Divina “quita”

Divina “quita”

Me he pasado la semanita de gripe escuchando en la radio lo de la “quita” griega, y lo de la propuesta de “quita” que el Gobierno del PP sugiere a los proveedores del Estado que deseen cobrar de modo distinto a como lo hacen los manifestantes en la calle. Y no sé si ha sido por la fiebre o qué, que me han entrado unas ganas terribles de apuntarme a esta otra forma de solventar las deudas que, acaso por mi despreocupación de los asuntos mundanos, he desatendido en demasía mi hacienda en beneficio de la de todos, al pagar los impuestos a tocateja y cuantos compromisos tengo con terceros en tiendas, comercios, bares y restaurantes, cuando bien podría gastar más de lo que tengo y luego que vengan a quitarme lo bailado.

Con unas inmensas ganas de levantarme de la cama dispuesto a probar fortuna en esto de la “quita” en algún lugar propicio para ello como El corte Inglés, tuve la precaución de interesarme a fondo por el tema pidiendo sopitas a un amigo economista, quien me puso al corriente de que el asunto de la “quita”, que a un profano como yo se le presenta como una novedad del mercado o una moda del consumismo moderno, es algo tan antiguo y extendido que por poner sólo un ejemplo que me viene a la cabeza, ya la puso en práctica en todo su esplendor Felipe el Hermoso con los Templarios, por no despertar reclamaciones de Israel respecto a las cuentas pendientes dejadas por toda la Nobleza y los Reinos de Castilla y Aragón para con los judíos expulsados durante el periodo de los Reyes Católicos, cuya cuantía seguramente superaría a la de los pecios que pudiéramos rescatar bajo las aguas del Atlántico, de manos de empresas piratas como Odyssey.

Pero esta costumbre, podrá ser todo lo antigua que se desee para cuantos se dedican a cuadrar el “deber” con “el no haber” de ejercicio en ejercicio, valiéndose de tretas contables, que para el resto de la población que se dedica a trabajar o intentarlo, sólo sabíamos del pagar las deudas. Tanto es así, que en las viñetas de “La Rue 13 del Percebe” nacidas de la peripecia vital de El Gran Vázquez, ni una sola vez se pone la expresión “quita” en boca del ocupa que en el ático daba esquinazo semana a semana a sus acreedores que le tenían allí acorralado día y noche. Lo más parecido a una “quita” que la población practicante de la moral cristiana –que está visto es para tontos– ha conocido, venía recogida en el Padrenuestro antiguo donde, a modo de deseo e imploración, se le rogaba a Dios aquello de “…perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores” que posteriormente desde la Curia Vaticana, preocupada por los malentendidos que el asunto generaba en una sociedad de mercado como la nuestra, decidió sustituir “deudas” por “Ofensas” que ya puestos podían habérselo ahorrado porque a un buen católico, Dios solo no puede perdonarle nada, si no es a través del Sacramento de la Confesión administrado por la Santa Madre Iglesia, la única capacitada para perdonar pecados, pero no hasta el punto de condonar deuda, en abierta contradicción con el carisma de Santa Rita y las medievales cautelas eclesiásticas que se dictaron contra la usura.

Con la inquietud de estar perdiéndome el chollo de mi vida, en cuanto me repuse consulté la cuestión de la “quita” a mi amigo Marchena, que sabe mucho de burocracia y asuntos relacionados con Leyes y Juzgados, quien me ratificó que esto de la “quita” siempre ha existido. Y mientras me daba una lección magistral sobre la diferencia entre una “quiebra” que suena fatal, el “Concurso de acreedores” que se parece más al “Un, dos, tres” y una extraña fórmula denominada “quita y espera” de la que se habla todavía menos… recordando la advertencia de que “cuando le debes al banco 100.000 euros tú tienes un problema, pero cuando tú le debes al banco 100 millones de euros, es el banco el que tiene el problema” comprendí sin necesidad de más alambiques en qué consiste la verdadera “quita terrenal”, que sólo está al alcance no tanto de los que tienen mucho cuanto de los que deben mucho y es más que curioso que hoy como ayer, quienes ostentan mayor riqueza se preocupan muy mucho de que esta no sea la suya, pues quienes sólo cuentan para vivir con lo suyo, son pobres de solemnidad a los que tarde o temprano se les puede echar el guante a la mínima que el banco les eche para atrás un recibo. Porque a los pobres, tras mucho llorar e implorar piedad, en el mejor de los casos, se les condona parte de la deuda como vemos les sucede a los países del Tercer Mundo, en cambio los ricos, que lo son con siempre de prestado con dinero ajeno, no se andan con chiquitas, ellos mismos dicen cuándo, dónde, cómo y cuanto van a devolver, si es que algún día lo devuelven.

En consecuencia, en breve asistiremos a una “quita global” más gorda que la de Felipe el Hermoso, de parte de Estados que parecían los más solventes del planeta y se está rifando a quien le va a tocar pagar el pato. Al resto, sólo nos queda terminar de rezar bien el “Padrenuestro” para confiar en la otra “quita divina” que habla de librarnos del Mal.

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