más, para poder más, poder sobre poder. Mientras, los peones, el pueblo era y es el que, entre cosecha y cosecha o dejando el tajo, se veía obligado a hacerla.
Cuánta mentira, cuánto patriotismo que aún hoy se sigue enarbolando. Cuánta bandera para despertar emociones como espejismos. Cuánta inversión en industrias para producir muerte.
Leyes se hicieron para castigar al que no entrara en el juego. Ese juego obligatorio y siniestro en el que los protagonistas, los forzados a ir a una guerra que no comprenden, en la que nada les va, son muñecos sin importancia, sin valor, disponibles y obligados a estar dispuestos a ser enrolados y a perder la vida bajo el fuego de otro igual que él. De otro que podría ser su hermano o su amigo y al que se ve obligado a matar. Es muy difícil imaginar el miedo grabado en la mirada y tatuado en la piel de los que reciben esa llamada. La desesperación que debe recorrerlos, sabiendo que no hay forma de eludir ese llamamiento.
Un mundo patriarcal, porque es una sociedad hecha a imagen y semejanza de los hombres. Son ellos los que por siglos y siglos han hecho las guerras sin importarles la muerte ajena. A nosotras sí. Somos sanadoras y dadoras de vida. Perdemos a nuestros hijos. Las guerras nos son ajenas. Por eso, querida Enriqueta, estoy convencida de que un mundo gobernado por mujeres sería un mundo de paz, de equilibrio, un mundo mucho más sano que el actual. Por eso también estoy convencida de que los cambios profundos, estructurales por los que el mundo está clamando a gritos solo pueden venir del triunfo de la igualdad y de la equidad.
Nosotras pertenecemos a la primera generación europea que no ha conocido una guerra, que no la ha vivido. Lo que no quiere decir que no las estemos llevando fuera. Aprendimos del horror de la última y decidimos que, ya que no la queremos en casa, llevémosla fuera. Las hemos alejado de nuestras fronteras, de nuestras familias, de nuestros bienes, de nuestras casas. Y nos ha importado un bledo lo que pasaba con las familias, los bienes o las casas de los demás. De esos que no han tenido la suerte o han tenido la desgracia, que para el caso es lo mismo, de nacer más allá. Porque, en definitiva, el azar, la suerte es el que manda. En este mundo tan marcado por la desigualdad y la injusticia el azar sigue siendo determinante. Nos creemos que la Razón y la igualdad de oportunidades han triunfado, nos creemos dueñas de nuestro destino, pero no es más que una ilusión que nos quieren hacer comprar.
Y vivimos en mundos paralelos. En realidades ajenas a otras realidades. Ignorantes. De vez en cuando, alguna noticia vivida más como anécdota y comentario de sobremesa que como un resorte que nos movilizara contra ello. Esa situación de las personas refugiadas, de las
migrantes, a las que nadie ve pero que ahí están, haciendo el trabajo que nosotras ya no queremos hacer, luchando por sobrevivir, esas colas de gentes cada vez más largas a la espera de un plato de comida. Esas miradas ausentes de niños que extienden su mano en busca de unas monedas como si el mundo decimonónico de Dickens siguiera vivo, amenazador, inquietante, removiendo conciencias y arañando el alma.
Entregas anteriores:
– Primera correspondencia 14-16 de abril
– Segunda correspondencia 14-16 de abril
– Tercera correspondencia 28 de abril-1 de mayo
– Cuarta correspondencia 13-19 de mayo
– Quinta correspondencia: 20 de Mayo
– Sexta correspondencia: 22 – 24 de mayo
* Las autoras de la correspondencia:
– Luz Madroño es profesora de Historia en Secundaria, es doctora en Psicología, psicóloga, por tanto, que también que en estos momentos echa una mano al que puede y necesita; es activista social, trabaja por los derechos humanos a pie de obra y recientemente ha llegado de Lesbos, en ese lugar donde los refugiados se debaten entre el vivir o vivir, porque hay que sobrevivir, porque llegaron de un infierno para meterse en otro, pero no se rinden. También Luz está vinculada a la UNESCO desde su presidencia del Centro en Madrid, donde organiza estupendas jornadas. Feminista, mujer de mundo, honesta… Y mucho más.
– Enriqueta de la Cruz, es escritora y periodista. Cinco novelas publicadas enraizadas en Memoria Histórica, presente y nuestro futuro. La última: Despertando a Lenin, de reciente aparición y dos libros de conversaciones con el republicano y ex presidente del Ateneo Científico, Literario y Artístico de Madrid, César Navarro, psiquiatra, humanista, políglota y sobre todo, buena y culta persona. La última, Tiempos de plomo y ceniza, acaba de salir de imprenta. Colaboradora en LoQueSomos y otras Web alternativas, enormes grupos de gente imprescindible, a la que admiro por ser luchadora, comprometida.
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