Collage. Gatos muertos en Ávila

Collage. Gatos muertos en Ávila

Por Nònimo Lustre. LQSomos.

Abajo, a la izqda., gran gato en relieve en el sarcófago del príncipe Tutmosis, primogénito del faraón Amenhotep (Museo Egipcio, El Cairo) A la drcha., dos podencos atraillados en un relieve de la mastaba de Mekeruka, Saqqara, dinastía VI. Arriba, zoco en Desuk, cerca de Alejandría. En el borde de la izqda., un niño ¿albino?, ¿en venta? En el rincón superior drcho., cabeza momificada según la famosa foto de un buhonero que vendía momias de adultos.

Si dios-y-el-diablo no lo remedian, en este mes de marzo 2023, el Hombre más Tacaño del Mundo (HTM) celebrará un guateque intelectualoide sobre ‘Zoología Sagrada’ que, con unos precios exorbitantes, engrosarán su bolsillo y no digamos su ahíto ego. Obviamente, las dilectas luminarias que perorarán en Ávila desprecian la Zoología Profana. Su ignorancia sobre el real Reyno Animal la disimulan emigrando hacia ‘lo sagrado’ (¿) Cumplimentan así una de las técnicas básicas del pensamiento fósil neofascista: “enuncia un precepto generalista cualquiera -> elévalo a dogma -> y desde ese empíreo, desciende hasta enderezar los chismes cotidianos más insignificantes.” No temas las acusaciones de demagógico prosaísmo o de empezar la casa por el tejado que, seguro, te lanzarán los sempiternos envidiosos. Apoltronado en tu jupiterina curul, ni las oirás.

Escribe HTM que será un ágape -mejor dicho, gatuperio- en el que “Habrá mucha literatura, y muchos gatos, animales literarios por excelencia”. Pues ya que cita a los mininos, citaremos a un testigo presencial del descubrimiento del mayor yacimiento de gatos momificados del Bajo Egipto:

A finales de 1880, cuando en las tiendas y bazares de El Cairo, se vendían baratísimas estatuillas de gatos, la Egypt Exploration Society comenzó las excavaciones en Bubastis (cerca de la actual ciudad de Zagazig) Poco después, se ‘descubrió’ el cercano cementerio de Beni Hassan donde las momias de gatos se contaban por centenares de miles. Eran gatos -en su inmensa mayoría domésticos-, a los que, para momificarlos, habían roto el cuello o degollados antes de cumplir los dos años.

En 1890, Conway, entonces profesor de Arte en el University College de Liverpool, visitó el atiborrado camposanto animalista donde los fellah (plural fellahin, campesinos), con solo rascar la tierra, desenterraban fácilmente los miles de gatos -y algunas mangostas- que allí habían descansado durante más de 2.500 años. Este arqueólogo -más atento al arte que a los huesos o los estratos-, nos dejó una rara crónica, documentada in situ, de la que traducimos algunos párrafos sitos entre las págs. 181-183. Cuando un fellah tuvo la suerte de arañar la arena del cementerio:

“Cientos de miles [de gatos momificados] aparecieron en unos estratos más gruesos que los carboníferos y en pozos profundos de 10 o 20 gatos, aplastados entre ellos cual arenques en un tonel. Los mejores gatos y gatitos emergieron en increíble cantidad, con sus vendajes tan frescos como si los hubieran enterrado la semana pasada y no hace treinta siglos…

Los niños del pueblo venían todos los días para vender las momias más atractivas que habían encontrado. Llegaban con ellas hasta la orilla del río ofreciéndolas a los viajeros a cambio de calderilla. A menudo, mientras paseaban, jugaban o peleaban con ellas. Las antiguas pieles comenzaban a volar. El sendero se sembraba con vendajes de las momias, cascajos de cráneos de gato, huesos y pieles en espantosas posiciones. El viento esparcía los fragmentos. Un nauseabundo olor se sentía desde lejos… Esta sólo era la parte ilícita del negocio. El grueso de los viejos tótems, discurrió por otro camino. Algún comerciante ofreció hasta una esterlina por los huesos para fabricar jabón o pasta dentífrica -me atreveré a decir que incluso pintura. Los hombres se pusieron inmediatamente a trabaja, pelando a los gatos de sus envoltorios, arrancando la frágil pelambre y apilando los huesos en unos montones negros altos de un metro o más que, desde la distancia parecían unas alpacas podridas esparcidas por la llanura arenosa. Al parecer, los trapos y otros desperdicios hacen un excelente abono y reatas de burros los acarreaban hasta los campos para servir a tan útil como poco romántico propósito” (ver William Marty Conway. 1891, Dawn of Art in the Ancient World. An archeological sketch. 189 págs. Macmillan; Nueva York)

En efeto (sic), otras fuentes aseguran que los primeros ‘saqueadores ilustrados’ vaciaron pozos de hasta 20 m³ repletos de gatos y de mangostas egipcias (Herpestes spp.) Asimismo, calculan que, a finales de los 1880’s, más de 200.000 bestezuelas momificadas fueron ‘exhumadas’ en Beni Hassan. Y, en 1890, un cargamento de aquellas miles de momias fue enviado a Liverpool donde se vendieron como fertilizante -sólo una pequeña parte fue comprada por el museo zoológico de la universidad.
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Los gatos ideales que los esotéricos-con-posibles van a venerar en Ávila están más muertos que las momias de Bubastis. Seguramente, porque esa avariciosa “crema de la intelectualidad” siente por ellos el mismo desapego que sentían los saqueadores de las primeras momias decimonónicas que nos describió Conway. Lo entendemos, cuando dominas la síntesis -no el sincretismo- de las sabidurías griegas, hindúes y (quizá) extraterrestres, es lógico que estudiar a los Felis catus que tanto abundan en las casas vulgaris sea una tarea para subalternos -alguno empleará el explosivo término untermensch.

Además de Gran Tacaño, HTM es acreedor de muchos otros títulos. Por ejemplo, también es Patrón del Pensamiento Fósil y Jaquetón Mayor en la abigarrada pandilla de los Tránsfugas Políticos españoles -son muchos los que, del comunismo derivaron al neofranquismo pero pocos han emparejado a su padre, fusilado por los falangistas, con el autor intelectual de su fusilamiento. ¿Por qué tamaña podredumbre? Exclusivamente por dinero.

Igualmente por dinero, el equipo de HTM lleva décadas atosigándonos con sus coprolitos. Ahora ha migrado a esa otra clase de fósiles que comparten límites con las momias. Si aquellas boñigas petrificadas eran indigeribles, estas momias zoológico-sagradas lo son aún más porque, encima, apestan. Feligreses que pagáis a precio de oro unas gnosis (¿) que ni siquiera merecen el precio de gallina flaca: ¡Ojo! El saber ocupa lugar y el rampante mal-saber esotérico, ocupa todos los lugares. Cuiden sus meollos y no permitan que las religiones filo-fascistas expulsen de ellos al sentido común.

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