El corazón de la Tierra

El corazón de la Tierra

Por Pepe Gutiérrez-Álvarez. LQSomos.

En la provincia de Huelva se habló siempre del “año de los tiros”, sin que hubiera manera de dar con los datos precisos. En los últimos tiempos, se ha podido investigar, apareció la novela El corazón de la tierra, del citado Juan Cobos Wilkis, y después la película del mismo título de Antonio Cuadri (2007), que ya había rodado un documental Riotinto, el latido de la tierra (España, 2004), en el que narraba la revuelta obrera de 1888, e informaba en detalle sobre las insalubres condiciones en la que trabajaban los mineros y soportaba la población. El paisaje de las minas milenarias resultaba impresionante.

El paso siguiente fue encontrar financiación para una libre adaptación de la obra literaria, un proyecto para el que Cuadri pretendió seguir las huellas del Novecento, de Bertolucci, aunque la sala de montaje concluyó con una duración de 103 minutos, y con una película que no transcurre sobre los cimientos de la lucha de clases sino por los del más banal romanticismo. Eso sí, conviene destacar de entrada un par de cosas: primero que ya estamos hablando de una película con un presupuesto digno, aunque sin corazón, pero ante el detalle, nada menor, que la película ha permitido que la gran matanza salga a la luz del día, como una reparación. Eso explica que seguramente lo más emotivo de la película sea la presencia de familiares y vecinos de las victimas, los que han actuado como extras, y lo han hecho con la convicción de que estaban librando una batalla de la memoria contra el olvido.

Tampoco es poca cosa que novela y película hayan resaltado la presencia de Maximino Tornet, el elemento catalizador y consciente de aquella protesta, el líder capaz de involucrar en ella a mineros, agricultores y ganaderos, perjudicados igualmente por los humos tóxicos. Todos sufrían por culpa de las teleras, montañas de mineral que se quemaba al aire libre. Cuentan que los días de manta, las emanaciones de dióxido de azufre llegaban a la sierra de Sevilla y a Portugal.

En Riotinto, la gente huía del pueblo y de la mina en busca de aire más limpio. La situación se había hecho intolerable. “La combustión del mineral al aire libre llevaba 24 años prohibida en el Reino Unido”, según dirá Cobos Wilkins. Detalle que desmiente en parte la innecesaria presunción publicitaría de la película de que se trató de la primera protesta ecologista, cuando lo más natural es que estas se hubieran dado antes en los países más industrializados…

Todo un señor proyecto que trataba de alguna manera de emular Novecento, pero que quedó en un quiero y no puedo. Esbozando una historia que no encuentra en la pantalla su medida, sí bien valdrá la pena hacer algo por su revisión.

La ‘ficha’

El corazón de la Tierra (The Heart of the Earth). Año: 2007. Duración: 90 min. País: España.
Reparto: Catalina Sandino Moreno, Bernard Hill, Joaquim de Almeida, Sienna Guillory, Philip Winchester,
Jorge Perugorría, Ana Fernández, Fernando Ramallo, Juan Fernández, Mercedes Hoyos
Dirección: Antonio Cuadri. Guion: Antonio Cuadri, Shelley Miller. Novela: Juan Cobos Wilkins.
Música: Fernando Ortí Salvador. Fotografía: Javier Salmones.
Productora: Coproducción España-Reino Unido; Blue Rider Pictures, Costa do Castelo Filmes,
Future Films, Manufacturas Audiovisuales, Sequence Film, Surinvest Capital Andalusia.

España, finales del siglo XIX. Una poderosa compañía inglesa obtiene una concesión para explotar durante 30 años las minas de Riotinto, en Huelva. Blanca Bosco, una niña de nueve años, y su inseparable amiga inglesa Kathleen, sobrina del director británico, son testigos de las miserables condiciones de vida de los trabajadores, entre los que abundan niños, y de la terrible contaminación atmosférica. Cosechas, ganado, árboles, ríos, pero sobre todo la población, desde Sevilla hasta el sur de Portugal, sufren la agresión de los humos tóxicos. La llegada al pueblo de Maximiliano, un revolucionario de quien se enamora la madre de Blanca, representa una esperanza para todos. Mineros, agricultores y miles de personas venidas de toda Huelva, lo siguen el 4 de Febrero de 1888 en una manifestación pacífica: la primera protesta ecológica de la Historia. Exigen la mejora de las condiciones de trabajo y que se ponga fin a la emisión de los gases tóxicos, que ha sido prohibida por el Parlamento Británico desde hace 30 años. Pero la influyente compañía no está dispuesta a reducir sus beneficios económicos. Medio centenar de soldados, enviados por el Gobernador, hombre muy dócil a los dictados de los ingleses, toman posiciones dispuestos a abrir fuego en la Plaza de Riotinto.

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