Colombia: la magia de vivir sabroso

Colombia: la magia de vivir sabroso

Por Fabiola Calvo. LQSomos.

El vivir sabroso son tres palabras que se pusieron de moda en esta campaña en la carrera por la presidencia y lejos de pretender hacer proselitismo, podemos decir que no en vano la puso en el debate una mujer negra, defensora de los derechos humanos, víctima de esta guerra, que fue empleada doméstica…

La felicidad se entiende como una utopía, pero bien merecemos un vivir sabroso. En honor a la verdad me niego esa lunática ilusión, pero si puedo sentir que tengo ese derecho, quiero vivir chévere aunque me lo niega el Estado y todas sus instituciones sobre todo si hago parte de ese cerca del 40 % de pobres en Colombia.

Me dirán que posiblemente tenga todo el derecho y tienen razón, pero es un derecho sin posibilidades de ejercerlo, aplicarlo o vivirlo.

Dice el artículo 366 de la Constitución Política de Colombia: “El bienestar general y el mejoramiento de la calidad de vida de la población son finalidades sociales del Estado. Será objetivo fundamental de su actividad la solución de las necesidades insatisfechas de salud, de educación, de saneamiento ambiental y de agua potable. Para tales efectos en los planes y presupuestos de la Nación y de las entidades territoriales, el gasto público social tendrá prioridad sobre cualquier otra asignación”.

Todo el mundo merece más que el cubrimiento de las necesidades básicas (que no se cumple) como ir tranquilamente a cine, teatro, un concierto, contemplar una obra de arte, tener vacaciones, viajar, “rumbiar”, el derecho al ocio, tiempo para escribir, crear, tiempo libre para hacer lo que le plazca.

Quienes vivimos en Colombia hacemos posible el disfrute con lo mínimo, lo cercano, porque ese vivir sabroso con mayúsculas lo tiene una minoría, la élite (que ya sabemos cómo casi todos han logrado sus fortunas) y algunos sectores de la clase media con mucho esfuerzo de trabajo, ahorro y concepciones espirituales que brindan otros goces.

En la denominada sociedad moderna, industrializada o en otros términos sociedad capitalista, el ser humano debe trabajar, trabajar, trabajar y producir, léase para sobrevivir. ¿Qué sentido tiene la vida en esas condiciones? Los grandes avances de la ciencia y la tecnología deben ser para mejorar la vida del ser humano, no la de dos familias y, tanto usted como yo, queremos vivir bien, tener estado de bienestar y vivir sabroso.

En el libro “Sobre la idealización en la vida personal y colectiva” Estanislao Zuleta nos deja el corto escrito “autorrealización del individuo” en el cual cita a Marx para referirse a la revolución grandiosa que produciría la supertecnificación en la que se invierta el hombre como objetivo de la producción y se convierta en riqueza real de los individuos, es decir en un incremento de sus necesidades, de sus posibilidades, de su creatividad, en una autorrealización del individuo.

Los seres humanos podríamos dedicarnos a escribir poesía, divagar, investigar, filosofar, digamos que aquello que a cada persona le apatezca para sí, sintiéndose parte de una sociedad a la cual puede aportar desde su deseo, talento, conciencia y compromiso. “En su historia universal, en su querer ser” (María Zambrano). Para hacerlo realidad un día cualquiera, hay que soñar y exigir la voluntad política de quienes rigen nuestro país. No me vendan más el cuento que solo con querer se puede.

Sí, sí, el vivir sabroso es un deseo realizable si hay estado de bienestar, si permitimos el mundanal ruido y el corazón vagabundo, que tengamos tiempo libre para autocultivarnos y buscar que florezca el espíritu y ser mejores personas: que podemos reír, gozar, optar por una vida contemplativa y emprender una búsqueda personal, si así lo deseamos.

No vamos a asomarnos ahora a los debates teóricos filosóficos o psicológicos sobre el placer, solo entender ese deseo de sentirnos bien como personas con las necesidades cubiertas y la posibilidad del disfrute. ¿Es pedir mucho?

El vivir sabroso son tres palabras que se pusieron de moda en esta campaña en la carrera por la presidencia y lejos de pretender hacer proselitismo, podemos decir que no en vano la puso en el debate una mujer negra, defensora de los derechos humanos, víctima de esta guerra, que fue empleada doméstica, es decir, conoce de las dificultades de ese alto porcentaje de pobres y hoy aspira a la vicepresidencia de Colombia.

A la élite no le rima que sea Francia Márquez quien llegue a ese cargo, posiblemente el tener materialmente todo (lo demás lo desconozco) no les deje comprender esa profunda y sencilla propuesta: Queremos vivir sabroso, la magia ya la tenemos.

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@fabicalvoocampo

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