Déjà vu bélico

Por Chris Hedges*
Hay pocas diferencias entre las mentiras que se dijeron para desencadenar la guerra con Iraq y las mentiras que se dicen para desencadenar una guerra con Irán. Las evaluaciones de nuestras agencias de inteligencia y organismos internacionales son, al igual que durante los llamamientos a invadir Iraq, descartadas con ligereza por considerarlas alucinaciones.
Todos los viejos tópicos han resurgido para tentarnos a caer en otro fiasco militar: Que un país que no supone ninguna amenaza para nosotros ni para sus vecinos está a punto de adquirir un arma de destrucción masiva (ADM) que pone en peligro nuestra existencia. Que el país y sus líderes encarnan el mal puro. Que la libertad y la democracia están en juego. Que, si no actuamos ahora, la próxima prueba irrefutable será una nube en forma de hongo. Que nuestra superioridad militar garantiza la victoria. Que somos los salvadores del mundo. Que los bombardeos masivos, una versión actualizada de «Conmoción y pavor», traerán la paz y la armonía.
Oímos estas mentiras antes de la guerra de Iraq de 2003. Veintidós años después, han resurgido. Cualquiera que defienda las negociaciones, la diplomacia y la paz es un títere de los terroristas.
¿Hemos aprendido algo de los fiascos de Afganistán, Iraq, Libia y Siria, por no hablar de Ucrania?
Todos los demonios que nos vendieron estas guerras pasadas con falsos pretextos, como el presentador conservador de programas de entrevistas Mark Levin, Max Boot —que escribe que «esa necesidad estratégica justifica bombardear Fordow», donde se encuentra el programa de enriquecimiento nuclear de Irán—, David Frum, John Bolton, el general Jack Keane, Newt Gingrich, Sean Hannity y Thomas Friedman, han vuelto para saturar las ondas para esparcir el miedo sin parar.
No importa que su gran plan para derrocar a los talibanes en Afganistán y luego invadir y sustituir los regímenes de Iraq, Líbano, Siria, Libia, Sudán, Somalia —y finalmente Irán— les haya salido por la culata. No importa que su ansia de guerra haya dejado cientos de miles, quizás millones de muertos y haya drenado billones del Tesoro de los Estados Unidos. No importa la absoluta idiotez de sus argumentos. Sus megáfonos están asegurados. Son cómplices obedientes de la industria bélica, neoconservadores con muerte cerebral y sionistas genocidas, que creen en la regeneración mágica del mundo a través de la violencia, ignorando catástrofe tras catástrofe.

Olvidemos la Evaluación Anual de Amenazas de la comunidad de inteligencia que afirma que «Irán no está construyendo un arma nuclear y el líder supremo Jomeini no ha autorizado el programa de armas nucleares que suspendió en 2003», algo que reiteró esta semana el director general de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), Rafael Grossi. Olvídense de que Benjamin Netanyahu, durante casi tres décadas, ha estado advirtiendo sin descanso que Irán está a punto de producir un arma nuclear. Olvídense de que el ataque preventivo de Israel contra Irán es un crimen de guerra, por no hablar de los bombardeos de un hospital, una ambulancia y periodistas. Olvídense de los cientos de civiles iraníes que Israel ha masacrado en sus oleadas de ataques aéreos. Olvídense de que Israel lanzó su ataque contra Irán cuando estaba previsto que se celebrara en Omán la sexta ronda de negociaciones sobre el enriquecimiento nuclear entre Estados Unidos e Irán. Olvídense de que es el primer ministro israelí, y no el líder de Irán, quien es objeto de una orden de detención, acusado de crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. Olvídense de que Israel, en medio de una campaña de genocidio contra los palestinos, posee al menos 90 armas nucleares —construidas en violación del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP)— y bloquea las inspecciones de la AIEA. Olvídense de que Donald Trump rompió el Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA, por sus siglas en inglés) en 2018, un acuerdo para limitar el programa nuclear de Irán, que Irán estaba cumpliendo. Olvidemos que Washington y Londres orquestaron el golpe de Estado de 1953 para derrocar al Gobierno democráticamente elegido de Irán, el primero de la región, e instalaron en el poder al dócil Sha Mohammad Reza Pahlavi. Olvídense de que Estados Unidos, junto con Israel, entrenó y equipó a la SAVAK, la bestial policía secreta del Sha.
¡Bomba! ¡Bomba! ¡Bomba!
El supuesto programa de armas nucleares de Irán es el equivalente sin pruebas de las míticas armas de destrucción masiva de Sadam Husein y su alianza con Al-Qaida.
La invasión y ocupación de Iraq, que provocó la muerte de más de 4.000 soldados y marines estadounidenses y cientos de miles de civiles iraquíes, dio lugar a una destrucción generalizada, a la inestabilidad regional y al nacimiento de una serie de grupos extremistas fanáticos, entre ellos el Estado Islámico de Iraq y Siria (ISIS). Las promesas vacías —que nuestra invasión implantaría la democracia en Bagdad, que se extendería por todo Oriente Medio, que seríamos recibidos como libertadores y que los ingresos del petróleo pagarían la reconstrucción— eran una fantasía ideada por la administración de George W. Bush y los think tanks de Washington. Estos defensores de la guerra sin fin no comprenden el mecanismo ni las consecuencias de la guerra. Son cultural, histórica y lingüísticamente ignorantes sobre los países que atacan. Iraq, Afganistán, Libia, Siria, Irán. Dudo que puedan distinguir la diferencia.
Estos defensores de la guerra, una vez que se demuestra que están equivocados, son expertos en emitir mea culpas. Nos aseguran sus buenas intenciones. No pretendían difundir desinformación. Sólo querían mantener al mundo a salvo de los «malhechores» y proteger nuestra seguridad nacional. Nadie, ni siquiera los miembros de las administraciones de Bush y ahora de Trump, son intencionadamente deshonestos. No es culpa suya si actúan basándose en información errónea. El problema es de juicio, no de virtud. Son buenas personas.
Pero esto, quizás, sea la mayor mentira. Las evaluaciones de inteligencia utilizadas para justificar la guerra contra Iraq fueron pergeñadas por una camarilla de neoconservadores lunáticos y sionistas rabiosos porque no les gustaban las evaluaciones de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y otras agencias de inteligencia. Ahora, otra camarilla, dominada por los partidarios de «ante todo Israel», está inventando evaluaciones de inteligencia falsas para justificar una guerra con Irán. Estas guerras no se llevan a cabo de buena fe. No se basan en una evaluación cuidadosa y racional de inteligencia verificable. Son visiones utópicas alejadas de la realidad, en las que se ignora a nuestras propias agencias de inteligencia, así como a organismos internacionales como las Naciones Unidas, los inspectores de armas de destrucción masiva o la AIEA.
La historia del Irán moderno es la historia de un pueblo que lucha contra tiranos apoyados y financiados por las potencias occidentales. La brutal represión de los movimientos democráticos legítimos a lo largo de décadas dio lugar a la revolución de 1979, que llevó al poder a los clérigos iraníes. El nuevo gobierno islámico del ayatolá Ruhollah Jomeini defendió el islam y abogó por plantar cara a las potencias mundiales «arrogantes» y a sus aliados regionales, que oprimían a otros —incluidos los palestinos— para servir a sus propios intereses.

«La historia central de Irán durante los últimos 200 años ha sido la humillación nacional a manos de potencias extranjeras que han subyugado y saqueado el país», me dijo Stephen Kinzer, autor de «All the Shah’s Men: An American Coup and the Roots of Middle East Terror» (Todos los hombres del Sha: un golpe de Estado estadounidense y las raíces del terrorismo en Oriente Medio). «Durante mucho tiempo, los perpetradores fueron los británicos y los rusos. A partir de 1953, Estados Unidos comenzó a asumir ese papel. En ese año, los servicios secretos estadounidenses y británicos derrocaron un gobierno electo, acabaron con la democracia iraní y pusieron al país en el camino de la dictadura».
«Luego, en la década de 1980, Estados Unidos se alió con Sadam Husein en la guerra entre Irán e Iraq, proporcionándole equipo militar e inteligencia que ayudaron a que su ejército matara a cientos de miles de iraníes», dijo Kinzer. «Dada esta historia, la credibilidad moral de Estados Unidos para presentarse como promotor de la democracia en Irán es casi nula».
Pueden ver mi entrevista con Kinzer sobre Irán aquí.
¿Cómo reaccionaríamos si Irán orquestara un golpe de Estado en Estados Unidos para sustituir a un gobierno elegido por un dictador brutal, que durante décadas persiguió, asesinó y encarceló a activistas democráticos? ¿Cómo reaccionaríamos si Irán armara y financiara a un Estado vecino, como hicimos nosotros durante la guerra de ocho años con Iraq, para que nos declarara la guerra? ¿Cómo reaccionaríamos si Irán derribara uno de nuestros aviones de pasajeros, como hizo el USS Vincennes (CG49) —apodado cáusticamente «Robocruiser» por las tripulaciones de otros buques estadounidenses— cuando en julio de 1988 disparó misiles contra un avión comercial lleno de civiles iraníes, matando a los 290 pasajeros, entre ellos 66 niños? ¿Cómo reaccionaríamos si los servicios de inteligencia iraníes patrocinaran el terrorismo dentro de Estados Unidos, como hacen en Irán nuestros servicios de inteligencia y los de Israel? ¿Cómo reaccionaríamos si estos ataques terroristas patrocinados por el Estado incluyeran atentados suicidas, secuestros, decapitaciones, sabotajes y «asesinatos selectivos» de funcionarios del Gobierno, científicos y otros líderes iraníes? ¿Cómo reaccionaríamos si, al igual que Israel, un país nos atacara basándose en una hipótesis, un ataque que es ilegal según la Carta de las Naciones Unidas, que prohíbe la guerra preventiva?
Los proxenetas de la guerra que orquestan estos fiascos militares han resurgido una vez más de la cripta. Migran como zombis de una administración a otra. Se han instalado en think tanks —Project for the New American Century, American Enterprise Institute, Foreign Policy Research Initiative, The Atlantic Council y The Brookings Institution— financiados por corporaciones, el lobby israelí y la industria bélica. Son marionetas movidas por sus amos, a las que los medios de comunicación en bancarrota les dan megáfonos para que nos empujen de un atolladero a otro.
Las viejas caras y las viejas mentiras han vuelto, exhortándonos a otra pesadilla.
Nota original: https://chrishedges.substack.com/p/war-deja-vu
*Chris Hedges es un escritor y periodista que ganó el Premio Pulitzer en 2002. Fue corresponsal en el extranjero durante quince años para The New York Times.
– Traducido por Sinfo Fernández en Voces del Mundo.
Comparte este artículo, tus amig@s lo agradecerán…
Mastodon: @LQSomos@nobigtech.es; Bluesky: LQSomos;
Telegram: LoQueSomosWeb; Twitter (X): @LQSomos;
Facebook: LoQueSomos; Instagram: LoQueSomos;