Congresistas de EEUU se enriquecen con la guerra de Ucrania

Congresistas de EEUU se enriquecen con la guerra de Ucrania

Por Tomás F. Ruiz.

La noticia saltó hace un par de días a la opinión pública a través de los canales informativos de RTnoticias, la televisión rusa que el presidente Pedro Sánchez, en su particular concepto de la “libertad de expresión”, nos tiene prohibido ver a los españoles. Los congresistas estadounidenses se están enriqueciendo gracias a los desorbitados envíos de armas que su gobierno despacha para Ucrania. Esta guerra nunca acabará mientras los países implicados en el conflicto hagan negocio como promotores de las matanzas.

Los medios informativos, actuando como rastreros alguaciles de Estados Unidos, también han preferido negar a la opinión pública europea su derecho a una información veraz y contrastada. Con su deplorable silencio informativo, ocultando la razón última de la intervención estadounidense en el conflicto ucraniano, se convierten en cómplices directos de la absurda y engañosa guerra de Ucrania.

Los congresistas norteamericanos ni siquiera se ocupan ocultar sus maniobras, ya que el negocio que llevan a cabo cuenta con el beneplácito y la complicidad de un sistema económico que los ampara. Gracias a la información privilegiada a que tienen acceso desde sus escaños, los congresistas tienen la oportunidad de invertir en compañías fabricantes de armamento antes de que el gobierno haga públicas sus intenciones de enviar armas a Ucrania.

Como ya ocurrió en las guerras de Corea y Vietnam, y continuó ocurriendo en las de los Balcanes, Irak y Afganistán, los congresistas de Estados Unidos aprovechan su conocimiento a priori de los pedidos a las firmas fabricantes de armas para invertir en dichas compañías y, en cuestión de días, ver sus inversiones multiplicadas hasta cifras astronómicas. Es el negocio más sucio del mundo, pero también el más protegido y el más rentable. No olvidemos que Estados Unidos es el primer país en suministrar armas a cualquier conflicto del planeta.

La codicia de los congresistas

John Henry Rutherford comenzó su carrera política como policía en las calles de Jacksonville. Gracias a su vista gorda con las actividades de los mafiosos, ascendió como la espuma y se convirtió pronto en sargento, capitán y finalmente sheriff del condado. En 2003, a pesar de las denuncias por corrupción de que fue objeto por parte de otro candidato en las elecciones para alguacil, Rutherford nunca fue procesado. Consiguió que bajo su mandato la delincuencia se multiplicara en Jacksonville e intensificó el acoso de ciudadanos de color. Calificó al movimiento en defensa de los afroamericanos, Black Lives Matter, como un grupo de odio que atentaba contra la paz en EEUU. Mas tarde, se posicionó abiertamente contra los derechos de la LGBT y de la ley de igualdad para homosexuales.

Apenas entró al Congreso de EEUU, Rutherford aceptó la oferta de ponerse al frente de los subcomités de Seguridad Nacional y Construcción Militar, desde donde dio un giro macroeconómico a sus negocios. Por sus escandalosas actividades mercantiles fuera del Congreso y a pesar de parapetarse tras su acta de congresista, fue acusado hasta de 157 cargos de enriquecimiento ilegítimo. Pero tras pagar la ridícula multa de 200 dólares que la ley estadounidense estipula para este tipo de negocios sucios, continuó especulando con operaciones económicas desorbitantes. Su fortuna es ahora incalculable y cada día se multiplica más gracias a las polémicas compras de material militar que el gobierno de Biden financia. Actualmente está considerado como el congresista norteamericano que más ganancias ha conseguido con la guerra de Ucrania.

Otro congresista, éste de Oregón, que las informaciones de RTnoticias citan como beneficiado por los envíos de armas a Ucrania, es Walter Kurt Schrader, miembro de la Cámara de Representantes de Estados Unidos. En este caso se trata de un congresista demócrata, lo que demuestra que, a la hora de repartirse el botín, la ideología supuestamente enfrentada de ambos partidos norteamericanos no resulta un obstáculo. En septiembre del año pasado, el congresista Kurt Schrader fue de los que votó a favor de aumentar la ayuda económica y la asistencia militar a Ucrania, a pesar de la enorme brecha que este gasto astronómico está provocando en la economía norteamericana.

Ni qué decir tiene que, aparte de los congresistas y su relación con las empresas fabricantes de armas, existen otros muchos personajes en la trama armamentista que se benefician de la codicia institucionalizada que rige en el sistema económico norteamericano: intermediarios en las compras de armamento, transportistas de los materiales bélicos, instructores del manejo, consultores financieros, asesores militares de todo tipo y, sin duda alguna, criminales y gánsteres en general, que utilizan el descontrolado mercado ucraniano para lavar su dinero sucio y aprovechan las armas que le envían desde EEUU no para uso propio, sino para traficar con ellas vendiéndolas en el mercado negro.

A este respecto, la teniente coronel retirada Karen Kwiatkowski, que trabajó como analista del Pentágono, declaró recientemente que Ucrania sirve como centro de “blanqueo de dinero” de las mafias internacionales y como país donde se detecta el mayor tráfico internacional de armas.

El negocio de asesinar seres humanos

No hay que olvidar la pieza clave de todo este macabro negocio en que se ha convertido la guerra de Ucrania: el presidente Vladimir Zelensky, que es ensalzado como defensor de Ucrania en todos los medios occidentales afines a la OTAN, aunque ninguno de ellos habla de sus ocultas cuentas corrientes en países extranjeros. Como presidente de la maltrecha Ucrania, su labor consiste en negarse sistemáticamente a un alto el fuego y hacer fracasar cualquier intento de frenar las hostilidades. Con cada ataque que lanza sobre objetivos civiles, tanto del Donbas como de sus propios territorios, cada misil que dispara, cada bombardeo que se produce sobre poblaciones desarmadas, supone, tanto para él como para sus socios bélicos, muy rentables beneficios económicos.

En otras palabras, por muy crudo que resulte decirlo, la guerra de Ucrania no es otra cosa que un negocio macabro contra la vida humana. Cada hombre, cada mujer, cada niño que muere en esta guerra, sea del bando que sea, comporta sanguinarios beneficios, tanto para los fabricantes de armas como para los políticos de Estados Unidos. Todos satisfacen su codicia asesinando seres humanos en este conflicto sin sentido en el que los congresistas norteamericanos se enriquecen enviando armas al ejército nazi-ucraniano.

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