El tridente de los muertos vivientes

El tridente de los muertos vivientes

Nònimo Lustre. LQS. Febrero 2019

Un fantasma tullido pero armado y uniformado amenaza la precaria coexistencia dentro del Estado español. Se llama Operación Blas de Lezo y consiste en resucitar la figura del susodicho almirante presentándolo como paradigma, prez y espejo de ‘las más acrisoladas virtudes españolas’. ¿Puede representar esas virtudes un militar que comenzó su carrera al servicio del rey Gabacho y que la terminó defendiendo el Imperio del siglo XVIII pero utilizando los métodos más brutales, incluso en contra de las órdenes ‘humanitarias’ de su Virrey? Pues así lo quiere el trifachito de los neo-franquistas (PP y C’s) y de los retro-franquistas (Vox), purrela de muertos vivientes que se ha matrimoniado una vez más, en esta ocasión para publicitar la figura de un déspota que debe a sus mutilaciones su presunta capacidad como Héroe-aspirante-a-la Fama (1).

Blas de Lezo (en adelante, BL) fue un militar y, por ende, utilizó la despiadada disciplina propia de su oficio y de su tiempo. No vamos a discutir si gracias a ella, obtuvo victorias o derrotas. Menos aún estamos capacitados para evaluar sus batallas pero, independientemente de que fuera un napoleón o un furriel condecorado, no aceptamos que los héroes españoles tengan que llevar uniforme. Preferimos una España civilizada a una militarizada. Nuestros héroes son siempre civiles mientras que el heroísmo –generalmente, pagado por la plebe irredenta- de los mílites, va en su sueldo.

Aclarada nuestra posición de partida, analizaremos la figura de BL comenzando con unas brevísimas notas biográficas:

Al servicio de Francia

En 1701, contando sólo 12 años de edad, BL se enrola como grumete o quizá guardiamarina en la flota de Alejandro de Borbón, hijo de Luis XIV, rey de Francia. Es decir, comienza su carrera militar bajo bandera extranjera. En 1704, estalla dentro del territorio español la Guerra de Sucesión que ya venía asolando Europa desde el mismo año en el que BL se viste de uniforme. Y no nos vale argumentar que las monarquías de Madrid y de París estaban en manos de la misma familia –“Ya no hay Pirineos”, dicen que dijo el Rey Sol- porque las montañas seguían ahí mientras los españolitos pasaban a ser carne de cañón en las guerras francesas.

Primera mutilación: el 24.VIII.1704, frente a Vélez-Málaga, se traba una gran batalla naval entre las flotas franco-española y anglo-holandesa. BL pelea a bordo del Foudroyant (caray, qué nombre castellano más raro…) hasta que una bala de cañón le destroza la pierna izquierda. Gracias a esta amputación y gracias al valor demostrado al afrontarla, el monarca francés, el Rey Sol Luis XIV, le asciende a Alférez de bajel de alto bordo.
Segunda mutilación: Poco después, le destinan al puerto fortificado de Toulon, cerca de Marsella, donde lucha contra los saboyanos. Aquí es donde la esquirla de un cañonazo impacta en su ojo izquierdo dejándole tuerto de por vida.

Al servicio de España contra Catalunya, Génova y el Maghreb

Tercera mutilación. En 1712, cambia de bandera y se alista en la Armada española que le ha ofrecido ser Capitán de Navío. Orgulloso de su ascenso, marcha contra Catalunya al mando del navío Campanella desde donde bombardea Barcelona con fruición cañonera. Pero, el fatídico 11.septiembre.1714 (proto-Diada), abandona la impunidad del primer barco a sus órdenes y se precipita al asalto contra las precarias defensas de la ciudad. Los barceloneses defienden sus casas con armas de ocasión pero, incluso cercado, un héroe local le dispara una certera bala que le inutiliza el antebrazo derecho. A sus 25 años, BL ha conseguido ser consecutivamente cojo, tuerto y manco.

Otrosí, en 1731, BL se encarga de una operación que hoy llamaríamos ‘represalia por impago de deuda externa’. Convertido en recaudador armado, ataca la ciudad de Génova a quien Madrid acusaba de quedarse con unos milloncejos supuestamente propiedad de España. Ergo BL olvida que, según Quevedo, el oro de las Yndias “viene a morir en España / y es en Génova enterrado”. Convencidos los banqueros genoveses de las razones de BL –o de sus cañones, no somos expertos en psicología mediterránea-, entregan el botín a BL. Otro ascenso militar.

BL bombardeó Barcelona en 1714. Fragmento del grabado Barcino Magna Parens, Joan Van Ghelen , Viena, 1718

Después de Génova, la furia justiciera –y recaudadora, repetimos- de BL le lleva a la Berbería –hoy, Maghgreb-. En 1732, reconquista la plaza de Orán y, al año siguiente, vuelve con una imponente flota poniendo en fuga a los musulmanes que pretendían sitiarla y reconquistarla. Lamentamos no tener espacio para copiar la narrativa ibérica que describió aquel episodio pero cualquiera la puede imaginar: “los moros huyeron en desbandada… los piratas estaban aterrorizados… pese a la desigualdad numérica de las mesnadas hispanas, triunfó la Cruz”, etc. En pago a sus servicios como atracador en Génova y ‘pacificador’ en Orán, en 1734 el rey le asciende a Teniente General de la Armada.

En Cartagena de Yndias

La fama imperecedera de BL le llegó en la batalla de Cartagena de Yndias, florón de la Corona hispana y cubil de corsarios, espías, contrabandistas y comerciantes (2). En 1741, una enorme flota inglesa se lanzó a la conquista de esa ciudad; BL les hizo frente con unas fuerzas ostensiblemente menores pero, aun así, los hijos de la Pérfida Albión fueron derrotados por BL… y por las enfermedades tropicales.

Se dice que BL contaba con 2.830 hombres (2.230 soldados españoles y milicianos de la ciudad) a los que las mejores crónicas añaden “600 indios flecheros del interior de la provincia”. Estos flecheros eran negros, mulatos y amerindios chocóes, hoy conocidos como Emberá, êbêra o ẽpẽrá aunque bien pudieron haber sido Emberá-Wounaan.

La primera grieta en la sabiduría bélica de BL surge cuando observamos que el tullido Almirante vio llegar de lejos a la flota enemiga enfrascado en la construcción de nuevas fortificaciones. Bien, prudente medida. Pero la larga espera y las fiebres tropicales hicieron mella en el ejército español (hispano-criollo-amerindio, más bien) de manera que, de los 6.000 soldados que se reunieron antes del asedio inglés, menos de la mitad estaban en buen uso cuando llegó la Royal Navy –quien también fue derrotada por las miasmas del Trópico, más letales que la pólvora del rey hispano.

Dícese que los españoles tuvieron 800 muertos pero que los ingleses sufrieron 3.500 muertos en combate y 2.500 por enfermedades. Como en toda materia militar, estas cifras forman parte de esa Verdad que es la primera víctima de cualquier guerra. Y, para intuir la diferencia que hubo entre las cantidades oficiales y las reales, basta citar al enemigo:

“Por la cuenta honesta tuvimos 18.000 hombres muertos y, según un soldado español que capturamos, ellos perdieron a lo sumo 200. El Almirante Una Pierna con su excelente mando y fuego mató a 9.000 de nuestros hombres, la fiebre general mató un número parecido. Cuando eché la última mirada al puerto de Cartagena, su superficie era gris con los cuerpos putrefactos de nuestros hombres, que murieron tan rápidamente que nosotros no podíamos enterrarlos. De los colonos pobres y débiles de nuestras colonias norteamericanas murieron cuatro hombres de cada cinco” (ver Pembroke, J (1741) “True Account of Admiral Vernon’s conduit of Cartagena”; en Michener J.A., Caribbean.1990, Fawcett)

La segunda grieta es más ilustrativa pues atañe al trato infligido por BL a sus propios soldados y a los vecinos de Cartagena durante el asedio inglés-norteamericano. Sobre este ‘pequeño detalle’ sólo disponemos de fuentes indirectas pero el hecho de que, pese a salir victorioso, sufriera las reprimendas de sus jefes, Virrey incluido, nos hacen sospechar que el susodicho trato tuvo que ser demasiado arbitrario y despótico. De hecho, estuvo a punto de ser devuelto con grilletes a Hispania; en todo caso, andando el tiempo fue rehabilitado aunque no llegó a disfrutar en vida de su nombramiento como Marqués de Ovieco.

Los dioses mutilados

Muchos aficionados todavía nos maravillamos de que muchas religiones adoren a un dios mutilado (BL), torturado (Cristo), despellejado (Xipe Totec) o asesinado. Todo ello acompañado de un ritual todavía más perverso -por reglamentado-, que la muerte o la tortura. Y eso que, para los racionalistas, el asesinato ritual del Rey es comprensible puesto que, si el Rey es un dios, ha de ser inmaculado pero, si no atesora esta sublime condición, entonces no puede ser dios.

Sea como fuere, los ejemplos de dioses-reyes aperreados son incontables aunque un antropólogo nunca diría que universales. Ejemplos: el panteón egipcio está repleto de dioses emparentados entre sí pero que se pelean cruelmente: Horus hiere a su tío Set en los testículos y éste a su sobrino Horus en ambos ojos mientras estaba dormido; el mismo Horus, despelleja a Set y éste ya ha matado a Osiris gracias a varias estratagemas, desde convertirse en toro para pisotear al dios que comparte con Ra la supremacía, hasta inocularle la muerte cuando se disfraza de mosquito pasando por destrozarle con dentelladas de cocodrilo. Incluso la venerable Isis, diosa de gran fortuna posterior, soborna al juez Nemti pero, disgustada por sus veredictos, termina cortándole los dedos de los pies. Éste y otros episodios similares exasperan a Horus hasta el punto de cortarle la cabeza a Isis quien, dicho sea de paso, es su santa madre. Finalmente, aquella religión (cosmogonía, teodicea, mitología o lo que quieran) concluye que Set debe morir porque es un malandro que, disfrazado de pantera, arrasa los campos fértiles; “Hasta aquí podíamos llegar” –dijeron los sacerdotes-, así que Anubis lo marca a fuego, lo despelleja y, todavía no satisfecho, decapita a sus feligreses.

Comparada con esta crónica criminal, la mitología de sus herederos, los griegos, es una página de sucia sociedad. Curiosamente, uno de los dioses con la imagen más bárbara y teutona, Odín, sólo está tuerto.

En cuanto a las mutilaciones infligidas entre humanos, ¿qué van a hacer estos débiles mentales si no es imitar a sus dioses y reyes? Voto al chápiro verde que, en este terreno, su devoción y su Imitación de Cristo es grande, inconmensurable -pero nunca perdonable. Y ya que estamos en las Yndias del Imperio español, citaré un único ejemplo de guerrero amerindio torturado: Galvarino fue un toqui (comandante) mapuche apresado por los invasores castellanos en la batalla de Lagunillas (1557) Una vez prisionero, nada de piedad ni leyes de guerra: le cortaron las manos y le colgaron de un árbol, crimen narrado por Ercilla con palabras que rezuman orgullo araucano (“con desdén y menosprecio dello alargó la cabeza y tendió el cuello”) pues el toqui buscaba que le quitaran la vida. Pero fue indultado. Entonces, Galvarino se amarró unos cuchillos a las muñecas y continuó su lucha contra el Invasor hasta que, en la batalla de Millarapue (30.XI.1557) fue capturado y ejecutado sin dilación.

Los héroes mutilados

La fe absoluta en el poder sanador o restaurador de un individuo de carne y hueso, es una constante en la mitología eurocéntrica. En el siglo XX, adoptó varias formas a cual más autocrática, desde el Conducator rumano hasta el Caudillo español. Pero los divinos endiosados ya no eran sólo los reyes y los emperadores ni tampoco los Papas pues, para esas fechas, estas jaurías ya habían demostrado históricamente y con creces ser un saco de veleidades, sadismos y psicopatías en general -el deus odiosus encarnado. Para continuar la más innoble de tradición europea, el caudillismo necesitaba un machote ibérico, averiado en el cuerpo pero aferrado a su paranoia constitutiva. Y, bien, encontró a su dios mutilado en la figura del legionario genocida –pleonasmo- José Millán Astray.

Millán Astray, necrófilo pregonao e involuntario surrealista gracias a su famoso lema “¡Viva la muerte!”, ha sido definido por la gente de bien como “brutal” (Barea) y por sus propios adeptos como “golfo, putero, borracho y pendenciero”. Pero servidor, debe añadir que también era proclive a la infidelidad conyugal y, sobre todo, un propagandista nato e incluso una miaja orientalista. Es decir, que fue todavía más criminal y nefasto de lo habitual entre los vencedores.

Evidentísimamente, la Operación Lezo es una descarada –y descarnada, perdón por la burla facilona y cruel- maniobra para encumbrar a un antecedente de Millán Astray dando así a entender que la necrofilia de la raza hispana data de antiguo y, por ende, es constitutiva de una supuesta idiosincrasia ibérica. Como si ello fuera igualmente cierto para las dos Ejpañas y como si lo tétrico y lo luctuoso no entrara en contradicción con la imagen de una Ejpaña jubilosa desde que el primer indígena ibero tocara las castañuelas.

Comprendemos que el tridente de muertos vivientes quiera refrescarnos la Memoria Militar a través de la hagiografía de BL pero no debemos tolerar que se imponga la tanatofilia del viva la muerte. Ese trifachito, ¿cuándo va a comprender que su pasto televisivo, los realities y sus cómicos de guardia, no sólo son incompatibles con la alegría sino que son su peor enemiga?, ¿cuándo van a comprender que la única memoria que necesita este país es la Memoria Democrática? ¿cuándo van a comprender que estamos hasta la coronilla de que los espacios públicos estén copados por vetustos militares o por sus viejos y jóvenes palanganeros?

Puestos a elegir lisiados españoles dignos de recuerdo, hubiéramos mencionado a los cientos que la nula calidad de la democracia española produce cada día. O, mirando desde el retrovisor histórico, a cojos como Lope de Aguirre; mancos como Basiliso Serrano Valero, el Manco de la Pesquera, maquis aragonés; mientras que tuertos heroicos los hacen a diario las balas de goma de los antidisturbios -Esther Quintana es el ejemplo más conocido- y, si nos vamos a los inválidos en general, cerraría esta lista nada exhaustiva con el escritor extremeño Benigno Bejarano, gaseado por los nazis.

¿Alguien sostiene que, por encima de su escritura, Cervantes es digno de gloria eterna porque era manco? Aplicado a lo que hoy nos ocupa, que BL estuviera mutilado es un detalle irrelevante a la hora de enjuiciar su desempeño político. Pero, priorizar sus mutilaciones para elevarlo a los altares, es una indecente añagaza propia de esos feroces individualistas que manipulan una Historia ad hominem que es la antítesis de la verdadera Historia –además del enésimo tributo a la necrofilia nacional y un aprovechamiento canalla de la discapacidad física-. BL fue un militar imperialista que bombardeó Barcelona y que fue ennoblecido (es un decir) a título póstumo –con su pan se lo coman los cortesanos de esta monarquía borbónica. Lo demás es oportunismo morboso y corrección política malentendida.

Item más, ser un tullido no añade nada a la figura social y política de BL. Sólo significa morbo, chanchullos subvencionados… y futuros problemas con catalanes y amerindios. A los discapacitados –sea eso lo que sea-, hay que tratarlos con justicia, no con paternalismos ni, menos aún, utilizarlos para fines más que dudosos. Hace más de un siglo, Joaquín Costa pedía echar “doble llave al sepulcro del Cid” o también “despensa, escuela y siete llaves al sepulcro del Cid”. Con igual razón, hoy pedimos más despensa, más escuela libre y menos monumentos o películas (3) para mayor gloria de Lezo y sus palmeros neofranquistas.

APÉNDICE

Treinta y cinco (35) años después

No nos cabe duda de que aquellos 600 “indios flecheros” que ‘defendieron’ Cartagena no eran solamente indígenas “Chocoes” (hoy, Emberá-Wounaan) sino que también había entre ellos una cantidad indeterminada de negros, mulatos, zambos, pobretones y de otros pueblos indígenas. Tampoco dudamos de que muchos -o pocos- entraron en combate a la fuerza. Asimismo, es indudable que fueron puestos en la primera línea de fuego y que, por descontado, morirían como moscas cual corresponde a la carne de cañón que les resultara más barata de alistar a BL y sus oficiales.

Sobra decir que la Historia Sagrada de la Patria Española (HISPE) no recoge cuántos ‘indios’ murieron en la defensa de Cartagena de Yndias. Sin embargo, un hecho delictuoso ocurrido 35 años después de la batalla contra los ingleses (y sus subalternos norteamericanos) nos muestra el grado de opresión que sufrían los amerindios y demás marginados. Sirva este hecho, por tanto, para sospechar de la voluntariedad que –gratuitamente- la HISPE le supone a la carroña esclavizada.

En la Cartagena del año 1776, fue procesado un joven del que, realmente, nunca se sabrá cómo se llamaba, ni tampoco si era libre o esclavo, ni siquiera si era zambo o mulato. Según los papeles de la Inquisición, fue acusado de haber robado algunas bagatelas y, horror de los horrores, ¡una hostia consagrada! Para colmo, durante la tortura inquisitorial admitió haberla botado ¡en un muladar! Obviamente, tan tremebundo sacrilegio sólo se podía exorcizar con el tormento y la horca; el joven NN estaba condenado antes de que empezara la pamema del juicio.

El infeliz reo confesó que “si saqué la hostia de la capilla de la Orden Tercera y si la enterré en el muladar fue porque estaba ciego y pido misericordia a la Divina Majestad, con íntimo dolor por haberle ofendido, pues aunque me di cuenta de mi error, estaba turbado por los tragos, y pudieron más las ganas de seguir bebiendo que el arrepentimiento.”

A la par que se celebraba el (digamos) juicio, se erigió un monumento en el mismo sitio donde el ladrón había enterrado pocas horas antes la hostia sacramentada. Un rincón que, según el Fiscal, es el lugar “mas indecente, fétido, y asqueroso que pudo hallar este desalmado hombre en toda la ciudad, y aun en todo el mundo; inmediato a la horca, bien cerca a la casa del matadero, en un suelo cubierto de las inmundicias del vecindario, en un paraje lleno, y sembrado de los desechos, y cachos de las reses muertas para el abasto”.

Escandalizado por el comportamiento del mulato/zambo/esclavo/libre, el fiscal propuso “que antes de ahorcarlo se le mutilen las mismas indignas manos que se atrevieron al hurto y que por sus ojos viera y sintiera el golpe del cuchillo que se las cortaba.. [puesto que] quien temerariamente osado extiende sus manos para hechos horribles al divino sacramento no solo merece la pena de ultimo suplicio en la Horca , sino también según la gravedad de la causa puede el Juez para castigo de tan execrable atentado, elexir un genero de muerte horrible, como el que se le queme ò descuartice vivo ò que con otro aservisimo tormento concluya los dias de su vida”.

La ejecución se escenificó el 12.junio.1776 en la entonces llamada Plaza de la Inquisición (hoy, plaza Bolívar) y así es como se la imaginan los autores del trabajo de referencia:

“Avanzaba el reo frente a esos cientos de pares de ojos y, de entre los gritos inculpadores de la romería, intentaba rescatar las voces de los sacerdotes que lo exhortaban a “un buen morir” mientras las piedras de las calles por las que era arrastrado lo despellejaban y la fuerza de la bestia de cuya cola iba atado amenazaba con descuartizarlo. El verdugo lo mataría con un garrote y colgaría el cadáver en la horca. Horas más tarde, bajaría el cuerpo medio putrefacto por la acción del calor, le cortaría las manos, las quemaría y exparciría las cenizas para que las brisas tibias que azotan a la ciudad durante el mes de junio arrastraran hasta los rincones más apartados diminutas partículas del destino del transgresor. Al final de la jornada, y al mismo tiempo que el pregonero iba anunciando en voz alta la pena de muerte para quien osara mover de allí la cabeza del ajusticiado, el verdugo la colgaría dentro de una jaula en la Puerta de la Media Luna, como una señal de escarmiento para que todo el que entrase o saliese de la ciudad viera y temiera al poder bicéfalo de Dios y del Rey.”

Así pagaba la Corona española a quienes habían salvado Cartagena de Yndias del ataque inglés. BL ya había fallecido pero sospecho que, de haber estado al mando de Cartagena, el joven sacrílego habría sufrido peor suerte… si eso hubiera sido posible.

(Ver Roland Anrup y Angélica Pérez Pérez. s/d. De la hostia a la horca: el delito de un mulato en la Cartagena de Indias del siglo XVIII. Disponible en https://gupea.ub.gu.se/bitstream/2077/3174/1/anales_1_anrup_perez.pdf ) AP, 07.II.2019

Notas:
1.- El trifachito ya está exigiendo películas y espectáculos sin fin. Pérez-Reverte se cree el candidato idóneo para dirigir una serie sobre Lezo y sus colegas de proto y/o real franquismo, con Sánchez Dragó a la cabeza, ya se están peleando por las migajas. Pero, al contrario que Lezo, ninguno se pelea con los anglosajones y los saboyanos porque el mercado es el mercado. Sólo imitan al tullido en su bombardeo contra Catalunya.
2.- Cuando fue destinado a Cartagena, BL ya había paseado sus armas por las Yndias. So pretexto de unas deudas contraídas con la Corona metropolitana, comenzó exigiendo que los comerciantes peruanos pagaran la botadura de dos barcos –siguió el modelo Génova/Orán- y con ellos se lanzó por el océano Pacífico a practicar lo que, siglos después, se llamaría sarcásticamente la “diplomacia de la cañonera”.
3.- Desde 2014, en la Plaza Colón de Madrid campea un enésimo monumento a BL. Es una estatua de bronce de siete metros de altura (pedestal incluido) obra de Salvador Amaya. Fue inaugurado por Juan Carlos I, Ana Botella, alcaldesa de Madrid y José María Lasalle, entonces secretario de Estado de Cultura y hoy ex marido de Meritxell Batet i Lamaña, actual ministra de Política Territorial y Función Pública. Obviamente, fue protestado por la Generalitat de Catalunya que no dudó en recordar que BL bombardeó a civiles en Barcelona.
En cuanto a las películas y/o series, Vox proclama que “Hay que hacer esa película sobre Blas de Lezo. Es evidente que hay un público que garantiza el éxito. Deberíamos pedirle a Elvira Roca Barea que contribuya al guión. Y yo estoy dispuesto a irme a buscar a Mel Gibson si aquí no hay quien quiera realizarla o invertir en ella” (Abascal, tuit 04.febrero 23,42 hrs) Asimismo, Enrique Cerezo, productor de cine y presidente del Atlético de Madrid, trabaja desde hace un año en una serie de televisión de cuatro capítulos que sería dirigida por Álvaro Sáenz de Heredia –pariente de José Antonio Primo de Rivera y sobrino de José Luis SdeH, un atila de las pantallas, redomado franquista que asoló durante décadas el cine español y que perpetró Raza, el espanto fílmico guionizado por Franco-. Vox, Roca Barea, Cerezo, Sáenz de Heredia… lo mejor de cada casa. Sólo falta que al patrioterismo audiovisual se apunte José Luis Garci y se repita el impune pelotazo de su película Sangre de mayo (2008), aquel bodrio que conmemoraba el bicentenario de la lucha contra las tropas napoleónicas y que Esperanza Aguirre financió con ¡15 millones de euros! Magna iniciativa hiper-patriótica que no debió gustar a nuestros vecinos franceses… ni tampoco a los españoles puesto que sólo fue visto por 100.000 espectadores que dilapidaron poco más de 700.000 euros.

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