Antes del sesquicentenario de la Iª República

Antes del sesquicentenario de la Iª República

Por Nònimo Lustre. LQSomos.

Además del Sesquicentenario de la I República española, este año también se conmemora el 228º aniversario de una de las primeras sublevaciones republicanas que se fraguaron en la península ibérica. Nos referimos a la llamada Conspiración de San Blas del 03.febrero.1795 –día de san Blas y de las primeras cigüeñas. Conviene recordarla aunque sólo sea para desmentir el oprobioso embuste de que la monarquía es consustancial a la idiosincrasia hispana -¿qué es la idiosincrasia? Al contrario, aquella Conspiración demuestra que el raciocinio republicano existió desde hace más de dos siglos –huelga añadir que sobrevivió y sobrevive pese a la fuerza de la criminal sinrazón cortesana, militar y policial.

Declaración de los Derechos Humanos que
tanto molestó a los Borbones franco-españoles

La intentona de San Blas fue promovida por varios intelectuales hispanos. El más conocido fue el mallorquín Juan Bautista Picornell (JBP, 1759-1825) Afincado en Madrid, aglutinó a un colectivo republicano en el que destacaban los profesores y alumnos del hoy conocido como Instituto San Isidro. Lamentablemente, un clérigo traidor –valga el pleonasmo- se infiltró entre los conjurados quienes, inmediatamente, fueron apresados y enviados a capilla. Les esperaba la horca. Sin embargo, ninguno fue asesinado ‘legalmente’ en Madrid. Obligados por los acontecimientos que referiremos en la subsiguiente cronología, las Ratas Pelúas de Palacio prefirieron asesinarlos en diferido y para ello recurrieron a deportarlos a las colonias de Yndias. Pero la historia dio muchos giros y, en el caso de JBP, infinidad de vueltas y, sobre todo, de revueltas. Veamos una breve Cronología sintética:

El héroe JB Picornell y sus némesis, Carlos IV y Manuel Godoy

1793-1795: tras la gloriosa decapitación del rey Luis XVI, España se ha inundado de exiliados monárquicos galos, en su mayoría curas y obispos. Su cómplice, pariente y socia, la inicua casta borbónica representada por el cornúpeta Carlos IV y por su verraco semental Manuel Godoy, declara la guerra a los revolucionarios de la recientemente constituida República francesa –los sans-culottes.

1793: el siempre irresponsablemente ampuloso Godoy tiene una de sus peores ocurrencias: invadir Francia. Para ello, recluta tres cuerpos de ejército: el catalán, el vasco y el aragonés. Al mando de unas tropas hispano-portuguesas, el general Ricardos invade harto efímeramente el Rosellón catalán. Los otros dos cuerpos de ejército –el vasco y el aragonés-, no llegan a cruzar los Pirineos porque los ‘españoles’ de esos países periféricos les boicotean, no se dejan extorsionar, cambian hasta los letreros de los pueblos y de sus caminos, etc. En definitiva, se pasan a ‘enemigo’.

No hubo batallas sino retirada en desbandada del general Ricardos. Pero los pintores de cámara de algo tenían que vivir… Batalla de Le Boulou, durante la guerra del Rosellón.

1794: los republicanos franceses contraatacan e invaden España. En la frontera pirenaica, la plaza fuerte de Figueras (10.000 soldados, 200 cañones), se pasa al ‘enemigo’ sin disparar un tiro. Poco después, Donostia hace lo propio.

1795: vista la hostilidad popular, los generales patrios (pero poco) españoles enviados a guerrear al Norte, se quejan de que no reciben ninguna ayuda de la población ni siquiera de las autoridades locales vasco-navarras y aragonesas. Es obvio que los euskaldunes y los maños simpatizan abiertamente con los republicanos franceses. Los sans-culottes ocupan sin resistencia casi todo Euskal Herria -Navarra incluida, menos Pamplona, que no llegó a pasarse a los republicanos. Poco después, los revolucionarios franceses prosiguen, sin apenas disparar, su marcha triunfal, entran en loor de multitudes en Vitoria y en Bilbao y cruzan el Ebro por Miranda.

Mientras tanto, JBP y sus amigos continúan en capilla. Y es en Miranda desde donde los sans-culottes avisan a Godoy: “Has visto la facilidad con la que hemos llegado hasta el Ebro. Si nuestros correligionarios españoles siguen amenazados de muerte, cruzaremos el río y, en pocos días, llegaremos a Madrid. Entonces, nos ocuparemos de ti y de tu Corte”. Godoy entiende la indirecta más directa que escuchó jamás y opta por la deportación a los presidios americanos de los conjurados de San Blas.

Pero, en ese crucial momento, a todos les sorprende la firma de un armisticio que precede a la capitulación formal de España –disfrazada en la historiografía española bajo el nombre de ’tratado de paz’. Godoy & Co. se ven obligados a pedir la Paz de Basilea (22.julio.1795), seguramente la capitulación más censurada de la historiografía hispana –incluso ahora, no se estudiará en ningún libro de texto. A cambio de que los libertadores franceses se retiren detrás de los Pirineos, el rey de España se compromete a: a) entregar a Francia, durante seis años, los ganados ovino y caballar andaluces; b) no perseguir a los afrancesados vascos; c) ceder la mitad ‘española’ de la isla caribeña de Santo Domingo –La Española de las primeras Crónicas, hoy República Dominicana.

“Godoy presenta la Paz a Carlos IV. Alegoría de la paz de Basilea’” (1796, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid.) Una vez más, los pintores de cámara manipulando una derrota total hasta convertirla en un ‘tratado de paz’.

JBP es deportado al presidio de La Guaira (Venezuela) donde le espera la antes mencionada ‘muerte en diferido’ pero… se alía con sus carceleros quienes se sublevan en una de las primeras intentonas independentistas venezolanas, la llamada “conspiración de Picornell, Gual y España” –este último, apellido de uno de los conjurados, no confundir. Asimismo delatada por el eternamente fementido clero, semejante heroicidad es aplastada y, por segunda vez, JBP logra escapar de la horca. Se fuga a las islas del Caribe, viaja a los EEUU, Francia, otra vez la Venezuela en lucha por su liberación y México donde muere su hijo combatiendo con otros españoles como Mina el Mozo –Héroe Nacional en México- al lado de los independentistas. Finalmente, la edad apacigua a JBP y termina en la Cuba todavía borbónica disimulando como médico rural en la aldea de Nuevitas –¿y maquinando su enésima conspiración libertadora?: nunca lo sabremos. Pero esta es la peripecia de uno de los individuos que merece estar en un hipotético Mausoleo de Próceres de las Patrias españolas. La ocultada historia del republicanismo español va paralela a JBP pero es colectiva y perenne, mal que le pese a la patriotera carcundia. Laus Republica.

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