Cosmética para maquillar la monarquía

Por Juan Miguel Nogués García*
“Mañana, España, será republicana” y “Viva la República”, fueron expresiones que se llevaron a cabo en el acto del Memorial de Mauthausen con motivo del 80 Aniversario de la liberación del campo de concentración, durante el desfile de homenaje a las víctimas republicanas que sufrieron la barbarie y la tortura de los campos de concentración nazis, ante la presencia de Felipe VI, el cual en el libro de visitas del campo de concentración dejó escrito:
“Que el recuerdo de nuestros compatriotas permanezca intacto para preservar su dignidad”. Algún medio de comunicación manifestó que de esa manera los Reyes asumían la memoria republicana, medio que al parecer no recogió el escrito presentado a través del portal de transparencia en el que se solicitaba la anulación del viaje de los mismos, pues nunca se habían interesado mínimamente por lo sucedido a los deportados a dicho campo de concentración ni habían condenado expresamente los motivos por los que acabaron en “Lo que Dante no pudo imaginar”, título del libro de Amadeo Simca Vendrell, víctima de la mecánica del exterminio sufrida.
La frase dejada escrita y mencionada anteriormente por los Reyes no refleja más que una medida cosmética de maquillar la institución monárquica, a la que tanto empeño están poniendo diversas instituciones, pues la memoria republicana no se asume por un acto simbólico. Los crímenes sufridos por los republicanos españoles, víctimas de la maquinaria de la muerte ejecutada por el régimen nazi, siendo coautores de la misma el régimen de Vichy y en particular el régimen dictatorial impuesto en España, no han sido objeto de investigación, enjuiciamiento, condena ni reparación. Mientras los Tribunales de Nuremberg y Dachau juzgaron las distintas terribles conductas sistemáticas y generalizadas cometidas tendentes a la eliminación de la vida humana en el campo de Mauthausen-Gusen, siendo condenados por crímenes de genocidio y de lesa humanidad algunos de los autores materiales, en España la pregunta que se plantea es la siguiente: ¿Por qué los hechos de unos españoles víctimas del nazismo no han sido objeto de investigación por parte del Estado español bajo los principios del derecho internacional, por la comisión de delitos de genocidio o lesa humanidad? ¿Por qué crímenes cuyas víctimas son ciudadanos españoles que se vieron forzados a desplazamientos forzosos como consecuencia de la agresión y represión fruto de un golpe de Estado y trasladarse a otro país, a sufrir el internamiento en campos de concentración franceses, posteriormente en campos de concentración nazis, están siendo objeto de investigación, en base al derecho internacional, a fin de ser jugados y en su caso condenados los autores de los señalados crímenes, así como la responsabilidad del Estado español en la jurisdicción de un país extranjero como Argentina? Es más, cuando se ha intentado abrir un procedimiento para juzgar los crímenes de la dictadura en España ha sido el juez que lo instó el que sufrió las consecuencias de tamaño atrevimiento.
No hay que olvidar que la Monarquía instalada en España tiene su origen en la Ley Orgánica de la Sucesión a la Jefatura del Estado de 1947, quinta de las ocho Leyes Fundamentales del Movimiento, por la que el dictador, Francisco Franco, se reservaba la designación de su sucesor a título de rey, y esa misma Monarquía jamás ha condenado los crímenes del franquismo y en el caso concreto de los republicanos españoles que acabaron en el complejo de Mauthausen-Gusen lo fueron a partir de 1940, tras el conflicto provocado por los golpistas, es decir más de un año después de finalizar el conflicto, y duró hasta 1945, el final de la segunda guerra mundial, en el que fueron liberados los campos de concentración del complejo de Mauthausen-Gusen.
Para los descendientes de republicanos que fueron asesinados o liberados, estos no llegaron allí por accidente, sino que lo fueron después de haber defendido el régimen legal y legítimo de la República surgido el 14 de abril de 1931, y tras el golpe de Estado el 18 de julio de 1936 provocado por aquellos que violaron tanto la Constitución Republicana, como cometiendo los delitos tipificados en el Código Penal de 1932 en el Título II, como Delitos contra la Constitución, en concreto en la Sección Tercera, Delitos contra la forma de Gobierno, artículos 167 a 173, los republicanos leales se vieron obligados al desplazamiento forzoso y a experimentar la acogida en Francia en condiciones infrahumanas para acabar en el horror de los campos de concentración nazis, siendo ignorados por el régimen instalado en España, colaboracionista del régimen de Vichy y del Reich tras el golpe de Estado ya señalado, algo que al parecer se le olvidó o quiere ignorar al monarca.
Es claro que los gobiernos de una democracia tienen una responsabilidad inherente a los hechos ocurridos, así como los Estados, pues al no haber llevado a cabo las actuaciones que se exigen en un auténtico Estado de Derecho, como es la de juzgar los crímenes de lesa humanidad durante el largo período del franquismo y la transición, la Monarquía es la sucesora de ese régimen que ha dejado impunes los citados crímenes, al no haberse investigado, enjuiciado, condenado ni reparado los mismos, y en este sentido hay que aludir no sólo a las víctimas directas, sino también a las víctimas indirectas, como son las esposas/os, hermanos/as, hijos/as y demás familiares que sufrieron las consecuencias de la represión mientras se encontraban en los campos de concentración los republicanos leales al régimen elegido por el pueblo español, así como en los campos de concentración españoles (para el monarca, al parecer, en España no hubo campos de concentración después del conflicto) y en las cárceles. En aras de la paz y la convivencia nunca se debe sacrificar a la justicia, que es lo que acredita el Estado de Derecho, pues sin justicia no hay democracia.
La democracia surgida en estas cinco décadas ha sufrido una amnesia colectiva que ha llevado a todo un pueblo a avanzar a tumbos en una especie de limbo histórico, en el que la verdad ha sido enterrada o modificada bajo una montaña de evasiones cobardes y falsedades cínicas. Lamentablemente para el sistema, ha surgido una generación que no está satisfecha con que se le suministre una serie de mitos y leyendas y sobre todo se apliquen medidas cosméticas, como las que se contemplan en la Ley de Memoria Histórica 52/2007 o la Ley de Memoria Democrática 20/2022, que se pueden calificar de leyes administrativas para dulcificar y mantener a una Monarquía que ya desde su origen es ilegítima.

Como descendiente de republicano leal a la República, que sufrió el desplazamiento, los campos de concentración franceses, los estalags alemanes y los campos de concentración nazis por la connivencia de los regímenes franco-nazis, que se les negó la nacionalidad, y si no que se lo pregunten a Silvia Cueto Dinhof (cuyo padre, Víctor Cueto, liberado y superviviente, fue deportado en Mauthausen y Ebensee) que nació en Austria y tuvo que acogerse a la nacionalidad austriaca, la presencia de los Reyes en los actos de Mauthausen es una ofensa a la verdad, justicia y reparación, pues antes de acudir a los mismos se debería haber llevado a cabo una manifestación expresa y contundente como la que llevó a cabo el Presidente de la República Francesa, Jacques Chirac, en julio de 1995 en el que admitió la responsabilidad de Francia en la deportación: “… Sí, la locura criminal del ocupante fue secundada por los franceses, por el Estado francés… Francia, patria de la ilustración y los derechos humanos, tierra de acogida, de asilo, cometió entonces algo irreparable: faltó a su palabra y entregó a los verdugos a sus protegidos. Con ellos mantenemos una deuda imprescriptible”.
Este acto en España no se ha producido y sin duda no se va a producir, pues la Monarquía tiene un referente al que está vinculado desde su origen y del que no quiere desprenderse, pues Juan Carlos I, en su discurso en las Cortes el día 22 de noviembre de 1975 dejó bien claro: “Una figura excepcional entra en la Historia. El nombre de Francisco Franco, será ya un jalón del acontecer español y un hito al que será imposible dejar de referirse para entender la clave de nuestra vida política contemporánea. Con respeto y gratitud quiero recordar la figura de quien durante tantos años asumió la pesada responsabilidad de conducir la gobernación del Estado. Su recuerdo constituirá para mí una exigencia de comportamiento y de lealtad para con las funciones que asumo al servicio de la Patria. Es de pueblos grandes y nobles el saber recordar a quienes dedicaron su vida al servicio de un ideal. España nunca podrá olvidar a quien como Soldado y Estadista ha consagrado toda la existencia a su servicio.”
El día 19 de junio de 2014, tras la abdicación de Juan Carlos I, es proclamado Felipe VI como Rey de España, y en su discurso manifiesta: “Ante sus Señorías y ante todos los españoles -también con una gran emoción- quiero rendir un homenaje de gratitud y respeto hacia mi padre, el Rey Juan Carlos I. Un reinado excepcional pasa hoy a formar parte de nuestra historia con un legado político extraordinario. Hace casi 40 años, desde esta tribuna, mi padre manifestó que quería ser Rey de todos los españoles. Y lo ha sido. Apeló a los valores defendidos por mi abuelo el Conde Barcelona y nos convocó a un gran proyecto de concordia nacional que ha dado lugar a los mejores años de nuestra historia contemporánea.”
Con este discurso se intenta un cambio de imagen de la institución monárquica notable. Es un intento de hacer tabla rasa, es decir, empezar de nuevo. Al parecer, se le olvida al nuevo rey que al resaltar el discurso que su padre había dado 40 años atrás se expresaba con gran admiración que “el nombre de Francisco Franco, será ya un jalón del acontecer español y un hito al que será imposible dejar de referirse para entender la clave de nuestra vida política contemporánea”, así como que “España nunca podrá olvidar a quien como Soldado y Estadista ha consagrado toda la existencia a su servicio.” En este discurso el novel rey sufre amnesia, pues Franco no ha existido y al parecer la II República tampoco. Lo que ha existido es una nueva figura, el cual en la historia no figura ni como figurante, que es el Conde Barcelona.
Es conveniente ilustrar a Felipe VI con lo expresado por Max Aub en su obra “Campo de Almendros” sobre esta clase de republicanos españoles, adaptado a lo experimentado en los campos de concentración nazis, y que nos susurran a sus descendientes:
“Estos que ves ahora deshechos, maltrechos, muertos de hambre, aplanados, sin afeitar, sin lavar, maltratados, torturados, sucios, extenuados por el trabajo agotador, hechos un asco, destrozados, siendo únicamente un número, son, sin embargo, no lo olvides, hijo, no lo olvides nunca, pase lo que pase, son lo mejor de España, los únicos que, de verdad, se han alzado, sin nada, con sus manos, contra el fascismo, contra los militares, contra los poderosos, por la sola justicia; cada uno a su modo, a su manera, como han podido, sin que les importara su comodidad, su familia, su dinero. Estos que ves, españoles rotos, derrotados, humillados, heridos, torturados, hambrientos, soñolientos, medio muertos, sin posibilidad de escapar, son, no lo olvides, lo mejor del mundo. No es hermoso. Pero es lo mejor del mundo. No lo olvides nunca, hijo, no lo olvides.”
Los descendientes de los deportados no lo olvidamos, todos y cada uno de ellos son la verdadera historia de España y únicamente la justicia puede resolver el agravio que se sufre del olvido y amnesia de los crímenes del franquismo y sobra el maquillaje y la cosmética que se lleva a cabo por parte de diversas instituciones, entre ellas una Monarquía que no se ha votado, y no, no queremos abrir heridas. Al contrario, queremos sanarlas y nuestro ejemplo no es dar alas a la derecha, sino la de que se haga justicia sobre una anomalía como es la democracia española para evitar la repetición de lo que vivieron las generaciones que sufrieron la dictadura, la represión, el exilio y la deportación a los campos de concentración nazis, así como los que sufrieron y fueron víctimas en los campos de concentración en España (Castuera, Camposacos, Arcos de la Frontera, Miranda de Ebro y otros muchos) y las cárceles. En definitiva, dignidad y respeto.
* Nieto de Juan Antonio García Acero. Deportado al campo de concentración de Mauthausen-Gusen, número 4.811. Asesinado el 23 de diciembre de 1941.
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