Colonialismo digital o las TIC en debate

Colonialismo digital o las TIC en debate

Alfredo Moreno*. LQS. Diciembre 2020

Las redes sociales también forman parte del dispositivo para disciplinar la comunidad. Han cambiado el concepto de democracia sin explicitarlo. En estos ecosistemas no hacen falta constituciones ni repúblicas, solo el “aceptar” las condiciones privadas de uso. Facebook o Google o Twitter, etc. no son instituciones públicas. Funcionan como estado paralelo convergente con la televisión

“Ellos vinieron,
nos descubrieron,
aquí encontraron dioses que danzan
y nos dijeron: cierra los ojos,
dame la tierra,
toma la biblia” (1)

El mundo continúa abrazando a Internet y a los medios y redes sociales. El impacto de 5G está empezando a notarse, la televisión e Internet se transforman en uno, la mitad de la población mundial es usuaria de los medios y redes sociales. El hogar conectado se está convirtiendo paulatinamente en una realidad y, dado que cada vez más personas utilizan interfaces y búsquedas por voz como parte de su viaje de compras, la comprensión y la capitalización de esto debería estar en las prioridades de los gobiernos que el buen uso de los datos personales y de comunidades de los habitantes del territorio digital. Pasamos mucho tiempo online, pero es necesario que seamos más conscientes y cuidadosos de los datos que regalamos pensando en que los servicios de las plataformas digitales son gratuitos.

El número de hogares en todo el mundo con al menos un dispositivo doméstico inteligente aumentó en un tercio durante el año pasado hasta 134,1 millones. En promedio, el 11% de los usuarios de Internet ahora tienen un dispositivo doméstico inteligente. Reino Unido y EE.UU. lideran el camino con los hogares más inteligentes, con un 17% y un 16% respectivamente de los usuarios de Internet de 16 a 64 años que poseen algún tipo de dispositivo doméstico inteligente. (2)

En las plataformas de comercio electrónico participa el 74% de los usuarios de Internet. El rango etario de quienes compraron un producto online va de 16 a 64 años. El 52% lo hizo a través de un teléfono celular. El móvil es ahora el principal dispositivo para hacer compras online. Los usuarios de comercio electrónico del mundo gastaron más de 3 billones de dólares en compras B2C (estrategia que desarrollan las empresas para llegar directamente al cliente o consumidor) en 2019. El promedio de gasto a cargo de cliente fue 500 dólares cada uno sólo en bienes de consumo, un aumento interanual del 9%.

Mientras tanto, los pagos de consumidores habilitados digitalmente (pagos realizados en Internet y en el móvil a través de aplicaciones de smartphones) están en aumento, con un total anual de 4,14 billones de dólares en transacciones en 2019, lo que representa un aumento del 15% interanual. La propiedad de criptodivisas a nivel mundial también está aumentando: del 5,6% de los usuarios de Internet de 16 a 64 años hace un año al 7,4% en la actualidad.

Internet el mundo sin barreras

“Tenemos 33 millones de trabajadores en China y en un solo día llegamos a vender 25 mil millones de dólares. Nuestro mundo está demasiado controlado por los reguladores. Permitan que primero lleguen los cambios y luego regulen. Regulan lo bueno, lo malo, todo. Pero nadie es un experto en el futuro. Es decir, deberían permitir que primero les llegue la innovación, porque si hay demasiado control, no hay innovación”.

El sonriente Jack Ma dueño de Alibaba la empresa de comercio electrónico más importante del mundo, promueve pensar nuevas ideas sobre la mejora de los servicios de comercio online, es decir innovar sobre el creciente flujo de datos personales en el comercio electrónico. Postula la libertad del mercado digital, vender y comprar sin regulaciones, basado en los datos de los usuarios (ciudadanos) potenciar el negocio en la red. Su participación en la cumbre de la OMC 2017 estuvo centrada en los beneficios que trae desregularizar el comercio electrónico mundial.

De la academia al Silicon Valley

En su origen, la ciencia estaba para comprender y explicar el mundo. Cuantas veces pensamos en Galileo Galilei el gran hombre del Renacimiento, cuando puso en duda la base conceptual del oscurantismo católico medieval al afirmar “comprobamos que la Tierra se mueve”. Tal afirmación, permitió una verdadera innovación del conocimiento y el orden instituido.

La intensificación de las relaciones entre ciencia y tecnología a través del tiempo ha conducido a su fusión, hoy conocida como tecnociencia. Motorizada por corporaciones de base norteamericana, en el último cuarto del siglo XX, dicha fusión potenció el desarrollo de la ciencia de los grandes proyectos (big science) que ha orientado el conocimiento científico para cumplir el objetivo de lograr innovaciones tecnocientíficas comercialmente rentables.

Las iniciativas promovidas desde el Foro de Davos están dadas por el predominio del financiamiento privado sobre el público en las actividades I+D+In (Investigación, Desarrollo e Innovación). La característica sobresaliente está dada por el volumen del proyecto (small o big science), su carácter multinacional, la conexión en red, la pluralidad y diversidad de agentes tecnocientíficos que participan del proceso innovador para la producción de un conocimiento instrumental (producto) patentable, privado, pragmático de fuerte impacto socio cultural.

En las últimas décadas, los intereses políticos y económicos han establecido un marco nuevo, caracterizado por redes internacionales, con formas organizativas novedosas, que controlan una buena parte del conocimiento básico o esencial, así como la difusión de ideas y resultados en campos estratégicos de la investigación. Los científicos o académicos que investigan subvencionados por las corporaciones con financiamiento privado tienen que pedir autorización para publicar sus trabajos.

En este marco creciente, los tecno científicos se asocian a empresas o corporaciones para desarrollar proyectos de investigación instrumental para el mercado de consumo de la tecnociencia.

Durante los años 60 y 70 del siglo XX comenzó la migración de la cultura científica a la cultura de mercado. Muchos científicos decidieron traspasar las fronteras académicas del mundo universitario convirtiéndose en empresarios. Un antecedente fue Shockley, uno de los descubridores del transistor en 1947 junto a Bardeen y Brattain en los laboratorios de la Bell Telephone, que fundó en 1955 su propia compañía, el Shockley Semiconductor Laboratory. La ingeniería genética comercial nació en 1979, cuando una pequeña empresa encargada de la investigación sobre la genética, llamada Genetech, sacó con gran éxito sus acciones al mercado. En la década de los 90, puede servir como ilustración el caso del bioquímico estadounidense Craig Venter, relacionado con la investigación del Proyecto Genoma, las patentes de genes y de secuencias de segmentos del genoma humano, las compañías de la industria biotecnológica, como Celera Genomics, y los aspectos éticos y demás valores implicados. De este modo, se han ido creando mercados en campos como la biotecnología, los nuevos materiales, la robótica, la inteligencia artificial, el hardware y el software, las telecomunicaciones, etc.

Al alcance de un click, las tecnologías de informática y telecomunicaciones (TIC), facilitaron un cambio sin precedentes en la producción de la tecnociencia. Cambios culturales que aún no podemos dimensionar, pero sí ver sus efectos. Sus CEOs, se presentan informales, descontracturados con vocación ecologista, casi humanista y fundamentalmente emprendedores gente linda… Ellos son los nuevos señores feudales de esta época tecnocientífica. Saben encontrar negocios en contextos adversos, siempre hay una oportunidad para el negocio.

Este grupo de corporaciones domina el mundo como antes lo hicieron las potencias coloniales. Lo han hecho sin derramar sangre y han logrado capturar miles de millones de “almas”. Su poder reside en el Algoritmo y los Datos.

En su trabajo Teleópolis Javier Echeverría afirma “Quienes controlaran esas tecnologías tendrían un poder creciente. Los señores del aire es una metáfora de los señores de la tierra en el medioevo. Los que tenían el control de la tierra tenían el poder”. El uso de la red Internet no escapa a esta metáfora. En el siglo XXI, los que controlan el aire, internet y las redes de comunicaciones son los que tienen el poder. Basta mirar las diez empresas con mayor capitalización en bolsa para saber que siete son del sector de las TIC.

Los datos, el nuevo petróleo

Hasta fines del siglo XX las empresas petroleras, industriales, de automóviles ostentaban el liderazgo en la bolsa de capitales norteamericana; Facebook, Twitter, WhatsApp y otras no existían. En este siglo XXI Amazon, Google, Facebook, Microsoft, Apple, Twitter y Alibaba son los “señores del aire” han tenido sus batallas, sus conflictos y evoluciones, pero lo fundamental es la convergencia a una plataforma digital planetaria basada en el negocio que posibilitan los datos y la inteligencia artificial.

Echeverría puntualiza “Tenemos una dependencia o servidumbre. Cualquier usuario de una aplicación (software) o una red social al registrarse llega a un momento clave que es el del “acepto”. Uno acepta o no. Si no lo haces no accedes a las redes sociales, y quedas excluido de ese ámbito social, ámbito ciudadano, te quedas sin nada. Y si aceptas, firmaste un contrato donde aceptas todas las condiciones que te impone el “señor del aire”. Somos súbditos de estas grandes empresas. Le entregamos nuestros datos como valor, pensando que el servicio es gratuito.

El creciente acceso a Internet no es garantía de democracia. Los ciudadanos que accedemos a los contenidos en Internet, en ningún momento deliberamos o votamos la gobernanza de la red. La democracia se caracteriza por la división de poderes. Si hay sólo un poder, es tiranía. ¿Hay un Parlamento en Facebook, en Twitter, en Google?

Si se quiere democratizar estos dominios feudales, podríamos tener representantes de usuarios y votarlos como representante de los usuarios ante Google o Facebook o Twitter.

El motor de la plataforma digital está en los datos. A mayor acceso a internet es una necesidad de la redefinición digital de la vida, a más uso de aplicaciones más valor para la plataforma o comunidades digitales. Los datos de los habitantes de estas comunidades tienen valor comercial y permiten estructurar el negocio a través del big data para vender y continuar vendiendo cada más segmentado y personalizado.

La tecnociencia ha posibilitado el desarrollo de plataforma digitales para los nuevos emprendedores. También, el desarrollo de nuevas formas de comunicación social. Castells sostiene “los políticos están controlados por los medios de comunicación y éstos están dominados directamente por el sistema financiero”.

Neoliberalismo o soberanía del pensamiento

Basado en la tecnociencia y el poder financiero, el neoliberalismo toma por objeto la vida, a la que controla y disciplina a través de los medios de comunicación concentrados.

En su reciente trabajo “Colonización de la subjetividad”, Nora Merlin afirma “los medios actuales que se caracterizan por el predominio de las imágenes manipulan y producen una subjetividad calculada. Las imágenes nunca son inocentes, siempre comunican y son organizadoras de la identidad. El poder neoliberal despolitiza lo social mediante la delimitación de los marcos de las imágenes, el encuadre que establece los límites entre aquello que permanece dentro y fuera, buscando imponer una moral y una estética que apuntan a uniformar los modos de goce”.

Esta es la base de una crisis profunda de las democracias. La democracia como sistema participativo en la defensa de los derechos ciudadanos no es compatible con el modo de vida neoliberal. Las elecciones del 2015 y las siguientes en nuestra Argentina, son un ejemplo de cuánto se ha deteriorado la democracia. Los medios de comunicación orientan comunidades de ciudadanos zombis apolíticos sin palabra y sin pensamiento propio. La política se ha convertido en tecnopolítica y el poder financiero orienta la economía a los sectores concentrados del poder. Los partidos políticos operados por el sistema financiero se han convertido en empresas que compiten en el mercado de votantes, los seducen con el marketing político que capitaliza en las urnas electrónicas o digitales.

Las redes sociales también forman parte del dispositivo para disciplinar la comunidad. Han cambiado el concepto de democracia sin explicitarlo. En estos ecosistemas no hacen falta constituciones ni repúblicas, solo el “aceptar” las condiciones privadas de uso. Facebook o Google o Twitter, etc. no son instituciones públicas. Funcionan como estado paralelo convergente con la televisión.

En estas comunidades digitales, el valor económico lo generan los propios usuarios en la medida que sean miles de millones de ciudadanos que contemplan un partido de fútbol o un atentado como el del 11 de septiembre o los bolsos de Lopez en el convento de las “verdades”. Eso genera un valor incalculable, sabían cómo aquellas repetidas imágenes del corrupto funcionario revoleando bolsos llenos de dólares, impactarían a su vez en las mentes de miles de millones de personas. Es el fin del libre albedrío.

El consumo de la información y el uso de dispositivos que se conectan a internet son productivos si son masivos, si produce riqueza y genera valor económico. Por lo tanto, la producción de riqueza en la economía del conocimiento y de la información está evolucionando de manera distinta a lo que era la generación de valor en las economías industriales tradicionales, donde los trabajadores generaban valor para luego consumir. Ahora lo hacen los usuarios, los consumidores.

El modelo Silicon Valley promueve la innovación de los negocios, las “startups”. La red es una oportunidad de negocios. Todos podemos desarrollar aplicaciones como Uber o Airbnb.

Los empleos asalariados en la red son para los diseñadores de software, para los que controlan la seguridad y administran la infraestructura y los servicios en la red. Las personas que no pertenece al “core” del negocio tendrán un pago puntual por haber hecho tal trabajo, como creativo o modificando una fotografía o concretando un contrato comercial o sumando su automóvil a la flota. Este modelo marca las mentes de los que se sueñan emprendedores.

Quienes marcaban las mentes en el medioevo europeo eran los sacerdotes, la familia y los vecinos, hasta que la revolución francesa, instituyó la escolarización obligatoria y un Estado laico. Eliminó el poder religioso del ámbito educativo y arrancó a los hijos de las familias una cantidad de horas al día y los llevó a la educación pública.

En estos estados paralelos motorizados por el capital financiero y la tecnocracia, los procesos de aprendizaje se hacen a través de la red, la televisión, los videojuegos y las plataformas digitales conocidas como e-learning. Los padres y los maestros ni se enteran. Para utilizar estos servicios, se necesita un conocimiento procedural técnico, no pretende explicarse nada. Solo importa saber usarlo bien y rápido. La inversión del conocimiento en el ámbito educativo tiene consecuencias que abastecen los centros de producción del conocimiento y las comunidades usuarias de los mismos.

En el campo de la tecnociencia los ciudadanos no participan en el diseño de Google o Twitter o Facebook. Estas aplicaciones sociales, se diseñan en los laboratorios de una empresa privada. Es confidencial. El conocimiento producido por financiamiento privado es inaccesible por completo. Este es el hecho fundante de la incompatibilidad entre Democracia y Neoliberalismo. Las políticas públicas de la Democracia deben regular el proceso de producción de conocimiento en las propias empresas privadas, sean de software, farmacológicas o telemáticas. No alcanza con que tributen por sus gigantes negocios, es necesario a la democracia soberana sobre los datos de las personas y comunidades.

Donde está el poder existe el conflicto. Podemos debatir los conflictos, hacernos cargo los ciudadanos (usuarios) y recuperar la soberanía de nuestras propias ideas y deseos. Exigir a los Estados, sus representaciones políticas y a “los dueños del aire” regulación en defensa y cuidado de nuestros derechos. Ser conscientes que podemos desenchufar o quitar la pila (de litio) del dispositivo que nos conecta. Es una lucha por la soberanía del pensamiento y palabra. Es una lucha política. No seamos zombis de los “señores del aire”.

Notas:
1.- Divididos – Huelga de amores
2.- Digital 2020: El uso de las redes sociales abarca casi la mitad de la población mundial
*.- Profesor de TIC en Universidad Nacional de Moreno, Argentina. Integrante de TICData
@ticdata2

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