El pasado al descubierto

El pasado al descubierto
Ötzi (reconstrucción). Museo de Arqueología de Tirol del Sur/Ochsenreiter.

Por Lars Pilø*

Al permitir la afloración de restos que a veces tienen miles de años, el deshielo es un regalo para los arqueólogos. Estas reliquias del pasado proporcionan información sin precedentes sobre la vida de los humanos prehistóricos, pero los investigadores tienen que trabajar contra reloj para extraer estos objetos antes de que desaparezcan

Ötzi, también conocido como el Hombre del Hielo o la Momia de Similaun, fue hallado en 1991 en el paso de Tisenjoch, en la cordillera de los Alpes que se extiende entre Italia y Austria. Gracias a la datación por radiocarbono, sabemos que Ötzi y los objetos que se encontraron junto a él son entorno  hacia el 3255, antes de nuestra era. Entre esas piezas figuran su ropa, un arco, un carcaj lleno de flechas, un hacha con una hoja de cobre y una daga de sílex. La excepcional conservación del cuerpo ha proporcionado abundante información sobre su salud, su dieta y los últimos días de su vida.

Ötzi es una de las numerosas reliquias que los hielos de alta montaña han dejado al descubierto en las últimas décadas. El retroceso de glaciares y bancos de hielo en todo el mundo ha abierto nuevas perspectivas a la arqueología. Cuando las condiciones son favorables, los glaciares actúan como neveras gigantes que conservan los objetos intactos, congelados en el tiempo.

Las regiones montañosas de Norteamérica, Alpes, Escandinavia y Mongolia son los escenarios que más restos han proporcionado. Fuente inestimable de información histórica, los artefactos descubiertos también arrojan luz sobre cómo los humanos se adaptaron al cambio climático en el pasado.

A medida que el hielo se funde, los objetos descubiertos son cada vez más antiguos. En cierto modo, vamos retrocediendo en el tiempo y cada descubrimiento nos permite comprender un poco mejor la historia de la humanidad. Sin embargo, el tiempo apremia ya que, una vez que los restos quedan expuestos a la intemperie y a los elementos, si no se salvan rápidamente pueden perderse para siempre.

Herramientas, huesos y dardos

Noruega. Objetos vikingos en glaciar derretido

El descubrimiento de un paso de montaña olvidado en el banco de hielo de Lendbreen, en el condado de Innlandet, al sureste de Noruega, ha procurado más de mil hallazgos arqueológicos. Este puerto de montaña, utilizado ininterrumpidamente entre los años 200 y 1500 d.C., tuvo un pico de actividad en torno al año 1000 y era el punto de unión de las granjas con sus pastos de verano, lo que facilitaba el comercio a larga distancia con el fiordo Sognefjord. Los hallazgos efectuados en esa zona, muchos de los cuales están expuestos en el Centro Noruego de Montaña de Lom, incluyen vestimentas, herramientas, restos de trineos y osamentas de caballos y de un perro.

Esquí prehistórico

El vestigio más antiguo descubierto en el hielo de montaña es un dardo de propulsor de más de 10.000 años de antigüedad, que fue encontrado cerca de un glaciar menguante en las Montañas Rocosas, en Estados Unidos. Otro dardo parecido de una cronología más reciente fue descubierto en el territorio canadiense de Yukón. La datación por radiocarbono sitúa una de las transiciones de las técnicas de caza, con el paso de los propulsores al arco y las flechas, hace unos 1.200 años.

El par de esquís prehistóricos mejor conservados del mundo fue descubierto en el banco de hielo de Digervarden, en el condado noruego de Innlandet. El primer esquí se descubrió en 2014 y el segundo en 2021. Las fijaciones están intactas, lo que es extremadamente raro, y ha permitido experimentar la práctica del esquí en la Edad de Hierro utilizando réplicas.

Arqueología de altura

La arqueología de los glaciares se desarrolla en un entorno muy diferente al de la arqueología tradicional. Las zonas de estudio, situadas a altitudes de entre 1.800 y 3.000 metros sobre el nivel del mar, son mayormente pendientes rocosas y escarpadas. La mayoría de los objetos se encuentran cerca de los lugares en que los glaciares han retrocedido, pero, a veces, cuando el deshielo es especialmente severo, también pueden aparecer en la propia superficie del hielo. El trabajo de campo en estas remotas regiones de gran altura a menudo adopta la forma de una expedición de alpinismo, con un campamento base para una estancia prolongada.

Las mejores condiciones de conservación se dan en el hielo estacionario, sobre todo en las placas, pequeñas masas de hielo que permanecen congeladas en el suelo. Estos neveros pueden conservar objetos en materia orgánica, como madera, cuero y textiles, durante miles de años.

Con estos descubrimientos se ha puesto de relieve que había más actividad humana en la alta montaña de lo que se pensaba, incluso durante el invierno. En Escandinavia y Norteamérica, los cazadores acechaban a los renos, que se refugiaban en el hielo durante el verano para evitar los insectos, y dejaban tras de sí instrumentos de caza como flechas o propulsores de dardos, objetos cotidianos como ropa, herramientas o forraje y, a veces, hasta huesos de animales de carga y trineos. Este tipo de lugares de paso son particularmente habituales en los Alpes, y también pueden encontrarse en Noruega.

Retroceso acelerado

Glaciar derretido en Innlandet

El aumento de las temperaturas hace que los glaciares y las capas de hielo retrocedan a un ritmo cada vez mayor. Incluso si hoy cesaran las emisiones de gases de efecto invernadero, el deshielo continuaría a causa de la inercia del hielo de montaña. En Noruega, por ejemplo, se calcula que entre el 60% y el 80% del hielo de montaña desaparecerá de aquí a finales de siglo. Con los compromisos climáticos actuales, la pérdida de hielo podría alcanzar el 90%.

Sin embargo, sólo dos regiones del mundo (Yukón y el condado de Innlandet) cuentan con programas de rescate financiados de forma permanente. En el resto de lugares, las actividades de salvaguarda son esporádicas, cuando existen, y están limitadas por una financiación a corto plazo.

Además de restos arqueológicos, los bancos de hielo contienen datos medioambientales, como ADN, polvo volcánico, polen y antiguos indicadores climáticos. Estos frágiles materiales son mucho más vulnerables que los huesos o los restos arqueológicos, y se pierden para siempre cuando se derrite el hielo que los encierra. Para hacer frente a este desafío, los glaciólogos han iniciado campañas de extracción de núcleos de hielo de montaña.

La arqueología de los glaciares se encuentra actualmente en una fase de intensa actividad en el terreno. En una segunda fase -quizá ya a finales de este siglo- esta disciplina debería pasar del trabajo de campo al estudio de los artefactos hallados. Mientras tanto, los arqueólogos, los especialistas en medioambiente y la población local deben hacer todo lo posible por salvar del hielo el mayor número posible de testimonios históricos antes de que sea demasiado tarde.

* Lars Pilø es un arqueólogo experto en glaciares y editor de la página web Secretos del hielo del Programa de Arqueología Glaciar, una iniciativa conjunta del Consejo del Condado de Innlandet y del Museo de Historia Cultural de Oslo (Noruega).

– Publicado en “El Correo de la UNESCO”

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