A Urdangarín le han pervertido

A Urdangarín le han pervertido

Era un buen muchacho. Dicen que de pequeño, un niño ejemplar, estudioso, cariñoso y listo. Un tipo que poco a poco fue consiguiendo lo que quiso. Empezó desde abajo y llegó a ser uno de los más grandes deportistas, un icono del balonmano.

Un chaval sencillo que hizo del deporte su vida. ¿Qué pasó entonces, para que ese buen hombre haya pasado de balonmanista famoso a empresario presuntamente corrupto?

¡Ah! ya me acuerdo. El pobre hombre tuvo la desgracia de casarse con una infanta. Y empezó la buena vida. Es lo que veía. El lujo, no dar cuentas a nadie, pedir y tener, sin cortapisas. Y claro, el pobre, cayó.

Y una vez que se abre el melón, ya no se para. Para colocarle, por su condición consorte, le hicieron ejecutivo de primera. Y se encontró dirigiendo empresas con las mismas manos que había metido multitud de goles en la red contraria. Y allí, conoció seguramente a algún golfo, con el que se asoció y le indujo a hacer cosas que nunca hubiera hecho, y esas manos que tantas glorias dio al Barça y a la Selección las metió en el cajón. Le hicieron pensar que el tenía bula, que venir de la Casa Real le permitía hacer y deshacer a su antojo, que era todopoderoso e inmune. Lo legal quedaba al margen, ¿qué importancia podía tener para un miembro de tal estirpe hacer ciertos chanchullos?

Y, picó. Y claro que un personaje de tal alcurnia no se va a pringar por una pequeñez. Un tal juez Castro –que lo mismo es republicano— habla de un desaguisado de un par de milloncejos de euros. Una miseria, por cierto la mayoría de dinero público.

Naturalmente, se sabía. Fue desde el caso Palma Arena –¿recuerdan al chorizo pepero Jaume Matas?— allá hace unos años. Y entonces, los grandes vates de la Casa Real, para alejarle de esta situación, le enviaron a las Américas. Se sabía, aunque ahora digan lo que digan. Y por eso se fue para allá.

En fin, como pueden ustedes ver, una triste realidad, un muchacho que había tomado un rumbo claro, que pudo ser entrenador o dirigente de algún club de balonmano y que, por su mala suerte –en este caso “el amor”— entró en una familia donde basta pedir para tener, donde el gran patriarca ha figurando –después lo deben haber prohibido— entre los hombres más ricos del mundo. Donde aquello del trabajo y el sudor de la frente es un chiste de mal gusto. Donde todo se podía conseguir sin esfuerzo. Y ahora, el desgraciado se ha visto como se ve.

Menos mal que siendo quien es, ya se encargarán de que la cosa no vaya a más, de echar tierra al asunto. Hay que preservan el buen nombre de la Casa Real, ¡faltaría más!, porque si no, me daría mucha pena. Mucha, porque sin duda el pobre no tiene culpa, le han pervertido.

Salud y República.

* Kabila

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