Celebrando el 12 de octubre… Conexión india

Celebrando el 12 de octubre… Conexión india
Colón, cargado de grilletes, es enviado a Castilla por el pesquisidor Bobadilla. Perdonado por los Reyes Católicos de sus infames delitos, regresó a las Yndias

Por Manuel Blanco Chivite. LQSomos.

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El famoso Pedro Malabares, el periodista de investigación más bizarro de nuestra cadena televisiva, una vez más con ustedes en directo y en la conexión más insólita que puedan imaginarse: Conexión India, nuestra espectacular primicia de esta noche.

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No ha sido fácil, pero aquí estamos, amigos de Teletrevida, con ustedes y a su servicio Pedro Malabares en el Canal más Audaz, con las novedades más asombrosas y las entrevistas más espectaculares. MÁS, ese es nuestro lema, nuestra palabra mágica, nuestro desafío. Y nunca uno de nuestros programas ha satisfecho mejor dicho lema que el que tienen ya ante ustedes. MÁS QUE NUNCA, queridos amigos. No vamos a perdernos en presentaciones, vamos a nuestro objetivo: Conexión India.

La consideración actual por los indios en publicidad española buzoneada insistentemente desde hace tiempo. ¿Será una ocurrencia genial de Vargas Llosa?

Hasta estas tierras llegaron los estandartes castellanos de la mano de ese gran explorador y aventurero genial, el ya mítico Cristóbal Colón.
Estamos ahora mismo pisando la tierra que él pisó hace unos pocos años, caminando por estos fascinantes campos y bosques que él recorrió, como el primer hombre civilizado y cristiano llegado a estas latitudes.
Interminables arboledas, vastas selvas tropicales, palmeras majestuosas, hermosísimos manglares, exóticos animales, desde el diminuto zun-zun, el pájaro más pequeño del planeta, hasta el espectacular cocodrilo. Señoras y señores, esto es América.

Y abran bien los ojos. Por primera vez en la historia de la humanidad, vamos a entrevistar y a presentar en las pantallas de sus hogares (atención con las personas excesivamente sensibles) varios ejemplares de los llamados indios, auténticos indios americanos en su propio hábitat, una nueva especie, como sabrán los mejor informados, de seres que ya han sido declarados, bien que con alguna reserva, humanos, capaces incluso de recibir el sacramento del bautismo, todo ello, desde luego, previo adoctrinamiento y paciente preparación por parte de nuestros misioneros franciscanos y dominicos, los más numerosos por estas tierras de paganos.

Lo que ustedes van a ver… por favor, cámara, por aquí, más cerca, más, más cerca, nuestro lema MÁS, no hay ningún peligro, por si se produjese alguna situación irregular y para tranquilidad del equipo y de ustedes, queridos amigos, nos acompaña una compañía de los cuerpos especiales de la guardia civil, especialmente entrenada en el control de todo tipo de motines. No hay nada que temer. Sigamos… sí, sí, más cerca… Aquí tenemos estos tres ejemplares de indios, un joven indio, una india niña y quien se nos ha informado es el padre igualmente indio de ambos. Hemos indagado sobre la madre india, pero al parecer está desarrollando sus labores como cocinera y mujer de la limpieza en casa de uno de los valientes e importantes encomenderos de la zona, responsable de la civilización de estas tierras. El muchacho que vemos, se nos dice, tiene catorce años; la niña, seis, y el padre unos treinta y tres o treinta y cuatro, aunque no nos podemos fiar demasiado de estos datos, ya que estas pobres criaturas no tienen todavía claro el concepto “tiempo” y menos el de “año”. Baste decir a este respecto que ni siquiera saben en qué año llegó Cristóbal Colón a su país, pese a todo lo que ha significado para ellos tal acontecimiento. Su asimilación espacio temporal es todavía muy precaria y se dan a la confusión; por decirlo de alguna manera, su espacio temporal podría asemejarse al que quizás tenga un animal de la selva, un mono o una pantera, por ejemplo; en una palabra, todavía no es del todo humana.

Pero no es eso lo que nos interesa hoy. Contemplen a estos seres. Menudos, de menor estatura que la nuestra, miembros delgados, cabellera negra y poco cuidada, salta a la vista que no ha conocido el más humilde de los champúes. Como escribió nuestro inefable fray Toribio de Benavente, el famosísimo Motolinía, “son muy extraños de nuestra condición porque los españoles tenemos el corazón grande y vivo como fuego, y estos indios y todas las animalías de estas tierras son mansos, y por su encogimiento y condición, descuidados en agradecer”.

La fortaleza física de estos seres es escasa y no están acostumbrados a los trabajos rudos y esforzados sobre los que se basa buena parte de nuestra civilización y desarrollo. Se alimentan básicamente de los frutos que tienen al alcance de la mano y se pasan gran parte del día descansando; a veces, salen a pescar o a cazar, todo ello muy raramente y comen incluso raíces y hongos que a cualquiera de nosotros nos envenenarían.

Como pueden suponer, estos salvajes han carecido de religión hasta la llegada de las famosas tres naves castellanas. Sus creencias son elementales e infantiles, sumamente grotescas, no es raro verles adorar a un árbol, a un pájaro o a una montaña.

Procederemos de inmediato a hablar con nuestro indio. Al menos, el padre y el joven han conseguido, a la par que su cristianización, aprender con cierta soltura el castellano. Las muchachas y las mujeres, destinadas al servicio doméstico de adelantados, encomenderos y estancieros no suelen recibir otra enseñanza que los rudimentos del catecismo y unas pocas palabras cristianas para atender a su quehacer.

Pues bien, empecemos.

• Buenas tardes, amigo, venimos de Castilla, España, de Europa y pertenecemos al canal televisivo con más audiencia en aquellos países. Somos periodistas de Teletrevida.
Como pueden observar, mis palabras le han impresionado, aunque eso de Europa, España y televisión, les suena bastante ajenas y, desde luego, no las comprenden en absoluto. Para estas criaturas, tales palabras les inducen cierto temor, una mezcla de asombro, prevención y reverencia, más o menos como nos sucedería a nosotros si una nave espacial procedente de otra galaxia llegase de pronto a la plaza de Cibeles. Pero sigamos.
¿Cómo se llama, amigo?
• Domingo, señor.

• ¿Domingo?, ¿le pusieron sus padres ese nombre?
• No, señor. Fueron los padres franciscanos, cuando me bautizaron. Me dijeron que ese día, el del bautismo, se llamaba domingo y así me llamaron.
• ¿Recuerda si tenía nombre antes?
• No, señor, no lo recuerdo. Teníamos nombres muy raros, impropios de seres humanos, nombres como de animales, kukutal o kakicual, no sé, muchos ya los hemos olvidado, quizás los viejos los recuerden.

• Nombres abominables, como pueden intuir, estimados telespectadores. Dígame, Domingo, ¿cuánto tiempo llevaba su pueblo esperando la llegada de Cristóbal Colón?
• Muchos siglos señor, siglos de los suyos, de ustedes y del dios verdadero. No sabíamos cómo sería, ni podíamos adivinar su figura, ni sabíamos de dónde habría de venir, ni cómo llegaría, si bajaría del cielo, si surgiría de la montaña o si, como sucedió, de las aguas del mar. Solo sabíamos su nombre, Cristóbal Colón, el elegido de las nubes, de los cielos, de la montaña, de las aguas todas del mar y la tierra.

• Esa intuición es magnífica, probablemente el primer ápice de humanidad que emergió en la profundidad de estos cerebros animalescos. ¿Tenían ustedes confianza en que ese milagro se haría realidad antes o después?
• Sí, señor, claro señor. Mantuvimos siempre la esperanza, generación tras generación, levantamos varias pirámides y abrimos un camino hasta la cumbre de la montaña para facilitar su descenso de los cielos o, si se diese el caso, que surgiese del interior de la tierra por el pico más alto y, por fin, construimos un pequeño puerto en la bahía y barcas con los troncos de los árboles, para recibirle si llegaba por mar y así fue, en eso acertamos, llegó al fin, majestuoso y enorme, el esperado Cristóbal, como aquí se le llamaba, llegó al fin sí señor, en tres espléndidos navíos, con su corte celestial, sus criados y sus soldados, cargados de riquezas, todos ellos más altos, más anchos y más fuertes que nosotros, con armas mortales y poderosas para castigar nuestros pecados.

Viñeta de Eneko

• ¡Ay, amigos telespectadores, ¡quién pudiera haber estado en ese momento con nuestras cámaras!, pero no pudo ser, ninguna cadena, por entonces, pudo prever el acontecimiento, ningún medio de información daba un euro por el proyecto colombino. Sigamos con nuestro Domingo. ¿No se llegaron a imaginar lo sucedido, no tuvieron ninguna señal premonitoria?
• Nada, en absoluto, jamás pudimos pensar en algo tan grandiosos y menos sobre las olas del océano. Nuestras barcas nunca se alejan de la costa, nunca se pierden de vista y, si alguna lo hace, desaparece para siempre. Y justo de ese mar enorme y misterioso que tantas de nuestras barcas se había tragado, surgió nuestro salvador.

• Vamos a ver, amigo Domingo, al parecer, y así lo tengo entendido, antes de la llegada de Cristóbal Colón y según hemos podido averiguar a través de los primeros estudios llevados a cabo por eruditos castellanos de la Escuela de Salamanca e inmediatamente por prestigiosos teólogos de la universidad de Paris, ustedes desconocían su propia identidad, ni siquiera sabían que eran y son, desde luego, según dictámenes teológicos, hijos de Dios, quiero decir del dios único y verdadero, ni tenían la más mínima idea de proceder de nuestros primeros padres, Adán y Eva. ¿Sabían al menos que son indios, por ejemplo, y que las tierras que habitan son las Indias Occidentales, situadas, como su denominación indica, al Occidente de Europa y del mar océano, es decir al oeste?… Como pueden ver, queridos telespectadores, la pregunta ha dejado perplejo a nuestro buen Domingo y a su joven vástago. Por no hablar de esa expresión muda y ausente que mantiene constantemente su niña y de la que, sin duda, se habrán ustedes apercibido.
• Pues,… pues… no… no…

• Adelante, no tema Domingo, exprésese.
• No, no, como le digo, jamás supimos, hasta la llegada de Cristóbal Colón, que fuésemos indios, jamás supimos nada de nosotros con tanta precisión y acierto hasta el arribo de aquellas embarcaciones majestuosas. ¿Cómo saber de nuestro paganismo, de nuestras falsas creencias, de nuestras deplorables costumbres, cómo remediar toda nuestra naturaleza y hábitos deplorables sin esa providencial aparición de entre las aguas? Nuestra vida era simple, elemental, sin desarrollo alguno, hundidos en un pozo de ignorancia y burdo paganismo.

• Por cierto, amigo, y ya que ha hecho dos veces referencia a ese paganismo en el que sin saber quiénes eran estaban perdidos, ¿qué me dice de Dios?
• Bueno, lo primero que supimos fue que somos indios y que vivimos en América, en occidente, por fin nos pudimos mirar unos a otros y decirnos: sabemos al fin lo que somos. Supimos las horas del día, supimos de la semana, de los días de la semana y de los años en que vivíamos. E, inmediatamente, contemplando asombrados aquellas enormes estandartes y altas cruces, supimos del verdadero Dios y hasta supimos su nombre, pues nombre tiene, como yo y como cualquiera, se llama Cristo y de nombre familiar, Jesús. El Dios verdadero nos convirtió en seres humanos, como nos lo han dicho los castellanos que han ido llegando, que tenemos una misión a cumplir en nuestra propia tierra, la misión de servir a la reina de Castilla, rezar por ella y trabajar para los encomenderos, como lo hacemos todos, nosotros y nuestras mujeres, nuestros hijos y nuestras hijas, eso nos redimirá de nuestro pasado y nos conducirá al cielo.

• Ustedes incluso- y perdonen amigos telespectadores pero no quiero dejar de abordar un tema sumamente delicado-, ustedes, estimado Domingo, incluso fueron caníbales, es decir, antropófagos, se comían unos a otros, algo repugnante, aberrante, odioso. ¿Cómo pudieron llegar a tales extremos? Don Cristóbal Colón quedó horrorizado; aún recuerdo sus temblores al aludir a este aspecto de sus costumbres, cuando no hace mucho pude hacerle una entrevista.
• Pasamos por muy malos tiempos, tiempos en que la espera de Colón se hizo tan penosa y los alimentos tan escasos y poco nutritivos, que llegamos a pelearnos entre nosotros y a devorarnos los unos a los otros, tiempos oscuros que pudimos dejar atrás y que hoy solo recordamos para abominar de ellos.

• Afortunadamente para ustedes, aquello pasó y finalmente el enviado de Dios y de Castilla apareció. Adiós al canibalismo y bienvenida a Colón y al único Dios.
• Así es y como ceremonia aleccionadora y de repulsa mantenemos hoy el Día del Recuerdo y Expiación.

• ¿El Día del Recuerdo y Expiación? ¡Qué hermosa denominación y qué estupenda y devota manera de agradecer al pueblo y a la Corona castellana sus desvelos por estos seres y estas tierras¡ Estas pobres y desgraciadas criaturas, bajo la santa enseñanza de encomenderos y misioneros podrán llegar pronto a un estado de civilización y conocimiento que a ellos mismos les asombrará. El trabajo en la tierra y en las minas, la labor en las plantaciones y en las estancias y el servicio femenino en los benditos hogares de esos nuestros héroes del Nuevo Mundo, nuestros adelantados, soldados, capitanes y encomenderos, les habrá valido la pena.
• Así es señor, y en Dios y en la Reina confiamos. Y para todo ello, tenemos esta humilde celebración de acatamiento y respeto: el Día que nos recuerda y alecciona sobre lo que fuimos y nos reafirma en lo que hemos llegado a ser.

• Estimados telespectadores, sin saberlo y sin buscarlo, vamos a poder ofrecerles una novedad desconocida por todos tanto en nuestro país como en todo el continente europeo. Por primera vez, nuestro canal Teletrevida y en su programa Conexión India para ustedes y en directo, el Día del Recuerdo y Expiación. Quizás, estos seres nos sean tan desagradecidos como apuntó en sus escritos Motolinía. Por favor, amigo Domingo, háblenos de esta ceremonia. ¿Cuándo la celebran y en qué consiste su celebración?
• El Día, y por eso he hecho alusión a él, es hoy, precisamente, coincidencia milagrosa, y damos gracias a Nuestro Señor Jesucristo por ello, y consiste en rememorar, con ayuda y colaboración de un europeo o castellano, de aquellos nuestros viejos y ominosos tiempos de espera y esperanza al objeto de aleccionar a nuestros jóvenes y mayores sobre la abominación en que vivíamos y la bendición que nos llegó de más allá del mar.

• Pues querido amigo, aquí me tienen, europeo y castellano, pueden contar conmigo, un súbdito entregado de la reina Isabel, reina de Castilla, señora de Vizcaya, titulada la Católica por su santidad Alejandro VI, reina consorte de Aragón, con mi señor Don Fernando, de Valencia, Mallorca, Nápoles, Sicilia y Cerdeña, cuyo poder se extiende a estas tierras por todos los años de su vida y más allá de su muerte. En cierto modo, me siento como un nuevo Colón al participar activamente en esta ceremonia de reconocimiento patrio y de expiación que será también, no lo dudo, expiación de mis propios pecadillos. Un abrazo, amigo Domingo y vosotros, ¿cómo se llaman tus hijos?
• Mario y María, a modo de evocación de la santa madre de Jesús Dios, señor.

Pues venid, Domingo, Mario, María, acercaos y démonos un abrazo, antes del ceremonial del Día del Recuerdo, a modo de encuentro y sello de unión bajo la Cruz y la Corona…

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En la pantalla, y a la vista de millones de televidentes, de pronto, surgida de la nada más absoluta (aunque hay quien afirma haber visto la mano del joven llamado Mario, extremo que nunca se llegó a esclarecer), apareció un afiladísimo machete que, cual relámpago caído del más despejado de los cielos, cortó en dos y en perfecta vertical, de la coronilla a los hombros, la cabeza de Pedro Malabares, el más audaz de los periodistas y el súbdito más fiel de la Corona, primer entrevistador de indio salvaje recién bautizado en el nuevo y prometedor continente americano.
A continuación, la pantalla de la que pendía la mirada de tantos millones de ojos y que tantas respiraciones había contenido angustiadas y perplejas, giró a negro. A negro y al más absoluto silencio.

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La emisora, durante un largo cuarto de hora en el que nadie abandonó su gesto perplejo y estremecido frente al aparato de televisión, no tuvo nada que decir ni que mostrar.
A continuación, todos pudimos ver un anuncio de Aceite de Oliva Virgen Extra, el famoso AOVE español, otro de Jazztel, otro más de Carrefour y, por último, el inevitable de pizza italiana en el que aparecía un viejo indio de emplumada cabeza, afirmando que en América la pizza era el alimento básico de los guerreros de las praderas.

De inmediato, la locutora más bella y profesional de la cadena más audaz, Teletrevida siempre MÁS y en su casa, con una encantadora y blanquísima dentadura conseguida con Dentifresh (el dentífrico de las emprendedoras) anunció, exhibiendo la mejor de sus sonrisas, que Pedro Malabares Castellano (por primera vez se pronunciaba su segundo apellido en la cadena), nacido en Madrigal de las Altas Torres, donde también naciera nuestra señora la reina de Castilla, a la sazón recién fallecida en Medina del Campo, hecho luctuoso y penosísimo del que el citado Malabares no se había enterado, estaba, ese buen periodista y mejor compañero, estaba -repitió la locutora ampliando aún más su sonrisa tranquilizadora- estaba siendo devorado, a tiempo real, en el banquete caníbal anual que la Comunidad de Indios Caribeños Bautizados (CICB) celebraba en su Día de Recuerdo y Expiación al que habitualmente asisten un gran número de indios procedentes de todas las latitudes del nuevo continente. Al parecer, la inesperada llegada de tal afluencia indígena, portando afilados machetes y primitivo instrumental de mesa a modo de tenedores, impidió que la compañía de la guardia civil, rodeada y neutralizada, pudiese entrar en acción. Desde luego, nuestra cadena considera los hechos, bien que dolorosos, como un nuevo y último éxito, en crudo directo, de ese gran periodista que se llamó Pedro Malabares Castellano. Un sentido recuerdo para su profesionalidad y abrazo entrañable, cariñoso y solidario para su familia y allegados.

A continuación, los conocidos consejos comerciales: AOVE, Carrefour, Jazztel y Pizza italiana, los cuatro grandes patrocinadores del programa más audaz de TELETREVIDA la cadena MÁS.

#NadaQueCelebrar #desenmascarandoelcolonialismo #Descolonicémonos #12deOctubreNadaQueCelebrar

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