God Save the King?: no siempre

God Save the King?: no siempre

Por Nònimo Lustre. LQSomos.

Se sabe pero no se recuerda suficientemente que el rey Charles I de Inglaterra fue decapitado por Cromwell, los Puritanos o los Comunes –como prefieran decirlo-, en la gloriosa fecha del 30.I.1649. Pocas semanas después, el 17.marzo, el Parlamento republicano abolió la monarquía promulgando la Act of Abolishing the Kinsgship donde, basándose en la experiencia histórica, declaró que “the office of a King in this nation (…) is unnecessary, burdensome and dangerous to the liberty, safety and public interest of the people”.

Hoy, todo indica que la actual Corona británica es igualmente superflua y escandalosamente nociva para la seguridad del Pueblo pero matizaríamos eso de costosa (burdensome) Claro que es onerosa para el común de sus súbditos pero no para todos. Por ejemplo, la Crown araña 4 o 5 millones de libras (o 400 o 500) con el mercadeo de la horrorosa memorabilia de la difunta Queen -las tazas y los imanes para nevera representan una concesión demagógica infinitamente menos rentable que otros derechos de imagen. Y los sátrapas que rigen los países de la Commonwealth, desde los negros (¿ex caníbales?) hasta los blanquitos finísimos aussies y kiwis, también apañan sus coimas, seguramente olvidando que ese término (= riqueza común) fue popularizado y registrado por los regicidas antes citados.

Heredera de una de las mayores lacras de la Humanidad –el British Empire- y madre putativa del US Empire -igualmente dañino-, sin embargo nada perturba el sueño eterno de la máxima responsable de las atrocidades perpetradas contra el Homo sapiens durante los dos siglos que duró su Imperio. Y, a pesar de ser históricamente recientes, pocos quieren recordar los genocidios ordenados y/o permitidos por Elizabeth II en Grecia, Malaysia o contra la Kenia de los injustamente denostados Mau Mau –ni tampoco la proyectada disolución de la Unión Europea, un servicio más dedicado a sus amos, los EEUU. En el siglo XIX, para humillar a unos artesanos que querían regalarla unas medias de lujo, se dijo que la reina de España no tenía piernas. Ahora sabemos que la reina del United Kingdom no tiene corazón. Y su adusto heredero Charles III, tampoco; lo ha demostrado echando a la calle, entre hipidos y vahídos por la reina, a los 101 funcionarios/esclavos/sicarios de Clarence House –su estate y State personal- que tenía a su servicio exclusivo.

Pero hay síntomas de que no hay mal que doscientos años dure. Barbados es ya una República desligada protocolariamente de la Commonwealth; Antigua y Barbuda lo serán en breve; Australia ha creado un ministerio para transitar a la República y así sucesivamente. Pero The Crown y el Papado de la Iglesia anglicana, siguen impertérritas, a lo suyo que son los monises. Así lo demuestra que, sabiendo que el buen paño no se vende en el arca sino en las vitrinas, el féretro de la finada Queen ¡haya ostentado publicidad!

De Balmoral a Edimburgo, 6 horas de carretera sin que el séquito royal
se percatara de la publicidad de esa funeraria -¿seguro que nadie se dio cuenta?

1649: el King Charles I, es decapitado

Error: el tajo decapitador estaba a ras de suelo.
El rey no pudo arrodillarse, tuvo que tumbarse.

Sólo 10 días después de cumplido el tiranicidio, un tal William Marshall publicó el pasquín Eikon Basilike (El retrato de su Sagrada Majestad en sus Soledades y Sufrimientos), el primer panfleto monárquico de una serie de coprolitos que perdura hasta hoy. El antecesor del hodierno Carlos III fue convertido en Mártir Real y casi en Santo merced a los milagros que se le atribuyeron desde que, al pie del patíbulo, la plebe mojó su sangre en pañuelos y en la demanda de reliquias y royal souvenires –hagiografías incluidas- que se multiplicó tras su más que legítima y justificada ejecución. Como la histeria colectiva va de hemoglobina, es hasta posible que Charles III, adicto a la sangre menstrual, ya haya comenzado el camino a los altares anglicanos.

“… Las Navidades han sido declaradas sacrílegas así como el intercambio de regalos y parabienes. Las ropas caras y las fiestas son satánicas y, por tanto, Prohibidas bajo pena de una multa de cinco chelines”. La revolución de los Comunes fue verdaderamente radical

La venganza royal

Gabinete de un Cromwell sentado a la derecha de Belcebú. Pinchar sobre la imagen para ampliar

En 1660, once años después de la ejecución de Charles I, su hijo y sucesor, Carlos II, pese a ser propagandeado por sus cortesanos como The Merry Monarch (14 hijos reconocidos y ninguno con su esposa) desató su venganza contra los regicidas de su padre –no dudamos de que rebañara gañotes muy alegremente. Un testigo de la represión escribe que “No vi su ejecución, pero les encontré en sus celdas, mutilados, despedazados y apestosos, como fueron sacados de la horca en cestas” (John Evelyn) Siguiendo la costumbre royal, sus restos habían sido sancochados y bañados en sal y semillas de comino -la sal para retrasar la putrefacción y la semilla de comino para evitar que los pájaros picotearan sus carnes.

Ese fatídico año, el nuevo Parlamento aprobó la Act of Free and General Pardon, Indemnity, and Oblivion (= Ley de Indemnización y Olvido, continuación de la Declaración de Breda) que concedía amnistía a algunos de los que habían apoyado al antiguo Parlamento ‘cromwelliano’ durante la guerra civil (comunes vs. monárquicos) y el Interregno. Pero, la letra pequeña de esa ley excluía expresamente a 104 supuestos regicidas entre los cuales 49 o 50 almas y los dos executioners -Two Persons who were upon the Scaffold in a Disguise, enmascarados- serían condenados a la pena capital. Poco importó a la Corona que 24 ya habían muerto o que los dos verdugos “cumplían órdenes”. El rey Alegre encontró la manera de re-asesinarles.

Exhumación y venganza royal: los cadáveres de Cromwell, Bradshaw y Henry Ireton
–republicano autor del incendiario panfleto Remostrance-, desenterrados, quemados y cuarteados

En aquella Revolución Británica no hubo demasiadas jerarquías porque fue mayormente obra del pueblo común. Pero, como esa acefalia difusa era inadmisible para Palacio, los cortesanos decidieron que hubo tres cabecillas, Cromwell, Bradshaw e Ireton. Pero ya habían fallecido… No problem today, se les desenterró, se les ahorcó y se les decapitó en Tyburn; sus cuerpos fueron a varias fosas comunes y sus cabezas embreadas fueron ensartadas en unas picas ubicadas en Westminster Hall, mirando hacia el lugar en el que había sido ejecutado Charles I. El resto de los Commoners o Comunes regicidas, bien que fueran potentados aristócratas, sufrió distintas suertes: los que se exiliaron en la colonia de New Haven se salvaron de la ‘repatriación forzosa’ –i.e., secuestro royal- gracias a que fueron protegidos por los colonos. Los que huyeron a países europeos, no siempre se salvaron de la vesania de los embajadores de Charles II y/o de sus sicarios. Ejemplo, aunque no había firmado la condena a muerte de Carlos I, sir John Lisle estaba exiliado en Lausana hasta que el matón irlandés James Fitz Edmond Cotter le encontró y le disparó o apuñaló en 1664.

Hanged, drawn and quartered. Año 1684, Sir Thomas Armstrong es descuartizado
por conspirar contra Charles II –hijo y heredero de Charles I.

El embajador de España

Alonso de Cárdenas, embajador de España

En diciembre de 1650, ante el asombro del resto de los monarcas europeos, el Reyno de España es el primero en reconocer oficialmente al régi¬men republicano inglés. Asimismo, Felipe IV será el primer rey en abandonar sin pestañear su (ex)apoyo a la causa católica en Irlanda. Esta real politik sólo disminuirá cuando los británicos ataquen en las Yndias a algunas colonias españolas. Por otra parte, sólo hubo dos países europeos que respaldaron abiertamente la Restoration de la monarquía británica: Rusia y Venecia; Moscú para mantener su comercio con los Países Bajos y Venecia (1652) para lo mismo pero preservando sus apaños con la Commonwealth.

Alonso de Peralta y Cárdenas (ca. 1592-1666) —más conocido como Alonso de Cárdenas-, embajador en Londres (1640-1655) y, finalmente, vizconde de Villahermosa de Ambite porque compró las alcabalas de ese pueblo, método frecuente para acceder a la aristocracia. Cárdenas informa a Madrid usando unos términos modernos (pueblo y movimiento republicano) Del primero opina que es un actor político emergente y del segundo, que se nutre de panfletos, folletos y memorabilia efímera –los designa como lebelers (sic, por levellers, igualitarios) y los conceptúa como aspirantes a la “democracia perfecta”. A distancia, lidió con el activismo de los sicarios de Carlos II, un claro terrorismo de la Corona que llegó, en junio de 1650, a asesinar en Madrid al embajador ‘puritano’ Anthony Ascham. No obstante lo cual, todavía cuatro años después era recibido amistosamente por Cromwell, a quien odiaba pero con quien se entrevistaba hablando en latín sin intérpretes. Más aún, definía al Cromwell Lord Protector como un “insigne disimulador sin fe, sin ley, sin palabra, engañador y astuto hipócrita” de “desmedida soberbia y ambición”.

Pues sí, perverso puritano pero arrastró a parte de las clases pudientes a renegar de la monarquía y creó la Commonwealth, esa entelequia de la que tanto presumía la finada Reina pero que todo indica que se extinguirá por hartura de sus socios. Otrosí, que Cromwell aboliera las Navidades es un motivo más para perdonar (parte) de sus excesos puritanos –entre los que no incluimos la ejecución de Carlos I.

Otros regicidas de los que somos deudores y estamos orgullosos:
01.II.1908, Buiça y Costa, matadores –sobre todo, Buiça- de otro rey Carlos, el de Portugal.

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