De Bolonia a Ankara, el espectro de una violencia de Estado

De Bolonia a Ankara, el espectro de una violencia de Estado

De Bologne à Ankara-5-lqsRedacción*. LQSomos. Octubre 2015

El sábado 10 de octubre de 2015 las fuerzas políticas de la izquierda radical turca y kurda fueron objetivo de un monstruoso atentado, atentado que es la prolongación de una larga serie de violencias políticas contra las fuerzas revolucionarias kurdas y turcas. El atentado de Suroç (1), el 20 de julio de 2015, ha servido de pretexto al presidente turco RecepTayyip Erdogan para reanudar la ofensiva contra el Partido de los Trabajadores de Kurdistan (PKK), reprimir severamente los movimientos de izquierda y multiplicar los arrestos en todo el territorio. Diyarbakir, al este de Turquía, fue atacada por las fuerzas especiales turcas. Bajo la dirección del PKK los habitantes se defendieron, teniendo en jaque a las fuerzas militares turcas durante varios días. Tras el atentado de Suroç, que tuvo por objetivo a los militantes de la izquierda turca, el Estado turco entró oficialmente en guerra contra Daesh pero, en los hechos, bombardeó sobre todo las posiciones del PKK, particularmente las del Estado Mayor ubicadas en el monte Qandil, en Irak. Frente a esta violencia de Estado, el PKK reaccionó con emboscadas y asesinatos que dejaron decenas de víctimas entre militares y policías.

La estrategia de Erdogan, que desea formar un régimen presidencial fuerte, no engaña a nadie. Son, evidentemente, los verdaderos adversarios de Erdogan, el títere islamista de la OTAN, la izquierda revolucionaria turca y el partido HDP, partido del pueblo, que en el pasado junio ha quitado al AKP, partido de la justicia y desarrollo del presidente en poder, la mayoría absoluta.

El AKP y Erdogan cuentan con recursos de los militares nacionalistas islámicos, los más radicales del país en reprender la violencia, cuando no directamente de los servicios secretos del Estado turco que la organizaron. Se sabe que los atacantes, que masacraron cerca de 200 personas en Kobané en el pasado junio, llegaron desde Jerablous, vía Turquía. ¿Cómo imaginar que los servicios de inteligencia turcos no estuviesen al corriente? ¿Cómo más de un centenar de combatientes de Daesh pudieron atacar Kobané desde Turquía sin la complicidad de la armada turca?

La semana pasada, manifestantes nacionalistas se movilizaron en ataques coordinados desde los puestos de HDP e incendiaron Ankara bajo la mirada impasible de las fuerzas del orden. En primera línea de estos enfrentamientos se hallaban los matones nacionalistas de Sedat Parker, quien ya había sido condenado como «jefe de la mafia». El pasado viernes, en ocasión de una «manifestación contra el terrorismo », el mismo Sedat Parker ha expresado claramente: «Todos hemos votado por la AKP. Estoy en todo con el presidente Erdogan, (…) Él hará que allí corra mucha sangre, ríos de sangre… ».

Es en este contexto que ha tenido lugar el atentado de Ankara, que es producto de la alianza entre el AKP y los nacionalistas turcos, sintetizado por la «declaración de amor» de Sedat Parker a Erdogan. En escena, micrófono en mano, Sedan Parker ha recordado al público que debía votar al AKP porque: «si Erdogan se va, Turquía se irá también con él». Con una mano hizo el gesto de los Loups grises (movimiento armado neo-fascista), y con la otra, el islamista de los cuatro dedos levantados, el pulgar doblado sobre la palma, como a menudo hacía Erdogan.

No se puede negar la realidad, los hechos son así: ese día los nacionalistas turcos y los islamistas sellaron una alianza en contra de la izquierda revolucionaria turca.
Horas más tarde, en el centro de la capital, a dos kilómetros del palacio presidencial, en una zona considerada de ultra-seguridad por el Estado turco, explotaron dos bombas en un encuentro de militantes de la izquierda turca.De Bologne à Ankara-2-lqs

No se contaba aún con el número exacto de muertos en Ankara, que ya la Agencia Reuter y los medios informativos occidentales recogían las declaraciones del poder turco, que afirmaban que las bombas habían sido puestas por militantes del PKK o del DHKP-C.

La versión oficial turca es de las más creíbles: los «extremistas de izquierda » matan a sus camaradas pacíficos. Es así como el poder turco presenta las cosas.

De nada sirve partir del análisis de los atentados de tipo «bandera falsa» o de historias de agentes secretos triples, como sueñan los disidentes de la extrema derecha. Con un poco de memoria y/o de cultura política, podemos remontarnos en el tiempo y recordar que hechos similares se han producido en todo el perímetro mediterráneo, no hace mucho tiempo de ello.

El 2 de agosto de 1980, a las 10:25 horas en la estación de Boloña, por ejemplo.

Un Estado en cuyo seno se enfrentan cristianos demócratas, que no llegaron al poder, una izquierda extra-parlamentaria activa y basada en una permanente movilización social, así como de una extrema derecha nacionalista que, según su costumbre, está al servicio de la CIA.

En suma, una situación comparable a la del gobierno de Erdogan. Entonces, las bombas de Boloña habían permitido al Estado italiano criminalizar a la extrema izquierda, pese a que los atentados masacre no pertenecen al modus operandi de la lucha armada revolucionaria: sus objetivos particularmente van dirigidos a patrones y policía.

Hoy, todo eso es conocido y reconocido oficialmente. Ha habido un complot entre los responsables y sus ejecutores y una investigación con proceso y condenas. La responsabilidad de la sangre de las víctimas del atentado de Boloña está en manos del Estado Italiano, de sus fuerzas policiales, de los servicios secretos y de sus habituales lacayos, los militantes fascistas. En su detención, el 23 de noviembre de 1995, La Corte de Casación Italiana también declaró «la existencia de una vasta asociación subversiva compuesta, por una parte, por elementos provenientes de movimientos neo-fascistas disueltos, como Paolo Signorelli, Massimiliano Fachini, Stefano Delle Chiaie, Adriano Tilgher, Maurizio Giorgi, Marco Ballán (…) y, por la otra parte, por Lucio Gelli, el jefe de la logia P2, Francesco Pazienza, el colaborador del director general del servicio de inteligencia militar SISMI y otros oficiales de servicio, el general Pietro Musumeci y el coronel Guiseppe Belmonte. Se les atribuía (…) por un lado, subvertir el equilibrio político constitucional, por consolidar fuerzas hostiles a la democracia y, por otro, (…) favorecer a los valedores de empresas terroristas que apoyaron sus planes».

Dos verdades se deben de considerar en la lectura de estos sucesos:

1)Cuando hay un «complot» de gran envergadura, demasiadas personas quedan implicadas para que el secreto permanezca.
2) Las extrema-derecha nacionalistas sirven siempre de lacayos a los Estados para hacer el trabajo sucio.

El ejercicio de la violencia política en Turquía puede ser visto desde este ángulo. El PKK había anunciado el cese del fuego unilateral para el sábado 10 de octubre de 2015, y esta decisión fue mantenida a pesar de la violencia del atentado. En lo que a Erdogan le respecta, le viene bien la tensión política para mantener el poder.

De Bologne à Ankara-1-lqsNo hay una «teoría del complot», hay fuerzas políticas que se enfrentan, según un esquema clásico izquierda/derecha, en que los nacionalistas actúan como lacayos del sistema. Por un lado, los representantes de las clases dominantes que avasallan los derechos de la población, con la bendición de la OTAN, y por el otro, las fuerzas revolucionarias. Erdogan, con ropas de Sultán y calzado con «Air Jordan», es precisamente el lacayo del imperialismo americano. Para conservar el poder, se alía a los matones nacionalistas de Loups gris, que nada tienen que envidiar a los fascistas italianos de los años de plomo que hacían bombas para luchar contra el peligro rojo.

Sin riesgo de equivocarse demasiado, se puede razonablemente apostar que el poder turco actual no lleva muy bien su alianza con los nacionalistas, el crimen organizado y los soldados de Daesh, por haber dado un golpe bajo a las fuerzas de la izquierda radical.

La alianza entre estas tres fuerzas es manifiesta en Turquía. Las colisiones entre Daesh y los militares turcos se ven, claramente, con las fuerzas de YPG que se baten en Rojava. Selahattin Demirtas, líder del HDP, lo resume de esta manera: «estamos enfrentados a un Estado asesino que se ha convertido en una mafia».

Notas:
* Publicado en el diario “Quartiers libres”.
– Traducido para LQSomos por Arturo Seeber
1.- Atentado islamofascista en Turquía

Kurdistán-LoQueSomos
Turquía- LoQueSomos

Mónica Oporto

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