Acerca de la violencia

Acerca de la violencia

Es difícil leer los periódicos y no sentir rabia e indignación. A veces por su ofensiva manipulación de la verdad y otras por recordarnos las injusticias que se cometen a diario. Sin llegar más lejos, esta mañana publican que en el 2013 se ejecutaron 82.860 desahucios. En el 58% de los casos se trataba de alquileres y no de hipotecas. Ese dato cuestiona el mito de una sociedad presuntamente acostumbrada a vivir por encima de sus posibilidades, aunque tal vez algunos banqueros y empresarios opinen que el anhelo de un techo es un lujo, no un derecho. Casi nadie lo advirtió, pero el Tratado de Maastricht condenó al Estado español a destruir su tejido industrial y restringir su economía al turismo y la construcción. La concentración de capital en la banca alemana y francesa hizo fluir el crédito en los noventa. Los Fondos Estructurales y de Inversión Europeos permitieron ampliar y mejor nuestra red de comunicaciones. No fue un gesto de solidaridad. La UE nos prestó dinero para facilitar las exportaciones alemanas y francesas, no para mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos. La banca privada potenció la capacidad adquisitiva de las familias con tarjetas de crédito y préstamos personales, con altos tipos de interés. Nos prestaron dinero para que compráramos sus productos, asegurándose una abusiva cuota de mercado e hipotecando nuestro futuro, con letras a medio y largo plazo. Las advertencias de algunos economistas sobre los riesgos de la burbuja financiera e inmobiliaria no lograron frenar una espiral profundamente destructiva. Ahora vivimos las consecuencias y no se aprecian expectativas de recuperación. No podemos hablar de estancamiento, sino de una estrategia política. La austeridad no es cirugía de urgencias, sino la clave para crear un nuevo modelo de sociedad semejante al norteamericano, con grandes desigualdades, enormes bolsas de pobreza y leyes represivas que criminalizan las protestas.

Las Marchas de la Dignidad del 22-M constituyeron una formidable respuesta ciudadana, que se ha boicoteado desde el gobierno y los grandes medios de información, simples órganos de expresión de los holdings empresariales. En España, la política gubernamental casi siempre se ha gestado en las cloacas y esta vez no ha sido diferente. La UIP reventó las Marchas de la Dignidad lanzando su criminal ataque a la hora en que comenzaban los telediarios. La idea era crear violencia para que la opinión pública asociara los disturbios a las fuerzas políticas y sindicales comprometidas con la iniciativa. Y lo consiguieron. Algunos nos preguntamos si el grupo de la UIP que se quedó aislado no desempeñó el papel de cebo para conseguir imágenes impactantes. A fin de cuentas, había un equipo de observadores internacionales de la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación Europea) e interesaba presentar a los policías como víctimas de los “radicales”, según denuncia Jesús Caspe, abogado de Miguel, el manifestante enviado a prisión condicional sin fianza. Al Estado nunca le ha importado sacrificar unos cuantos peones para materializar sus objetivos. Dado que Ignacio González, presidente de la Comunidad de Madrid, comparó las Marchas de la Dignidad con el nazismo, no está de más recordar el incendio del Reichstag, un crimen que se atribuyó falsamente a un comunista, pero que los historiadores hoy en día consideran obra del partido nazi. Me pregunto si no se urdió algo parecido para desprestigiar a los manifestantes del 22-M. Parece diabólico, pero conviene recordar que vivimos en un país donde se organizó la pantomima del 23-F para reforzar a la Corona y a las Fuerzas Armadas.
La comisión jurídica del 22-M ha aconsejado a sus organizadores que emprendan acciones legales contra la Delegación del Gobierno y la Policía, pues todo indica que los malos tratos no se produjeron de forma ocasional, sino de acuerdo con órdenes previas y deliberadas. Gran parte de los 22 detenidos –dos menores- “sufrieron lesiones durante la detención” y algunos fueron trasladados a comisaría en transporte público, “esposados y a la vista de los pasajeros, lo que significa trato humillante y vejatorio. […] La práctica totalidad de los hombres detenidos denunciaron haber sido obligados a permanecer hasta 7 horas de pie con los brazos en alto, haber sufrido cambios de temperatura bruscos e intencionados, privación de comida y agua y de la posibilidad de acudir al baño durante las primeras 24 horas, lo que parece acreditar la existencia de un plan sistemático y premeditado de efectuar malos tratos”. El número final de manifestantes con lesiones por las cargas policiales asciende hasta 108. Esta violencia me parece el fiel reflejo de lo que está sucediendo en España, donde José Ángel Crego, presidente del Círculo Empresarial Leonés, se atreve a preguntar con un cinismo insuperable: “¿Por qué el trabajador no le paga 45 días por cada año a la empresa que le ha estado pagando un sueldo y le ha dado un trabajo?”. En un país con seis millones de parados, niños malnutridos, familias sin agua, gas ni electricidad y casi un millón de inmigrantes excluidos del sistema sanitario, plantear algo semejante es puro y simple terrorismo. En la UE, sólo Rumanía nos aventaja en pobreza infantil y sólo Letonia nos supera en desigualdad. Nos acercamos a un nuevo período histórico de semiesclavitud, donde se socializan las pérdidas de las oligarquías financieras y se privatizan las ganancias, transfiriendo dinero público a manos privadas. Ya no se puede hablar de democracia ni de ciudadanos. La codicia insaciable de una minoría ha vaciado de contenido las instituciones democráticas y ha demolido los derechos sociales y laborales de la mayoría. ¿Por qué la gente no se rebela? Porque las Fuerzas de Seguridad del Estado y las Fuerzas Armadas velan por los intereses de los ricos y poderosos. ¿Quiénes son los violentos? Sin duda los que han creado y mantienen esta situación. ¿Quemar un contenedor o reventar la luna de un banco es un acto de vandalismo? ¿No es más correcto decir que son gestos de impotencia orientados a hacer visible el malestar de los sectores sociales más débiles y vulnerables? En Gamonal, símbolo de la resistencia ciudadana, no se luchaba por un bulevar, sino por una sociedad más justa y solidaria. Las políticas de austeridad constituyen un genocidio: desempleo, hambre, suicidios, indigencia, desesperanza.

Se vuelve a hablar de “violentos” y “demócratas”. Creo que los “violentos” merecen tanto el calificativo de terroristas como los palestinos que lanzan cohetes artesanales desde la Franja de Gaza. Según Noam Chomsky, “el desequilibrio entre el poder de destrucción del agresor [el Estado de Israel] y la patética respuesta militar de la víctima [el pueblo palestino] merece calificativos muy distintos”. En el Estado español, se puede emplear el mismo razonamiento. Los “demócratas” son mucho más violentos que los “intolerantes” y los antisistema. De hecho, el pasado 22-M un joven perdió un testículo. El impacto de la pelota de goma en los genitales podría haberle matado. ¿Acusarán al agente de homicidio en grado de tentativa? ¿Se puede estar a favor de un sistema que mata, empobrece y excluye, sin ser un criminal o un cómplice moral de una política antidemocrática, inmoral y extraordinariamente violenta? En esta marea de indignidad y represión, afortunadamente hay personas combativas e implicadas, como Willy Toledo, pero el verdadero protagonismo no corresponde a ningún individuo, sino al pueblo trabajador, que lucha contra gigantes y no se resigna a vivir con miedo. En un famoso mitin, Arnaldo Otegi afirmó: “La izquierda abertzale no nació para resistir ni tan siquiera para responder. Nacimos para ganar y vamos a ganar”. Creo que sus palabras pueden extenderse a todos los pueblos en lucha contra un capitalismo cada vez más desalmado. La izquierda abertzale es internacionalista y el internacionalismo es la ternura de los pueblos.

* Rafael Narbona

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