El proceso de “aculturación” del Estado español
La ciudadanía del Estado español está sufriendo el embate más grande jamás experimentado contra su cultura propia, está siendo víctima de un brutal proceso de aculturación; además con una falta de conciencia atroz ante lo que quizá sea la acometida definitiva. La cultura anglosajona, particularmente la yanqui, ha sido introducida en el imaginario del ciudadano expulsando una gran parte de las referencias, tanto de la cultura popular de progenitores, antepasados y entorno, como de la cultura “industrial” moderna nacida en su propio país o Estado siguiendo en parte los pasos de esa tradición propia; así, se han ido adoptando referencias, valores y expresiones simbólicas ajenas que no tienen soporte en la historia ni en la realidad propias, sino en los medios de comunicación predominantes y en las industrias culturales audiovisuales, dominadas por la burguesía "yancófila", cuando no directamente por el aparato productor estadounidense.
Este proceso no es nuevo, tiene casi cien años de recorrido, pero fue grandemente impulsado por la inserción definitiva del Estado español en la red jerárquica capitalista, tras los acuerdos hispanos-estadounidenses de los años cincuenta, Ahora, con la derrota y el desarme del movimiento obrero socialista y antiimperialista, producidos hace veinte años, que han tenido como una de sus consecuencias el desguace total de la conciencia obrera frente a la burguesa, y con ella el irrespeto, abandono y arrinconamiento de los referentes culturales propios (haciendo la salvedad de la resistencia obrera y campesina vasca), los ejércitos culturales del imperialismo desarrollan su última ofensiva, concretada en convertir en pocas generaciones (¿dos, tres, cuatro?) a la mayoría de la población española (y de todos los pueblos de Europa occidental) en bilingüe, o por lo menos en conocedora de lo que llamaré el “inglés imperial”, más que una lengua, el rudimento de una lengua lo bastante para que el dominador capitalista y burgués (local o foráneo), que hace tiempo adoptó como lengua propia internacional de dominación de clase, pueda comunicarse con la clase trabajadora de todo occidente con mayor facilidad y a un coste mucho menor.
De esta manera puede inocular sus valores de clase de forma más lubricada y además establecer de modo más eficaz una relación jerárquica directa y excluyente entre los diferentes pueblos y el centro del poder capitalista, privándoles no sólo del conocimiento de la propia cultura, sino también del resto de las culturas sometidas a este mismo proceso. Haciendo un paralelismo histórico, las “grandes” culturas europeas están viviendo a nivel internacional un proceso similar de aculturación al que se llevó a cabo (con mayor o menor éxito) con las pequeñas culturas del viejo continente (vasca, catalana, occitana, irlandesa, bretona…) cuando la burguesía capitalista edificó sus “estados-naciones” como unidades de explotación económica y de clase y necesitaron (o creyeron necesitar) una uniformidad completa, incluyendo la cultural y lingüística.
Pues en estas mismas estamos hoy, en el umbral de tener que defender las culturas propias frente a la aculturación. Y no sólo las pequeñas, que llevan resistiendo desde el inicio de las revoluciones burguesas, sino la grandes, como la francesa, la castellana, italiana, flamenca, polaca… cada vez más vapuleadas e indefensas ante el empuje de las burguesías internacionales pro yanquis. Por ello, la clase trabajadora y la pequeña burgesía “nacional”, deberían unirse en un proyecto resistente, a ejemplo del movimiento obrero-campesino vasco, y recuperar la lucha contra el imperialismo cultural como uno de los frentes, y no menor, de la lucha global contra el imperialismo y su causa: el sistema capitalista.
Por lo tanto enfrentémonos a la política de aculturación negándonos a aceptar sus expresiones, como la imposición de los colegios bilingües anglófonos, defendamos el derecho a recibir la educación en el idioma propio (sea cual sea), impulsemos la introducción en los colegios de más de un idioma ajeno como segunda lengua (sin excluir el inglés) como fuente de conocimiento, no como instrumento de dominación, defendamos las expresiones culturales propias, la lengua propia, la música popular, las fiestas y expresiones populares tradicionales, recuperemos el estudio del esperanto como lengua de comunicación internacional neutra y propia de la clase trabajadora. Pero sobre todo recuperemos la lucha cultural antiimperialista y anticapitalista.