Jazz: la sal de todas las músicas

Jazz: la sal de todas las músicas

En verano se celebran innumerables conciertos musicales. La música jazz es una de las madres de otras nuevas "músicas". Sin embargo son pocos los que realmente conocen y sienten el jazz. Las radios y las discotecas de modas han vulgarizado de forma obscena y miserable ciertas canciones, relegando al olvido la verdadera música, la buena y necesaria música.

Las técnicas de repetir hasta la saciedad ciertas "canciones", ciertas composiciones con un ritmo simplón y vulgar hace que todo el mundo acepte y asuma que esa "música" es la moda y la que debe ser "bailada", "escuchada". Gran mentira, pues hay muchas músicas realmente bien elaboradas y con unos matices y calidad que nunca van a ser escuchadas, bailadas y sentidas por el alto grado de estupidez y manipulación de los que imponen las modas musicales y sociales en nuestro mundo actual.

Si uno se toma la molestia de escuchar ciertas emisoras o acudir a ciertos lugares de culto por las masas adictas al fin de semana, puede constatar que se repite el mismo sonido de una manera enfermiza y cansina. El ser humano es un ser muy simple, pues se conforma inmediatamente en ser oveja, en ser rebaño…

El buen jazz, y en general la buena música, huye de los rebaños y de las dictaduras que imponen ciertos necios, ciertos comerciantes sin escrúpulos.

Igual que la buena literatura, el jazz no necesita del anuncio y de la repetición para tener un espacio privilegiado y exclusivo. Es un manjar exquisito que se disfruta en compañía o en solitario, siempre en lugares a media a luz. El jazz y sus adeptos preferimos entrar en nuestro santuario musical conservando nuestra personalidad para así poder comprenderlo todo.

La vida de los otros no interesa para nada a los que tienen buena música envolviendo sus días y noches. Tampoco interesa acudir a esos antros donde la gente se apiña como borregos. Los santuarios del jazz son pequeños, amables y parecen más el salón de casa iluminado con una lámpara…

Cada uno puede hacer lo que quiera, pero es evidente que somos lo que escuchamos. Si uno se pasa el día escuchando ritmos copulativos y machacones, acaba siendo un tipo compulsivo, obsesivo y tan vulgar y necio como un político tipo “Aznar”.

La madre de otras músicas es el jazz, tal y como podemos ver si tenemos un poco de curiosidad y sabemos indagar. El jazz tiene algo de clandestino, por ello todos los integrantes de esa religión sin dioses ni liturgias escritas, sabemos que esa música es una forma de vivir, una concepción abierta y plural del mundo.

Grandes escritores como Julio Cortázar, Paul Auster… han inmortalizado a músicos y lugares donde se hace jazz. París y Nueva York tienen sus pequeñas iglesias donde uno puede obtener esa paz y dicha especial que facilita el ejercicio de saber escuchar una música hecha con el alma, sin la intervención de máquinas que suplan la incompetencia y la ignorancia humana.

Mucha de la música electrónica (por no decir claramente que toda) es realizada por gente que no sabe ni quiere saber nada de las esencias de la música. El producto final es una serie de acordes y frases seudomusicales" realizadas por una máquina, que no tienen alma ni pueden transmitir emociones duraderas, que extiendas el equilibrio a los oyentes. Esa música no puede ser calificada como heredera legítima del jazz, pues en el genuino jazz la comunión entre el músico y el oyente es total e indivisible. La música electrónica actual es el divorcio completo entre un señor que maneja unos aparatos electrónicos nada complejos y una masa sin control, repleta de anfetaminas, cocaína y todo tipo de sustancias tóxicas en el cuerpo. Para ese ser que baila de forma compulsiva, no hace falta elaborar una música que nace del alma; lo único necesario es coger unos sintetizadores y repetir una y otra vez ciertos acordes, ciertas frases hasta el infinito, pues el supuesto oyente no vive conscientemente lo que escucha y se ha convertido en un objeto, en un "ser" primario y alejado de su propio cuerpo y conciencia personal.

Volvamos a escuchar música de calidad, hecha por personas, reclamando nuestro derecho a no ser considerados masa ni consumidores de "ruido" compulsivo y facilón. La música debe ser hecha por personas y compartida de forma directa y familiar. El buen jazz es la mejor manera de volver a recuperar nuestra vinculación con la tierra, con la naturaleza sin que intervengan artificios ni modas alienantes, que se limitan a provocar el aturdimiento y nos colocan en un lado de vulgares borregos, danzando en la antesala de un matadero con luces centelleantes y decoración a lo BAUHAUS, versión hortera.

Mas sobre Jazz:

"Jazz entre amigos", el magnifico programa de TV que dirigía ejemplarmente el querido maestro Juan Claudio Cifuentes, fue sin duda una puerta abierta al Jazz en España. En aquellos tiempos donde la TV se daba en blanco y negro, nuestro cariñosamente "Cifu", nos hacía esperar hasta altas horas de la madrugada para -si no había algún desagradable cambio de horario de última hora- mostrarnos en aquellos tiempos de cutrerío televisivo y cultural, lo mejor del jazz. 

"Jazz entre amigos", estuvo en antena siete años, desde el 3 de octubre de 1984, al 18 de septiembre de 1991, y durante los más de 350 programas emitidos, fue ameno, relajado y  tuvo un carácter instructivo de enorme importancia para la difusión en nuestro país de la música originaria de New Orleáns.  "Jazz entre amigos" es todavía recordado, y yo diría que añorado por los aficionados al jazz, que como es mi caso, nos asomábamos por primera vez a esta maravillosa música. 

Aquí colgaremos, en homenaje a ese espacio de libertad que "Cifu" nos regalaba semanalmente, los enlaces a nuestros amigos del jazz que colaboran enlazando sus páginas con la de Apoloybaco. El jazz, como cualquier expresión artística, no tiene fronteras, y por ello, os presentamos a nuestros amigos, que por el momento proceden de, Alemania, Austria, Argentina, Estados Unidos, Gran Bretaña, Italia, Suiza, Uruguay, y por supuesto, España.

 

Historia del Jazz y enlaces de interés:

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