Espejos del tiempo
Carlos Olalla*. LQS. Noviembre 2019
Vivimos nuestro presente sin valorarlo, idealizando un pasado que cuando fue presente no nos impresionó o anhelando un futuro que nunca llegará o que, en el mejor de los casos, cuando llegue no tendrá nada que ver con el que habíamos imaginado
Quizá no seamos más que el resultado de las elecciones que hemos ido tomando a lo largo de nuestra vida, esas decisiones que tomamos rutinariamente, sin darles mayor importancia, y esas decisiones que creemos importantísimas e irrevocables que, a la postre, ni eran importantísimas ni mucho menos irrevocables. Solo el paso del tiempo nos ayuda a ver y a entender lo que somos y, avanzada ya la vida, lo que nos ha traído hasta aquí.
Vivimos nuestro presente sin valorarlo, idealizando un pasado que cuando fue presente no nos impresionó o anhelando un futuro que nunca llegará o que, en el mejor de los casos, cuando llegue no tendrá nada que ver con el que habíamos imaginado. Esa es nuestra cruz, pasar por la vida sin apenas darnos cuenta de que la estamos viviendo, esperando algo que nunca llegará o recordando algo que nunca fue.
El valor del aquí y del ahora es la verdad que nos enseña la vida con el paso de los años, un paso que, a fuerza de su imparable lentitud, nos pasa desapercibido y que solo las viejas fotografías nos muestran cómo ha sido en realidad. Un aquí y un ahora que nos sitúan frente a los únicos espejos que reflejan la realidad del que mira, los espejos del alma, esos espejos en los que lo que se refleja no es lo que vemos, sino la esencia del que mira. En estos vídeos hablo del paso del tiempo, ese que nos lleva a ser rosas de otoño, y de los espejos del alma, los que nos ayudan a entender lo que en realidad somos.
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