Cachemira, otra vez tormentas

Por Guadi Calvo*
De los tres siglos y medio que los británicos se expandieron por India, sir Cyril Radcliffe solo tuvo cuarenta días de 1947 para trazar una frontera en el corazón del Raj británico (India, Paquistán, Bangladesh y Birmania) y ese apuro se sigue notando

Lo que hoy se conoce como la Línea Radcliffe, que marca la siempre rugiente frontera entre una India profundamente hinduista y un Paquistán fervientemente musulmán, ha separado arbitrariamente, no solo ha partido las provincias de Punjab y Bengala, sino también, por apuro o simple ignorancia, tribus, etnias, comunidades religiosas, que se habían mantenido unidas desde antes de las invasiones mongolas y persas.
El diabólico trazo imperial de Sir Radcliffe, un abogado sin ningún conocimiento sobre la tarea, se detuvo al llegar a la región de Jammun-Cachemira, por entonces un principado independiente. Lo que dio a los británicos la oportunidad para establecer un punto de futuras inestabilidades. El ochenta por ciento de su población eran musulmanes, mientras que su maharajá, Hari Singh, que era un creyente hindú, reclamó el apoyo de India. Para lo que el maharajá, a través de un tratado conocido como Instrumento de Adhesión de Jammu y Cachemira, incorporaba al principado a India.
La crisis no solo derivó en la primera guerra por Cachemira entre ambas potencias nucleares, sino que provocaría tres más: en 1965, la de 1971 en el contexto de la lucha independentista de Bangladesh de 1971, en la que la intervención india fue un elemento clave para la victoria de los independentistas; y, por último, la Guerra de las alturas de Kargil en el Himalaya de 1999, librada a más de cinco mil metros sobre el nivel del mar.
Estas guerras son amenizadas, casi de manera cotidiana, por choques fronterizos, que cada tanto dejan algún muerto y promesas de más. Estas acciones suelen armarse y alentarse por los servicios de inteligencia, según las necesidades internas de cada país.
Estas agencias ejercen el control sobre grupos nacionalistas y religiosos, que operan a cada lado de la Línea de Control (LC), establecida en 1972, tras el Acuerdo de Simla.

Es en este contexto, de esos casi cotidianos ataques que se producen en la LC, es el que se produjo en la ciudad turística de Pahalgam, en la Cachemira india, que dejó al menos veintiocho muertos y diecisiete heridos. Los que fueron elegidos después de haber controlado su documentación y revisado si estaban circuncidados o no. Rápidamente, la operación se la adjudicó el ignoto grupo: Resistencia de Cachemira.
Aparentemente, sin tener vinculación con este último hecho, en el distrito Baramulla, en el centro de Cachemira, según fuentes del ejército indio, una patrulla militar impidió el ingreso de al menos dos hombres armados desde Paquistán, lo que produjo un intenso intercambio de disparos.
Sobre el ataque a los turistas. Según fuentes policiales indias, el ataque se produjo contra un grupo de turistas que visitaban el valle de Baisaran, a unos cinco kilómetros de Pahalgam, una zona con un paisaje alpino que el año pasado visitaron tres millones y medio de turistas, sin que se hubieran registrado inconvenientes.
La magnitud del ataque no tiene precedentes desde los producidos en noviembre de 2008, tras la gigantesca operación de terroristas musulmanes con terminales en Paquistán. El ataque, coordinado contra una docena de blancos, dejó unos ciento ochenta muertos.
En un comunicado, Resistencia de Cachemira señala que las causas del ataque responden al plan del gobierno indio de revertir la ecuación demográfica de la región, predominantemente musulmana, alentando el asentamiento de familias hindúes. Se estima que ya son cerca de noventa mil los llegados bajo ese “programa”. Esta operación está íntimamente vinculada a la derogación en 2019 de los artículos 370 y 35ª, que estaban incluidos en la constitución india, que otorgaban a Jammu y Cachemira cierta autonomía.
Según la inteligencia india, detrás del nombre de Resistencia de Cachemira, se esconden organizaciones armadas con sede en Paquistán: Lashkar-e-Taiba (Ejército de los Puros) y el Hizbul Mujahideen (Partido de los Combatientes Santos), que desde hace varias décadas tienen presencia en la región y de los que se sospecha son financiados por el poderoso Inter-Services Intelligence (ISI), la inteligencia del ejército paquistaní.
Tras el ataque, las fuerzas de seguridad lanzaron una operación de búsqueda contra los atacantes, al menos cuatro, que desde muy corta distancia abrieron fuego contra los turistas, todos ciudadanos indios. Queda por descubrir si el ataque ha sido una acción limitada o forma parte de una nueva ola terrorista.
El primer ministro indio, Narendra Modi, quien desde su llegada al poder en 2014 y en sus dos mandatos como Ministro Jefe (gobernador) del Estado de Guyarat (2002-2014) desplegó agresivas políticas anti-musulmanas, por lo que se lo sospecha de haber alentado en varias oportunidades, por intermedio de grupos de ultraderecha afines a su partido, el Bharatiya Janata Party (Partido Popular Indio), y el Rastriya Swayamsevak Sangh (Asociación Patriótica Nacional) o RSS, han provocado desde 2002 miles de muertos.
El ataque sorprendió a Modi en una visita oficial a Arabia Saudita, a los que se refirió como un “acto atroz”, por lo que prometió que sus responsables “perseguirán a los culpables hasta los confines de la Tierra”.
Todo puede escalar
India y Paquistán, desde la partición de 1947, cuando la Línea Radcliffe fue cruzada hacia ambos lados por cerca de unos quince millones de desplazados, que abandonándolo todo intentaban resguardarse de no ser parte de los dos millones y medio de muertos que las matanzas interreligiosas dejaron.
Ya son leyenda los trenes que transitaban de un lado a otro de la frontera con sus vagones repletos de cadáveres musulmanes, sikh e hindúes, tras haber caído en diversas emboscadas. Por lo que los tres credos más numerosos de lo que fue el Raj británico han abierto heridas que, si bien en muchas comunidades se han cerrado, los fanáticos en estos últimos años han hecho todo lo posible por impedir que se cierren. Entre los que se encuentra primordialmente por el cargo que ocupa Narendra Modi.
Por lo que lo sucedido en este nuevo episodio, Pahalgam, es una extraordinaria oportunidad para el premier indio, para exacerbar sus opiniones sobre el islām y particularmente sobre sus vecinos del norte. Al punto de que algunos creen que existe alguna posibilidad de que este hasta ahora desconocido grupo Resistencia de Cachemira no haya sido un atentado de falsa bandera por parte de Modi, que cosas peores ya ha hecho, para producir un quiebre más profundo en la bastante compleja relación de Paquistán con la Casablanca, por las multimillonarias inversiones chinas. Y así provocar un acercamiento mayor entre Modi y Trump, a quien visitó en Washington la semana anterior y con quien, durante la primera presidencia del zar de Mar-a-Lago, tuvo excelentes relaciones.
Como primera medida, Nueva Delhi suspendió el Tratado de las Aguas del Indo de 1960. Por lo que el gobierno de Shehbaz Sharif, el primer ministro paquistaní, advirtió que la suspensión del suministro de agua por parte de la India sería considerada como un acto de guerra y a la vez ya ha interrumpido el Acuerdo de Simla de 1972, en el que se había estipulado que ambas naciones resolverían sus diferencias por métodos pacíficos y negociaciones bilaterales, de las que se exceptuaba la intervención de terceros.
Lo que abre la posibilidad de una acción de envergadura por parte de los indios. Recordemos que, en 2019, la muerte de una cincuentena de policías indios emboscados por nacionalistas cachemires, puso a ambos países al borde de una guerra, en cuyos prolegómenos no faltaron bombardeos, no el derribo de aviones. (Ver: Cachemira, jugando a las puertas del infierno).
En este contexto no se puede obviar el ataque al Jaffar Expres, del once de marzo pasado, por parte del Ejército de Liberación de Beluchistán (BLA), que se saldó con cerca de setenta muertos en la región Beluchistán. Islamabad ha acusado en varias oportunidades a Nueva Delhi de estar apoyando y financiando, no solo a grupos terroristas como el BLA o al Tehrik-e-Taliban Pakistan (TTP), que opera con frecuencia desde la frontera afgana. Lo que produce de manera constante roces diplomáticos entre Paquistán y los mullah afganos, por permitirles a los terroristas utilizar su territorio como cuarteles de invierno para restablecerse, organizarse y desde donde lanzan sus operaciones. Paquistán deja trascender que incluso India estaría detrás de Kabul, para que le permita operar al TTP, a cambio de aportes económicos y respaldo diplomático.
Nueva Delhi ya ha ordenado el cierre de su frontera norte, sugerido a sus ciudadanos que eviten viajar a Paquistán, además de retirar una importante cantidad de diplomáticos de su embajada de Islamabad y varios consulados.
Por su parte, Paquistán ha contestado con el cierre de su espacio aéreo a las aerolíneas indias, anunció la suspensión de todo el comercio con India, además de la cancelación de las visas otorgadas a ciudadanos.
En el contexto internacional, los dos socios más importantes de Paquistán, China y Arabia Saudita, condenaron el ataque. Tanto Moscú como Washington prometieron dar pleno apoyo a India. Mientras que en ciudades de ambas naciones se producen manifestaciones pidiendo mutuas represalias, en lo que parece ser una tormenta que recién empieza.
* Escritor y periodista. Publicado en Línea Internacional
– India – LoQueSomos
– Paquistán en LoQueSomos
Comparte este artículo, tus amig@s lo agradecerán…
Mastodon: @LQSomos@nobigtech.es; Bluesky: LQSomos;
Telegram: LoQueSomosWeb; Twitter (X): @LQSomos;
Facebook: LoQueSomos; Instagram: LoQueSomos;