Francia: Un país que se levanta

Francia: Un país que se levanta

Por Frédéric Lordon*. LQSomos.

La pregunta de ahora en la agenda es cómo poner fin a «Macron y al orden capitalista «… Esta pregunta puede ser revolucionaria sin que la situación misma lo sea. Pero, la historia ha demostrado que aquí había dos partes posibles: quedarse en el sofá esperando a que se forme una situación revolucionaria “por sí misma ”, o echarle una mano activamente para que lo haga…

El lunes 20 de marzo, las portadas de la prensa nacional se llenaron especulando acerca de una moción de censura, contando los diputados susceptibles de votar, calculando las chances, considerando futuras combinaciones, jugando a informados, qué deleite la del periodismo político: en realidad un pasaporte a la inanidad política.

Durante este tiempo, la política, en apogeo, se apoderó del país. Una nube de iniciativas espontáneas estalla por todos lados, paros sin previo aviso, bloqueos de caminos, estallidos de disturbios o simples manifestaciones salvajes, asambleas estudiantiles en cada esquina, la energía de la juventud en la calle y en la Concorde. Todos sienten fuego e impaciencia en las piernas, pero no por las tonterías que fascinan al dedal parisino. El dedal es como la cabeza de alfiler, con periodistas pegados a los pasos de Macron y Borne, y totalmente ignorantes de lo que realmente está pasando: la efervescencia.

Es hermoso lo que sucede cuando el orden comienza a descarrilarse. Cosas pequeñas pero inauditas rompen el resignado encierro y la atomización con que los poderes sostienen su poder. Aquí los agricultores llevan cestas de verduras a los trabajadores ferroviarios en huelga ; allí, un restaurador libanés distribuye falafels a manifestantes cansados; los estudiantes se unen a los piquetes; pronto veremos a personas que abren sus puertas para ocultar a los manifestantes de las arremetidas policíacas. Comienza el verdadero movimiento. Ya podemos decir que la situación es prerrevolucionaria. ¿ A qué perspectivas se enfrenta ? ¿Será capaz de deshacerse del «pre-» para volverse plenamente revolucionario ?

Gobernar por redondeo

Este poder, con su legitimidad colapsada, no es más que un bloque de coerción. A destruido él mismo todas las mediaciones, el autócrata ya no está separado del pueblo más que por una trinchera de policías. De lo que haga este individuo -al que toda razón abandonó hace mucho tiempo- nada puede ser excluido.

Macron nunca reconoció la alteridad. Su psiquis no sabe qué es “el otro”, otra persona. Está en diálogo sólo consigo mismo y el exterior no existe. Por eso no se siente sujeto a ninguna de las validaciones colectivas de la interlocución. El 3 de junio de 2022 podrá sostener sin pestañear que va a «cambiar de método» y que «los franceses están cansados ​​de las reformas que vienen de arriba» , el 29 de septiembre que «el ciudadano no es alguien sobre quien impondremos decisiones”.

¿No es evidente que ante un tipo de este tipo, toda posibilidad dialógica queda de hecho abolida? ¿Que nada de lo que diga puede ser tomado en serio ? Es fácil comprender que tal individuo, al no conocer nada más que a sí mismo, es estrictamente incapaz de admitir un error que no sea ficticio, ya que debe haber escuchado al exterior, al no-yo, para darse cuenta de que estaba equivocado. Por eso todas sus promesas de “reinvención” (que tanto encantan a los periodistas) no pueden ser más que pantomimas producidas en su circuito cerrado.

Ha dado poder a instituciones políticas poderosas, y ahora realmente, liberticidas, ha estimulado todos los niveles de violencia posibles, cualquier cosa puede suceder. Todo está sucediendo en otros lugares. Las secuencias de la trampa en la rue Montorgueil este domingo son perfectamente claras a este respecto. La política de Macron va camino de la completa desintegración con la intimidación policial permanente. En adelante la policía reinará por completo. Cualquiera, los transeúntes ajenos a la manifestación, las mujeres y hombres asustados, las estupefactos por lo que está pasando recibirán un solo mensaje: no salgas a la calle ; quédate en casa ; ve la televisión; no te arriesgues.

El proceso inconsciente que la policía establece con su poder se termina por imponer: el acuerdo es inmediato entre una institución dedicada a la violencia y los individuos en busca de soluciones legales para satisfacer sus propios impulsos violentos. Este acuerdo encuentra una oportunidad inigualable en una situación prerrevolucionaria, cuando el poder, ya no se sostiene sino por la fuerza, y cuando se atribuye una importancia desmesurada de la fuerza policial. Un último recurso con un cheque en blanco. Como ya hemos visto con motivo de los «chalecos amarillos», es el momento de los sádicos y matones uniformados.

La tesis de la “Policía está con nosotros” está totalmente obsoleta, ya no tiene ninguna posibilidad: el dominio instintivo de la violencia policial prevalece absolutamente sobre la proximidad social en la que descansaba la ilusión de un “encuentro con los civiles” (el materialismo vulgar si toma en consideración solamente los datos sociales e ignora todo lo demás). Tales son las formas en que las estructuras de poder producen sus efectos, en las que un orden satisface sus necesidades: estas órdenes son transmitidas a la psique de los funcionarios adecuados, y esto pasa desde el mismo Macron hasta el último matón policial que golpea en la calle.

Contrafuerzas

Las contrafuerzas, sin embargo, nos protegen del descenso a una tiranía aún más abyecta o, más simplemente, de ser aplastados por la policía. Mencionemos la primera por conciencia, es decir sin creer demasiado en ella. Tal vez sea posible que algunos restos de moralidad, alguna idea de límites y puntos de inflexión, aún permanezcan en el aparato estatal, seguramente no en el Ministerio del Interior donde la viruela lo ha conquistado todo, donde, al igual que en sus tropas, en el gobierno manda un ministro cuasi fascista.

Sin embargo, teóricamente en los gabinetes, en algún momento, podría formarse la conciencia, la preocupación de cometer lo irreparable. Pero, como sabemos, es mejor no contar con este hipótesis, sería una suerte de milagro secular, tanto más por el estado de corrupción, tanto moral como financiero, de esta «república ejemplar francesa». El orden burgués que debe conservarse a cualquier precio piensa la casa dominante

Una contrafuerza material se produciría al posible desbordamiento de la policía. No al calor de alguna acción localizada sino a escala de todo el país. Porque si en algún lugar del Ministerio del Interior hay un gran tablero estilo Dr. Strangelove , debe estar parpadeando como un árbol de Navidad, pero con rojo por todas partes. La policía aguantó durante los «chalecos amarillos» no sin llegar al borde del agotamiento, porque ocurría en un número limitado de grandes ciudades y solo una vez a la semana.

Ahora viene de todas partes de Francia y todos los días. Maravilloso poder el de los números (la obsesión de todos los poderes, el norte de toda revolución). La policía ya debe empezar a sacar la lengua detrás de sus cascos. Pero no han terminado de correr y hacer kilómetros en furgonetas. Tenemos que ponerles fuegos artificiales, para que el árbol se convierta en una enorme guirnalda y el gran tablero explote el cuadro de luces. El agotamiento de la policía: este es un centro neurálgico para el movimiento.

Finalmente, existe recursos de otro tipo: el odio a la policía, en cuánta fuerza motriz. Cuando un poder da rienda suelta a sus matones, pueden ocurrir dos efectos radicalmente opuestos: intimidación o aumento de la ira. Todas los cambios ocurren cuando el primer afecto muta al segundo. Hay muchas razones para pensar que estamos ahí. Porque es un eufemismo decir que el ambiente es embravecido. El odio a la policía promete alcanzar una profundidad y amplitud sin precedentes. Sin embargo, con Macron pegado a su policía, el odio a la policía se convierte ipso facto en odio a Macron. Este personaje, de verdad, no sabemos cómo va a terminar, lo mejor sería sin duda: arriba de un helicóptero.

Ir más allá de lo “pre-”

Es evidente para todos que al querer entronizarse en la gloria, Macron se apegó a todo: se apegó a la ley de pensiones, como se apegó a la policía, de modo que, por metonimia, se ha convertido en la síntesis viviente de todas las maldiciones particulares. Por una muesca de metonimia adicional, también está adherido al “orden capitalista”. Entonces esta es la pregunta de ahora en la agenda: cómo poner fin a «Macron y al orden capitalista «.

Esta pregunta puede ser revolucionaria sin que la situación misma lo sea. La historia ha demostrado que aquí había dos partes posibles: quedarse en el sofá esperando a que se forme la situación revolucionaria “por sí misma ”, o echarle una mano activamente para que lo haga. A riesgo de desplomarse quizás, pero con la posible ayuda de ritmos que, en determinadas circunstancias, pueden experimentar aceleraciones deslumbrantes.

En todo caso, no se pasa de un momento“ prerrevolucionario ” a simplemente “ el momento revolucionario ” con la sola negatividad de una negativa. También se necesita una afirmación, un enorme afirmación «para producir la unidad de todos los poderes populares. ¿Cual puede ser la respuesta? —entendida ésta bajo la condición que estamos en un proceso de insurgencia de un país – aunque todavía sea en forma indefinida— pero, precisamente, por eso es necesario hacerlo pasar a una forma definida.

Para que la insurrección sea un medio y no un fin, para que se convierta verdaderamente en un proceso revolucionario, se debe articular una salida . Es decir, formular una voluntad política positiva, donde el número de los participantes pueda reconocerse. Pero no hace falta buscar mucho para darse cuenta, en realidad lo sabemos. El deseo político positivo, aquel que el capitalismo y las instituciones políticas burguesas ofenden por principio y por definición, es el de la soberanía .

La soberanía de los productores sobre la producción es algo que puede hablar mucho más allá de la sola clase obrera, la primera interesada. Porque cada vez más -los que se llaman ejecutivos- sufren también de la estupidez gerencial, del gobierno ciego de los accionistas, de la idiotez de las elecciones de sus gerencias. Los llamados ejecutivos aspiran, con una aspiración gigantesca, a tener voz y voto en todo aquello de lo que son desposeídos.

Solo hay legitimidad, por lo tanto, título de soberanía, para aquellos que hacen el trabajo. En cuanto a los que, ignorándolo todo pretenden sin embargo organizarlo no son más que parásitos y hay que expulsarlos (consultores, especuladores financieros y otros de este tipo). El argumento irrebatible a favor de la soberanía de los productores lo dio un sindicalista, Eric Lietchi, de la CGT Energie París: “los balances hablan por sí solos, bajo el liderazgo de una clase parasitaria, el país ha sido destruido” .

La sanidad pública está en ruinas, la justicia está en ruinas, la educación está en ruinas, la investigación y la universidad están en ruinas, la medicina está en ruinas: a los fumetas se les ruega que administren la amoxicilina en los ·patios traseros”. Este otoño, Borne pidió a Dios “que no hiciera demasiado frío en invierno para que el sistema eléctrico –en ruinas como el resto– aguantara”.

Reclutamos maestros por media hora. A los funcionarios públicos los obligan a conducir los autobuses, ¿pronto serán los trenes ? Y la gente tiene hambre. No hubiéramos creído posible escribir algo así algún día, pero los hecho estás ahí: una cuarta parte de los franceses no tienen suficiente para comer. Los jóvenes tienen hambre. Las colas del hambre son interminables. Entre eso y la policía, France 2 haría un informe pero a ciegas, sin indicar de qué país se trata, inmediatamente organizaríamos una maratón solidaria, Binoche se cortaría una mecha y Glucksmann prepararía una plataforma para estos “desafortunados” o “miserables”.

En unas pocas décadas, todo el modelo se ha puesto de rodillas. Pusieron a la economía de rodillas. Los “competentes” han arruinado el país. La desorganización es total. Como sabemos, el diploma y la competencia han sido históricamente promovidos por la burguesía como títulos sustitutivos de la sangre y el linaje para derrocar a la aristocracia. Paradoja (que no lo es), en el capitalismo tardío, la incompetencia de la burguesía se convirtió en una fuerza en sí misma – al fenómeno se le puede dar nombre haciendo una mínima rectificación a Schumpeter: han producido una destrucción destructiva. O un nombre propio para este desastre en una sola palabra: McKinsey.

Imagina lo inaudito

El argumento de Lietchi adquiere aquí toda su fuerza. Porque la idea de la soberanía de los productores, habitualmente referida al mundo de los sueños, cae como una consecuencia lógica del momento, ahora es una constatación irrefutable. Su conclusión se deduce con la misma agudeza: hay que embargar el poder de estos nefastos imbéciles y quitarles toda la producción. ¿Es posible hacerlo? Los trabajadores lo saben, ya lo saben. Este es el verdadero significado que debe darse a las palabras «huelga general”: no el paro general del trabajo, sino el acto de iniciar la reapropiación general de la herramienta – el comienzo de la soberanía de los productores.

Es en este momento que el evento debe mostrar su poder, aunque, por el momento, esta fase está en la imaginación, debería ser posible. Será increíble el aspecto de las empresas cuando vuelven a manos de los empleados. Inaudita la reorganización de los servicios públicos cuando están bajo la dirección de quienes saben tratar, enseñar, controlar la seguridad de las vías férreas, conducir trenes, repartir el correo teniendo tiempo para hablar con la gente, etc. Será inédita la apertura de las universidades a todos los públicos, la emancipación del arte de la burguesía y sus patrocinadores capitalistas. Será insólito el descalabro de la burguesía, la condena histórica de su característica mezcla de soberbia y nulidad: no saben hacer nada, nunca han hecho nada sino mandar para que otros lo hagan.

Se estará de acuerdo en que esta utopía no considera una forma totalmente armada, tanto mejor. Pero al menos marcan una dirección para la acción y la mente. ¿Debería haber una dirección común, derivada de la cuestión política? ¿pero, quién decide ? El principio para este asunto es : todos los interesados ​​tienen derecho a decidir.

El principio forma una línea divisoria de aguas. Para la burguesía, sólo la burguesía tiene el poder de decidir. C News, que representa la verdad de la burguesía tardía, una verdad fascista si es necesario, es perfectamente consciente del peligro: “¿ Debemos temer el regreso del comunismo? pregunta angustiada. Probablemente sin querer, la pregunta está bien planteada. Ya que “comunismo” se entiende como el partido opuesto, el partido de todos, el partido de la soberanía general, el partido de la igualdad.

El maravilloso resurgimiento de los «chalecos amarillos» tuvo la culpa de no estar aferrado a la cuestión salarial. En dos meses, todo cambió. Las formas de lucha se van diversificando y complementando: ya no será posible separar las manifestaciones de los jueves, masivas pero inocuas, de los salvajes que mantienen a la policía en retirada hasta el final de la noche. Entonces, la sustancia de la lucha de clases fluye hacia la forma «chalecos amarillos». Combinación sin precedentes, tan esperada. Y esta vez impresionante.

* Filosofo. Publicado en Observatorio de la Crisis

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