El sinfonismo olvidado de Antonin Dvorak

El sinfonismo olvidado de Antonin Dvorak

Antonin-Dvorak-loquesomosUrania Berlín*. LQSomos. Septiembre 2015

Dentro del panorama musical centroeuropeo del siglo XIX en pocos compositores se podrán encontrar esencias musicales tan coloristas y de elevado romanticismo como las del compositor checo Antonin Dvorak (1841-1904). Sus nueve sinfonías (así como sus Danzas Eslavas y Poemas sinfónicos) son obras vigorosas que aúnan la armonía interior con una rotundidez tímbrica no exenta de tensión dramática o melódica, el equilibrio formal entre la tradición germánica con la afirmación nacionalista. A pesar de que el mismo Dvorak consideró a sus primeras obras sinfónicas no muy dignas, por estar poco depuradas orquestalmente, si se ejecutan como debe se pueden encontrar incluso hallazgos sonoros de sorprendente belleza y lirismo (1ª y 2ª sinfonías, sobre todo en sus movimientos centrales). Los grandes directores (y menos grandes) siempre se fijaron en las clásicas 7ª, 8ª y 9 ª (Del Nuevo Mundo) marginando a las anteriores, a pesar de que, en mi opinión, tienen mucho que decir y no hayan sido objeto, más a menudo, de una deseable y necesaria relectura con, si cabe, otros criterios interpretativos subjetivos.

Difícil escoger una integral completa de las sinfonías a pesar de que hay muchas y buenas en las tiendas (o lo que quede de ellas) y, sobre todo, en Internet. Por ejemplo, la del exiliado checo Rafael Kubelik con la Filarmónica de Berlín de los años 60 que a mí, particularmente, no me gustó nada. Después de escuchar a otros directores (la celebrada integral de Otmar Suitner –Staatskapelle Berlin- o la apreciable de Witold Rowicki con la London Symphony) he preferido, para las sinfonías 1 a 6, decantarme por un director checo muy respetado en su país aunque intuyo que prácticamente desconocido para el gran público: Zdenek Kosler (1928-1995) y la Filarmónica Eslovaca. Se publicaron hace unos años en el sello Brilliant (solamente la 1 a la 7). Sabor local y excelencia checa para estas seis sinfonías, en las que Kosler hace una lectura espontánea, intensa y optimista de estos seis primeros trabajos sinfónicos “dvorkianos”, sin olvidar los aspectos de ese “nacionalismo musical” que tanto impregnaba a las mismas.

En la Primera destacan la expresividad e impulso romántico de los tres últimos movimientos, mientras que en la Segunda, las esencias se la lleva, dentro de un tono general destacado, el magnífico y bello Adagio. En el resto de sinfonías hasta llegar a la Sexta, Kosler sigue los mismos parámetros estilísticos que en las anteriores: claridad en la exposición y justa ponderación rítmica en todas ellas, destacando una concentrada y enérgica Cuarta sinfonía. La Filarmónica Eslovaca no es una orquesta de gran nivel, pero poco importa porque cumple con los deberes. En la Séptima sinfonía, a pesar de que hay referencias de consideradas de altos vuelos (los santones de siempre, Carlo Maria Giulini –Filarmónica de Londres-, Sergiu Celibidache y otros que sería prolijo citar) me he decantado de nuevo por una orquesta y director checo. La Sinfónica de la Radio de Praga con el desconocido Pavel Radkowa, al frente. Un disco perdido entre una marabunta de saldos musicales, a precio de baratija, me ha parecido una opción de primer nivel. Seguramente esté equivocado, pero esta interpretación de Radkowa, sin ser perfecta, brilla por el ejemplar equilibrio polifónico en todos y cada uno de sus movimientos, con el sello de autenticidad que da el ser ejecutada “a la checa”. Una muy recomendable versión, eso sí, creo que inencontrable.

En la Octava, “Der Gött”, Herbert von Karajan, hizo una traducción bastante buena para el sello Decca en los años sesenta con la Filarmónica de Viena (iba acompañada de una aburrida y prosaica Tercera de Brahms). Aún así, Heriberto se pasa, para no variar, con algún exceso dinámico marca de la casa, sobre todo en el agitado último movimiento. Una versión entusiasta y de un atractivo indudable pero algo alicorta. Se puede decir que pocas veces dio en la diana, por no decir casi ninguna, el austríaco con Dvorak. Pero esta no es la versión disponible más apetecible. Giulini (y otros) le supera con su Octava al frente de la Concertgebow de Amsterdam y la anterior versión que hizo con la Filarmónica de Londres. Finalmente con la Novena (la más trillada de todo el repertorio sinfónico del compositor checo, sobre todo por su manoseado y “publicitado” tantas veces último movimiento) Karl Böhm (tachado, justamente, en algunas ocasiones de moroso, plomizo y plasta, en particular su aburrido Mozart), impartió en su día magisterio musical con la Filarmónica de Viena en una emotiva, contrastada y equilibrada “Sinfonía del Nuevo Mundo”, pero que actualmente se encuentra descatalogada. El italiano Giulini, de nuevo con la Concertgebow, es una opción recomendable para esta sinfonía.

Otras piezas musicales para orquesta de Dvorak son las conocidas Danzas Eslavas op. 46 & 72, partituras alegres, festivas, de contagiosa animosidad rítmica y espíritu campestre, en las que hay una acertada inclusión de motivos folclóricos. Aquí Rafael Kubelik (Orquesta Sinfónica de la Radio de Baviera) está especialmente brillante y es, en mi opinión, la referencia a seguir, sin olvidarse del húngaro Antal Dorati con la Royal Philharmonic. Los modélicos y bellos Poemas sinfónicos de Dvorak, una vez más bebiendo de la tradición (leyendas populares) y las raíces nacionalistas checas, son un ejemplo de sabia construcción musical como, por ejemplo, el trágicamente lírico La Paloma del Bosque, pieza que merece escucharse sólo por el poético pasaje musical que abre el tercer tema (la protagonista de la tragedia), mientras que las Variaciones Sinfónicas op. 78, constituye una de las páginas musicales más bellas y atractivas de todo el sinfonismo romántico dvorakiano (y del siglo XIX), a pesar de que apenas es interpretada y grabada. Aquí la referencia (o preferencia) vuelve a ser, de nuevo, Zdenek Kosler y la Filarmónica Eslovaca.

* Urania en Berlín

Mónica Oporto

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