El fin del gobierno italiano explicado por Karl Marx

El fin del gobierno italiano explicado por Karl Marx

Por Marcello Musto*. LQSomos.

En un artículo de abril de 1853, Logros del Ministerio, Marx escribió que el gobierno de coalición (“técnico”) representa la impotencia del poder político. Los gobiernos ya no discuten sobre qué dirección económica tomar. Ahora las pautas económicas dan a luz a los gobiernos

Pocos saben que, entre los muchos temas a los que dedicó su interés, Marx también se ocupó de la crítica a los llamados “gobiernos técnicos”. Como autor de artículos para el New York Tribune , uno de los periódicos de mayor circulación de su tiempo, Marx observó los desarrollos políticos e institucionales que condujeron a uno de los primeros gobiernos técnicos de la historia: el gobierno del conde de Aberdeen que duró de diciembre de 1852 a enero de 1855.

Los artículos de Marx se destacaron por su ingenio y sarcasmo. Y The Times celebró los acontecimientos de 1852 como la señal del comienzo de una época “en la que el espíritu de partido debe volar de la tierra, y el genio, la experiencia, la capacidad y el patriotismo deben ser las únicas calificaciones para el cargo”. El periódico londinense instó a “hombres de todas las tendencias” a apoyar al nuevo gobierno porque “sus principios exigen la aprobación y el apoyo universales”. Se utilizaron argumentos similares en febrero de 2021, cuando Mario Draghi, expresidente del Banco Central Europeo, se convirtió en primer ministro de Italia.

En el artículo de 1853, Un gobierno decrépito. Perspectivas del ministerio de coalición, Marx se burló del punto de vista de The Times. Lo que el mayor periódico británico consideraba tan moderno y cautivador era para él una mera farsa, cuando The Times anunció un “ministerio compuesto enteramente por figuras nuevas, jóvenes y prometedoras”, Marx escribió que “el mundo ciertamente no se confundirá en lo más mínimo al saber que la nueva era en la historia británica será inaugurada por casi octogenarios exhaustos”. Además del juicio sobre los individuos, hubo otros, de mayor interés, sobre sus políticas: “se nos promete la desaparición total de las luchas partidistas, no, hasta de los propios partidos”, apuntó, “¿Cuál es el punto del artículo en The Times?”

Desafortunadamente, la pregunta es actual, en un mundo donde la dominación del capital sobre el trabajo se ha vuelto tan feroz como lo fue a mediados del siglo XIX. La separación entre economía y política, que diferencia al capitalismo de los modos de producción anteriores, ha llegado a su punto máximo. La economía no solo domina la política, establece su agenda y domina sus decisiones, sino que también cae fuera de su jurisdicción y control democráticos, hasta el punto en que un cambio de gobierno ya no cambia la dirección de las políticas económicas y sociales. Estos deben ser inmutables.

En los últimos treinta años, los poderes de decisión se han desplazado de la esfera política a la económica. Las opciones políticas partidistas se han transformado en imperativos económicos que disfrazan un proyecto altamente político y reaccionario detrás de una máscara de pericia apolítica.

Este desvío de partes de la esfera política hacia la economía, como un dominio separado impermeable al cambio, constituye la amenaza más grave para la democracia de nuestro tiempo. Los parlamentos nacionales, ya desprovistos de valor representativo por los sistemas electorales sesgados y las revisiones autoritarias de la relación entre el poder ejecutivo y el legislativo, se enfrentan a la transferencia de sus poderes al “mercado”. Las calificaciones de Standard & Poor’s y las cotizaciones de Wall Street, estos megafetiches de la sociedad contemporánea, pesan incomparablemente más que la voluntad de la gente. A lo sumo, el gobierno político puede “intervenir” en la economía (a veces la clase dominante necesita mitigar la anarquía destructiva del capitalismo y sus crisis violentas) pero no puede cuestionar sus reglas y elecciones fundamentales.

Un destacado representante de esta política fue el ex primer ministro italiano Draghi, quien durante 17 meses lideró una amplísima coalición que incluía al Partido Demócrata, su enemigo de toda la vida Silvio Berlusconi, los populistas del Movimiento Cinco Estrellas y la extrema derecha de la Liga del Norte. Detrás de la fachada del término “gobierno técnico” –o como dicen “gobierno de los mejores” o “gobierno de todos los talentos”– podemos encontrar una suspensión de la política. En los últimos años, se ha argumentado que no deberían realizarse nuevas elecciones después de una crisis política; la política debe entregarse al control total de la economía. En un artículo de abril de 1853, Logros del Ministerio, Marx escribió que “el gobierno de coalición (“técnico”) representa la impotencia del poder político”. Los gobiernos ya no discuten sobre qué dirección económica tomar. Ahora las pautas económicas dan a luz a los gobiernos.

En los últimos años, en Europa, se ha repetido el mantra neoliberal de que para restaurar la “confianza” de los mercados era necesario implementar rápidamente “reformas estructurales”, expresión que ahora se usa como sinónimo de devastación social: en otras palabras, recortes de salarios, ataques a los derechos de los trabajadores en materia de contratación y despido, aumento de la edad de jubilación y privatizaciones a gran escala. Los nuevos “gobiernos técnicos”, encabezados por hombres criados en las salas de algunas de las instituciones económicas más responsables de la crisis económica, han administrado el poder al tomar estas decisiones. Obviamente, con la pretensión de hacerlo por el “bien del país” y por el “futuro de las próximas generaciones”. Además, el poder económico y los medios de comunicación dominantes han tratado de silenciar a cualquiera que levante una voz disidente.

A partir del 24 de julio, Draghi ya no es Primer Ministro de Italia. Su mayoría implosionó debido a las políticas muy diferentes de los partidos que lo apoyaron y el país irá a elecciones anticipadas el 25 de septiembre. Si la izquierda no quiere desaparecer, debe tener el coraje de proponer las respuestas radicales necesarias para salir de la crisis. Los últimos que pueden llevar a cabo una agenda política de transformación ecológica y social son los “técnicos” -en realidad muy políticos- como el banquero Draghi. Adiós Mario. No te extrañaremos.

* Marcello Musto es profesor de Sociología en la Universidad de York (Toronto – Canadá) y es experto en pensamiento socialista e historia del movimiento obrero. Sus escritos -disponibles en www.marcellomusto.org– han sido publicados en veinticinco idiomas.
Nota original: La fine del governo spiegata da Marx. Traducida por Mónica Oporto

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