Daniel Viglietti, el canto de la resistencia

Daniel Viglietti, el canto de la resistencia

Redacción. LQSomos. Noviembre 2017

Daniel Viglietti ha fallecido este pasado 30 de octubre, a los 78 años de edad, según hacían público personas allegadas al reconocido cantautor uruguayo. El músico falleció mientras se le realizaba una intervención quirúrgica.

Nacido el 24 de julio de 1939 en el seno de una familia de músicos -su madre era la pianista Lyda Indart, y su padre el guitarrista Cédar Viglietti-, desde niño entra en contacto con la música clásica y popular. Estudia guitarra con los maestros Atilio Rapat y Abel Carlevaro, adquiriendo así una sólida formación como concertista para luego dedicarse, en los años 1960, principalmente a la música popular.

Su obra musical se caracteriza por una particular mezcla entre elementos de música clásica y del folclore uruguayo y latinoamericano. Desde “Hombres de nuestra tierra”, su segundo disco a dos voces con Juan Capagorry, inicia un trabajo compartido con escritores, musicalizando luego poemas de Líber Falco, César Vallejo, Circe Maia, los españoles Rafael Alberti y Federico García Lorca, y el cubano Nicolás Guillén, entre otros.

Entre sus composiciones más conocidas están A desalambrar, Canción para mi América, Milonga de andar lejos y Gurisito. Su obra tiene proyección mundial, siendo interpretada por cantantes de varias nacionalidades, como Víctor Jara, Amparo Ochoa, Isabel Parra, Joan Manuel Serrat, Alí Primera, Mercedes Sosa, Chavela Vargas y Soledad Bravo entre muchos otros.

Reproducimos este texto de Daniel Viglietti, publicado en la contraportada del LP Canciones para el hombre nuevo 1.968

Por qué canto
Daniel Viglietti

Mis primeros recuerdos se remontan a una vieja victrola sin bocina, regalo de mi padre. En ella escuchaba a Tormo, a Los Trovadores de Cuyo, a los hermanos Ábalos. Luego, con un tocadiscos, llegaron Yupanqui, Los Chalchaleros, Los Fronterizos.

A mí también, pues, me formó por entonces el cancionero argentino. Luego fui descubriendo que existía lo nuestro, lo propiamente uruguayo. Sin embargo, al mismo tiempo, empecé a darme cuenta que no debemos encerrarnos en nacionalismos, que si estamos con la causa de una América nueva aquello es estrecho. Los rasgos regionales existen y valen, porque son la manifestación exterior de un hombre, de un paisaje, de una historia. No los desdeñemos, porque son la vida misma de los pueblos. Pero evitemos que planten mojones.

Yo cantaba, con aquellos discos viejos, al tiempo que tomaba contacto con la música elaborada. El piano de mi madre, la guitarra de mi padre, me abrieron sus puertas. Fui integrando entonces ambas músicas. Admiraba profundamente a Stravinsky, pero también a Yupanqui, espontáneamente. Ahora me doy cuenta porqué: no existen fronteras valorativas entre ambos. Y me sigue ocurriendo con la música concreta y Los Beatles, con Gardel y Victoria de los Ángeles. El propio Igor Stravinsky no encontraba para la música otra posible clasificación que la de buena o mala. Creo que tenía razón.

Los años, los fenómenos de nuestro tiempo, el contacto con poetas valiosos, canalizaron mi deseo de expresión hacía hechos y circunstancias concretos que me importan, para que la música los rescate, los exprese, los esclarezca. Así me ha ocurrido cuando he trabajado con intención popular, pero también cuando me he asomado a elaboraciones mayores: música para España aparta de mí este cáliz, Volpone, La Celestina.

Necesito pues la palabra. La circunstancia histórica y social me exige decir, no sólo cantar. No es que otros sentidos y otros contenidos de la música no valgan. Pero yo, en este momento necesito la palabra la palabra que sugiera, que desentrañe, que impulse. Tenga la dimensión de un Vallejo o un Lorca, o la intención de un simple letrista como yo.

A poco de grabado este disco, compruebo sus carencias. No estoy conforme, pero me siento feliz, con la sencillez de alguien que sale a caminar, un día más, al sol, lleno de esperanza en el destino del hombre, del hombre nuevo.

@LQSomos

LQSomos

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