El aullido de Pedro Picapiedra

El aullido de Pedro Picapiedra

Guadi Calvo*. LQS. Enero 2021

Si alguien cree que lo sucedido en el Congreso norteamericano, el pasado miércoles seis, cuando una horda de imbéciles, creyendo que la revolución blanca se había iniciado, intentaron tomarlo, es grave, se equivoca, como mucho es pintoresco. Ya que en ese edificio se ha dado marco legal a las peores atrocidades cometidas por los seres humanos, por lo menos desde el fin de la segunda guerra mundial hasta hoy. Sino, con solo analizar lo sucedido en esa “magna” casa, el 10 de octubre de 1990, cuando una atribulada joven, de solo quince años, se presentó ante el Comité de Derechos Humanos, para dar testimonio de las atrocidades que habían cometido los hombres de Saddam Hussein en una clínica maternal de Kuwait, que no conformes con invadir el país, se entretenían arrancado a los recién nacidos de las incubadoras para lanzarlos por las ventanas, hechos jamás corroborados por ningún paper oficial o investigación periodística. Los dichos de Nayirah, que se presentó así, a secas, sin dar otro dato de su identidad, sirvieron para demoler la resistencia de los parlamentarios norteamericanos que se oponían a la invasión a Irak, la que sin duda cambio para siempre la dirección de la historia. Tiempo más tarde, cuando Georges Bush padre, ya estaba lanzado a la guerra, se conoció que la atribulada Nayirah, no era enfermera, ni había presenciado tales aberraciones. Se supo que si, su nombre era Nayirah, y su apellido era al-Ṣabaḥ, hija del entonces embajador de kuwaití en Washington, quien permitió que un equipo técnico del Pentágono, entrenase a su hija para dar convicción actoral a sus palabras.

Así que por lo del miércoles, solo podríamos decir que si alcanza a pintoresco es mucho, y nadie se puede asustar de las demostraciones de troglodismo mesiánico de los partidarios de Donald Trump, ya que en verdad más allá del asalto a la oficina de alguna senadora, en procura de una divertida selfie, con la que jactarse con sus amigos del Denny’s y el robo de un atril, nada es tan alarmante. Los hijos de Pedro Picapiedra, ya han vuelto a las profundidades de Arkansas o Arizona o donde el diablo los haya cagado, menos los cinco que han regresado con su creador.

Aunque ahora los seguidores de Trump, tendrán que soportar las consecuencias de su exceso de republicanismo, ya que dotaciones del FBI, los están cazando como moscas y algunos sin duda pagaran por los muchos, con años de prisión. Aunque sin duda como ha pasado en la mañana del domingo diez, en San Digo, donde hubo choques entre manifestantes pro Trump y la policía, será un fenómeno que va a tener sus réplicas, hasta que la nueva administración encabezada por Joe Biden, cepille las espinas, que le han crecido al sistema del “orden y la democracia”. Y se restablezca el viejo juego del mejor gatopardismo.

Por lo que la cuestión ni siquiera es Donald Trump, la cuestión sigue siendo el tremendo poder de los Estados Unidos, que continúa siendo, sino la primera potencia económica del mundo, si y por mucho la primera potencia militar y nuclear del mundo, que es el verdadero drama de nuestro tiempo.

Estados Unidos, sigue teniendo poder táctico y político, para declárale la guerra a cualquier país del mundo e invadirlo, en horas, a excepción de Rusia y China, pero de allí para abajo a cualquiera. Obvio tampoco tiene garantizado el éxito, hace casi veinte años que invadieron Afganistán y no han podido vencer a un grupo de toscos montañeses que cada día toman más el aspecto de vietcong.

Desesperados están intentando escapar de Siria, y muy desorientado no encuentran el camino que los llevó allí, hace diez años. Ni siquiera han podido con esa banda de zaparrastrosos somalíes, que con el pomposo nombre de Harakat aš-šabāb al-muŷahidīn (Movimiento de Jóvenes Muyahidines), mejor conocido como al-Shabbab, han resistido a sus bombardeos y muchos menos con Irán, Corea del Norte, Cuba o Venezuela, que a pesar de todos los intentos de Trump por derrocar esos gobiernos, él está a poco más de una semana de irse y “esos regímenes totalitarios”, amenazan con sobrevivirlo, gracias a que tanto Moscú y Beijing, no tolerarían. Aunque con el rubicundo bróker de Nueva York, nunca se sabe.

Elogio de la hipocresía

Si la Democracia más grande del mundo, no que toleró, sino que legalizó el secuestro, sistematizó la tortura y obviamente el asesinato disfrazado, ya que nunca se conocerá cuantos hombres y mujeres han caído en las fauces del país de la Libertad y fueron sistemáticamente torturados en las prisiones secretas que creó alrededor del mundo sea en un bosque polaco, un suburbio del Cairo o en la selva tailandesa, no se entiende porque tanto escándalo por lo que el propio establishment ha creado y Trump supo usufructuar.

Es asombro como ahora ese mismo establishment político se asombra de la última hazaña de Donald Trump, que sin duda es responsable de los sucesos del miércoles, pero ha soportado con estoicismo franciscano, las aberraciones que han cometido la mayoría de los presidentes desde Henry Truman a esta parte. Nada menos que la representante republicana Elizabeth Cheney, la número tres de la Cámara, se tira los pelos de la barba, en sentido figurado, por lo que ha sucedido y ahora reclama juicio político para Trump, cuando su amadísimo daddy Dick, fue nada menos que vicepresidente del genocida George Bush, hijo, en sus dos mandatos, y no fue un vicepresidente cualquiera sino, que en su momento fue reconocido como el más poderoso de la historia de los Estados Unidos, aunque su aprobación fue de las más bajas como poco más de un 10 %. La imberbe Elizabeth, dice. “Trump debe ser acusado, condenado y destituido de su cargo, de inmediato”.

Si bien la situación suena muy, pero muy poco probable existen las posibilidades técnicas para que Trump sea destituido en doce días, aunque le faltan solo diez para abandonar el cargo, por lo que después podría, con el potencial más extenso de la historia, ser detenido y juzgado por incitar a la violencia y la sedición, junto a su hijo mayor Donald Trump Jr. el multifacético Rudy Giuliani, ya que junto al presidente ha sido el mayor instigador del asalto a el parlamento, junto los senadores por Texas, Ted Cruz y por Missouri Josh Hawley, quienes más aliento le dieron a las versiones de fraude electoral e intentaron la exclusión de los electores Demócratas, hasta después del asalto, por lo que se cree también deberían renunciar a sus bancas. Mucho temen que, si Trump no es destituido y condenado, en cuatro años más lo volvamos a tener en las gateras para largarse a una nueva carrera electoral.

Aunque ya hay muchas ratas, dicho con todo respeto, que están abandonado el Titanic, el primero fue su vice Mike Pence, que se desmarcó rápidamente de su socio, al que siguieron senadores el jefe de la bancada de la mayoría del Senado, Mitch McConnell, que mantuvo un sonoro silencio durante las semanas en que Trump intento demostrar que, por primera vez en su vida, el estafado era él. Entre los que también corrieron por tirante se encuentra, Lindsey Graham, que con el diario del lunes afirma sin ponerse colorado: “Trump debe entender que sus acciones fueron el problema y no la solución” además de descubrir que: “no es correcto hacer acusaciones que no pueden ser probadas”. Cuando hasta hace pocos días encabezaba operaciones contra funcionarios electorales, para que intervengan en los recuentos de votos. Otros funcionarios como la secretaria (ministro) de transporte, Elaine Chao, y la de educación, Betsy DeVos, nada menos que la hermana de Erik Prince, el fundador de la empresa de mercenarios más grande del mundo Blackwater, ya saltaron del barco y presentaron sus renuncias, por lo que si Trump llega a la costa lo hará casi en solitario.

A pesar de que el caballero de los cuernos, el ahora muy popular Jake Angeli, ya está detenido, junto a otros manifestantes, seguidores del hombre pelo color de zanahoria, continuaran con el escándalo que se resumirá en un aullido de Pedro Picapiedra.

* Escritor y periodista argentino. Publicado en Línea Internacional

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