Al Festival de Sundance le han bastado 30 años para hacerse mayor

Al Festival de Sundance le han bastado 30 años para hacerse mayor

Y con esta serán treinta. Sin hacer excesivo ruido más allá de sus propias fronteras (al menos, no tanto como el que llegan a hacer los grandes festivales cinematográficos europeos), Sundance llega este 2014 a las tres décadas de vida. Quién iba a decirlo… y quién iba a decir también que la criaturita llegaría a hacerse tan grande (asusta, pero en el buen sentido). No tiene que pasar demasiado tiempo para que el forastero se dé cuenta de que lo se sucede estos días en Park City es el resultado directo de un error de cálculos. Maravilloso error, debe decirse, puesto que, por muy contradictorio (respecto a su propia naturaleza) que pueda llegar a sonar, el conocido como cine independiente, en poquísimo tiempo, ha pasado de ser una asignatura opcional a una de las troncales más innegociables para el buen cinéfilo.

Un año más, la prensa especializada se apelotona, una hora antes de que empiece la película de turno, en los pabellones de lona levantados a toda prisa y que cubren las funciones de toda buena sala de espera. ¿Por qué éstas aglomeraciones? Primero, para resguardarse del frío (el invierno en Utah, simplemente, no perdona), segundo y más importante todavía: para tratar de asegurarse una butaca. Yendo al grano: donde en un principio había sólo cuatro gatos -y gracias-, ahora se dan cita los representantes de los medios más importantes del mundo… y el espacio se nos ha quedado pequeño. La capacidad de las salas del Holiday y del Hotel Yarrow (donde se celebran casi todos los pases de prensa) apenas llega a las doscientas personas. Esto en el mejor de los casos. Una vez más: ¿Por qué? Porque treinta años atrás, ni el más avispado de los oráculos podría haber llegado a vaticinar que, algún día, habría más de doscientas personas interesadas en ir a ver una de las películas presentadas en este certamen.

Pero así ha acabado sucediendo, y parece que ya no hay marcha atrás. Lo que nació siendo un -caprichoso- refugio anti-Hollywood, ha mutado en una cita tan imprescindible como, irónicamente, el cine que sale de la «Factoría de Sueños» californiana. No en vano, las películas que más impacto causan en Park City son las mismas que van a poder verse, un poco después, en plazas tan prestigiosas como el Palast de Berlín, la Debussy de Cannes o, faltaría más, el Victoria Eugenia de San Sebastián, por citar solo algunos ejemplos. Hasta las hay que emprenden la carrera por el Óscar… incluso un año antes de que la Academia reparta sus preciadas estatuillas. Se dice sin alzar excesivamente la voz, pero cuando Sundance está en marcha, el mundo entero (el mundillo del cine, seguro) está mirando, atento y con la caña a punto… nunca se sabe qué nueva joya habrá encontrado el equipo dirigido por John Cooper.

«Por John Cooper», sí, ya que aunque el tinglado siga aprovechando la ya-no-tan-glamurosa estela de Robert Redford, este ha acabado convirtiéndose (para mayor fortuna de todos) en algo similar a lo que actualmente es la sacra institución monárquica en el Estado español: Reina pero no gobierna. Así, el actor que en su día dio vida al mítico Sundance Kid se limita a mostrar su cara en la rueda de prensa inaugural, en volver loco al personal de la televisión del propio certamen y a promocionar por todo el mundo la marca indie.

Porque actualmente el cine independiente es también un activo comercial al que se le puede sacar mucho jugo. Lo comprendieron, veinte años atrás, los hermanos Weinstein, y poco tiempo después, las grandes majors se subieron al carro. Ambas partes (los artistas y los comerciantes) salieron beneficiadas, lo cual, aparte de propiciar el crecimiento del experimento de Mr. Redford, ha ahondado, más si cabe, en la paradoja de la que el cine ha sido presa desde poco después de su invención. Es arte y es industria al mismo tiempo. Contradictorio, quizás, pero a la vez de una complementariedad cuya lógica es aplastante.

Y es que a pesar de que a Sundance le hayan salido rivales inesperados en lo referente a reivindicar el carácter alternativo del séptimo arte (el festival que responde al nombre de Slamdance afirma ser el mejor y único barómetro de lo genuinamente indie… aunque incluso éste tiene también competencia en la materia), lo cierto es que la cita cinematográfica más famosa de Park City sigue siendo un caso de estudio ejemplar, valga la redundancia, sobre cómo hacer que prosperen las apuestas más arriesgadas. Para entendernos: el estar fuera de la órbita hollywoodiense no tiene por qué implicar ser un absoluto desconocido. El éxito, por mucho que los mediocres quieran hacernos ver lo contrario, no es un pecado. Y si realmente lo es, es bueno saber que hay certámenes capaces de aprovechar tanto la virtud como lo teóricamente condenable.

Entonces, ¿por qué diablos se forman colas kilométricas antes de cada película? Porque el cartel de esta 30 edición es espectacular (y esto empieza a ser una costumbre de la que enorgullecerse). ¿O acaso no matarían algunos para poder presentar, en apetitosa primicia mundial, la nueva película de Michael Winterbottom, o de Gregg Araki, o de Gareth Evans, o de Alex Gibney? Éstas, y muchas más, van a ser las estrellas que iluminarán Park City desde ya hasta el 26 de este mismo mes. Y sí, sigue siendo indie. Profundicemos.

«The Trip to Ilaty» es la inesperada pero más que bienvenida secuela de «The Trip», en la que Mr. Winterbottom unía el talento bestial de Steve Coogan con el de Rob Brydon para un periplo que muchos definieron como la -personalísima- versión brit de «Entre copas». Cuatro años después de aquel viaje, los mismos protagonistas repiten en Italia para hacernos reír, ponernos de los nervios, quizás… y darnos cuenta, una vez más, del inmenso valor de una de las voces más reivindicables de Gran Bretaña.

Por su parte, Gregg Aaraki, uno de los más talentosos representantes del New Queer Cinema, volverá a la carga con «White Bird in a Blizzard», adaptación de la novela homónima de Laura Kasischke que promete volver a llevar el rabioso cine del californiano de nuevo a la cúspide. La promesa con la que Gareth Evans llega a Park City es diferente, pero igualmente apetitosa: con «The Raid 2», segunda entrega de aquella celebrada cinta de acción indonesia, nos esperan ni más ni menos que dos horas y media de despiadado relato criminal aderezado con el más contundente cine de artes marciales.

Anton Corbijn seguirá modernizando (y europeizando) el thriller americano en «A Most Wanted Man», en el que estará acompañado por Philip Seymour Hoffman, Rachel McAdams, Willem Dafoe y Robin Wright Mientras, la cuota de documentales estará representada por autores tan imprescindibles como Alex Gibney, quien en «Finding Fela» dejará momentáneamente los -sucios- aferes internos estadounidenses para profundizar en el movimiento musical del Afrobeat.

Antes de la llegada de todos estos peces gordos, hasta ha habido tiempo para descubrir la primera perla de la cosecha indie. El debutante Damien Chazelle ha sorprendido a propios y extraños con «Whiplash» (sobre la relación híper-destructiva entre un estudiante de música y su tiránico maestro), que a la vez ha servido de brillante apertura para el certamen. Estamos ante una trepidante hora y media larga de cine mayúsculo; de pura intensidad, no sólo entre los actores (geniales Miles Teller y JK Simmons), sino también en el diálogo que el director establece con un público que sale machacado. Aun así, han quedado fuerzas para la primera ovación de la temporada… La primera de otras muchas otras, esperemos.

Todo listo pues para que se ponga en marcha la celebración del 30 aniversario. Y todo apunta a que los 10+1 días de festival van a ser deliciosamente agotadores. A lo grande y a lo indie. Recuerden, no tiene por qué ser contradictorio.

En cifras

Como suele suceder, el baile de cifras puede llegar a marear, pero interpretado correctamente, no deja lugar a dudas. En la minúscula Park City se cuece algo gigantesco que parece querer abarcar más; causar más impacto. En esta ocasión, los números de Sundance 2014 nos cuentan que se van a presentar

121 largometrajes, 37 países

10 intensos días durará el festival de cine independiente más famoso del mundo

54 vienen firmados por directores debutantes, de los cuales 35 están a competición

12.218 es el número de proyectos (72 más que en la edición anterior) sobre los que se ha hecho selección final.

4.057 largometrajes quisieron estar presentes en Sundance (de los cuales 2014 estadounidenses y 2043 del resto del mundo) y 8.161 cortos.

100 películas de la parrilla son estrenos mundiales

Primeras peleas entre los asistentes al «poblado» de Park City

«Este pueblo no es lo suficiente grande para los dos, vaquero». Como si de un western de Sam Peckinpah se tratara, Sundance saca la parte animal de la mayoría de sus asistentes. No por sadismo (esperamos…) sino por simple maltusianismo. Somos muchos; muchísimos… ¿demasiados? Y el poblacho (porque esto es lo que es Park City, en Utah) crece lo que le permiten las montañas que le rodean. Efectivamente, se nos ha quedado pequeño. El certamen ha registrado sus primeros dramas humanos cuando ha quedado latente -y para ello no ha tenido que pasar ni una jornada entera- que la demanda es ampliamente superior a la oferta. «Full-House!» gritan los voluntarios, indicando así que «la casa está llena», y que por lo tanto nadie más va a ser capaz de entrar a la sala de proyección. A partir de ahí, la desesperación: codazos, empujones, insultos y al final de todo, la más amarga resignación. Cosas de Sundance: en el año 2014, parece que el «Soylent Green» esté más cerca que nunca. V.E.

* Publicado en el diario GARA

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