Desengaño… y esperanza (opiniones de un loco)

Desengaño… y esperanza (opiniones de un loco)

Cuando en julio de 2010 comencé a escribir un blog, decidí no admitir comentarios, pues aventuré que la mayoría serían de carácter ofensivo y mezquino. Mi experiencia en las redes sociales ha corroborado mi temor. No pienso hacer victimismo. Ser descalificado en Twitter o Facebook es inevitable apenas consigues una mínima resonancia. Eso sí, nunca pensé que escribir Miedo de ser dos, un libro autobiográfico sobre mi lucha contra el trastorno bipolar, prestaría argumentos a los que no comparten mis opiniones. Esperaba los ataques de la derecha, pues considero que el conservadurismo y la ética se repelen mutuamente, pero creía que la izquierda –más o menos radical- actuaría de acuerdo con otros planteamientos. Mi presunción era una ingenuidad. Me han atacado con la misma saña presuntos abertzales, presuntos anarquistas, comunistas antirrevisionistas y partidarios de Podemos, el último grito de la política española. Están en su derecho, pero sus objeciones se convierten en miseria humana y moral cuando recurren a mi bipolaridad para escarnecer mis opiniones y restar credibilidad a mis análisis. Pepe Mújica, ex tupamaro y actual presidente de Uruguay, pasó trece años en régimen de aislamiento: “Fue un infierno. Dos años sin bañarme, ocho sin leer un libro”. Abatido, concluye: “El ser humano es una cloaca”. Desgraciadamente, no se equivocaba, pero yo aún encuentro motivos para mantener la esperanza.

Presuntos legionarios o supuestos familiares de la Guardia Civil me han insultado por defender el derecho de autodeterminación, la excarcelación de Otegi y el fin de la dispersión penitenciaria, así como por denunciar el uso sistemático de la tortura durante el período de incomunicación contemplado por la legislación antiterrorista. Presuntos abertzales me han atacado por criticar los argumentos raciales y étnicos para justificar el carácter diferencial del pueblo vasco. Los comunistas antirrevisionistas que se identifican con Stalin y Corea del Norte tampoco han escatimado imprecaciones y exabruptos. Por último, los simpatizantes de Podemos no se han mostrado menos beligerantes. Todos tienen algo en común. No han resistido la tentación de explotar mi bipolaridad para agraviarme. Cada vez que escribía algo que no les gustaba, me han preguntado si tomaba correctamente la medicación o si sufría un brote de manía o tal vez una crisis depresiva. Me han llamado narcisista, inmaduro, desequilibrado, neurótico, alienado, perturbado, orate, paranoico. Cuando publiqué Miedo de ser dos, algunos críticos y lectores señalaron que hablar abiertamente de mi enfermedad era un gesto de valentía. Yo estimé que el comentario era excesivo, pues el verdadero coraje consiste en luchar a pie de calle, solidarizándose con los más débiles y vulnerables. Yo vivo relativamente aislado en un pueblo de la estepa castellana. Imagino que es una actitud egoísta, pero es una consecuencia de mi extrema vulnerabilidad. Los locos –por cierto, un 25% de la población mundial según la OMS- no se caracterizan por su genio o creatividad, sino por su fragilidad. Sé que la palabra loco es despectiva, pero me gusta utilizarla para dignificar a los que padecen cualquier desorden mental o emocional. Los homosexuales y los negros se apropiaron de los términos peyorativos para reivindicar y reforzar su identidad, dignificando su estilo de vida o su peculiaridad racial. Lo negro es hermoso. Ser gay es una opción personal sin ninguna connotación negativa. La locura no es hermosa y no constituye una opción personal, pero no es algo indigno o deshonroso. Indigno y deshonroso es discriminar, humillar o desacreditar a una persona por luchar contra un sistema límbico incapaz de regular sus emociones.

Simpatizo con la izquierda abertzale, pero no con los atentados de ETA, que han sembrado un dolor injustificable. Creo que Otegi ha impulsado un proceso de paz que el Estado español pretende boicotear para continuar con sus políticas represivas. Simpatizo con el comunismo, pero no acepto la doctrina del partido único que supuestamente encarna la dictadura del proletariado. Stalin me parece un criminal. La colectivización forzosa en Ucrania, la Gran Purga, los Gulag y las fosas de Katyn se han ganado un lugar de honor en la historia de los crímenes contra la humanidad. Nunca me ha convencido la estrategia de Podemos, pues me parece ambigua, poco valiente y escasamente comprometida. Sus líderes hacen malabarismos para obtener votos, minimizando sus antiguas simpatías por la revolución bolivariana o agitando la bandera del españolismo. Su amplio apoyo mediático resulta sospechoso y ya han comenzado a romper con el modelo asambleario, pese a reivindicar el espíritu del 15-M. Su posición sobre el euro o el derecho de autodeterminación de los pueblos fluctúa de acuerdo con los sondeos de opinión. Saben que salir de la OTAN, realizar una auditoría de la deuda o democratizar el BCE constituye un peligroso desafío contra el poder militar y financiero, pero flirtean con esas alternativas, sin explicar cómo materializarán sus objetivos. España no puede prescindir del crédito financiero internacional y no soportaría un ataque especulativo. Pablo Iglesias y Juan Carlos Monedero no ignoran ese riesgo, pero barajan medidas que situarían a España en el centro de un vendaval peligrosamente desestabilizador. Sinceramente, no creo que llevaran adelante esas ideas, pero de momento rentabilizan su atractivo populista. No siento despecho personal contra Pablo Iglesias Turrión por no retwittear mi artículo sobre la “Operación Araña”, pero sí por no solidarizarse con las personas detenidas. Al igual que otros internautas, pensé que yo podía estar en el punto de mira y no me avergüenza reconocer que pedí apoyo y respaldo. Alberto Garzón retwitteó mi texto. No le conozco personalmente y no sé por qué lo hizo, pero tal vez no necesita atraer los votos de los que afirman no ser de izquierdas ni de derechas. Manuel San Pastor, abogado de la PAH y amigo personal, me ofreció su ayuda de inmediato. No esperaba otra cosa de una persona con un carácter altruista y un probado coraje. Con David Fernández, diputado de la CUP, solo había intercambiado un par de correos electrónicos, pero su respuesta no pudo ser más alentadora. Me dio su teléfono y se puso a mi disposición, mostrando su voluntad de hacer cualquier cosa para ayudarme. Afortunadamente, hay personas que actúan con nobleza, desinterés y valentía. Gracias a ellas no perdemos la fe en el ser humano.

Por último, quiero responder a los que cuestionan mis textos provocativos. Yo no soy ni seré un político. Soy –bueno o mediocre- un escritor y creo que la provocación es un recurso legítimo. Me hice hace muchos años unas fotos en blanco y negro con una pistola y una escopeta de perdigones. Esas fotos me han creado muchos problemas, pues vivimos en un mundo tiranizado por lo políticamente correcto. Odio la violencia, fui objetor de conciencia y soy animalista. Solo he disparado contra latas vacías de Coca-Cola, riéndome por dentro –como un loco, claro- al pensar que agujereaba un símbolo del capitalismo. Algunos me acusan de implicarme en una estética cuestionable. Yo creo que esas críticas chapotean en las aguas del puritanismo de izquierdas, bobo y previsible. Prefiero parecerme a William S. Burroughs que a un santón embriagado de falsa moralidad. Ya hay muchos escritores que profesan el culto de lo políticamente correcto y casi todos suelen ser unos hipócritas grandilocuentes, más preocupados por salir en la televisión y firmar ejemplares en la Feria del Libro que por adoptar un compromiso a favor de los parias, los pobres y los oprimidos. “El ser humano es una cloaca”, afirma Pepe Mújica. Puede ser, pero también hay personas que lo dan todo, sin pedir nada a cambio. Se me ocurren varios nombres: Óscar Romero, Rutilio Grande, Ignacio Ellacuría, Gaspar García Laviana, Camilo Restrepo, Martin Luther King, SophieScholl, DietrichBonhoeffer, HélèneBerr, Rachel Corrie, Steve Biko, VjekoCuric. Todos ellos murieron por defender los derechos de sus semejantes. Héroes, mártires, imperfectos, pero hondamente humanos. Creo que nos salvan a diario de nuestros peores demonios y nos permiten contemplar el futuro con esperanza. Estoy desengañado, pero también esperanzado, pues Viktor Frankl, tras conocer el espanto de Auschwitz, escribió: “Nosotros hemos tenido la oportunidad de conocer al hombre quizá mejor que ninguna otra generación. ¿Qué es, en realidad, el hombre? Es el ser que siempre decide lo que es. Es el ser que ha inventado las cámaras de gas, pero asimismo es el ser que ha entrado en ellas con paso firme musitando una oración”. Esa dramática vivencia es lo que le permitió afirmar con indiscutible autoridad moral: “El amor es la meta más elevada y esencial a la que puede aspirar el ser humano…la plenitud de la vida humana está en el amor y se realiza a través de él”. Intentaré pensar en estas palabras cada vez que afloren mis miserias o las ajenas, insinuándome que la especie humana es la mayor objeción contra la esperanza y el optimismo.

*Rafael Narbona 

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