Cuba: ¿Por qué defender el deporte de la Revolución?

Cuba: ¿Por qué defender el deporte de la Revolución?

Ivette González Salanueva*. LQSomos.

Cuando se pregunten por qué un cubano dice en un Ring Patria o Muerte, por qué se le dedican medallas a Fidel, o por qué un padre de pueblo humilde cuelga junto a la foto del Comandante, agradecido, los títulos de su hijo…

Entre tantos esfuerzos y desvelos por la pandemia, llegaron los Juegos Olímpicos para dar un poco de luz a Cuba y al mundo. Sin embargo, muchos no comprenden, y hasta condenan, que nuestros deportistas mencionen a la Revolución, o dediquen medallas a Fidel en medio de sus alegrías. Unos los llaman cobardes, otros, cosas más feas, pero, sobre todo, critican la mención de la política en el deporte (a menos, por supuesto, que la política la utilicen desde afuera para gritar Patria y Vida en el ring).

Sin embargo, para ser justos, debemos cuando menos intentar entender por qué, de entre tantas cosas, el padre de Mijaín López escoge un cuadro de Fidel para colgar las medallas de su hijo. En medio del orgullo de ser cubanos, muchas veces olvidamos que somos latinoamericanos, y que la historia del deporte en Cuba antes de la Revolución, sobre todo una vez comienza a avanzar el Siglo XX, es la historia de un país más de Latinoamérica.

Cuba antes del triunfo de la Revolución participó en 7 olimpiadas (incluyendo las de 1960), obteniendo solamente 12 medallas, entre estas, 5 oros, todos en esgrima (quiénes tenían acceso a un deporte como la esgrima no creo que sea necesario explicarlo). La Isla, en estos 7 juegos, solo obtuvo medallas en 3 (1902,1904 y 1948). En 1900 Cuba abrió por todo lo alto, con Ramón Fonst regalándole las dos primeras medallas a la Isla y a América Latina. En la edición posterior, la Isla obtendría 9 medallas, la cifra más alta que logró en las siete citas mencionadas.

Estas preseas fueron, nuevamente, todas en esgrima (estas medallas las ganaron 4 atletas, pero, dato curioso, solo dos eran cubanos, los otros dos, estadounidenses). Hasta 1948, Cuba no volvería a subir al podio Olímpico, esta vez de manos de un padre y un hijo que competían juntos en Vela, en la categoría para nada elitista de Yate de clase Star (fletaron sus propios yates hasta el evento y todo).

En definitiva, en 60 años, Cuba solo obtuvo medallas en dos deportes, muy así del pueblo: la esgrima y la vela. Para 1960, solamente habían representado a Cuba en olimpiadas 124 atletas. Todos los laureados fueron, además, deportistas blancos, sin ninguna representación fuera de la capital (4 habaneros y 2 estadounidenses representando a la Mayor de las Antillas). Es decir, hasta 1960, habían representado deportivamente a Cuba más estadounidenses que personas del Centro y Oriente del país.

De Tokio 1964 a Tokio 2020, Cuba ha participado en 13 Olimpiadas, y ha obtenido, estando aún esta edición por terminar, 225 preseas, 82 de ellas doradas. En este tiempo, la Mayor de las Antillas ha sido representada por 1820 atletas (saquemos la cuenta: ¿1820-124=?), y ocupado lugar en el podio en las disciplinas de Atletismo, Baloncesto, Béisbol, Boxeo, Ciclismo, Esgrima, Halterofilia, Lucha, Natación, Piragüismo, Tiro, Taekwondo, Vela, Voleibol, Yudo. En 1972, con una generación de atletas ya formada por la Revolución, obtuvo una presea dorada por primera vez desde 1904.

Sí, tuvieron que transcurrir 68 años para que Cuba volviese a lo más alto, y desde entonces, ha obtenido al menos tres medallas doradas en todas sus citas Olímpicas. Para la primera medalla femenina también hubo que esperar por la Revolución, y en 1968, 4 cubanas se alzaron con la plata en relevos de 4×100 m.

Cuba ha obtenido medallas en todas y cada una de las 13 ediciones mencionadas, y, desde 1976, ha obtenido más de diez preseas en todas las citas Olímpicas. Esto no lo había conseguido en ninguna de las ediciones anteriores. Además, en Barcelona 1992, Cuba logró un hito, al obtener 31 medallas, de ellas 14 preseas de Oro. Con ello, culminó quinta en el medallero, solo por detrás de grandes potencias como el Equipo Unificado de la Ex Unión Soviética, Estados Unidos, Alemania y China.

Gracias a estos resultados, Cuba es el país hispanohablante más laureado de las magnas citas (y sí, España está incluida). Si se toman en cuenta solo las medallas de Oro, la isla continúa primera en este ranking, y supera la suma de las 8 naciones latinoamericanas que le siguen (estamos hablando de más medallas de oro que Brasil, Argentina, México, y otras cinco naciones latinas SUMADAS). De hecho, Argentina, tercer lugar de Latinoamérica en dicha lista, tiene menos medallas olímpicas (75), que Cuba títulos (82). Hoy por hoy, la Mayor de las Antillas ocupa el decimosexto lugar del medallero histórico de los Juegos Olímpicos.

A los números fríos, súmense nombres como Juantorena, Ana Fidelia, Iván Pedroso, Sotomayor, Savón, Stevenson, las Morenas del Caribe (con Regla Torres como la mejor voleibolista del Siglo XX), y, por supuesto, el tetracampeón Olímpico Mijaín López, invicto desde 2004 (único tetracampeón olímpico en un mismo evento de toda Latinoamérica).

Solo en la presente edición, Cuba ha obtenido la misma cantidad de preseas, y la misma cantidad de títulos olímpicos que en todas sus participaciones antes del Triunfo de la Revolución. Por si esto fuese poco, la delegación cubana en Tokyo 2020 tiene medallistas olímpicos de 8 provincias distintas, y campeones de 5 ellas. De forma diametralmente opuesta a lo que sucedía antes del triunfo de la Revolución, solo uno de estos muchachos es de La Habana, del humilde barrio de la Güinera.

Sin embargo, sería injusto terminar esto sin hablar de la que probablemente sea la historia Olímpica anterior a la Revolución más arraigada en el refranero popular. A diferencia de sus compañeros olimpistas de esgrima y yatismo, Félix “Andarín” Carvajal llegó a las olimpiadas sin dinero. Desde los 14 años, de familia muy pobre, incursionó en el maratón. Aprendió a leer y a escribir de adulto, y llegó a San Luis lleno de sueños, con 29 años. No lo hizo a través de un organismo como el INDER, sino a través de una colecta que se hizo en Cuba para poder pagarle el viaje.

Primero pidió ayuda a Estrada Palma para el financiamiento, pero este se negó, por lo que fue de pueblo en pueblo haciendo exhibiciones y recaudó suficiente dinero para llegar a Nueva Orleans. De ahí a San Luis, se desplazó a pie, en una andada de más de diez días. Llegó poco tiempo antes de la carrera, y por un largo tramo la encabezó liderando (a pesar de correr en botas y con un pantalón que picó poco antes de la carrera).

Sin embargo, algo pudo más que sus ansias olímpicas: el hambre. Durante el trayecto, vio unos manzanos que pensó que le evitarían la fatiga, pero que acabaron por causarle dolor de estómago. Así, el Andarín tuvo que abandonar varias veces para ir al baño, por lo que quedó cuarto. Esta servidora está casi convencida de que los yatistas y esgrimistas no pasaban apuros semejantes.

Cuando se pregunten por qué un cubano dice en un Ring Patria o Muerte, por qué se le dedican medallas a Fidel, o por qué un padre de pueblo humilde cuelga junto a la foto del Comandante, agradecido, los títulos de su hijo, piensen en estos datos. No se trata de politizar el deporte, sino de comprender que el deporte en Cuba es, más allá del talento natural y la estirpe, el resultado de una política desarrollada a partir de 1959. Quien no conoce su historia, está condenado a repetirla, y deben tenerlo en cuenta aquellos que, deseando convertirse en americanos que representan a Cuba, acaban, de vez en cuando, trabajando para convertirse en andarines.

* Cubadebate. Contra el Terrorismo Mediático

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