27 de septiembre 1975: los que no se rindieron

27 de septiembre 1975: los que no se rindieron

Alejandro Pacheco / Iñaki Alrui. LQS. Septiembre 2018

Xosé Humberto Baena Alonso (24 años), José Luis Sánchez Bravo (21 años), Ramón García Sanz (27 años), Ángel Otaegui (32 años) y Juan Paredes “Txiki” (21 años)

Hay un único lugar donde ayer y hoy se encuentran
y se reconocen y se abrazan.

Ese lugar es mañana.
  Eduardo Galeano

Este 27 de septiembre, al amanecer, se cumplen cuarenta y tres años de los últimos fusilamientos de Franco. Los cinco jóvenes asesinados representan a todos los luchadores de la última etapa del franquismo, muchos afortunadamente vivos aún, que abrieron una brecha en la muralla triste y negra de la dictadura. Ellos pagaron un precio muy alto. Si es poco y menguante lo que hoy tenemos, no tendríamos prácticamente nada, ningún derecho, ningún espacio, nada, de no ser por aquellas luchas cara a cara, sin la protección de ninguna garantía democrática, contra el Régimen del 18 de julio.

Los últimos años del dictador no fueron una agonía blanda. Fueron una época de terror y feroz represión. 1975 fue un año de movilizaciones y protestas en todo el estado español. A la crisis económica mundial se sumaba en España una profunda crisis política que hacía insostenible la situación. La “paz social” de la que alardeaba el franquismo llegaba a su fin, al igual que el dictador mismo, enfermo y aislado. Prueba evidente de que algo se movía son los datos que, en balance de octubre del 74 a febrero del 75, ofrecía el mismo gobierno, por boca de su presidente Arias Navarro:

– 6 antifascistas asesinados.
– 100 heridos, 6 de ellos por bala
– 3.500 detenidos (entre ellos 25 artistas)
– 300 activistas condenados en los tribunales
– Largos cierres totales de todas las universidades

Todo ello sin implantar el estado de excepción, cosa que ocurriría inmediatamente después en Euskadi.

El gobierno español que dio el “enterado” por unanimidad a las 5 penas de muerte ejecutadas, estaba compuesto por las siguientes personas:
General Francisco Franco Bahamonde, Jefe del Estado y de los ejércitos.
Carlos Arias Navarro, presidente del gobierno.
Teniente General Francisco Coloma Gallegos, ministro del Ejército.
Almirante Gabriel Pita da Veiga, ministro de Marina.
Teniente General Mariano Cuadra Medina, ministro del ejército del Aire.
José García Hernández, vicepresidente primero y ministro de la Gobernación.
Rafael Cabello de Alba, vicepresidente segunda y ministro de Hacienda.
Fernando Suárez González, vicepresidente tercero y ministro de Trabajo.
Antonio Carro, ministro de la Presidencia.
José Solís Ruiz, ministro secretario general del Movimiento.
Alejandro Fernández Sordo, ministro de Relaciones Sindicales.
Pedro Cortina Mauri, ministro de Asuntos Exteriores.
Joaquín Gutiérrez Cano, ministro de Planificación del Desarrollo.
Alfonso Álvarez de Miranda, ministro de Industria.
Nemesio Fernández Cuesta, ministro de Comercio.
Cruz Martínez de Esteruelas, ministro de educación.
Luis Rodríguez de Miguel, ministro de la Vivienda.
José María Sánchez-Ventura Pascual, ministro de Justicia.
Tomás Allende y García Baxter, ministro de Agricultura.
León Herrera Esteban, ministro de Información y Turismo.

Un gobierno con cuatro militares de alta graduación, todo un síntoma. Los ministros que sobrevivieron a Franco han llevado una vida llena de honores y reconocimientos “democráticos”, algunos han fundado partidos tan ejemplares como Alianza Popular, han sido diputados y eurodiputados hasta bien entrados los 90, han colocado hijos en el Tribunal Supremo… Los que aún viven lo hacen plácida y regaladamente, a cubierto.

En septiembre de 1975 Franco iba a morir, agonizaba. Su heredero Juan Carlos había tenido que sustituirle provisionalmente como jefe de estado durante algún periodo de agravamiento de sus dolencias. Era cuestión de días o meses que muriese. Todos lo sabíamos, llevaba la muerte escrita en su rostro. Pero quería prestar un último servicio a “su” España y a su sucesor: deseaba morir matando, marcando con sangre los límites para quienes se atrevieran a oponerse a su “atado y bien atado”.

Unos meses después de la muerte del genocida dictador, Juan Carlos pasó, sin arrepentimiento público alguno, de su jura y acatamiento solemne de los Principios Fundamentales del Movimiento y su aceptación como heredero de Franco (1969) a ser mascarón de proa de algo que empezó a llamarse democracia. Es lo que se denominó legitimidad “de la ley a la ley”.

Los que asesinaron a nuestros compañeros han seguido formando parte del aparato de poder, con honores y pagas vitalicias. Las instituciones de gobierno actuales siguen teniendo plena responsabilidad sobre la falta de Verdad, Justicia y Reparación respecto a aquellos asesinatos infames. La Ley de Memoria está diseñada para hacernos callar, son gestitos para la galería, vacíos de sustancia y de presupuestos y de voluntad y de valor… La prueba es su pertinaz no-aplicación. Sin embargo, es cerrada la defensa de la Ley de Amnistía del 77 con la que protegen a los responsables de crímenes franquistas e impiden su procesamiento por tribunales democráticos.

No olvidamos los nombres de los cinco jóvenes antifascistas asesinados aquel 27 de septiembre. Mucho menos olvidamos su valiente y ejemplar rebeldía. Representan hoy la desobediencia contra las injusticias: podrían ser los tuiteros procesados, o los raperos juzgados, o los demócratas exiliados, o l@s pres@s politic@s que pueblan las cárceles del estado español. Son la contestación al poder, la rebeldía de los defensores de la libertad. Son referencia hoy, como lo fueron en 1975.

En estas semanas, decenas de homenajes surgen por la geografía del estado español. En Madrid volveremos a recordarles el sábado 29, a las 12 de la mañana, en el popular barrio de San Fermín. Hablaremos de recuerdos, de futuros republicanos, de Verdad, Justicia, Reparación, lanzaremos poemas y canciones… Porque la memoria histórica siempre es pensar en mañana.

¡No olvidamos!

#AlAlba27S #DíaDeLaResistenciaAntifranquista #VientosDeDignidad #27sep75

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