El rescate del Silicon Valley Bank y la crisis histórica del capitalismo

El rescate del Silicon Valley Bank y la crisis histórica del capitalismo

Por Nick Beams*. LQSomos.

El colapso del Silicon Valley Bank (SVB), la segunda quiebra bancaria más grande en términos nominales en la historia de EEUU, y la turbulencia continua en el sistema bancario que podría propiciar más quiebras, son otra muestra de la crisis histórica del capitalismo estadounidense y global

Esta podredumbre y descomposición cada vez mayores conforman el impulso que subyace a dos procesos interconectados de la política estadounidense y mundial: la rápida escalada hacia una tercera guerra mundial y la ofensiva en marcha y cada vez más intensa contra la clase trabajadora en EEUU e internacionalmente, en la medida en que las clases gobernantes buscan obligarla a pagar por la crisis existencial de su caduco y reaccionario sistema de lucro privado.

El compromiso del Gobierno de Biden de “hacer todo lo que sea necesario” para proteger el dinero y la riqueza de los inversores financieros, los especuladores y los ricos en general ha vuelto a demostrar la verdadera naturaleza de los Gobiernos capitalistas, que constituyen un comité ejecutivo para gestionar los asuntos de la oligarquía financiera.

No hay dinero para las necesidades vitales en materia de salud, educación y otros sectores cuando se trata de una clase trabajadora asolada por los peores niveles de inflación en más de cuatro décadas, pero de la noche a la mañana se encuentran miles de millones y billones para defender la riqueza de la oligarquía financiera.

Al mismo tiempo, no se escatiman gastos para desarrollar los medios necesarios para la guerra de EEUU y la OTAN en Ucrania, cuyo objetivo es el desmembramiento y reparto de Rusia, y para la campaña de guerra contra China, que EEUU considera su principal rival global.

Existe un vínculo profundo y orgánico entre el desastre de SVB, la posibilidad de una implosión del sistema financiero y el impulso bélico.

El estallido repetido de crisis financieras, pese a las afirmaciones de los reguladores y las autoridades financieras de que han aprendido las lecciones e implementado medidas de seguridad, pone de manifiesto el declive histórico del poder económico del imperialismo estadounidense, que busca resolver por medios militares.

Uno piensa en el análisis presciente de León Trotsky en 1928. Señaló que el carácter agresivo del imperialismo estadounidense se manifestaría de forma más abierta, descarada y viciosa en el contexto de su declive histórico que durante su auge, por más sangriento y violento que fue.

La quiebra de SVB y las repercusiones en todo el sistema financiero, cuyas consecuencias completas aún no se han evidenciado, es una muestra más de la dinámica esencial vigente o, podría decirse, ley de movimiento del capitalismo estadounidense.

Esta dinámica se puede identificar claramente si se mira a los acontecimientos de los últimos 50 años: las medidas tomadas por la clase gobernante y su Estado para intentar evitar o aliviar una crisis en un momento dado tan solo crean las condiciones para su estallido en una forma incluso más violenta en otro momento.

En agosto de 1971, en respuesta al declive de la posición del capitalismo estadounidense en relación con sus rivales, el presidente estadounidense Nixon abandonó el respaldo en oro del dólar, poniendo fin al sistema monetario de la posguerra.

Una de las consecuencias de esta decisión para apuntalar la posición de EEUU fue alimentar la especulación financiera, que llegó a caracterizar cada vez más el modus operandi del capitalismo estadounidense a lo largo de los años ochenta, en la medida en que quedaban devastados sectores completos de la industria manufacturera, que había formado la base del auge de la posguerra.

En octubre de 1987, la crisis provocada por estas medidas estalló en la forma de un derrumbe de Wall Street que sigue siendo la mayor caída bursátil de un día en la historia, de más de 22 por ciento.

La garantía del presidente de la Reserva Federal de EEUU, Alan Greenspan, en respuesta a esta crisis —apodado “toque Greenspan”— de que la Reserva Federal apoyaría los mercados financieros, engendró una orgía cada vez más amplia de especulación en las siguientes dos décadas, lo que condujo al estallido de la crisis financiera estadounidense y global de 2008.

La Reserva Federal y el Gobierno estadounidense organizaron, posteriormente, un rescate bancario por importe de cientos de miles de millones de dólares, cuando el desempleo alcanzaba dos dígitos, las familias trabajadoras perdían sus hogares y las condiciones laborales empeoraban, incluyendo significativamente a través de los sistemas de dos niveles salariales organizados por el Gobierno de Obama en colaboración con los sindicatos.

En las postrimerías de la crisis, la Reserva Federal implementó su programa de expansión cuantitativa, inyectando billones de dólares en el sistema financiero por medio de la compra de bonos del Tesoro y valores respaldados por hipotecas. En vez de acabar con la especulación desenfrenada que había desencadenado el derrumbe de 2008, el banco central, que constituye el brazo financiero principal del Estado capitalista, la alimentó aun más.

Como resultado, cuando comenzó la pandemia de COVID-19 a inicios de 2020, el Gobierno de Trump, con el respaldo de los demócratas, se rehusó a instituir las medidas necesarias de salud pública, temiendo que harían estallar la burbuja especulativa.

En cambio, la Reserva Federal bombeó incluso más dinero después de la paralización financiera de marzo de 2020, cuando el mercado de la deuda gubernamental estadounidense dejó de existir por varios días pese a ser supuestamente uno de los activos financieros más seguros del mundo. Esta decisión azuzó aun más la especulación y el parasitismo financiero.

Pero esta operación tuvo consecuencias en la economía real. La negativa a eliminar el COVID, la inyección de $4 billones en el sistema financiero, la especulación desenfrenada y la manipulación de precios por parte de los mayores comerciantes de materias primas y las gigantes corporaciones alimentarias, junto con la ofensiva militar contra Rusia en Ucrania, se combinaron para provocar la mayor inflación en cuatro décadas.

Temiendo las consecuencias de un aumento de los salarios de la clase trabajadora —la némesis del sistema financiero—, la Reserva Federal cambio de rumbo e intentó aplastar este aumento por medio de los aumentos más agresivos de los tipos de interés desde principios de los años ochenta.

Ahora estas medidas han creado las condiciones propicias de otra crisis financiera, como lo demuestra el colapso de SVB. Como ocurre con muchos bancos y empresas financieras más, este banco estrechamente involucrado con el sector tecnológico en California se atiborró del dinero barato ofrecido por la Reserva Federal en 2020 y 2021.

Tenía tanto efectivo que tuvo que colocar una gran porción en bonos del Tesoro y activos respaldados por hipotecas, que supuestamente son activos ultraseguros.

El giro de la Reserva Federal hacia un régimen de tipos de interés más altos, ostensiblemente para combatir la inflación pero realmente para suprimir a la clase trabajadora —incluso provocando una recesión si llega a ser necesario— cambió dramáticamente la situación.

El valor de mercado de los bonos controlados por SVB cayeron cuando aumentaron los tipos de interés. Se ha estimado que los bonos perdían $1 mil millones por cada aumento de 25 puntos base (0,25 por ciento) de los tipos de interés de la Reserva Federal, y ya fueron aumentados aproximadamente 450 puntos base.

Este colapso en sus activos provocó una corrida bancaria de $42 mil millones, lo que hizo que el banco colapsara.

Las circunstancias de SVB no se repiten en todas partes. Pero todas las áreas del sistema financiero, que es la fuerza dominante en la economía capitalista, se han vuelto tan dependientes de la entrada de dinero barato que ahora se están viendo muy afectadas por las subidas de los tipos de interés, cuyos efectos solo han empezado a dejarse sentir.

¿Cuáles son las consecuencias, que se derivan de la propia naturaleza del capital financiero?

A primera vista, parece capaz de conjurar cantidades cada vez mayores de dinero a partir del propio dinero

Pero esta apariencia oculta una realidad más profunda. El capital financiero no crea valor adicional o nuevo. En última instancia, es un derecho sobre la plusvalía extraída de la clase obrera en el proceso de producción capitalista.

Por lo tanto, mientras busca continuamente escapar a un ámbito donde el dinero engendra más dinero, el capital financiero siempre intenta intensificar la explotación de la clase trabajadora, sobre todo en tiempos de crisis, como demostró tan gráficamente la experiencia de 2008.

Al mismo tiempo, impulsados por la profundización de la crisis económica y social interna, el Gobierno y el Estado capitalista deben obligar a la clase obrera a pagar por la guerra mediante recortes masivos del gasto social.

En cada crisis, las dos clases principales de la sociedad se alinean cada vez más directamente en función de sus intereses materiales fundamentales. El programa de la clase dominante se desarrollará de acuerdo con esto: las operaciones de rescate para la oligarquía financiera combinadas con la guerra y la contrarrevolución social.

Del mismo modo, la clase obrera se ve abocada a una lucha contra todo el sistema capitalista. Sin embargo, para que esa lucha tenga éxito, por profunda que sea la crisis de la clase dominante y de su sistema, la clase obrera debe estar armada políticamente con un programa y una perspectiva claros: la conquista del poder político y la construcción de una economía socialista.

Y, sobre todo, debe tener a su cabeza un partido revolucionario. El hundimiento del SVB y la profundización de la crisis del capitalismo que pone de manifiesto es, por tanto, un toque de clarín para la construcción del Comité Internacional y de sus secciones en Estados Unidos y a escala internacional.

* En World Socialist Web Site

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