Constitución o República

Constitución o República

Aún podemos recordar aquellas enigmáticas palabras del Dictador Franco pronunciadas con tal seguridad que, a muchos, nos parecieron una bravuconada: “Todo está atado y bien atado”. Luego, tras el parto, gestado en la ley de Referéndum de 1945 y la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado, 1947, parto sin dolor de la Transición: la Constitución, vivimos triunfalmente, los mismos que nos habíamos burlado de ese enigma franquista, un nacimiento que parecía ser el anuncio de un tiempo feliz. La negación de la negación de la era franquista. Y borrachos de celebraciones no entendimos que su herencia, la Monarquía, era un Alien renacido de las entrañas del franquismo. 

De sus entrañas porque sus progenitores, aquellos que fecundaron la Dictadura para que engendrara la Monarquía, eran los mismos que elaboraron la Constitución. En esa fecundación participaron el Departamento de Estado norteamericano, la Iglesia Católica y el Capitalismo pero faltaba un cuarto elemento para que el feto no apareciese monstruoso sino civilizado, homologable por las democracias capitalistas hermanas. Ese cuarto elemento era la socialdemocracia europea cuya misión no fue otra, en sintonía con los demás elementos, que crear una socialdemocracia española que no tuviera nada que ver ni con la republicana, exiliada, ni con la anticlerical, excomulgada. De ahí que antes del parto monárquico crearan un partido socialista de nuevo cuño: monárquico y clerical. El PCE de Carrillo obsesionado por ser legal se sometió a todo lo que le impusieron los progenitores de la criatura. Y lo hizo gratuitamente. 

Y con estos mimbres; Departamento de Estado, Iglesia Católica, Capitalismo y Socialismo no republicano, se construyó la Monarquía y se elaboró su Constitución. Mientras tanto, los ciudadanos, aún con mentalidad de súbditos porque aún no se sentían ciudadanos, permanecieron ajenos al engendro y al parto que les fue presentado como la solución al franquismo y como la bienaventuranza de nuestras vidas. 

No debería de extrañarnos que una Constitución creada por esos elementos esté exclusivamente al servicio de la explotación económica y la dominación moral. Una Constitución que nos ha privado de la libertad económica, entendida ésta como ausencia de explotación; de la libertad moral, entendida ésta como separación entre la Iglesia y el Estado, que en el Estado español no existe y de la creación, por tercer intento de la nación española entendida ésta como comunidad de ciudadanos libres que se sienten miembros de una misma nación. 

Ya he dicho en alguna ocasión que España todavía no existe como nación, sólo como Estado. Y no puede existir como nación por la sencilla razón de que parte del territorio sobre el que el Estado ejerce su autoridad no participa en esa idea de España, sencillamente porque no se sienten parte de ella. Cómo puede extrañarnos que los representantes de Euskadi y de Catalunya no asistan a una fiesta en la que no se sienten integradas y a la que de ir tendrían que ir esposados, como prisioneros de un Estado conquistador o como trofeos conquistados a sus enemigos. 

Una Estado nunca llega a ser nación por imposición de la fuerza de una parte sobre otras partes. Con la fuerza militar o religiosa nunca se construyen las naciones. Así se han construidos los imperios, las dictaduras y las teocracias. La nación sólo se construye sobre la base de una comunidad de ciudadanos libres. 

España pudo llegar a ser nación en la primera República y en la Segunda pero las mismas fuerzas, algunas al menos, la Iglesia Católica, los monárquicos y el Capitalismo, que apoyaron la instauración de la Dictadura son las que impusieron su sello en el texto de la Constitución. Su Constitución. España sólo podrá llegar a ser cuando los españoles entiendan que no puede ser lo que presume ser: una nación construida contra la voluntad de los nacionalistas vascos y catalanes y contra la libertad de los ciudadanos sobre cuya soberanía debe construirse. Pero esto sólo será posible cuando España sea republicana y admita, al fin, que los otros, su negación han dejado de serlo porque ellos, también, han llegado a ser nación. Lo que surja, luego entre naciones hermanas se verá cuando sean republicanas. 

¿Cómo podemos los hombres y mujeres libres celebrar el día de una Constitución que protege al capital financiero y especulativo antes que a los ciudadanos que, teóricamente, son soberanos? ¿Qué podemos celebrar mientras millones de personas son desahuciadas y condenadas al paro? ¿Acaso no están proclamados los derechos fundamentales individuales y sociales en la Constitución? ¿No es la libertad moral y de conciencia un derecho? ¿No es la vivienda un derecho? ¿No es el trabajo un derecho? ¿No es la sanidad un derecho? ¿No es la enseñanza un derecho? 

Una Constitución que impone el liberalismo económico contra la intervención y la planificación económica para crear una economía social de mercado como motor de la economía y correctora de los abusos del liberalismo que condena a la miseria perpetua a millones de ciudadanos. Una Constitución que consagra que el estado de miseria de la mayor parte sea considerado como natural e inevitable por parte del liberalismo. Una Constitución que garantiza que los españoles alcancen el estado de casi pobreza ¿cómo puede ser una Constitución de todos? A no ser que la parte mayor del todo sean esclavos de la parte menor: el capitalismo 

Entonces, por qué quienes participan en el festín de la celebración del nacimiento de la Constitución han decidido desmontar, borrar de la letra de la Constitución para que quede claro que es “Su” Constitución, estos derechos individuales y sociales. Porque estamos viendo que se protege exclusivamente al Capitalismo salvando sus balances a costa de la destrucción de estos derechos sociales. ¿Cómo podemos sentirnos identificados con una Constitución que no protege nuestros derechos y que nos condena a la cárcel cuando los defendemos? Que se queden con ella. 

¿En qué fiesta podemos participar? cuando las libertades individuales están siendo puestas en peligro por la ofensiva clerical contra la libertad moral en nombre de la negación de la libertad: la imposible libertad religiosa que ellos, la materia oscura que está detrás de esta España inexistente, espejismo nostálgico del pasado monárquico y clerical, está tratando de imponer doctrinalmente desde la cuna. Para mayor gloria de dios. ¿En qué fiesta pueden participar catalanes y vascos cuando esa celebración es un triunfo contra la nación catalana y vasca? 

Sólo cuando una Constitución, sus legisladores y jueces entiendan tres cosas: que los catalanes y vascos no sólo tienen derecho a ser nación sino que quieren serlo; que la libertad moral está por encima de la doctrina católica, judía o musulmana y que la legislación tiene como misión proteger los derechos individuales y no regularlos para limitarlos y acabar anulándolos, por la sencilla razón de que, como ya proclamó la Constitución de la Primera República, los derechos individuales son naturales, imprescriptibles e ilegislables y por lo tanto nadie, ni dios ni el Estado, pueden decirnos lo que tenemos que hacer en el ejercicio de nuestros derechos por la sencilla razón de que somos libres y somos libres porque los ejercemos. Pero para que esto ocurra España, esa idea monárquica y clerical, sólo será nación cuando sea republicana. 

 *Javier Fisac Seco es Historiador, caricaturista político, creador artístico. Este artículo ha sido publicado en U.C.R. 

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