Encarcelados

Encarcelados

Juan Gabalaui*. LQS. Febrero 2018

Ocho de cada diez españoles están a favor de la prisión permanente revisable. Lo sabemos gracias a las encuestas. Más de dos millones de personas han apoyado la iniciativa de Juan Carlos Quer, a través de la plataforma change.org, para que no se derogue. No es la única iniciativa: Que el asesino de Diana Quer no quede en libertad en unos cuantos años, Mantengan la Prisión Permanente Revisable, Ciudadanos, PSOE y Podemos: No eliminéis la prisión permanente revisable.

Otras plantean un endurecimiento de la pena: Cadena perpetua sin revisión para el asesino de Diana Quer, Aprobar la cadena perpetua revisable para casos como el de Diana Quer. La PPR fue aprobada en el año 2015 gracias a la mayoría absoluta del Partido Popular junto con la represiva ley de protección de la seguridad ciudadana. No hubo debate público sobre la aplicación de una medida que venía a endurecer aún más el código penal español, uno de los más punitivos y con mayor duración de las penas en Europa. Ni lo hubo entonces ni lo hay ahora.

El apoyo a la PPR es de naturaleza emocional en el contexto de la aparición del cuerpo de Diana Quer. Los defensores de esta medida hablan de las penas como si fueran livianas, cuando el código penal ya contemplaba penas de 30 a 40 años, y creen, ingenuamente, que actuará como medida disuasoria para la comisión de ciertos delitos. La reflexión sobre sus implicaciones prácticas es inexistente. Se sustituye por demagogia, interés electoral y una abusiva exposición mediática de las familias de las víctimas, invitados que trasladan opiniones personales como análisis profesionales y periodistas sin escrúpulos que buscan aumentar la cuota de pantalla a costa del sufrimiento ajeno. Son capaces de convertir el ¡que se pudran en la cárcel!, en un argumento serio. No es nueva esta controversia. De hecho, las recurrentes polémicas sobre la supuesta benevolencia del sistema penitenciario ayuda a ocultar una reflexión necesaria sobre la utilidad de las cárceles. No se discute sobre la función social de las prisiones sino sobre la necesidad de que sea cada vez más punitiva. Sin límite.

Esta mentalidad es un ejemplo más del éxito del conservadurismo a la hora de trasladar su ideario a la sociedad. Se adopta el modelo de padre estricto que describió George Lakoff. Un padre punitivo, autoritario y castigador.

Los partidos conservadores son especialistas en conectar con el miedo y estimular los deseos de autoprotección traducidos en términos represivos. Apartar y encerrar. Separar a los malos de la buena gente. No busca reparar el daño ni entender la etiología de los comportamientos criminales en las sociedades modernas. En qué medida las sociedades capitalistas crean monstruos. Creemos que las cárceles nos protegen pero la realidad es que no hay ninguna institución que nos pueda proteger de nosotros mismos. A pesar de que, teóricamente, la función de la pena sea la reinserción social, las cárceles sirven para ocultar nuestros miedos. Sin éxito alguno. Lo cual nos lleva a activar los deseos de venganza cada vez que suceden hechos criminales de gran impacto social.

Tenemos fácilmente la palabra cárcel en la boca. No solo para referirnos a asesinos sanguinarios. También para políticos independentistas, contadores de chistes, escritores de twitter, opinantes antisistema, disidentes y anarquistas. Pretendemos acallar las voces discordantes con juicios penales y condenas ejemplarizantes. La indignación del conservadurismo se traduce en castigo. No construye sino que destruye vidas. La inconsciencia de lo que significa e implica la cárcel está detrás de los rostros desencajados que claman ¡prisión! La sed de venganza les lleva a pensar que un año de condena no es nada y que para aprender hay que sufrir. Construir la sociedad en base al sufrimiento infligido, el miedo que se traduce en venganza y la represión de los opuestos es construir una sociedad enferma. La que tenemos. La reflexión no puede ser sobre cuántos años de condena se tienen que aplicar sino sobre qué tipo de sociedad queremos construir.

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* El Kaleidoskopio
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