Diálogos con Pedro Barragán: China en la reconfiguración del orden global

Diálogos con Pedro Barragán: China en la reconfiguración del orden global

Por Iñaki Alrui*

Estamos transitando hacia un orden global donde China no solo se adapta, sino que ayuda a moldear las nuevas reglas del juego: menos hegemonía occidental, más polos de poder, y una competencia estratégica donde el comercio, la tecnología y la sostenibilidad serán los grandes campos de disputa…

Pedro Barragán es economista y experto en relaciones internacionales, miembro y asesor de Cátedra China, y un apasionado del estudio de la sociedad China. Es colaborador habitual de varios medios, entre ellos LoQueSomos.org, en los que publica sobre temas relacionados con el gigante asiático, como la transformación del modelo económico chino, la expansión tecnológica o las tensiones comerciales con Occidente.

También es el creador del Archivo de la Transición, un archivo histórico de nuestra historia reciente. Pero sobre todo es una persona comprometida con la realidad social, militante histórico en la izquierda rupturista y activista por la Justicia Social en la actualidad.

Acaba de salir al mercado su libro Por qué China está ganando, un trabajo en el que nos deja una visión clara y accesible sobre cómo China ha pasado, en muy pocos años, de ser una economía pobre a convertirse en la segunda economía más grande del mundo. De su nuevo libro y de algunos temas más hablé con él…

Iñaki Alrui: Parece que cuando hablamos de China, lo más lejos que vamos es a los tiempos de Mao Zedong, y en tu libro arrancas hablando de confucianismo. ¿Una filosofía de hace 2500 años para hablar del siglo XXI?

Pedro Barragán: Sí, el confucianismo tiene más de 2.500 años, pero sigue siendo importante para entender la fortaleza y la estabilidad de China en el siglo XXI. Lejos de ser una filosofía anticuada, el confucianismo ha ofrecido una base ética sólida que ha ayudado a cohesionar a la sociedad china durante siglos.

Valores como el respeto a la autoridad, la importancia de la armonía social y la prioridad del bienestar colectivo por encima del interés individual no son lastres del pasado: son activos culturales que han permitido a China mantener unidad y dirección incluso en momentos de cambio acelerado.

En resumen, mirar sólo al siglo XX no basta. Para entender el ascenso y la resiliencia de China hoy, hay que reconocer cómo su herencia cultural está siendo un motor y no un freno.IA: Confucianismo y marxismo. ¿Cómo se asimila eso?

PB: China combina confucianismo y marxismo de forma pragmática, no ideológica. El marxismo sigue siendo la base oficial: la lucha contra las desigualdades de clase, la construcción de una sociedad socialista, el rol central del Partido Comunista como vanguardia del proletariado. Pero para que estas ideas funcionen en el contexto chino, ha sido necesario adaptarlas a una tradición cultural marcada por el confucianismo.

El confucianismo aporta elementos que el marxismo por sí solo no puede ofrecer en China: respeto profundo por la autoridad, énfasis en la armonía social, una visión del orden donde cada persona cumple su rol en la familia y la sociedad. Esto no contradice el marxismo, sino que lo refuerza a nivel práctico: ayuda a mantener la cohesión social, legitima la autoridad del partido y crea un marco moral para las transformaciones económicas.

Al mismo tiempo, el marxismo le da a China algo que el confucianismo no tenía: una visión histórica de progreso, una explicación de las contradicciones sociales y un proyecto de transformación radical. El partido no gobierna solo como “padre benevolente” al estilo confuciano, sino como fuerza revolucionaria que dirige la construcción de un país moderno, socialista y fuerte.

IA: En el segundo capítulo, haces un rápido recorrido a la milenaria historia china. ¿Cuál es la clave de la modernización de una de las culturas más antiguas del mundo? 

PB: Por un lado, China arrastra una tradición milenaria: un sentido fuerte de civilización, una identidad cultural sólida, una larga experiencia de gobierno centralizado. Eso le da resiliencia, orgullo nacional y un marco colectivo que la mayoría de las sociedades modernas no tienen.

Por otro lado, China ha entendido que para sobrevivir en el mundo contemporáneo no puede quedarse atada al pasado. Las reformas iniciadas a fines del siglo XX (sobre todo con Deng Xiaoping) fueron un giro pragmático: el socialismo se adaptó al mercado, se abrieron espacios a la inversión y la innovación, y se integró a la economía global sin abandonar el papel político del partido.

La modernización china no ha sido copiar a Occidente, sino crear un modelo propio: mantener la estructura política centralizada, usar la planificación estatal para impulsar el desarrollo, pero dejar que el mercado y las fuerzas productivas generen riqueza. Es esa combinación —tradición, pragmatismo, flexibilidad ideológica— lo que explica cómo una de las culturas más antiguas del mundo se ha convertido en una de las potencias más dinámicas del siglo XXI.

IA: El título de tu libro “POR QUÉ CHINA ESTÁ GANANDO. La economía china y la nueva guerra comercial norteamericana”, deja claro que el eje central es analizar la economía del gigante asiático. ¿Cuál es la base de la estructura económica china?

PB: La base de la estructura económica china es un modelo único y potente que ha permitido al país transformarse en una de las principales naciones globales. Bajo el liderazgo del Partido Comunista, China ha logrado combinar lo mejor de dos mundos: la eficiencia del mercado y la dirección estratégica del Estado. El gobierno mantiene el control de los sectores clave —como banca, energía, transporte y telecomunicaciones— no solo para obtener beneficios económicos, sino para garantizar que el desarrollo del país siga objetivos nacionales a largo plazo: modernización tecnológica, seguridad nacional y satisfacción de las necesidades sociales.

Las reformas iniciadas por Deng Xiaoping demostraron un pragmatismo excepcional: China abrió espacios al sector privado y a la inversión extranjera, pero lo hizo bajo sus propios términos, cuidando siempre que el crecimiento económico fortaleciera al país y beneficiara a su población. Este modelo ha permitido que durante décadas China se convirtiera en la gran fábrica del mundo, generando empleo, sacando a cientos de millones de personas de la pobreza y construyendo una infraestructura moderna y unas ciudades muy avanzadas.

Pero China no se ha conformado con ser solo un gigante manufacturero. Hoy apuesta a liderar en los sectores del futuro: inteligencia artificial, telecomunicaciones avanzadas, energías renovables y biotecnología. Este salto cualitativo se apoya en una de sus mayores fortalezas: su capacidad de planificación a largo plazo. A diferencia de las economías que dependen del cortoplacismo de los mercados, China trabaja con planes quinquenales y visiones a décadas, permitiéndole concentrar recursos, coordinar esfuerzos y sostener grandes proyectos nacionales.

La economía china es un motor de crecimiento y transformación, impulsado por una combinación única de dinamismo de mercado, liderazgo estatal y visión estratégica, que ha convertido al país en una referencia global.

IA: ¿Cómo es posible que se haya pasado de la pobreza de los años ochenta a la riqueza actual? ¿Cuál es el secreto de la Revolución económica?

PB: El salto de China, de la pobreza de los años ochenta a la riqueza actual, no ha sido casualidad: ha sido el resultado de estrategia, pragmatismo y visión de largo plazo.

El secreto de la revolución económica china empieza con las reformas de Deng Xiaoping, que abrieron espacio al mercado, a la inversión extranjera y a las exportaciones, pero siempre bajo control estatal. China diseñó su apertura para fortalecer su aparato productivo, no para entregarse al mercado global sin reglas.

Luego, aprovechó su enorme población trabajadora para convertirse en la gran fábrica del mundo, generando empleo masivo y acumulando divisas. A diferencia de otros países, reinvirtió sus ganancias en educación, infraestructura y tecnología, apostando a subir en la cadena de valor.

Además, la eliminación de la pobreza ha sido posible porque el gobierno primero la identificó con precisión, luego diseñó planes específicos para erradicarla y, sobre todo, ha controlado rigurosamente el cumplimiento de esos objetivos. No ha sido un proceso dejado al azar: ha habido metas claras y mecanismos para asegurarse de que se alcanzaran.

Finalmente, el liderazgo político del Partido Comunista ha asegurado estabilidad y capacidad de coordinación, permitiendo sostener reformas y ajustar el rumbo. La combinación de pragmatismo económico, visión estratégica y control político es el verdadero motor detrás del éxito chino.

IA: ¿Cómo definimos ese sistema económico? ¿Capitalismo horizontal? ¿Socialcapitalismo? ¿Economía social de mercado?

PB: El sistema económico chino no encaja del todo en las etiquetas clásicas occidentales, pero podemos describirlo con claridad. No es un “capitalismo horizontal”, porque no se basa en la igualdad de actores ni en la competencia libre. Tampoco es un “socialcapitalismo” al estilo europeo, porque no combina libre mercado con un estado de bienestar redistributivo como en las socialdemocracias. Y aunque a veces se lo compara con la “economía social de mercado” (como en Alemania), en China el rol del Estado es mucho más activo, directo y presente.

El término más preciso suele ser “socialismo de mercado” o “socialismo con características chinas”, que es la definición oficial del propio Partido Comunista. Es un modelo socialista donde el mercado es utilizado como herramienta para generar riqueza y dinamismo, pero bajo una dirección política centralizada que fija las prioridades estratégicas, controla los sectores clave y define el rumbo general del país.

No es capitalismo, es socialismo de mercado. Esa es la clave que lo distingue de otros modelos económicos en el mundo.

IA: Al hilo de la pregunta anterior, y en relación con el crecimiento económico: ¿qué pinta un Partido Comunista en todo esto?

PB: El Partido Comunista es el eje del modelo económico chino. No es un simple gestor, sino quien marca el rumbo, fija las prioridades y asegura la estabilidad necesaria para el crecimiento. Garantiza la coherencia estratégica manteniendo objetivos a largo plazo y planes quinquenales que orientan el desarrollo. Controla los sectores clave como banca, energía y telecomunicaciones, usando las empresas estatales no solo para generar ganancias, sino para cumplir metas nacionales. Asegura la estabilidad política y social, evitando la polarización y permitiendo aplicar reformas de forma sostenida.

El Partido Comunista es el arquitecto y guardián del modelo, guiando el crecimiento económico para fortalecer el proyecto político y social del país.

IA: ¿Las empresas, los servicios en China son públicos o privados?

PB: En China coexisten empresas públicas y privadas. Las estatales dominan sectores estratégicos como los ya mencionados, cumpliendo objetivos nacionales. El sector privado, por su parte, impulsa la manufactura, la tecnología y los servicios, generando gran parte del crecimiento.

Las regulaciones, normativas y marcos legales están diseñados para asegurar que tanto las empresas públicas como las privadas operen alineadas con los objetivos del Estado. La influencia política sobre la economía se ejerce principalmente a través de las leyes. De la misma forma que en Occidente, pero con las leyes orientadas a las prioridades sociales y no al beneficio privado.

IA: Los grandes desarrollos económicos en la historia están muy ligados a la destrucción del medio y sobre todo a la explotación de la clase obrera. ¿Qué relación tiene la economía china con el entorno? ¿Qué condiciones laborales se dan con los trabajadores?

PB: El rápido crecimiento industrial de las últimas décadas ha generado niveles de contaminación del aire, agua y suelo, además de emisiones masivas de CO2 desconocidas en la anterior economía agrícola. Sin embargo, en los últimos años, desde 2013, China ha empezado una guerra contra la contaminación: es hoy el mayor inversor mundial en energías renovables, líder en producción de paneles solares, vehículos eléctricos y proyectos de reforestación. Los problemas ambientales se están reduciendo y hay un reconocimiento claro de que el crecimiento futuro debe ser más verde y sostenible. La habitual campaña occidental que señala a China como el gran contaminante omite que las emisiones de CO2 por habitante en China, a pesar de ser la fábrica del mundo, son muy inferiores a las de Estados Unidos o Canadá, casi la mitad, y cercanas a las de Alemania.

En relación a las condiciones laborales y según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el crecimiento de los salarios en China en las últimas décadas ha sido muy notablemente superior al del promedio mundial. Mientras muchos países han visto estancamiento salarial o incrementos modestos, en China los salarios reales (ajustados por inflación) han crecido a tasas de dos dígitos anuales durante largos períodos, doblándose cada pocos años.

Este aumento salarial ha sido uno de los factores clave para reducir la pobreza masiva, fortalecer el mercado interno y transformar la economía china de una basada solo en exportaciones baratas a una orientada al consumo y la innovación.

IA: ¿Cuál es la política exterior china, que hace que esté presente a día de hoy en el mundo entero sin bases militares, sin guerras?

PB: La política exterior china se basa en el respeto a la soberanía y la no imposición de condiciones políticas. A diferencia de las potencias que condicionan su ayuda o comercio a cambios internos, China mantiene relaciones pragmáticas con gobiernos de todos los colores, sin intervenir en su política interna.

A través de proyectos como la Franja y la Ruta, acuerdos comerciales y préstamos, ofrece cooperación centrada en el desarrollo económico, no en imponer modelos políticos. Esta estrategia, basada en el respeto mutuo y en la no injerencia, ha permitido a China ganar presencia global y ser vista como un socio confiable en muchas regiones del mundo, todo sin recurrir a bases militares ni guerras.

IA: Con el crecimiento económico, han ido de la mano los avances tecnológicos. ¿Actualmente China es autosuficiente en el plano tecnológico? ¿Hay también una revolución tecnoproductiva?

PB: China ha logrado avances tecnológicos impresionantes y vive una revolución tecnoproductiva, destacando en telecomunicaciones (5G), energías renovables, comercio electrónico, inteligencia artificial y vehículos eléctricos. Empresas como Huawei y Alibaba son líderes globales, y el país invierte masivamente en investigación y desarrollo.

Las restricciones tecnológicas impuestas por Estados Unidos han provocado un gigantesco avance tecnológico en China: en sectores clave como chips avanzados y semiconductores, donde antes dependía de proveedores extranjeros, ahora está acelerando su desarrollo propio. Estas presiones externas han convertido la autosuficiencia tecnológica en una prioridad estratégica, impulsando avances rápidos para reforzar su posición global y reducir vulnerabilidades.

IA: DeepSeek ha revolucionado la Inteligencia Artificial: eficiencia energética, capacidad de procesamiento, costos de operación… y un modelo IA de código abierto. ¿Se acorta la brecha tecnológica con el viejo occidente? ¿Es China ya la vanguardia tecnológica?

PB: DeepSeek y avances similares han marcado un punto de inflexión: China no solo está recortando la brecha tecnológica con Occidente, sino que en algunos campos empieza a colocarse en la vanguardia global.

El desarrollo de modelos de inteligencia artificial más eficientes energéticamente, con alta capacidad de procesamiento y menores costos operativos, combinado con la apuesta por el código abierto, le da a China una enorme ventaja: democratiza el acceso a tecnología avanzada y acelera su ecosistema de innovación.

Además, el país está haciendo fuertes avances en computación cuántica, una tecnología que promete transformar sectores como criptografía, simulación y procesamiento de datos a niveles impensables. Este impulso cuántico, sumado al liderazgo en inteligencia artificial, telecomunicaciones, energías renovables y robótica, muestra que China ya no es solo un seguidor: es uno de los actores que marcan el ritmo, el estándar y el futuro del liderazgo tecnológico global.

IA: ¿Hasta qué punto ha afectado a la economía china los cacareados aranceles de la nueva era Trump?

PB: Los aranceles impuestos por la administración Trump en 2025 han tenido un limitado impacto en la economía china y no han logrado debilitarla como se pretendía. Aunque estaban dirigidos contra sectores clave como la tecnología y la manufactura, China ha sabido, con medidas estratégicas, mitigar estos efectos.

En abril, Estados Unidos impuso aranceles de hasta el 145 % a productos chinos, a lo que China respondió con aranceles del 125 % a productos estadounidenses. Esta escalada arancelaria llevó a una reducción del comercio bilateral y aumentó la incertidumbre en los mercados globales. Sin embargo, en mayo, ambas naciones acordaron reducir temporalmente los aranceles: EEUU al 30 % y China al 10 %, en un intento por aliviar las tensiones comerciales.

A pesar de estas medidas, China ha mantenido su elevado objetivo de crecimiento económico (el PIB del primer trimestre de 2025 ha crecido en China el 5,4 %, mientras que ha caído en EEUU el -0,3 %) y ha minimizado el impacto de los aranceles mediante la diversificación de sus mercados de exportación y el fortalecimiento de su mercado interno. Además, ha acelerado su transición hacia sectores de alto valor añadido, como la tecnología y la innovación, reduciendo su dependencia de las exportaciones tradicionales.

IA: ¿Nos estamos acercando a una nueva Guerra Mundial? ¿Estamos en una nueva guerra fría, como muchos afirman, o simplemente asistimos a los coletazos de un imperio en declive? ¿Cómo se ve este asunto desde China?

PB: Desde China, la narrativa oficial no es que el mundo esté al borde de una nueva guerra mundial, sino que estamos en una etapa de reconfiguración del orden global.

Muchos en Occidente hablan de “nueva guerra fría” al comparar las tensiones entre China y EEUU con el viejo enfrentamiento EEUU-URSS. Pero desde Beijing, la visión es distinta: no se trata de dos bloques ideológicos cerrados ni de un choque militar inevitable, sino de la caída progresiva de un imperio en declive (Estados Unidos) y el ascenso natural de nuevas naciones, entre ellas China.

China no busca presentarse como agresor ni como amenaza, sino como un país pragmático que defiende un mundo multipolar, más equilibrado, donde ninguna potencia domine por completo. Desde esta óptica, los conflictos actuales no son pasos hacia una guerra global, sino los ajustes tensos de un sistema internacional que está dejando atrás la hegemonía estadounidense.

Así, mientras en algunos círculos internacionales se habla de guerra fría o riesgo bélico, en China predomina el discurso de que estamos asistiendo a los coletazos de un orden viejo que se resiste a ceder espacio, y que el futuro será definido no por la guerra, sino por la competencia económica, tecnológica y diplomática.

IA: Aranceles, crisis climática, BRICS. ¿Vamos a un nuevo orden internacional? ¿Dónde se sitúa China en este nuevo mundo?

PB: Sí, estamos claramente entrando en un nuevo orden internacional, y China ocupa un lugar central en ese proceso.

Los aranceles, las tensiones comerciales y la crisis climática no son problemas aislados: son señales de que el modelo global que dominó las últimas décadas -con EEUU como potencia hegemónica y Occidente como bloque dominante- está cambiando. El surgimiento de los BRICS como plataforma de coordinación económica y política de los países del sur global es un claro ejemplo de ese reequilibrio.

China, dentro de este nuevo mundo, no es solo un país más: es el principal motor. Es el mayor socio comercial de decenas de países, lidera inversiones estratégicas, marca tendencias en tecnología e innovación, y promueve un modelo de gobernanza internacional más multipolar, menos dependiente de las reglas fijadas por Occidente. Además, frente a la crisis climática, China se posiciona como clave para la solución con su liderazgo en energías renovables y tecnologías verdes.

Estamos transitando hacia un orden global donde China no solo se adapta, sino que ayuda a moldear las nuevas reglas del juego: menos hegemonía occidental, más polos de poder, y una competencia estratégica donde el comercio, la tecnología y la sostenibilidad serán los grandes campos de disputa.

Dragón tradicional realizado con drones

IA: ¿Qué nos puedes decir respecto a los Derechos Humanos en China, y en particular la libertad de expresión? ¿Funciona la Justicia? ¿Hay pena de muerte? ¿Cómo son las cárceles?

PB: Cuando se habla de China y derechos humanos, muchas veces se hace desde una perspectiva occidental centrada en atacar y difamar a China. El sistema político chino es tan democrático o antidemocrático como el de EEUU o el Reino Unido, como ejemplos del primer mundo. En Occidente dos partidos se alternan en el poder defendiendo los mismos intereses y su enfrentamiento se resuelve mediante el poder económico de los miles de millones que se gastan en las campañas y que aportan la misma clase política que controla también los medios de comunicación. En China la elección de los 2,6 millones de diputados a las Asambleas Populares se resuelve en la cercanía de los candidatos a los electores y son nueve los partidos con representación parlamentaria y millones de militantes. El sistema político occidental está diseñado para perpetuar en el poder a la misma clase social: la burguesía. El sistema político chino está también diseñado para mantener en el poder a la misma clase social: los trabajadores. Ambos sistemas cumplen desde el punto de vista formal las tres exigencias del artículo 21 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

El respeto a las minorías, artículos 1 y 2 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, es considerablemente mayor en China y la representación de la mujer en la esfera parlamentaria está tan mal como en EE.UU. (26,5% en China, 28% en EEUU).

El Derecho a la satisfacción de las necesidades económicas, sociales y culturales (artículo 22); el Derecho a los seguros en caso de enfermedad, invalidez, viudedad, vejez u otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia (artículo 25); el Derecho a la educación (artículo 26), la sanidad, etc, etc, están notablemente mejor satisfechos en China que en Occidente.

En China, la Constitución garantiza el derecho a la libertad de expresión. El artículo 35 de la Constitución china establece que los ciudadanos chinos gozan de libertad de expresión, de prensa, de reunión, de asociación, de desfile y de manifestación.

Igual que en Occidente (Ley mordaza entre otras muchas, por ejemplo en España), existen limitaciones legales a la práctica de este derecho. En concreto la Ley de Seguridad del Estado y la Ley Antisecesión prohíben expresiones que atenten contra la unidad nacional, la soberanía o el socialismo.

En relación con el funcionamiento interno de la justicia y de las cárceles no tengo un conocimiento suficiente para dar una opinión formal.

La pena de muerte existe en China y se aplica para delitos tales como determinados homicidios, narcotráfico y corrupción a gran escala.

Normalmente todos estos temas de avance sociocultural de la humanidad se suelen plantear desde Occidente a “foto fija” para decir “que grandes somos los occidentales frente a los atrasados y bárbaros del Sur”, omitiendo el relato de cómo y a qué velocidad los países del Sur Global están avanzando en estos temas partiendo de la muy difícil situación social que ha provocado el dominio colonial en que se encontraban hasta hace escasos “días”.

IA: Y para cerrar, España. Parece que el estado español se sigue rigiendo por los cánones de la Unión Europea, y muestra reticencias a abrirse al tirón chino y a aprovechar la ventaja de su situación geográfica. ¿Qué nos puedes contar de las relaciones hispano-chinas?

PB: Las relaciones entre España y China han experimentado un notable impulso en los últimos tiempos, especialmente bajo el gobierno del presidente Pedro Sánchez. Este acercamiento se ha materializado en múltiples visitas oficiales y la firma de diversos acuerdos bilaterales que abarcan áreas clave como el comercio, la ciencia, la educación y la cultura.

Este mes de abril, en plena guerra arancelaria de Trump, durante una visita oficial a Beijing, Sánchez y el presidente chino, Xi Jinping, han firmado siete acuerdos orientados a facilitar la exportación de productos españoles, incluyendo carne de porcino, cerezas y cosméticos, además de fortalecer la cooperación en ciencia, educación y cultura. Estos acuerdos reflejan una estrategia de diversificación de las alianzas internacionales de España, buscando posicionarse como un puente entre Europa y Asia en un contexto de tensiones globales, que han generado las amenazas de EEUU contra el gobierno español (el secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, ha calificado esta iniciativa del gobierno español como «cortarse el cuello»).

El gobierno ha contestado a Estados Unidos que la política exterior española busca relaciones equilibradas y mutuamente beneficiosas, defendiendo que su acercamiento a China no va en contra de ningún país, sino que promueve el multilateralismo y el entendimiento entre naciones. Este enfoque ha sido bien recibido por China, que valora a España como un socio estratégico dentro de la Unión Europea.

Muchas gracias por tu tiempo y atención Pedro, seguiremos de cerca, y muchas veces de tu pluma, el desarrollo de la nueva reconfiguración del orden global.

“Ficha”

Por qué China está ganando.
La economía china y la nueva guerra comercial norteamericana
Autor: Pedro Barragán. Editorial: El Garaje Ediciones.
Año de edición: 2025. Materia: Economía.
ISBN: 978-84-129036-8-3.
Páginas: 530. Encuadernación: Rústica.

Pedro Barragán en LoQueSomos

* Miembro del Colectivo editorial de LoQueSomos. Otras notas del autor
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