Cervantes en Argel: debates falsos y un fraile perverso

Cervantes en Argel: debates falsos y un fraile perverso

Por Nònimo Lustre. LQSomos.

1575-1580: Cervantes comienza con 28 años de edad un lustro prisionero en Argel. ¿Prisionero o preso? La pregunta es tramposa porque, in illo tempore, no existía la diferencia que hoy evaluamos entre estar prisionero –mayormente de guerra- y la condición, más dura, de estar preso no bélico sino civil. Se dice que Cervantes fue apresado por un bajel de “corsarios berberiscos”; de ser cierto, no sería un acto pirático puesto que corsarios eran los piratas pero con patente de corso oficial. Ergo, para empezar, era un prisionero más bien suelto –de hecho, durante mucho tiempo estuvo libre para pasear por Argel y alrededores.

Otro punto a dilucidar es cómo fue devuelto a la Madrastra Patria. La propaganda monárquica y no digamos la franquista, nos quiso convencer de que un fraile mercedario y/o trinitario lo liberó quedándose en su lugar como prisionero. Frailuna generosidad propia del cristianismo… pero absolutamente falsa puesto que los frailes Juan Gil y Antonio de la Bella sólo pagaron el rescate de 500 escudos que les habían entregado la familia de Cervantes y otros donantes. Nos preguntamos, ¿cuál fue la comisión que recibieron?

Otra cuestión: pasados dos años de cautiverio, su hermano Rodrigo le intenta liberar pero fracasa y Cervantes se refugia en una cueva junto con otros 14 prisioneros. Allí pasa dos meses y, volvemos a preguntarnos: ¿cómo es posible que 15 prófugos vivieran sin ser detectados en el suburbio de una metrópoli políglota con 150.000 habitantes, más populosa, más cosmopolita y mucho más libre que Roma? Aún más intrigante: capturado en su cuarto intento de fuga, sólo es condenado a cinco meses de ergástula, una bagatela comparada con el castigo habitual –empalamiento, desorejamiento, etc. Veremos los chismes sexuales que han brotado a este respecto.

El segundo apellido del Manco de Lepanto también despierta recelos: si su madre se apellidaba Cortinas, ¿por qué don Miguel lo sustituye tardíamente por “Saavedra”? Mª Antonia Garcés lo estudia en 2003 y, en 2013, el argelino Ahmad Abi-Ayad sugiere unos datos a la portorriqueña Luce López-Baralt quien publica un paper de 11.600 palabras, “El tal de Shaibedraa‘ (Don Quijote I, 40)”, donde se muestra que, tras volver de Argel, Cervantes comienza a apropiarse de Saavedra que, en este caso, no proviene de un topónimo gallego sino más bien de un antiguo apellido argelino Šayb aḏ-ḏirā, pronunciado Shaibedraa en árabe dialectal magrebí. Además, incluido en cualquier frase, shaibedraa significa “brazo defectuoso”.

Y nos queda otro detalle en el que, a regañadientes, nos vemos obligados a entrar Impelidos por el reciente ruido mediático: la presunta homosexualidad de Cervantes, una trama que era tabú hasta 1972 y que, en 1995, debería haber sido zanjado por el libro de Emilio Sola y José F. De la Peña, “Cervantes y la Berbería. Cervantes, mundo turco-berberisco y servicios secretos en la época de Felipe II”. Antes y después de ese volumen, el tópico fue comentado en otros idiomas europeos e incluso el ególatra F. Arrabal se atrevió a dar su opinión –arbitraria e indocumentada. A la postre, varios laboriosos se vieron constreñidos a estudiarlo –entre ellos, Eisenberg a quien citamos por la simplísima razón de que varios de sus papers pueden consultarse en internet.

Puestos a escudriñar la vida privada de Cervantes, la actual atención a lo sexo diverso es la causante de que el dichoso tema haya salido a la palestra mediática desplazando no sólo a la crítica literaria sino, además, a otros asuntos no menos llamativos como pudieran ser si tenía pies planos o no; o como entendía la dieta mediterránea en tierras otomanas. Inflación de historietas ad hominem antes que elucidar cómo era la homosexualidad masculina en aquellos siglos. A este respecto, por su posterior olvido mediático, es triste saber que, como ya señalaron infructuosamente Sola y De la Peña, “las prácticas homosexuales masculinas ocurrían, en aquella época, según el patrón clásico de un hombre con un joven” (en la Grecia Antigua, erastés y erómeno respectivamente) En el siglo XVII, abundaba el uso del vocablo amor, pero en un sentido muy distinto al actual “amor romántico”. Asimismo, no existía el vocablo homosexualidad (repetimos, masculina) ni tampoco el correlativo concepto de identidad ‘sexo diversa’-ahora designada con el espantoso acrónimo Lgtbiq+. Y la propaganda oficial cristiana, además del conocido epíteto ”pecado nefando”, insistía en que la homosexualidad era adictiva cual narcótico, infecciosa, contagiosa, incurable y hasta antipatriótica por judaizante e islamista -así se caracteriza en la obra cervantina.

Además, ni en el Imperio español de entonces ni en Argel, disponemos de evidencias documentales de las andanzas sexuales de Cervantes por lo que, toda esta moda debería esperar a que las hubiera –nunca se encontrarán. Y un argumento a favor de la hetero y/o bisexualidad del alcalaíno que debería ser clave: “Por qué volvió de Argel a la represiva España de Felipe II… Argel era centro de placeres homosexuales en tiempos de Cervantes -aunque practicados principalmente por los renegados, no por los argelinos de nacimiento. Los renegados, europeos convertidos voluntariamente al Islam, controlaban el poder político argelino, y se divertían libremente con el sexo, sin restricciones de ninguna clase. Consta que Argel era la ciudad del mundo mediterráneo donde los actos homosexuales se practicaban más libremente, hasta en la calle” (Eisenberg) Por lo demás, en las obras de Cervantes apenas aparecen niños ni mancebos ni siquiera lascivias.

Por nuestra parte, más que entrar en debates anacrónicos y excesivamente simplistas, queremos destacar la figura de un fraile que se convirtió en la némesis sexual de Cervantes. Nos referimos a Juan Blanco de Paz (JBP), un dominico cuya delación frustró la cuarta intentona fuguista de Cervantes y denunciante de que, durante su cautiverio en Argel, el Manco de Lepanto hacía “cosas viciosas, feas y deshonestas” -a su parecer, cotidianas porque mantenía “trato y familiaridad” con los otomanos. Es cierto que su amo Hasán Bajá, beylerbey de Argel, tenía fama de sodomita a lo que podríamos añadir que Cervantes trató a otros personajes con la misma fama como el napolitano cardenal Acquaviva o Francisco de Robles, gobernante en Madrid de un burdel de chaperos (prostitutos) Pero, ¿qué credibilidad tienen los chismes contra el bey argelino si recordamos que el Imperio otomano estaba en guerra contra el Imperio español? En cuanto a la homosexualidad masculina encasquetada a los islámicos, es otro manido embrollo del que sólo podemos apuntar que no es consustancial a la fe mahomética –ejemplo, Hasán Bajá era un renegado, no un ‘moro de nacimiento’. Otrosí, nada nos aporta saber que la misma palabrería es aplicada a Acquaviva o Robles. Pudiera ser cierta o chismosa pero, tratándose de protagonistas públicos, nos interesa el ejercicio de su Poder, no su alcoba.

El dominico JBP es toda una enciclopedia de perversidad. Así le definieron incluso algunos intelectuales derechistas. Ejemplos: “Todo el mundo conoce por la información que Cervantes hizo en Argel la siniestra figura del doctor JBP” (Menéndez Pelayo); “Envidioso ruin de la hidalguía y las virtudes de Cervantes. Todos recordáis haber leído los embustes, las taimas, las vilezas de aquel hombre perverso” (Rodríguez Marín) Nacido en Extremadura, JBP fue un judaizante reconciliado, un morisco descendiente de Hornachos (Badajoz) y, en resumen, un mudéjar tonsurado. Fungió de comisario del Santo Oficio, fue expulsado de su Orden y luego ¿rehabilitado? y desapareció sin dejar rastro cuando era párroco en Baza. Y, siempre, fue un estafador compulsivo. Olvidando detallar la interminable ristra de trapacerías plenamente documentadas que perpetró en la Cristiandad, limitémonos a Argel:

JBP estuvo 15 años cautivo en Argel (1577-1592) Llegó, por tanto, cuando Cervantes llevaba dos años prisionero y, tras el rescate del alcalaíno, todavía permanecería sometido 12 años más. Pese a ser un chivato, pasó más tiempo aherrojado del que se supone a los delatores. Según sospechamos, JBP es un caso más de los traidores que no son liberados en breve porque son útiles a sus amos. O porque no saben negociar el valor de sus soplos; o porque se enriquecen más de lo que pueden esperar si vuelven a sus patrias…o porque su burricie es infinita –fue el caso del senador y excandidato presidencial McCain, preso en Vietnam y mantenido por sus captores en excelentes condiciones penitenciarias para que pudiera exhortar radiofónicamente a sus marines que desertaran de aquella guerra. En septiembre de 1579, JBP se chivó al bey Hasán Bajá que Cervantes había urdido fugarse en compañía de otros cristianos ‘españoles’. Como repiten todas las historietas de este infame dominico, por el chivatazo recibió la magra recompensa de un escudo de oro y una jarra de manteca (para Eisenberg, una indirecta sexual)

Finalmente, recordemos que quizá la mitad de los prósperos argelinos de entonces eran renegados (Haedo) Su opinión del Imperio otomano era antagónica a la que ahora domina a este Occidente abiertamente islamófobo. Para los excristianos, la justicia mahomética era “más directa y menos pervertida” que la justicia de sus países de origen. “Los moros jamás blasfemaban” y “la sociedad argelina era más tolerante en materia religiosa e intelectual que la española”, en parte porque “no hubo Inquisición, ni órdenes religiosas ricas de tierras y vidas, ni conventos”. Abundaban el vino y el hachís y, en definitiva, “Argel [era] la ciudad más cosmopolita del mundo, más que Roma”. Así lo creía Cervantes quien, por otra parte, estaba “huyendo de la justicia. Llevaba muchos años fuera de España, cuyo suelo no había pisado desde 1569. Además, no le esperaban ni mujer ni hijos.” En el fondo, rugía un duelo de conceptos sobre la esclavitud: para los cristianos, representaba “una mejora de vida para el esclavo” mientras que, para los moros, era la “contramedida al [reciente] robo que para ellos fue la llamada Reconquista” (Eisenberg)

Un collage arbitrario que sugiere otra interpretación de la peripecia de Cervantes en Argel: en un alarde de perspicacia y de adivinación de la Historia, los frailes vendieron a Cervantes a los sicarios del naciente Imperio británico. No a ningún bey sino a la futura Queen Elizabeth II –quien quiera, puede desarrollar esta fantasía incluyendo a Gibraltar.

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