A la medida del santo son las peanas

A la medida del santo son las peanas

Nònimo Lustre*. LQS. Marzo 2020

La irrupción en el mundo del coronavirus o Covid-19, es un acontecimiento que, pese al abuso del término, se califica popularmente como ‘histórico’ en razón de sus rasgos inéditos –léase, históricos-. Sin embargo, caben dudas sobre la historicidad de este bicho maligno porque no es el primero de los virus de membrana que nos han acosado en las últimas dos o tres décadas. Pero no cabe duda de que las medidas domésticas adoptadas por los Estados afectados sí son históricas –y no precisamente agradables. La convulsión en las más acendradas costumbres europeas es obvia, sea la supresión de ese gesto cuasi universal del apretón de manos, sea la medicalización absoluta de la sociedad, sea la militarización en casos extremos, sea la consiguiente atomización de las relaciones sociales, sea ésta disfrazada por la cibernetización, sea la definitiva implantación del terror biológico –pánico inducido o humanitarismo de urgencia, ya lo iremos viendo en estas notas-, sea en España la hiriente independencia del Estado Vaticano –las misas siguen-, sea un infinito etcétera, podríamos asegurar que el coronavirus de marras ha desatado una verdadera revolución doméstica –pero, pequeña diferencia con otras sublevaciones, una que ojalá sea tan efímera como tantas otras, éstas sí hermosas, revoluciones abortadas por el Poder.

Asimismo, como es propio de cualquier remezón social de algún peso, el Covid-19 es un fenómeno multiforme y complejo que se multiplica en mil direcciones. Muchas de ellas son arcanos para nuestro saber (la manipulación genética), otras sospechamos que son banales (la papel-higiénico-manía, aún más absurda cuando se sabe que el coronavirus no causa diarrea) y en todas ellas andan vidas humanas en juego –muchas o pocas, ahora no importa. En este trabajito, observaremos algunos (pocos) de los puntos sobresalientes de esta maraña sanitaria y, sobre todo, política.

NB.- a) La data citada en este trabajito es la publicada hasta las 21,00 hrs. del domingo día 15.marzo.2020. b) Siguiendo el viejo lema de que “hay verdades, mentiras y estadísticas”, advertimos que las estadísticas aquí citadas son todas oficiales y que, por ende, deben leerse con espíritu crítico aunque sólo fuera porque suelen contradecirse entre sí. c) No practicamos el terrorismo biológico ni ningún otro –luego veremos el porqué de esta extravagante precisión. d) En adelante, usaremos la abreviatura CORO para designar tanto al coronavirus Covid-19 como a la lucha contra él.

A la medida del santo son las peanas

Si una barahúnda de sabios occidentales propuso que la fórmula “En el centro está la virtud” se convirtiera en la regla moral por excelencia, no nos cabe duda de que otros tantos colegas suyos defendieron simultáneamente que esa máxima pacata y acomodaticia debía ser superada por el culto a la diosa Proporcionalidad y concluyeran que la proporción es la madre de la Virtud y, quizá, de la Verdad.

Asimismo, la proporcionalidad es el alma de la Justicia -la pena debe ser proporcional al delito. Pero no sólo de la Ley sino también de la Belleza como hace siglos expresó B. de Fidanza: “Considerada la proporcionalidad en su concepto de forma, se llama hermosura. La hermosura y el deleite no existen sin proporción”. En cuanto a la jurisprudencia –prudencia subrayada-, bástenos una cita de impecable ortodoxia pues la firman unas magistradas: “Del principio de proporcionalidad se ha dicho que es la pieza central del “nuevo constitucionalismo”, esencial e inevitable en cualquier sistema constitucional, un criterio universal de constitucionalidad, cuyo empleo es la marca de madurez de un Tribunal Constitucional. “Vivimos –afirma A. Barak– en la era de la proporcionalidad” (cf. E. Roca Trías y Mª A. Ahumada Ruiz, Los principios de Razonabilidad y Proporcionalidad en la jurisprudencia constitucional española; Roma, 2013)

Estos párrafos quieren subrayar que la hysteria (sic) provocada por la (indebida) apropiación gubernamental del CORO es deplorable por muchas razones, todas ellas fundamentadas en que la respuesta oficial-planetaria es absolutamente desproporcionada. Estamos ante una variante de las gripes estacionales y los Estados están aprovechando este fútil motivo para demostrar su Poder. Para llegar a este punto, nos apoyamos en unos datos clarísimos:

Hasta la fecha, a escala mundial el CORO ha producido 150.000 casos de los cuales han fallecido menos de 6.000. Las últimas pandemias –declaradas así por la OMS o sin declarar-, han sido infinitamente más letales y quien lo dude debe leer sobre el Zika de 2014, el cólera de Haití-Dominicana de 2010 y no digamos sobre la relativamente conocida historia del Sida. Ninguna de estas epidemias y/o pandemias fue considerada una grave amenaza por lo que no hubo militarización ni centralización ni la brutal contra-reforma de los derechos humanos. Otrosí, ninguna mereció una acción enérgica de la Organización Mundial de la Salud (OMS) quien así demostraba que es una pirámide burocrática de nula credibilidad investigadora, ineficacia política asegurada y, desde luego, de dudosa moralidad –esto último lo decimos porque hemos trabajado dentro de su sede ginebrina.

En cuanto a España: su tasa de mortalidad es de 9,1 / 000 (por mil) lo cual nos da una cifra de 1.200 muertos/día y un total de 427.000 fallecidos en 2018. En la temporada 2018-2019, se contabilizaron 525.000 casos de gripe vulgaris de los que murieron 6.300 personas. En lo que respecta a CORO, hasta la fecha dícese que ha habido 7.750 casos con un resultando de 288 víctimas mortales –casos va en cursiva porque las fuentes oficiales discrepan sobre el mismísimo concepto de casos. Sobra pronosticar que mañana esas cantidades serán muy superiores.

Una de las irracionalidades más escandalosas que rodea a la imagen popular de CORO es que, durante los primeros días, varios médicos insistieron en que CORO era menos letal que la gripe estacional –implícitamente, negaban la necesidad de implantar medidas coercitivas y/o nacionales. La población racional podía estar tranquila. Pero aquellas sensatas declaraciones fueron censuradas en cuanto se decretó la ‘estrategia de contención’ y desaparecieron de los foros mediáticos poco después, cuando se pasó a la fase de ‘mitigación’.

La colosal desproporción que surge so pretexto del CORO, nos llevó a subrayar los datos elementales de las gripes y, en consecuencia, a negar que fuera necesario implantar manu militari el confinamiento y la solidaridad intra-doméstica. En plata, negamos la mayor. Huelga añadir que ello nos acarreó discusiones interminables y graves acusaciones proferidas por queridísimas amistades cuyos epítetos oscilaron desde asociales hasta esotéricos (¡) pasando por elitistas, paranoicos e ignorantes. Por otra parte, el personal no amigo nos replicó airado con proposiciones que, por su escasa cocción, nos parecieron deshonestas. Por ejemplo: “Es un virus muy peligroso porque es inédito”: cada año, nos llegan nuevas cepas de la gripe estacional y todas son inéditas. “Es un virus contra el que no tenemos defensas”: como demuestra el gran número de altas de antiguos infectados, algunas defensas tendremos cuando la letalidad de CORO es menor que la de la gripe vulgaris. Nadie piensa que CORO sea una fruslería; como todos los virus, sabemos que es nocivo –e igualmente sabemos que los virus no se matan a cañonazos.

Pero quizá lo más triste es que todo ese temario era resumido en que “la salud pública está por encima de todo” –dictum que sería una perogrullada si el Estado prestara alguna atención a la salud. Los voceros políticos expresan de manera similar esa baladronada infantil: “esto no es política, esto es salud pública” nos repiten sin descanso cuando la salud es precisamente uno de los tópicos más políticos que podamos analizar. Evidentemente, a los microscópicos santos terapéuticos les han subido a una colosal pean propia de la grandilocuencia gobiernera –otro insulto a la proporcionalidad.

El origen

Dícese que el CORO se originó en la megalópolis china de Wuhan, probablemente en noviembre de 2019. Para no perdernos por las ramas, demos por bueno este dato pero no antes sin hacer constar (espíritu crítico obliga) que, en esa fecha, bien pudo haberse acomodado en cualquier otra ciudad pero no detectado como tal CORO sino confundido con cualquier otra ‘gripe rara’. Sea como fuere, la primera conspiranoia es lógico y hasta ineluctable que surja con los primeros casos de CORO.

Las medias verdades, silogismos de ocasión y datos inverificables sobre el origen del CORO son cuasi infinitos; por ende, no vamos a enumerarlos. Más aún, ni siquiera comentaremos una selección de estas fantasías porque todas ellas pueden ser semi-verdad… pero ninguna podrá probarlo. Nos encontramos, pues, ante la mismas florituras que rodean la hipotética persona física de Jesús @ el Cristo. El problema no estriba en que las pocas o muchas excavaciones arqueológicas que suscita ese mesías hayan o no encontrado vestigios de sus huesos. No, el problema no es de escasez de restos óseos sino de sobreabundancia. El problema está en que, en aquellos lugares y años que el Nuevo Testamento adjudica al Jesús físico (con absoluta ausencia de rigor narrativo, dicho sea de paso) hubo miles de Jesuses y de Mesías –todos ellos rescatables al primer golpe de azadón o de pergamino en miles de archivos.

Otro tanto ocurre con el CORO. Como todo virus que se precie, éste es susceptible de ser utilizado como arma en una guerra bacteriológica. Pero, como este tipo de guerra es consustancial desde la noche de los tiempos al conflicto bélico, pues resulta que tenemos infinidad de guerras bacteriológicas capaces todas ellas de haber albergado un episodio de CORO. Por ejemplo: una de las primeras menciones que registra la Antigüedad clásica sobre la presencia de una peste, plaga o virus en medio de una guerra, data del siglo IV ane (antes de nuestra era) Reproducimos in extenso uno de sus párrafos porque, entre los primeros síntomas que describe, hay algunos que son parecidos a los del CORO:

“Los que estaban sanos, se veían súbitamente heridos sin causa alguna precedente que se pudiese conocer. Primero sentían un fuerte y excesivo calor en la cabeza; los ojos se les ponían colorados e hinchados; la lengua y la garganta sanguinolentas y el aliento hediondo y difícil de salir, produciendo continuo estornudar; la voz se enronquecía, y descendiendo el mal al pecho, producía gran tos, que causaba un dolor muy agudo; y cuando la materia venía a las partes del corazón, provocaba un vomito de cólera que los médicos llamaban apocatarsis, por el cual con un dolor vehemente lanzaban por la boca humores hediondos y amargos; seguía en algunos un sollozo vano, produciéndoles un pasmo que se les pasaba pronto a unos, y a otros les duraba más” (Tucídides, Historia de la guerra del Peloponeso)

Naturalmente, que el “fuerte y excesivo calor en la cabeza… o el continuo estornudar… o la gran tos” descritas por Tucídides se parezcan poco o mucho a la fiebre-estornudo-tos que aparecen en la primera fase del CORO es pura casualidad. Si lo citamos es porque los conspiranoicos, esotéricos de toda laya y divulgadores sin escrúpulos se agarran a estos azares irrelevantes para seguir cultivando la irracionalidad.

El CORO ha podido surgir en cualquiera de los cientos y miles de organismos oficiales y privados, clandestinos y notorios, que trabajan en la guerra bacteriológica –declarada o sin declarar. Incluso cabe la posibilidad de que haya mutado en cualquier institución médica. Incluso es posible que mutado ‘espontáneamente’ -eufemismo para no confesar que no se sabe su origen. Lo más que nos han dejado concretar es que surgió en un mercado chino de animales salvajes y que murciélagos y pangolines son probablemente los presuntos vectores de transmisión a los humanos. Volveremos a considerar este tema cuando la Ciencia se decida entre esos animales –o escoja que ambos van juntos. Pero es de subrayar que, hace quince años, se atacó a la pollería industrial china y ahora se ataca a los rurales del mundo –indígenas en primer plano. Como hemos escrito en otra ocasión, mientras se manifiesta la Ciencia Zoonótica, nos gustaría que se prohibiera el comercio de animales libres con especial mención al pangolín, a ver si así conseguimos alejarle del abismo de su posible extinción. Aunque, ya lo dijimos en otro lugar, la toxicidad de los bichos silvestres es real –ninguna vida es inocua- pero es aún más peligrosa la toxicidad de los animales enjaulados. La prohibición del consumo de murciélagos y/o pangolines es una mala noticia para los pueblos campesinos e indígenas que los comen desde hace siglos pero el desaforado consumo de vegetales agroindustriales y de animales de fábrica (granja) es una peor noticia para los países llamados ‘desarrollados’.

Los modelos: qué hacer vs. qué dejar de hacer

Para hacer frente al CORO, los estrategas peroran y debaten sin cesar sobre qué modelos ya conocidos son los más efectivos. En España, el gobierno ha optado por la solución que creen más drástica: el confinamiento total materializado en la promulgación del llamado ‘Estado de emergencia’. Dicho menos finamente, la ley marcial. Este estado de sitio con otro nombre, tiene como nota fundamental no tanto el confinamiento –para el cual hay numerosas excepciones- sino la centralización tal y como se conocía antes del Estado de las Autonomías. Que sea imprescindible o que no lo sea, es opción que se discute precisamente en estas notas y sobre la cual cada quisque sacará sus propias conclusiones. No obstante, hagamos un breve recorrido por los modelos que hoy ocupan el ágora.

Modelo chino.- Dícese que centrado en el aislamiento de toda la ciudadanía. ¿Toda, toda? Hasta la fecha –y es probable que no vaya a cambiar-, fueron confinados unos 60 millones de chinos. Una cifra aparentemente enorme pero que, puesta a escala de China, es una mísera parte de los 1.400 millones de población china –es sólo un 4,2 %, equivalente en nuestros lares a que se confinara a 1,17 millones de españoles. Por tanto, olvidemos la imagen de todo un subcontinente recluido en sus casas. Pero eso es lo de menos. Más importante es subrayar que, si la traslación de un país a otro de cualquier tipo de modelos, es una operación tan caprichosa como dudosa, lo es todavía más cuando se intenta trasladar el modelo chino a países que no son China ni por asomo. Si ni siquiera sabíamos que existía una ciudad con 11 millones de habitantes (Wuhan, epicentro oficial del CORO), ¿seremos tan imprudentes como para copiar el modelo chino en sociedades tan disímiles en demografía, economía y un sinfín de etcéteras como son las europeas?

Modelos surcoreano y/o europeo.- Aunque tenemos pocos datos fiables sobre aquel país asiático, colegimos que el modelo surcoreano es intermedio entre el chino y el europeo; es decir, mixto de internamientos generalizado y parcial, de hospital y de ambulatorio. Por su parte, el modelo europeo también se sustenta en el confinamiento pero en unos grados muy variables según los países –extremo en España e Italia, suavizado en otros Estados. No insistimos en este modelo porque en estas notas sólo hay espacio para el caso español.

Modelo británico.- El Reino Unido (UK), 67 millones de súbditos con una esperanza media de vida de 81 años, mantiene el mismo (decrépito) ritmo de crecimiento demográfico desde hace un siglo. Cifrada en 9,3/000, su tasa de mortalidad es ligerísimamente superior a la española (9,1 por mil, cf. supra) Pues bien, frente al CORO, el UK ha escogido la política de no hacer nada específico, también conocida como de “controlled contagion”. Dicho menos brutalmente, cuando aparece un caso de CORO, obra igual que con cualquier otra enfermedad contagiosa: se interna al paciente, se le aísla y se le trata con los remedios que se estimen más eficaces. Hasta la fecha, UK contabiliza 1.140 casos de CORO y 21 fallecidos, cifras evidentemente inferiores a las de otros países europeos de similar entidad… lo cual no quiere decir ni mucho menos que la solución sea la inacción –para llegar a ese extremo, tendríamos que tener muchos más datos. Ahora bien, la ‘originalidad’ británica ha desatado una campaña que explica torticeramente su disensión del rebaño europeo resumiéndola en una rotunda consigna de indudable eficacia mediática: que su gobierno ha escogido ‘salvar la economía antes que a la ciudadanía’ –aserto de imposible verificación… excepto para los magos que sepan introducirse en el cerebro de los gobernantes británicos [según últimas noticias, Suecia parece estar adoptando el mismo modelo] Sin embargo, esta consigna podría endilgarse a otros países ‘de nuestro entorno’ e incluso del resto del planeta puesto que, salvo en los escasos países revolucionarios, los gobiernos del mundo se rigen según esa jerarquía: primero el dinero y después, ya veremos.

Modelo africano.- Hoy mismo, ¿cuántas personas negras están muriendo por una gripe fuerte, una neumonía o una tos convulsiva? Seguramente, cientos o miles cada 24 horas. Pero la OMS dicta que, exceptuando dos o tres países, CORO todavía no ha entrado en África. Nosotros añadimos: ni entrará hasta que mueran un par de blanquitos. Por ende, este borrador de modelo se resume en W+S (wait and see)

Para concluir este parágrafo, ofrecemos un gráfico multiplicado en internet que, lo quieran o no algunos modelistas, sirve para todos los modelos:

¡Ojo!, este gráfico circula en internet pero, a veces, invirtiendo las variables sobre la intervención. En principio, es una ilustración que, según quién lo difunda, preconiza tanto la ley marcial como su contraria. Nos da igual puesto que lo relevante es que el número de afectados es igual en ambas versiones; sólo difieren en el tiempo que conceden al CORO. Nos resulta in-significante porque estamos ante una convención tan caprichosa como cualquier otra –por ejemplo, como la asignación de un límite a la “capacidad del sistema sanitario”.

Un experimento de control social exhaustivo

La inicua política contra el CORO no es nueva aunque sí extrema. De hecho, se intentó, entre otras, contra la supuesta gripe aviar y citamos precisamente ésta porque, en el año 2006, escribimos sobre ella con menciones expresas a la gripe española de 1918 y a unas veintena de epidemias letales más o menos conocidas (ver ¿Curarse en salud?, disponible en https://revistaselectronicas.ujaen.es/index.php/rae/article/view/2039 ) Pero los tiempos cambian: el “pánico biológico inducido” que hace 15 años caracterizó el control sobre aquella gripe aviar, fracasó mundialmente –para disgusto relativo del villanísimo Donald Rumsfeld- pero hoy ha regresado triunfante.

¿Qué hay detrás de esta reciente victoria? En orden cronológico: una fotocopia barata del modelo Wuhan. Y, a continuación, una lectura atropellada e interesada de esos think tank gringos que tan aficionados son a diseñar el futuro; léase, a personajes como Thomas Kuhn, “pensador de lo impensable” (thinker of the unthinkable, así fue definido al fallecer; ver prensa gringa de junio 1996), o a nuestra institución preferida, la Rand Co. Rebuscando en ese centón de sabihondos contratados por el Departement of Defense (DoD, USA) es probable que encontremos las recomendaciones más ‘imaginativas’ que se han propuesto para detener a China. Pero podemos estar seguros de que ninguna se aproxima a la imaginación china; para empezar porque, también en ese terreno especulativo, les supera China. Y, en especial, porque los chinos llevan varios milenios experimentando -¿o es que creen que la brújula de ayer o la técnica genética CRISPR de hoy son frutos del azar?

Un amigo que pertenece al gremio terapéutico sostiene con datos e incluso con alguna convicción, que Wuhan ha sido un experimento chino. Pudiera ser. Según esta autoridad sanitaria, China sabe que hay ojivas nucleares –no sólo gringas- apuntando a Beijing. Consecuentemente, ha decidido experimentar qué ocurriría con una megalópolis agredida, Wuhan por ejemplo. Los chismosos españoles creen aproximadamente lo mismo y atribuyen su éxito (¿cuál éxito?: no sabrían responder) al régimen dictatorial chino. “Los españoles somos un pueblo rebelde que jamás permitiría que unos militares nos sacaran de casa para llevarnos al hospital”, vociferaban minutos antes de que el neofranquismo reinante se les manifestara a través de algún milico hispano que les hiciera exactamente eso –y, encima, ni les dejara pasear.

Pero no sostengamos teorías facilonas: en realidad, no sabemos si Wuhan fue muy premeditado, poco o incluso nada premeditado. Lo más probable es que CORO estallara sin avisar y que combatirlo hasta ‘derrotarlo’ (volverá), fue un proceso complejo cuyas opciones y soluciones se adoptaban día a día.

Lamentablemente, Europa parece haber cogido el rábano chino por las hojas. Pero el resultado es fascinante: la victoria, no del gremio sanitario sino de uno de sus actores: la industria farmacéutica (Big Pharma, BF) En los grandes negocios, los médicos cuentan cada vez menos puesto que se han convertido en expendedores de esos fármacos sobre los que no tienen ningún poder, en parte porque BF es incomparablemente más poderosa y, en parte, porque su papel se reduce a proponer remedios cuando lo que busca BF son morbos controlables y duraderos.

Hasta ahora, una contra-revolución tan extremista como la que estamos padeciendo no era posible. La religión lo intentó pero no consiguió unificar a todos los pueblos; igual les ocurrió a los patriotas –milicos en primera fila-; pese a su aparente éxito globalizador, de la pelea contra el Cambio Climático, mejor no hablar; los ecologistas tienen un éxito poco mayor que el precario de los humanitaristas pero unifican poco; el feminismo no podría cerrar los parques. Ni siquiera el ansia de oro conseguiría lo que ha logrado BF. Dicho sea con perdón animalista, tiburones financieros, culebras imperialistas y buitres inmobiliarios de todo el mundo: ¡rendíos! Rebeldes, temerosos de dios y ateos consuetudinarios: ¡rendíos ante los boticarios!

Credulidad.- La contra-revolución en marcha se amamanta y crece en el regazo de la Credulidad. ¿Cómo es posible que, de repente, crean en unos gobiernos que sólo son títeres de su pulsión plagiadora y de su amoralidad médica?, ¿cómo es posible que se aterroricen ante una seudo-gripe menos letal que la gripe nuestra de cada año? Naturalmente, porque llevan el miedo en el cuerpo, sin necesidad de que sepan algo de la ‘doctrina del shock’. Fabricar, consumir y exportar miedo es una especialidad europea como expresó el muy beatorro Jean Delumeau en un libro que hemos citado en otras ocasiones.

Pero ni siquiera el miedo intrínseco a la europeidad llega al disparate actual. Por ejemplo, la credulidad popular nunca había llegado a creer en panaceas laborales. Sin embargo, la más reciente de las muchas inducidas por CORO es creer que el teletrabajo nos impulsará hasta esas otras galaxias donde no hay paro ni precariedad ni humillaciones en el trabajo. A lo que nos preguntamos, ¿el teletrabajo es competitivo en un país donde las tarifas cibernéticas llegan en ocasiones a triplicar las tarifas de esos famosos ‘países de nuestro entorno’ y donde mejor no hablemos de la calidad del servicio? Item más, las relaciones laborales patrias difieren de las europeas en un punto crucial: el jefe español parece necesitar la presencia física de sus subordinados –i.e., necesita humillarlos. Pero, españoles y españolas, no nos respondan sobre el teletrabajo porque aquí el estado de Emergencia es contra el Ocio, no contra el trabajo en general.

Obediencia.- Por ahora, no ha habido saqueos ni violencias populares y eso que ya nos han llevado hasta el paredón merced a unas medidas inconcebibles incluso en tiempos de guerra civil. Se prohíbe pasear y se prohíben hasta ¡los bares! –por desgracia, mañana se romperá ese record. Cada día nos atacan con nuevas pruebas de tensión exprés –dicho en bancario- o prueba de fuerza –dicho en cardiólogo. Y, sin embargo, la docilidad unisex es la nota predominante. Aunque nos resta un hálito de esperanza: veremos qué ocurre cuando se impongan la proporcionalidad y la mera razón y el pueblo se percate de que, como reza la famosa pintada, “EmoSido Engañado”.

Por su parte, Europa ha sido engañada en la misma medida en la que engaña. Se engañó con su rudimentaria, parcial y desinformada imitación de China y ahora quiere ocultar su seguidismo disfrazándolo de originalidad occidental. Por ello, conviene estudiar el ritmo de la lucha estatal contra CORO: primero aceleraron su copia del éxito del modelo chino, comenzando con exageradas restricciones (la exageración es mediática) de los DDHH para, a los pocos días, abismarse en una competición para dirimir quién es el mandatario más encarcelador. Por ahora, han llegado a permitir la circulación de mercancías y limitar suave o radicalmente la circulación de trabajadores. Pero Europa es inflexible contra los ciudadanos que paseen o viajen por placer –según su mezquindad mental, así considera a los turistas. No olvidemos, por tanto, que los europeos deben ser los últimos países que ven un enemigo en el Ocio y no creemos que eso se explique por el protestantismo. No lo creemos por la sencilla razón de que Europa ha retrocedido hasta antes de Lutero. Todavía circula dentro del escolasticismo, peleando por diferenciar entre ocio y negocio. Cuando pasen de Aristóteles a Lutero y luego salten al decimonónico Thomas Cook, volveremos a hablar. Mientras llegue el momento, manifestemos nuestra indignación contra el miserable atentado terrorista contra la Primera Industria Nacional -el turismo. Los globalizadores deberían distinguir entre el ocio en, digamos, Afganistán y el Ocio en España.

Resumen de este parágrafo: el experimento de control social extremo que comenzó en Wuhan, ha sido imitado en todo el mundo propiciando el nacimiento de una pandemia de credulidad y de obediencia indebida –y un ataque irracional contra el Ocio.

Recuento y conclusión

Al comienzo de la hysteria colectiva desatada so pretexto del CORO, se vacunó a la población contra el Golpe Médico-Político-Militar -ya diseñado a medias- repitiendo machaconamente el mantra ‘la Ciencia toma el mando del país’. En aquellos primeros días, todo asomo de crítica era aplastado por semejante seudo-argumento. Huelga añadir que era inútil contestar que la Ciencia nunca había sido respetada por el establishment patrio. Ni siquiera había sido escuchada u oída como demostraban los escuálidos presupuestos que, año tras año, la destinaba el Estado –y el caos epistémico del que presumían unos mandamases que confundían la velocidad con el tocino; dicho sea sin apenas metáfora.

Después, algún asesor o consejero áulico, cayó en la cuenta de que la Ciencia no justificaba el autoritarismo sino todo lo contrario: lo consideraba su peor enemigo. Inmediatamente, se optó por priorizar la Seguridad -¿más todavía?- y por incrementar la represión ‘sanitaria’ en ostentoso detrimento de la Ciencia que, dado su prudente desinterés por la Cosa Pública, de haber sido asumida e interiorizada, no hubiera pasado de pedir cortésmente un despotismo ilustrado. En consecuencia, el Real Decreto de marras da un cerrojazo a las antiguas concepciones de la Política como sinónimo de Salud de la Res Pública para, reduciendo aquellos lemas clásicos, hacernos creer que la Salud física no tiene mayor vínculo con el bienestar republicano. Desde ahí, continúa la jibarización hasta el extremo de que hoy debemos hablar de medidas solamente higiénicas, como si Galeno volviera de su tumba enarbolando los volúmenes de su Hygienia.

Esto por lo que atañe al sustrato ideológico-filológico que poco nos interesa en estos momentos en los que se han disparado unas groseras artificios oficiales según los cuales la falacia ‘todos somos iguales ante la ley’ (gracias a la excelente sanidad española, no dicen si pública o privada) ha sido sustituida por la falacia ‘todos somos iguales ante la enfermedad’. ¿Iguales cuando la sanidad privada recibe cada día una enormidad de fondos públicos? Porque todos sabemos que la Sanidad dizque privada tiene poco de audacia empresarial puesto que está erigida gracias a fondos públicos y mantenida gracias al siniestro binomio subvenciones estatales/exenciones fiscales. ¿Qué hará el gobierno español a la hora de paliar con dinero las escaseces de la sanidad pública, esas lacras que heredamos de los recortes decretados por esos delincuentes neofranquistas que ahora presumen de ser los primeros en la lucha contra CORO?, olvidándonos del impensable caso de la contratación equitativa de personal sanitario, ¿comprará equipos en los circuitos privados? En tal caso, les regalo un ejemplo entre mil: hablen con una empresa china –Kurabo por nombre- que comercializa el producto de moda, unos avanzados kits de detección del CORO en paquetes de 10 tests que vende a un precio probablemente imbatible: 240 US$. (de nada, señor gobierno español)

Contra el CORO, el gobierno español ha continuado con su habitual política de palo y zanahoria. La zanahoria: adulación a la gente (antes, pueblo) con el objetivo de que, otorgándoles un simulacro de autonomía individual y de responsabilidad cívica, llegado el caso puedan ser culpabilizados como los mayores villanos de esas hipotéticas y fantasmagóricas tragedias que suelen manifestarse al final de los períodos catastróficos. El palo: multas descomunales e incluso prisión para quien no cumpla a rajatabla con el Real Decreto –en realidad, una normativa desordenada, seguramente a propósito porque el desorden legislativo es consustancial a la arbitrariedad del Poder. Ejemplo: sólo en el primer día de arresto domiciliario generalizado, la oprobiosa autoridad dizque médica –mejor diríamos militar-, ha impuesto 200 multas a los madrileños por el mero hecho de pasear por la calle.

disponible en https://osbodigital.es/2020/03/10/el-aire-libre-el-agua-luz-son-los-mejores-desinfectantes/ ; ampliar esta ilustración, cortesía de DFdeM

Además de excomulgar el Ocio, a nuestro particular saber y entender –probablemente, poco leal-, lo más llamativo del Real Decreto de 14.III.2020 por el que se regula –es un decir- el Estado de Emergencia es que condena a arresto domiciliario a un pueblo como el español que sufre hacinamiento en las ciudades –dormitorios o consuetudinarias- y pobreza en el campo, sea monetaria o social-carencial. No es lo mismo vivir como una danesa promedio en casi 140 m2 que sobrevivir en un cuchitril del San Blas madrileño. ¿Es que no quieren saber que un micro-pisito español es insalubre por definición, tanto en lo sanitario como en lo familiar? Pues, para remediar su estulticia criminal, deberían leer el bando burgalés con el que la Autoridad recomendó combatir la gripe española de 1918-1919 –aquella sí que fue una auténtica pandemia letal- con una receta simple y placentera: paseando al sol y, como las plantas, comiendo luz:

Tampoco es lo mismo un bar en Jutlandia –si lo hay- que un bar en España. Prohibir los bares españoles significa privar a los súbditos del espacio socializador por antonomasia y, lo que no es moco de pavo, privarles de la oficina de renovación tecnológica y de contratación laboral. Creer que los bares son sólo tugurios para la plebe soez es simplemente elitista. Pero todavía no hemos llegado a lo peor:

Según el Real Decreto promulgado por el gobierno español, “las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado” (soldadesca incluida), pasan a disfrutar funciones de policía. Lo cual significa que, hic et nunc, pueden multar y detener. La deriva autoritaria y centralista del Estado ha llegado a su cumbre puesto que la policía –que ya usurpaba funciones administrativas-, usurpa ahora los poderes judiciales. ¿Puede un vulgar decreto-ley menoscabar de forma tan grosera los derechos fundamentales del súbdito?, ¿pueden suprimirse de un plumazo los derechos de reunión, expresión, circulación, etc.?, ¿pueden regalarse las garantías jurídicas a unas fuerzas (armadas) nada garantistas y sí orgullosas cultivadoras de una tradición franquista de impunidad y abusos? Volviendo al sacrosanto Principio de Proporcionalidad: las facultades regaladas a los dichosos ‘fuerzas y cuerpos’, son desproporcionadas –léase, injustas.

En España y entre esas ‘fuerzas y cuerpos’, está muy viva la costumbre ordenancista de excederse en el ejercicio de sus funciones. Dicho en castizo, les das la mano y se toman el codo y el pie, comportamiento incívico que, demasiado a menudo, es justificado por la plebe argumentando que “son humanos y, ya se sabe, la carne es débil”. Desde hace 80 años, son una casta privilegiada proclive a la endogamia que, mucho nos tememos, frente al CORO caerá en la auto-indulgencia y seguramente seguirá los arcaicos pasos post-plaga ya descritos por el antiguo historiador griego:

“Les parecía que era igual hacer mal o bien, atendiendo a que morían los buenos como los malos, y no esperaban vivir tanto tiempo, que pudiese venir sobre ellos castigo de sus malos hechos por mano de justicia, antes esperaban el castigo mayor por la sentencia de los dioses, que ya estaba dada, de morir de aquella pestilencia. Y pues la cosa pasaba así, les parecía mejor emplear el poco tiempo que habían de vivir en pasatiempos, placeres y vicios” (Tucídides, op. cit.)

La posibilidad –por desgracia, real- de que aparezcan entre los armados conductas asociales, se contrarresta por la pulsión solidaria entre los súbditos. Bienvenida sea pero somos escépticos ante el bienaventurado pronóstico de que conseguirá que se mantenga e incluso crezca la sanidad pública. Ojalá fuera así porque sería el único beneficio tangible que los plebeyos extraeríamos de CORO. Pero, a escala europea, es ominosa la sombra de las privatizaciones dizque sanitarias y, en España, ya no son sombras sino cenagales. Dice el Real Decreto que se faculta al ministerio de Sanidad para procurarse –la palabra requisa no existe-, la colaboración -forzosa incluso- de la sanidad privada. Visto con lentes rosa, ello significaría que los empresarios ‘privados’ (con más razón con la que se lo espetamos a los grandes especuladores inmobiliarios, a los tiburones dizque sanitarios, mejor los llamaríamos buitres) venderían sus equipos a precio de gallina gorda. Pero visto con lentes grises, significaría que ‘nacionalizar’ una simple mascarilla a estos buitres costaría un sinfín de pleitos que perdería el gobierno y pagaríamos los plebeyos.

La solidaridad versus CORO proporciona un relax a los condenados a su domicilio hasta cierto punto similar al que consiguen colaborando con las propuestas de firmas reivindicativas y otras campañas de ínfimo perfil callejero. Además, proporciona asimismo un sentimiento de unidad vecinal que no debe confundirse con la identidad nacional ni tampoco de clase pero cuya confusión, de darse, sólo sería pecado venial. Nunca criticaremos ningún asomo de proyecto de organización popular y menos en estos momentos en nos agarramos a un clavo ardiendo porque la atomización o individualización de la política nos precipita en la disgregación social, vulgo anomia. Por lo tanto, simplemente los anotamos como uno más de los numerosos debates que CORO suscita lo quieran o no, velis nolis. Pero conste en acta que solidaridad y manu militari son conceptos incompatibles entre sí; ninguna iniciativa solidaria de cierto alcance puede prosperar bajo el paraguas estatal.

Finalmente, especulamos con cierto fundamento empírico que CORO ha llegado para quedarse. El año próximo se llamará Covid-21 y millones de humanos serán vacunados contra él con un mejunje que será ‘algo’ útil para el Covid-19 pero no para el 20 y menos para el 21. El Real Decreto de 14.III.2020 también ha venido para quedarse sólo que el Estado de Emergencia será llamado de otra manera. Poco importará el nombre si permanecen la credulidad y la obediencia sumisa que hoy campa a sus anchas por el erial del florido pensil.

NB final.- Como avisamos a principios de este trabajo en aquella primera NotaBene, no somos terroristas ni biológicos ni políticos ni étnicos ni siquiera terapéuticos. Lo dijimos y lo repetimos porque la obediencia perruna que asuela España nos hace temer que una asonada populachera facilite e incluso exija una acusación oficial por terrorismo.

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