Cotilleos de abuelas en la Solana

Cotilleos de abuelas en la Solana

La Sogo”, que es de Zamora, riega la galería henchida de macetas, deseando terminar las faenas de la casa para ir a la Solana, sitio donde da el Sol de lleno, no importándole coger una solanera. Allí estarán, también, “la Rosquilla”, que es como una larva que se enrosca con facilidad y al menor peligro; “la Morcillomana”, que es como un cabo de podadera; “la Haba”, que siempre termina un diálogo diciendo: “El habar de Cabra se secó lloviendo”; “la Ratona” con gonela, especie de saya usada  en lo antiguo, con el pelo sujeto en una trenza.

Y ahí están, entre aromas de cerdo y vacas, y sabores de sangría con canela, recordando su primer muñeca, quien la tuviera; los malos modales del esposo que acarrea siempre mala leche; su primer noche de boda, hecha a trapo, lana y pelo; el aliviar una polla en sus sensaciones febriles; y la gargantada expelida de una vez, ligando la Gaza de un cuadernal o montón para unirla bien al cuerpo de él.

Entre llantos, se acerca a su abuela una niña mimada para que la proteja de “Culo Roto”, un niño travieso que la ha contrariado bajándole la braga. La abuela le replica: -venga niña, vete a jugar; déjate de bobadas- Mientras, “la Sogo” habla de una tal Jenara, que está muy mal, que su marido le ha abandonado y no tiene quien le calme las ausencias Y “la Morcillomana” habla de “la Galga”, que dicen que sale, estando casada,  al Galgo al camino, y este Galgo es un principal del pueblo.

También, nos hablan de “la Gama”, que dobló el cabo de buena esperanza, una vez alcanzada por Bartolomé Díaz, su novio, y entrará a la iglesia preñada; y nos hablan de “la Manteca”, que inventa regímenes de adelgazamiento, desandando cuentos de flacas.

“La vida revive y muere en ellas”, se decía Filodio, que tenía una cara muy ensanchada a modo de lámina de hoja, al fijarse en ellas; y, a  “la Ratona”, que estuvo enamorada de él, se le cubre de habas rosadas su cara, y cuenta que el tal Filodio se la benefició en la Boca del Asno, cerca de La Granja, en Segovia. Ella les recordó de que cuando novios,  le cogió con mano temblorosa el manubrio; sus ojazos oscuros se posaron sobre el capullo abierto en fina raja; que sintió un algo que se le subía y se le bajaba, y que se le hinchaban los putos labios; que ella le vio crecer, como “la Haba” a su Doncel, que fue “guardia de cuerpo de rey”, que recogía las boñigas de las caballerías cuando desfilaban.“La Rosquilla” cuenta que su amado no sabía meterla y que ella le guió al agujero exacto, pues él la quería, a toda costa, meter por el meato urinario,

Se hizo el silencio, un silencio roto por el ruido de un coche que, en la plaza de la Solana ,giraba en sentido contrario haciendo el gilipollas. “La Morcillomana” , despechugándose,  salió al quite del silencio, y dijo: – nuestras abuelas eran todas unas putas, y todas follaron con el cura párroco, desbaratando un todo rompiendo el concierto gregoriano entre sus partes.

Abiertas excesivamente de piernas, despatarradas, el Sol no dudó en ocultarse.

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