Carlos Páez Vilaró, un hombre, una historia, una vida

Carlos Páez Vilaró, un hombre, una historia, una vida

Erasmo Magoulas. LQSomos. Febrero 2014

Hace pocas horas murió Carlos Páez Vilaró, a la edad de 90 años. Por epitafio se podría escribir, “Una vida vivida plenamente”, pero seguramente él tendría otros, con mayor vuelo poético. El hombre que sin llamarse pintor lo era, lo mismo podríamos decir de sus trabajos con la arquitectura, la escultura, la cerámica, el cine, la música, el grabado, las letras, oficios en los que se internó con el respeto de los verdaderos exploradores, el ansia infinita por conocer, por explicarse el mundo, por descubrirse a si mismo.

Su historia parace a simple vista, la típica del bon vivant, tal vez lo fuera en algunos aspectos, pero Páez Vilaró fue mucho más allá de la superficialidad del mundano disfrute, fue un hombre de muchísimo esfuerzo, constancia y trabajo dedicados al arte, y un ser humano con una inmensa carga poética.

Desde comienzos de la década del 40 del siglo pasado, cuando las manifestaciones del Arte Negro-americano no eran una moda en nuestro Continente, Páez Vilaró se enamoró de su vitalidad expresiva, musical, rítmica y por supuesto pictórica. Se internó en el mundo de la Cultura afro-uruguaya, de su expresión vital de conjunto, de teatro y coral de calle, que es la Murga y su música, el Candombe. El ansia por conocer más sobre las raíces africanas de su cultura rioplatense lo llevó a Salvador de Bahía y luego al Africa Occidental.

En Europa conoció a infinidad de artistas de diferentes disciplinas, aunque como es obvio, su mayor interés estaba enfocado en los artistas plásticos. Conoció a mediados de la década del 50 a Pablo Picasso, al que considerará su maestro de toda la vida.

Páez Vilaró en la Murga del Carnaval montevideano

De regreso a su natal Uruguay, seguirá trabajando sin descanso, en la pintura, la escultura, la cerámica y la arquitectura. Su obra monumental es Casapueblo, que comenzó a construir a comienzos de la década del 60 en Punta Ballena, al que él llamó la “escultura habitable”. Su hijo Carlos, pocas horas después del deceso de su padre, dijo: “Espero que ahora descanse. Nunca he visto a un tipo laburar tanto, verdaderamente. Estuvo trabajando hasta ayer”. 

Picasso y Páez Vilaró (1957)

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