Caleidoscópico: verano de 2022

Caleidoscópico: verano de 2022

Por Francisco Cabanillas. LQSomos.

Media hora más tarde estarían en… ¿cómo se llamaba
el maldito pueblo? Llano verde.
José Luis González

Solo el despertar de la poesía puede plasmar en palabras
lo que significa soñar despierto o despertar dormidos.
Francisco José Ramos

Repartiendo la lluvia sedienta del verano.
Manuel Ramos Otero

I
Finales de mayo. Vuelo de Houston a San Juan, Puerto Rico. Cuatro horas y media con una micronovela poética, demasiado poética, de pocas páginas y muchas relecturas. Condensación y proliferación. Periplo de una narración atravesada por la tradición literaria, sobre todo occidental-latinoamericana, que fragmenta la narrativa a la vez que la abre a una multiplicidad de realidades libidinosamente literarias. Todo se junta y a veces se mezcla.

Desde el título, Los mejores placeres suelen ser verdes (2013), la sinestesia radicaliza los sentidos, entre otras razones, para que la escritura huela al sexo que él, exproyeccionista en un cine de segunda, practica con ella, hija de un famoso director de cine, la única vez que se vieron en la casa de él. Un fetichista de ojos azules perdido por las mujeres de ojos verdes; ella, una fetichista de ojos verdes perdida por los hombres de ojos azules. Él, un don Juan que se cree protagonista en la impronta sexual; ella, una aparente víctima de ese machismo que, sin embargo, desmonta imperceptiblemente con la misma violencia que él tenía reservada para ella. Violencia que él no descarga sobre ella, porque ella lo mata antes a él. Microthriller entre fetichistas a quienes les gusta fornicar para después sacarle los ojos a la pareja de ocasión.

La turbulencia de género cambia silenciosamente la dirección tácita del microthriller. Desde la masculinidad implícita con la que juega la micronovela, el lector constata, con lupa, la agencia de una feminidad volcánica, casi invisible, en función de la cual ella se lo pasa por la piedra a él.

A finales de mayo quedaban en el paisaje metropolitano vestigios de lo que fue, a principios del mes, el estallido Bad Bunny: Un verano sin ti (2022). Grabación que rompió récord de ventas en la sonoesfera. A escala local, en coordinación con el estallido del CD, alrededor de 150 personas se dieron cita en la Calle Loíza el sábado 7 de mayo respondiendo a la invitación del tatuador Juan Salgado, quien ofreció tatuarles libre de cargos el corazón animado, infantil, emblemático de Un verano sin ti.

Conejo malo, con corazón de niño. ¡BAD Bunny es BUENO!

II
Isla Verde. Primer día de junio. Frente al Atlántico de la costa norte, los géneros literarios se entrecruzan. De la micronovela, Los mejores placeres suelen ser verdes, a un micropoemario, también de Edgardo Nieves Mieles, que reincide en la sinestesia clorofílica: La esperanza es verde como el mugir de las vacas (2015/18).

Segundo salto. Esta vez, del micropoemario verde con ecos lorquianos, “verde que te quiero verde,” al libro de crítica poética de Juan Pablo Rivera, La hermosa carne (2021), desde el cual se dispara, al abrirlo, un epígrafe de Áurea María Sotomayor que da en la diana:

Bailar y pensar es poetizar… que es el pensar por excelencia,
porque asienta su cabeza en el sentir” (2017).

La hermosa carne analiza cierta poesía puertorriqueña “actual” que visibiliza y por eso politiza la presencia del cuerpo, particularmente el “femenino,” el “queer,” el “gordo,” “como un ente poderoso y vulnerable, sitiado por la mirada del otro.” Cuerpos inscritos en el contexto del hospital, la casa, el cementerio, ante “espectralidades” como la del loco, la del “yo” como única casa, la del hogar vacío, la del “poeta guardián” de la “poesía entre ruinas.” Cuerpos “excluidos de los estándares actuales de la belleza, de la normatividad o del imaginario nacional, como lo son los del negro, el ‘loco’ y la ‘loca’, el homosexual y la lesbiana, y el de los emigrantes.”

Desde Río Grande, la imantación del 3 de junio llega hasta la costa oeste de la isla. En la finca de unos nuevos jíbaros se junta la poesía volcánica de Che Melendes con el rap guerrillero de Luis Díaz, alias Intifada. Entre el viejo poeta de una poesía fonética labrada hasta el dedillo y el joven rapero de un flow político filoso, la figura legendaria de Pedro Albizu Campos (1891-1965) traza el puente anticolonial que conecta al poeta viejo con el joven.

Firme, demasiado firme en la factura trabajadísima de su lenguaje fonético, Che Melendes habla brevemente, en un clip de Facebook de la Finca Neo Jibairo, sobre la poesía como expresión; expresión trabajada con el mayor esfuerzo y dedicación del poeta, quien escribe —lo máximo: el arte por el arte— para comunicarse desde esa plenitud artística con el pueblo a través de un lenguaje meticulosamente reinventado. No siempre cómodo de leer. Porque la expresión, que en el caso de Che Melendes implica tallar un lenguaje poético que se escribe como se habla en Puerto Rico; conlleva trabajo y esfuerzo supremo por parte del poeta, por esa razón, la expresión poética “no es para los vagos.” Al lector le toca esforzarse para lograr la comunicación poética del arte-por-el-arte-para-el-pueblo.

De la presentación de un libro en Casa Norberto de Plaza las Américas a la apertura de una exposición en la Liga de Arte de San Juan. 9 de julio por la noche.

De un testimonio en prosa escrito por un dominicano, El legado de Trujillo (2021) de Sandro Omar Alcántara, a otro testimonio pictórico creado por un boricua: Vive a lo boricua (2022) de Garvin Sierra. Desde el testimonio dominicano, escrito por un afrodominicano que, durante la niñez, la adolescencia y la adultez, ha padecido la agresión antihaitiana en la República Dominicana, el racismo constituye el nefasto legado de Trujillo que los dominicanos negros, como el autor, sufren en su país como si fueran haitianos. Racismo que, al radicarse en Puerto Rico en la década de los noventa, ralea, pues, según testimonia el autor, los puertorriqueños “no notaban tanto mi negrura en comparación con los dominicanos.”

A su vez, entre instalaciones y pinturas, el testimonio pictórico boricua dramatiza la violencia. Por eso las hijas del gobernador Ramón de Castro que José Campeche pintó en 1797 reaparecen vestidas con la bandera usamericana, lo que hace pensar en las mujeres con la bandera gringa en la novela de José Luis Gonzáles, La llegada (1980); por eso hay nieve en el paisaje boricua. Violencia que, entre el bipartidismo y el capitalismo usamericano, enmarca la política de la colonia más antigua de la modernidad.

A finales de junio, en La Carpa Roja de la calle Borinqueña de Río Piedras, Félix Córdoba Iturregui presenta Sambumbia de plato principal (2022), colección de poesía y prosa escrita por Bernardo López Acevedo, destacado redactor del semanario Claridad. Entre los presentes, pasa como una estrella fugaz el artista plástico Nelson Sambolín, desde cuyo cuadro ¡Amarillo, amarillo: los plátanos! (2016) se desata una ola de color que sacude, desalineándola, la realidad literaria de la noche.

Como en la ciencia ficción (del poeta-novelista Rafael Acevedo, también presente), la dimensión temporal del ahora se acelera hacia un evento del futuro cercano, EL EVENTO del verano de 2022, que no ha acontecido a finales de junio: los tres conciertos de Bad Bunny. El abordaje a Sambumbia de plato principal que venía haciendo Córdoba Iturregui brinca hacia un fragmento de lo que escribirá el 3 de agosto, “El fenómeno llamado Bad Bunny: ‘Puero Rico es de nosotros,’” en defensa del Conejo Malo en el semanario Claridad, el cual se escucha ahora por el micrófono:

“Ante los inacabables arrestos de alcaldes, destacadas figuras políticas, empresarios corruptos vinculados con el bipartidismo, ante la fiesta de contratos de cabilderos y contratistas despojando el erario, y ante la violenta crisis social que ha reducido dramáticamente la posibilidad de crecimiento de varias generaciones de nuestra juventud, ¿qué daño real puede hacer el lenguaje soez de artistas como Bad Bunny y sus seguidores? Ese lenguaje debe verse como una protesta, como una reacción contra la hipocresía y la verdadera pérdida de valores de una dirigencia política que se ha empeñado en vender la riqueza pública de Puerto Rico y que ha privatizado el gobierno hasta límites vergonzosos.”

Hato Rey. A principios de julio, irrumpe otra vez Bad Bunny. Tres semanas antes de los tres conciertos locales que inaugurarán su gira internacional por Estados Unidos y Latinoamérica de agosto a diciembre, World’s Hottest Tour, se abren las puertas del Coliseo José Miguel Agrelot el sábado 9 para vender los boletos de las tres funciones. Dos días antes de la apertura, la gente hace fila frente al coliseo; a los primeros que llegaron el miércoles, el equipo de Bad Bunny los recompensa con entradas gratis.

El viernes por la noche se le pone coto a la fila de gente alineada en la vía pública y residencial aledaña al coliseo. No se permitirá nadie más. A razón de un máximo de cuatro por persona, se liquidan los boletos el sábado. Fin de la kilométrica fila de gente, y su correspondiente asistencia municipal, que acaparó los medios de comunicación de miércoles a sábado. Buena mercadotécnia, ¿a costa del contribuyente?

Desde los controles de El Post Antillano Live, el 10 de julio entrevisto a Edgardo Nieves Mieles, cuya literatura he estado leyendo y releyendo, sobre todo la micronovela con la que, a finales del mes, volé de Houston a San Juan, Los mejores placeres suelen ser verdes (2013): “Cortázar, Hitchcock y Sherloc Holmes se habrían chupado los dedos con esta historia (también Tomás de Jesús Mangual, ¿verdad, querido Watson?).” Relecturas que no agotan las sorpresas de una micronovela descomunal. Meses después, en otro contexto, le comento al autor de la micronovela y del poemario El ramalazo de semen en la mejilla ortodoxa (1987) que es interesante notar la cantidad de escritores puertorriqueños, incluido él, que han sido imantados hacia la literatura de Charles Bukowski, a lo que Nieves Mieles responde: “es uno de mis antipoetas favoritos. Es la versión radical de Parra en inglés.”

Apoteósico, el primer concierto de Bad Bunny, celebrado el jueves 28 de julio, causó furor. Jueves glorioso. No solo lo disfrutaron las 18,000 personas que llenaron el coliseo, sino también las que lo vieron por televisión y las que lo disfrutaron, vía streaming, en varias plazas de la isla, como la de Santurce. ¡98%! de los televisores en la isla sintonizaron el concierto, en el que, oportunamente, BB criticó la mala gestión del gobernador Pedro Pierluisi en la privatización de la distribución de energía eléctrica llevada a cabo por LUMA; compañía que, en compinche con el gobernador y con la Junta de Control Fiscal que el presidente Obama impuso en Puerto Rico en 2016, tiene al pueblo puertorriqueño, desde 2021, pasando estragos cada vez que, y son muchas, la isla se queda sin electricidad, mientras aumentan las tarifas mensuales.

Casa Norberto. Entre la venta de boletos a principios de julio y el estallido de los tres conciertos a finales del mes, se presenta la antología de Iris Miranda Escritores puertorriqueños en el siglo XXI: poesía, cuento y ensayo (2022) publicada por la Editorial Gaviota. Entre los escritores presentes en Casa Norberto, charlan, al lado izquierdo del micrófono, Edgardo Nieves Mieles, Mairym Cruz Bernal y Juan López Bauzá. El tatuaje —un pez grande— que lleva López Bauzá en la parte de afuera del antebrazo derecho, traza un puente invisible con otro de los escritores presentes, José Rabelo, cuyo cuento “Luna,” en el libro 2063 y otras distopías (2018), narra el espanto de una familia de tatuadores y tatuados a la que llega el novio de Luna: un muchacho que “tiene la piel sin dibujos, sin símbolos ni números; es estremecedor.”

Sobre Juan López Bauzá se plantea en La hermosa carne (2021) que, a diferencia de escritores como Vargas Llosa y Mayra Santos Febres, no cultiva el “aura de la figura del/la escritor/a como performance”; lo que lo asemeja a escritores como “Eduardo Lalo,” “Janette Becerra” y “J. D. Salinger.”

Pasado el estruendo de Bad Bunny, el 3 de agosto estalla en Casa Norberto la celebración de un poemario que cumple veinte años: Fusilado dios (2000-20) de Daniel Torres. El tono del título provoca una gravitación general hacia la literatura ateocristiana, neomística de Yván Silén; la forma de cruz en la portada —una ventana, según el editor Carlos Roberto Gómez Beras— parece un lienzo de Arnaldo Roche Rabell. ¿Los conecta a los tres (Daniel, Yván y Arnaldo) el legado de Job? Poesía mística, dice Raúl H. Lugo Rodríguez en uno de los dos prólogos, “Amante, violador, esposo…”; heredera de la carnalidad volcánica del legado erótico-espiritual, esta vez con “diversidad sexual”:

besé labios endurecidos
de sudorosos sentires
empañándose de pronto
cuando mi jadeante respiración
se pegó al cristal
de tu divinidad frustrada
poseyéndonos de hombre a hombre
como hijo al padre
incestándome
blasfemándote
manoseada verdad de mentira:
¿dios?

III
Segunda semana de agosto; última oportunidad para pasar por la Librería Mágica, antes de regresar a Detroit-Bowling Green, y comprar el libro de Carmen Centeno Añeses, Un flaneur caribeño: el ensayo híbrido de Eduardo Lalo (2021), y el de Rafael Rodríguez Cruz, El huracán y la subjetividad antillana (2022). A estos dos libros se les pega uno de cuentos, Desenlace (2021) de Marta Aponte Alsina, cuya primera narración, “Bonsai,” arrastra hacia Río Piedras la micronovela botanocéntrica de Edgardo Nieves Mieles, Los mejores placeres suelen ser verdes (2013), en la cual la flora —vista descolonialmente como sujeto, no como objeto— desempeña una función intersubjetiva entre los personajes.

Sobre todo, la hoja de yagrumo, la cual se interpone inexplicablemente entre el exproyeccionista de ojos azules y la hija de ojos verdes del director de cine, el día del encuentro fatídico en la casa de él; hoja que, como los personajes, tiene dos caras. Antes de salir de la Librería Mágica, la de Nick Quijano, Yagrumo (1994), inunda de blanco las estanterías.

También botanocéntrico, “Bonsai” añade una dimensión espiritista a la relación intersubjetiva entre plantas y humanos que, atravesando la poesía diasporriqueña de Victor Hernández Cruz —y su contraparte, la burla al espiritismo en el Puerto Rican Obituary (1973) de Pedro Pietri— llega hasta Mujeres espiritistas en Puerto Rico (1880-1920) (2021) de Clara Román-Odio, estudio que rescata la aportación cívica, espiritista y literaria de las pioneras del espiritismo finisecular decimonónico y de principios del siglo XX, entre las que reconocemos el nombre de una: Luisa Capetillo Perón, quien “aborda la sexualidad, la salud mental y física de la mujer, la higiene, la espiritualidad, la nutrición y los derechos políticos y económicos y hace un llamado al cambio en las leyes laborales, la educación, el matrimonio y la religión.”

IV
De San Juan a Detroit-Bowling Green. 16 de agosto. Vuelo de regreso con dos escalas. En la primera, de San Juan a Orlando, reviso el ensayo sobre la poesía de Edgardo Nieves Mieles, La esperanza es verde como el mugir de las vacas (2015/18), escrito de mayo a junio:

“No se trata solo de micropoesía, sino de un micropoemario. Complejo (79 títulos), neobarroco, centrípeto y centrífugo, varias veces voraz, aconteciendo en el breve, brevísimo espacio textual de una micropoética en expansión, en la cual el flujo rápido de micropoemas —hasta tres por página— crea el efecto de estar inscrito (el lector) en el desplazamiento desbordante (y sinestésico) de un viaje corto que se hace en un abrir y cerrar de ojos.

Intensidad.

Viaje al centro voltaico de un minimalismo conceptista,

‘O te aclimatas
o el clima te mata,’

que, en su devenir irónico, lúdico y crítico, hace saltar las palabras de Goya y Lucientes,

‘Los monstruos de la razón
producen sueño,’

sin que esas detonaciones interrumpan ni disminuyan el flujo de fragmentos que llegan al micropoemario (intratextualmente) desde otras escrituras, como tarjetas postales, celebraciones, manuscritos, diarios, apuntes…:

‘Celebración de la ambigüedad, 3

Se pintan casas.
A domicilio.’”

En la segunda escala, de Orlando a Detroit, reviso un segundo ensayo, escrito, de julio a agosto, desde el pedaleo literario de Los mejores placeres suelen ser verdes (2013), a partir de su insospechada imantación hacia la bicicleta roja de Rafael Trelles en El Artificiero (retrato de Elizam Escobar) (2004):

“A lo largo de una hilera de libros que costean la parte norte de la isla, frente al Atlántico de la modernidad-colonialidad capitalista, tipo malecón poético que mitiga la violencia desde la cultura, el pedaleo matutino acontece bajo el sol y la humedad implacables de la geografía septentrional.

Pedaleo que empieza muchas veces en la poesía, quizás El pájaro loco (1973) de Iván Silén; algún poema nuyorican de Victor Hernández Cruz en Snaps (1969); un malabarismo verbal de Clemente Soto Vélez en Árboles (1955), hasta que, atravesando espesuras neobarrocas, la poesía se mezcla con otros registros.

Como el cuento mágicorrealista, fantástico-feminista de Rosario Ferré, ‘La muñeca menor’ (1972); una novela de ciencia ficción, Exquisito cadáver (2002) de Rafael Acevedo; el cuento de José E. Santos, ‘Puerto Rican Terminator (2007); algún cuadro de Arnaldo Roche Rabell, de Nick Quijano, de Myrna Báez, de Rafael Trelles, de Oller; un solo de Tito Puente, de Ray Barreto, de Jerry González, de Giovanni; alguna charla geomorfológica del Dr. José Molinelli Freytes; una columna del Dr. Fernando Cabanillas; la fotografía de Víctor Vázquez, de ADÁL; una instalación de Dhara Rivera, de Pepón Osorio, de Rafael Ferrer; un plato del ‘Menú’ (1942) de Luis Palés Matos, otro de la ‘Fonda Feliz’ (1982) de Ana Lydia Vega; el saxo literario de David Sánchez, de Miguel Zenón; una canción de Lucecita…”

De Detroit a Bowling Green, norte de Ohio; alrededor de setenta minutos de viaje en autopista por las planicies de las rutas 275 y 75, esta en dirección sur. En el silencio de la noche, el eco intermitente de una cita de Luisa Capetillo, “Sólo sé que me siento humana, altamente humana,” choca a la distancia con el dictum de Nietzsche: “humano, demasiado humano.” En vez del rechinar de dientes bíblico, aflora, desde el poema homónimo “Humano, demasiado humano,” el erótico de Nieves Mieles: “Ella es mi única deidad.” Los adverbios (altamente y demasiado) se calientan hasta que salpican tinta sobre neologismos como “poetamente” y “poesíamente” de Yván Silén. “Africanamente,” dice el narrador del fragmento 40 de Los mejores placeres suelen ser verdes.

Estrellándose contra el Diccionario panhispánico de dudas, adverbios de uso común en Puerto Rico como alegadamente e interesantemente, derraman tinta verde, clorofílica, sobre el diccionario, para el que ambos adverbios resultan calcos del inglés; calificando al primero de “inncesario.” Otros adverbios de uso menor, como irrespectivamente, el diccionario de dudas no registra.

Chisporroteo clorofílico; Los mejores placeres suelen ser verdes encuadra la sinestesia en un marco pictórico:

“—El rojo y el verde, los colores por los cuales, según Van Gogh, se podría cometer un crimen. Especialmente el verde.
—Bueno… ¿y por qué no el amarillo y el azul?”

Aclimatada a su realidad, la gramática transforma adjetivos en adverbios en oraciones clave del español boricua (y no solo boricua) como esta: ella cocina bueno.

V
En Bowling Green, un poema nuyorican de Miguel Algarin (que traduzco a continuación), “Pose released,” corona, desde la Nuyorican Poetry: An Anthology of Puerto Rican Words and Feelings (1975), lo que queda del verano caleidoscópico, derramándole encima al pueblo universitario de BG un torrente de poesía que se proyecta como una pintura surrealista:

“El azul turquesa
Me golpea el ojo
El rojo tomate
Me pellizca la lengua
La hoja-verde manzana
Excitador suave
Tarde ligera
Hecha especial
A través de rayos
Que cuajan
El verde cambiante en
En una habitable
Realidad, —
Es tiempo de
Que el verde sea todo verde
Arreglo final
de sí mismo, /
Y cómodamente,
Disparando significados de
Bailes azules en verdes
Devoradoras tardes.”

Más artículos del autor
* Francisco Cabanillas (1959, Puerto Rico) enseña lengua castellana, cultura y literatura hispanoamericana en Bowling Green State University, Ohio. Ha publicado cuatro libros de ensayo: Escrito sobre Severo (1995), Pedreira nunca hizo esto (2007), K-lores del trópico: ensayos transboricuas (2012) y Ensayos silenistas (2014). Miembro de LoQueSomos

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