26 de mayo: Reflexiones

26 de mayo: Reflexiones

Mariano Muniesa*. LQS. Mayo 2019

Reflexiones para compartir sobre las circunstancias que han llevado a Podemos a los resultados actuales, que han quedado lejos de lo deseado por toda la organización

Madrid, Madrid, Madrid…

Primero, y contra la opinión de mucho ignorante que opina sin conocer la realidad, recordad que Podemos, en una decisión discutible o no, no se presentó al ayuntamiento de Madrid ante la aparición de la operación Más Madrid. De hecho, una de la razones básicas que ha hecho que Cibeles vuelva a estar e manos de la derecha es precisamente la falta de credibilidad del salto sin paracaídas de Carmena y el desánimo de los votantes ante la marginación de Podemos por parte de la alcaldesa.
Madrid, la capital del estado, la joya de la corona, es una de las armas que estando en la mano de cualquier fuerza política, le proporciona una relevancia social y mediática que se proyecta a nivel de todo el estado. Por ese motivo era absolutamente fundamental arrebatar a una formación como Ahora Madrid esa alcaldía. Siendo en 2015 Ahora Madrid una formación que consiguió unir a toda la izquierda en un proyecto que despertó una enorme ilusión y no teniendo fuerza en el consistorio como para bloquear la aplicación de su programa ¿qué había que hacer? Minarla desde dentro.

¿Cómo hacerlo? Montando la operación empanadillas, una jugada que a la derecha y las élites financieras y mediáticas, hay que reconocerlo, les ha salido redonda. Una operación que se proponía un triple objetivo: desgastar, dividir, fragmentar y hacer restar credibilidad a Podemos como organización política, dividir el voto de la izquierda y ante esa división, o bien recuperar para la derecha la alcaldía o debilitar a Carmena, caso de que ganase, para que tuviera que depender del PSOE o de los naranjas y de esa manera, poner en marcha el pelotazo especulativo de la Operación Chamartín. Convenciendo a Errejón y sus camarillas, que jamás aceptaron perder Vistalegre II (VA II) de que hicieran de cooperadores necesarios – o más bien tontos útiles- de la jugada, lograron de hecho que ya en la parte final de su mandato, Carmena empezara a entrar en ese juego rompiendo abruptamente con Podemos e incluso despreciando públicamente a personas como Julio Rodríguez. “Y que hago con éste? ¿le pongo a dirigir la policía municipal?” llegó a decir en una rueda de prensa.

Desmontando el mito Carmena

Hasta que finalmente se quitó la careta y demostró a las claras que era una abierta enemiga de Podemos, Carmena jugó muy bien a dos bandas: por un lado, puso en marcha proyectos que indudablemente han sido positivos para Madrid y de los que en modo alguno desde la izquierda hay que renegar. Madrid Central ha descongestionado en gran medida a la capital de la polución insoportable que padecía, hizo posible unos presupuestos participativos en los que se fomentó la implicación activa de la ciudadanía en la gestión directa y colectiva de espacios de proximidad y proyectos para los barrios y en cierta manera, le dio un aire nuevo a la ciudad, de eso no cabe duda, sobre todo porque dio la impresión de que en efecto, Madrid iba a cambiar. La imagen de la abuelita simpática y progre, que traía reyes magos modernos, apoyaba a los refugiados y rompía con la fachería y la carcundia siniestra de los Gallardón, Aguirre o Botella.

Pero había otra Carmena. La que claudicó ante la derecha a las primeras de cambio, la que reculó ante el caso Titiriteros, destituyó a Carlos Sánchez Mato y marcó definitivamente a los seis concejales que no votaron el Plan Económico Financiero de la capital, la que en cultura se cargó el festival rock villa de Madrid, convirtió m21 radio en un chiringuito de dinosaurios de radio 3 y se negó a contestar la carta que se le hizo llegar por conducto oficial de la Plataforma de afectados por la nefasta gestión de las dos incompetentes que ganaron el concurso público, y la que llegó a solidarizarse con un golpista como Guaidó. Y esa Carmena, que ganó en gran medida en 2015 gracias al gran apoyo que le dio el voto del sur de Madrid, ha visto como ese electorado de izquierda que se ha sentido defraudado y engañado, le ha retirado su apoyo.

De ahí que quienes todavía digan estupideces como que la izquierda ha perdido la alcaldía de Madrid por culpa de Podemos –esa es la versión oficial que está haciendo circular la derecha mediática- deben enterarse de algo que se dijo con toda claridad cuando Errejón y su aliada presentaron su engendro político: Podemos fue marginada y excluida expresamente de esa operación como fuerza política. Y ahí están los resultados.

Por cierto, ¿alguien ha pedido la dimisión de Errejón tras este espectacular “éxito”, perdiendo ayuntamiento y comunidad? Obviamente no. Quienes desde los medios de comunicación correa de transmisión del poder le hicieron creerse que era el nuevo gran líder de la izquierda guay, quizá no le den aun por amortizado.

Comunidad de Madrid: el hotel de los líos

Cuando Iñigo Errejón fue proclamado tras una amplia consulta a las bases de Podemos en la Comunidad Autónoma de Madrid (CAM) como candidato oficial a la presidencia de la Comunidad, desde la dirección de Podemos en Madrid se demostró una enorme generosidad con él amparada en la idea de que ofrecerle la posibilidad de seguir trabajando para el proyecto desde una plataforma como Madrid, en un momento en el que el descrédito de Cifuentes y del PP crecía día a día, escándalo va, escándalo viene, le colocaba en una inmejorable posición para haber hecho una buena labor de integración, unión y cohesión que habría trasladado al electorado de Madrid la sensación de unidad y fortaleza que debe transmitir una fuerza política que aspira a gobernar o que aspira a ser, como mínimo, clave en la formación de un gobierno.

Con su torpe y mediocre maniobra, creó un desánimo muy grande entre amplios sectores que, obviamente, no iban a dar su confianza a alguien que hizo lo que hizo en el famoso pacto de las empanadillas. La posterior dimisión de Ramón Espinar y por ende, la disolución del Consejo autonómico dejó la dirección de Podemos en Madrid en una situación dificilísima de resolver y teniendo que preparar unas elecciones autonómicas con el desgaste que supuso la operación MM, compitiendo contra un Errejón apoyado incondicionalmente por los medios de comunicación en un tiempo récord.

Si a eso se le suma el desgaste que supuso igualmente la dimisión de Lorena Ruiz Huerta, en medio de todo ese desastre los resultados de la candidatura liderada por Isa Serra, obviamente, están lejos de haber sido los esperados, pero han demostrado que ante la concatenación de problemas, crisis y callejones sin salida a la que las circunstancias llevaron a Podemos Madrid, mantienen a Podemos como una fuerza viva en la CAM, con una militancia concienciada y movilizada como pocas, que ha resistido el envite y se ha reivindicado a pesar de todo como la única fuerza socialmente establecida verdaderamente de izquierdas de la comunidad, cuando no eran pocos los que pensaban que sería literalmente fagocitada por el PSOE y MM.

Los otros frentes

El bochornoso espectáculo provocado por los MM, aunque afectara en términos de voto solo a Madrid, es indudable que ha trasladado a toda España la imagen de una organización fragmentada, desangrada en luchas de poder internas, a lo que si se suma el ataque cada vez más venenoso de la derecha con sus mentiras e intoxicaciones constantes y la fractura producida en la confluencias de territorios tan importantes como Valencia y Galicia, explican en parte la pérdida de confianza, traducida en pérdida de voto, que Podemos ha sufrido, a pesar de que siga teniendo opciones de ser una fuerza decisiva en Canarias, Asturias o La Rioja.

Diferente es el caso de Barcelona. Recordemos una vez más que aunque la relación con los comunes era muy estrecha y existía una gran sintonía en la filosofía política que ambas formaciones tenemos, Podemos no se presentaba como tal en Barcelona, y es inevitable que cuando el estado español mantiene en la cárcel a presos políticos catalanes represaliados por su lucha por ejercer el derecho a decidir, el catalanismo político y toda su base social cierre filas en torno a sus propias fuerzas. Y aún así, recordemos que hubo casi un empate técnico entre ERC y los Comunes, pero… mientras no exista una solución política dialogada y democrática al conflicto entre Catalunya y el estado español, todo estará marcado por la herida abierta por este conflicto.

Autocritica y soluciones

A la mañana siguiente a la jornada electoral, el compañero Pablo Iglesias admitía con claridad que los resultados han sido malos y que era el momento de hacer autocrítica. Esa autocrítica evidentemente, debe ser meditada, rigurosa, pensada profundamente y sobre todo, debe hacerse de forma colectiva, poniendo en común todas nuestras ideas y sobre todo, en el objetivo de toda vez diagnosticado el problema, articular propuestas de solución. Yo propongo aquí algunas, que por supuesto discutiré y compartiré con todos y todas mis compañeras de Podemos.

Sin dejar de tener en cuenta que gran parte de nuestro desgaste es consecuencia de la deslealtad y el egoísmo individual de determinadas camarillas, convenientemente apoyadas, amplificadas y engrandecidas por las elites de poder y las cloacas del estado así como del ataque mediático constante de los medios que nos tienen declarada la guerra, creo que ante esta situación Podemos no ha tenido capacidad de reacción.

La maniobra para dividir y fragmentar la organización, primero, todos y todas cometimos el error de no verlo venir, de no intuir que la labor de zapa que los que acabaron en la aventura MM venían haciendo desde hace años tenía como objetivo hacer lo que hicieron, nos pilló a todas con el pie cambiado. La sensación de debilidad que se transmitió no fue contrarrestada con una política de comunicación más enérgica, más contundente. Se transmitió al electorado convicción, honestidad y un proyecto de país, sin duda, pero no desde una organización que transmitiera sensación de fortaleza, de resistir los ataques y saber blindarse. Cara a un futuro, tener una organización fuerte y saber transmitir esa fortaleza nos hará recuperar más credibilidad y más confianza entre toda la gente que comparte nuestra idea de cambio.

Para lograr imprimir a Podemos esa sensación de fortaleza, tenemos que conseguir no solo parecerlo sino serlo, y eso pasa necesariamente por acabar con las divisiones internas en base a unos estatutos y una estructura organizativa interna que haga cumplir esos estatutos aprobados en lo que previsiblemente, dentro de algún tiempo será un VA III. Podemos, como herramienta de construcción de movimiento popular, de cambio radical, de transformación profunda de las estructuras económicas y sociales de este país, tiene que ser una organización abierta, plural, radicalmente democrática, horizontal y participativa, pero no puede consentir en modo alguno que esa organización permita las camarillas, los grupúsculos que pretendan convertirse en grupos de presión al margen del funcionamiento interno y la creación de facciones. Eso destruye la confianza de nuestra gente, desanima a la militancia y mina la estructura que tanto trabajo cuesta conseguir. Y alimenta uno de los peores vicios en los que puede caer una organización política: el derrotismo. No podemos permitirnos ni una sola actitud derrotista.

Hay ámbitos de la sociedad en general en donde no hemos conseguido que nuestra actuación política sea suficientemente conocida y valorada. Si bien es cierto que el trabajo de Podemos para la defensa del taxi frente a las VTC ha sido excelente, ha sido un sector social al que hemos ganado claramente para nuestras posiciones, así como el del feminismo y la lucha de las mujeres o los pensionistas, creo que es evidente que hay ámbitos en los que hay que poner el acento mucho más: el mundo rural, los jóvenes y el mundo de la cultura son entre otros, algunos sectores en los que Podemos tiene que crecer mucho más, y eso requiere una estrategia de acción política mucho más decidida, e impulsada tanto desde los círculos, como desde la dirección del partido.

Con toda seguridad, hay mucho más que analizar, discutir y estudiar. Es el momento de la autocrítica, sí, pero también el de reafirmar nuestros principios y no dejarse llevar en ningún momento por el derrotismo, la melancolía de tiempos pasados mejores o el “no se puede”. Eso es lo que buscan nuestros enemigos. Trabajar por blindar la organización, redoblar esfuerzos y además hacerlo con convicción, con entusiasmo, con alegría, desde la solidaridad, el compañerismo y la unidad es lo que nos hará más fuertes y nos hará recuperar no solo el terreno perdido, sino crecer más aún, que es lo que este país necesita, un Podemos fuerte, enérgico, ilusionado y capaz de dar la batalla en todos los frentes. En nuestras manos está el materializarlo.

¡Si se puede!

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