HIPNOCRACIA: Una curiosa provocación intelectual en la era de la IA

Por Joan Martí
Sólo adoptando una actitud crítica, formándonos en alfabetización digital y practicando la soberanía perceptiva podremos mantener encendida la luz de la razón en un mundo donde realidad y simulacro se entrelazan constantemente…
¿Hito en la historia de la Humanidad?
Ya bestseller aun antes de desembarcar en España en castellano, en primavera de 2025, Hipnocracia: Trump, Musk y la nueva arquitectura de la realidad ha irrumpido en el panorama cultural como un ensayo visionario sobre la manipulación de la percepción en la era digital. Lo extraordinario no es únicamente la lucidez de su diagnóstico, sino el misterio que rodeaba a su autor declarado, un tal Jianwei Xun, presentado como un filósofo de Hong Kong radicado en Berlín. A los pocos días de su aparición, la obra circulaba en conferencias, artículos académicos y debates sobre posverdad e inteligencia artificial, y fue calificada de “referencia indispensable” por varios think tanks europeos. Sin embargo, a principios de este mes aparecieron algunos reportajes revelando que el tal Xun no existe: era una creación híbrida de un ensayista humano y dos sistemas de IA, un experimento diseñado para poner en práctica las propias tesis del libro… El caso es que esta doble condición de análisis teórico y performance filosófica, dio al texto un efecto práctico curioso: a los lectores nos obligó a vivir, en carne propia, la hipnosis colectiva que describe.
La mente que hay detrás de la farsa es el filósofo y ensayista italiano Andrea Colamedici, quien -al descubrirse el engaño, pillado in fraganti– adujo que concibió Hipnocracia como un proyecto artístico y académico. Colamedici utilizó a ChatGPT y Claude —dos avanzados chatbots de IA de lenguaje generativo— para coescribir el ensayo bajo el nombre de autor Jianwei Xun, un tipo inexistente, dotándolo de una biografía, fotografías y currículum falsos. El libro ya juega con el lector cuando en el primer capítulo narra un “experimento en Berlín”. En él, un grupo de académicos inventa a un autor apócrifo y difunde su obra, solo para constatar que la comunidad intelectual la adopta sin cuestionamientos. Este prólogo ficticio funciona como metáfora: anticipa lo que Colamedici ejecuta a lo largo del libro. En una entrevista con WIRED, afirmó: “Quería un libro que fuera a la vez teoría y práctica. Que el lector no solo leyera sobre manipulación, sino que la experimentara”. La omisión deliberada de la condición de la IA al publicar la obra violaba la reciente normativa europea de transparencia en contenidos generados algorítmicamente, lo que generó un gran debate ético cuando se dio a conocer. Pero ese aspecto de la cuestión resulta irrelevante.
Yendo al grano, en el núcleo conceptual de Hipnocracia se encuentra la idea que revoluciona la sociología y la teoría de la comunicación; se teoría y disecciona un nuevo régimen de poder que opera no mediante la represión, sino a través de la manipulación sutil de la percepción. Así, según el libro, vivimos bajo una “dictadura digital blanda” en la que los algoritmos de redes sociales, buscadores y agregadores de noticias funcionan como arquitectos de la realidad, inundándonos con narrativas contradictorias que diluyen cualquier verdad objetiva. La estrategia principal es la saturación: se expone al usuario a un torrente incesante de versiones, medias verdades y distracciones, de modo que se origina un estado de trance funcional donde la atención crítica queda adormecida. No se trata de censura, sino de inundar el espacio público con tanto ruido que el individuo deja de discriminar entre lo importante y lo irrelevante, aceptando acríticamente las historias más convincentes o emotivas.
Eso se logra con dos mecanismos fundamentales: la personalización algorítmica y la manipulación emocional. Los primeros crean burbujas de filtro que refuerzan los sesgos preexistentes de cada usuario, ocultando datos incómodos y amplificando mensajes afines. Los segundos operan a través de contenidos diseñados para provocar miedo, indignación o euforia, secuestrando la razón y cultivando reacciones automáticas en lugar de reflexivas. Como dice el supuesto Xun, “en la posverdad, la emoción manda más que el hecho; la credulidad guía más que la evidencia”. El resultado es una ciudadanía fragmentada en universos paralelos, cada cual con su propia versión de la realidad e incapaz de converger en un debate público fundamentado.
A continuación, vemos las formas concretas en las que opera la tesis de la hipnocracia; esto es, la inducción de un “trance funcional” en la sociedad a través de algoritmos que saturan el espacio informativo, generando confusión y pasividad. Cada ejemplo muestra cómo en la vida cotidiana los sistemas digitales moldean sutilmente nuestra atención, emociones y conducta colectiva.
1) Burbujas de filtro en redes sociales: Al entrar en Instagram, Facebook o TikTok, el algoritmo te muestra primero publicaciones muy parecidas a las que ya le diste “me gusta” o con las que más interactúas. El efecto hipnocrático es que esta personalización continua refuerza tu visión del mundo, reduciendo drásticamente el contacto con perspectivas distintas. En lugar de un debate plural, terminas en un bucle de contenidos homogéneos (falsa sensación de consenso), que adormece tu curiosidad y reduce tu disposición a contrastar información.
2) Notificaciones push y fragmentación atencional: Aplicaciones de noticias, mensajería y redes te envían alertas constantes: “Última hora”, “Reenvía esto”, “Tu amigo ha reaccionado”. El efecto hipnocrático consiste en que cada ping te interrumpe y te arrastra momentáneamente hacia múltiples conversaciones inconexas. El resultado es que pasas de una indignación (un titular escandaloso) a otra (hoy, el siguiente viral), sin llegar nunca a digerir o profundizar en nada. Se crea un estado de saturación emocional con múltiples estímulos breves que impiden la reflexión serena.
3) Hashtags y trends que cambian cada hora: En Twitter/X o TikTok aparece un “trend” sobre un escándalo político; al cabo de unas horas, otro sobre un nuevo asunto deportivo o viral. El efecto hipnocrático se produce cuando ese vaivén constante —con miles de tuits o vídeos nuevos cada minuto— genera la impresión de que “todo es urgente” y “hay que reaccionar ya”. Al final, tu propia capacidad de análisis crítico se adormece: reaccionas con emojis, retuits o comentarios fugaces, pero sin un sentido claro de prioridades o de contexto real.
4) Múltiples versiones de un mismo hecho. Durante una crisis (por ejemplo, una alerta sanitaria), los grupos de WhatsApp y Telegram multiplican rumores, explicaciones contradictorias y fakes: “Esto cura el virus”, “Esto es una conspiración”. El efecto hipnocrático se da al recibir veinte audios distintos que afirman cosas opuestas, mucha gente desconfía de todo y acaba desistiendo de informarse: entra en una apatía donde “total, ya no sé qué creer” y adopta una postura pasiva, dejando que otros tomen las decisiones (vacunarse o no, aplicar medidas X o Y) en su lugar.
5) Recomendaciones automáticas de consumo. En plataformas como YouTube o Netflix, tras ver un vídeo o serie, el sistema te sugiere otro similar, con miniaturas diseñadas para enganchar. El efecto hipnocrático aplica avances de psicología y diseño UX, produciendo un infinite scroll pensado para que no cierres la aplicación. Al final, terminas consumiendo horas de contenido de baja profundidad —memes, clips breves, vídeos sensacionalistas— y tu capacidad de atención sostenida para leer un artículo largo o ver un documental se ve erosionada.
6) Noticiarios “en cadena”, en los que las grandes cadenas de noticias repiten un mismo titular sensacionalista cada quince minutos, cambiando apenas algún detalle para no agotar la pauta publicitaria. Aquí el efecto hipnocrático se produce por la repetición constante del mismo supuesto scoop, sin contexto ni análisis profundizado, generando un estado de alarma paralizante, con el que la gente se queda pegada al televisor o al móvil, pero no avanza hacia una comprensión más matizada y rica del suceso. Se instala la confusión porque no hay datos nuevos, solo ecos del mismo titular.
7) Publicidad política hipersegmentada: Durante una campaña electoral, recibes anuncios en Facebook e Instagram que apelan a tus miedos y deseos (gastos, inmigración, seguridad) según tu perfil. El efecto hipnocrático se da al producir mensajes distintos para cada microgrupo (jóvenes, mayores, profesionales, obreros), fragmentando el espacio público. Nunca se construye una narrativa compartida, sino varias paralelas. El ciudadano acaba sintiéndose pasivo porque percibe que “los políticos me hablan solo a mí”, no a la sociedad en su conjunto.
Las técnicas y prácticas anteriores producen un “trance funcional”, en el que se crea una situación de saturación de mensajes que impide la reflexión profunda y mantiene a la mayoría en modo reacción, sin capacidad de planificar o debatir con calma. Un clima personal de emociones intensas y cambiantes (ira, miedo, euforia) desvían el foco de la discusión razonada hacia respuestas instintivas (“comparto ahora, luego ya lo veré”). Una fragmentación de la realidad colectiva crea la ilusión de que “nadie sabe qué es verdad”, lo que fomenta la pasividad: “si es todo confuso, mejor no opinar”. Y lo anterior, retroalimenta con la learn machine un rediseño algorítmico constante que refuerza —gota a gota— tus propios sesgos y limitaciones cognitivas, con lo que el sistema no tiene que imponerte nada; simplemente le basta con explotar tu tendencia natural a la comodidad informativa.
En su conjunto, estos mecanismos configuran un entorno informativo que funciona como un trance: continuas distracciones, breves estallidos emocionales y realidades múltiples que impiden a la ciudadanía ejercer un juicio crítico sostenido. Esa es la esencia de la hipnocracia: no hace falta violencia ni prohibiciones, basta con una correcta arquitectura de atención que nos mantenga hipnotizados.
Para ilustrar esta teoría, Hipnocracia analiza a dos figuras emblemáticas: Donald Trump y Elon Musk, a quienes califica de “sumos sacerdotes” de la nueva fe mediática. Trump demuestra cómo acaparar la atención día tras día con mensajes incendiarios, declaraciones desaforadas y conspiraciones infundadas, definiendo él mismo los términos del debate público sin necesidad de silenciar a sus oponentes. La repetición constante de sus narrativas provoca que un porcentaje significativo de la población viva en una “realidad paralela”, alineada con sus versiones de la verdad electoral y cultural.
Musk encarna el tecnócrata visionario que mezcla promesas de futuro con el embrujo de los memes y las criptomonedas. Sus tuits —desde alusiones crípticas a Dogecoin hasta proclamas de nuevas fronteras espaciales— han demostrado el poder de sugestionar mercados enteros y movilizar a millones de seguidores con un simple mensaje. Su reciente adquisición de Twitter/X, presentada como un impulso a la “libertad de expresión”, ejemplifica cómo se puede reconfigurar un espacio de diálogo global para servir a intereses particulares, potenciando la polarización y la difusión de desinformación. En ambos casos, la clave no está en mentir abiertamente, sino en inducción constante: una sugestión que vacía de contenido crítico el juicio colectivo.
Hipnocracia dedica su parte final a proponer estrategias de resistencia. El autor insta a cultivar lo que llama la soberanía perceptiva, un hábito de dudar sistemáticamente de las narrativas predominantes y de observar nuestras propias reacciones emocionales ante la información. En lugar de la descalificación directa, sugiere la difusión de contra-relatos sutiles y la exploración deliberada de puntos de vista opuestos para ampliar el espectro de percepciones. Asimismo, recomienda “sabotear” los algoritmos: alternar patrones de consumo de información, suscribirse a fuentes diversas y usar herramientas de verificación para dificultar que una IA nos encierre en una única burbuja.
Un pilar esencial de esta resistencia invisible es la educación mediática: entender el funcionamiento de las plataformas, los intereses que las sustentan y los trucos con que se construye la desinformación. El libro propone recuperar espacios de diálogo presencial —círculos de lectura, foros locales— donde el intercambio se realice fuera del filtro algorítmico. Finalmente, sugiere reapropiarse de la IA como una aliada crítica, utilizándola para desafiar nuestras propias creencias en lugar de confirmarlas. Un ejercicio práctico podría ser pedir a un chatbot argumentos contra nuestra posición, promoviendo así el pensamiento reflexivo y autónomo.
La revelación de la autoría ficticia de Hipnocracia multiplicó el eco de sus enseñanzas y puso a prueba su propio diagnóstico. Al conocerse que el libro fue coescrito por IA, muchos criticaron a Colamedici por el engaño; otros celebraron la performance como prueba empírica de la hipnocracia.
Más allá de la controversia, la obra ha dejado un legado duradero: un vocabulario —hipnocracia, burbujas de filtro, trance funcional— y un manual de supervivencia cognitiva en un entorno saturado de estímulos. Su mensaje fundamental es que el primer paso para combatir la manipulación es reconocerla. Sólo adoptando una actitud crítica, formándonos en alfabetización digital y practicando la soberanía perceptiva podremos mantener encendida la luz de la razón en un mundo donde realidad y simulacro se entrelazan constantemente.
En todo caso, que la inteligencia artificial, con una simple combinación de dos IAs “domésticas” de lenguaje generativo, (GPT y Claude), haya alumbrado esta apasionante teoría que revoluciona la sociología y la teoría de la comunicación moderna, representa un hito en la historia de la Humanidad, al haber conseguido la IA explicar y radiografiar nuestros hábitos con una precisión sorprendente.
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Muy interesante, más por exponer todo de manera estructurada qye por lo novedoso
En esta frase, cambia Trump por Ayuso:
«Trump demuestra cómo acaparar la atención día tras día con mensajes incendiarios, declaraciones desaforadas y conspiraciones infundadas, definiendo él mismo los términos del debate público sin necesidad de silenciar a sus oponentes. La repetición constante de sus narrativas provoca que un porcentaje significativo de la población viva en una “realidad paralela”, alineada con sus versiones de la verdad electoral y cultural.»
Hipnocracia. S.O.S / Inventemos RESISTENCIAS/ 1797-Goya: “El sueño de la razón produce monstruos” …(suma y sigue)/ Tiranía mediático-digital: estrategia de dominio, manipulación masiva de conocimientos y comportamientos/ Sabotaje: obstruir el funcionamiento de la tiranía mediático-digital/ Infección: contagio masivo de enfermedad de control de mentes (que, por desgracia también impregna círculos de lectura y foros de debate presenciales).///
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