¡Por eso voté!

¡Por eso voté!

Entre mis múltiples pecados, perdonen ustedes este desvarío católico, no está lo de ser pro-europea, pero no de ahora, sino desde que nos vendían la moto en los albures de la flaca democracia, cuando aún no tenía derecho a voto. Yo ya intuía en mi inocencia que algo que empezó llamándose Mercado Común no podía augurar nada bueno.

Pero como el ser humano no siempre es consecuente y a veces tiene que ir más allá de sus principios, para que justamente no se los sigan pisoteando como pan de cada día, pronto artículo de lujo como nuestros derechos. Pues como me hallo en esta tesitura, no tuve más remedio que ir a votar como en los tiempos del No a la constitución europea, allá por el 2005. Entonces los incautos del , que seguro no se molestaron en leer su tramposo texto, dieron su bendición no vinculante, sin saber lo que se nos venía encima en breve. La crisis económica da la cara en 2007,  la moral y la política  se retrotrae a la noche de los tiempos. Aún recuerdo a aquellos que me llamaban ceniza y agorera por declamar la hecatombe a quien quisiera oírme, pocos por cierto, porque las malas noticias a nadie le gustan, y el avestruz es un bonito animal que luciría auténtico en la franja gualda de la monárquica otrora fascista bandera española.

No es que me deba justificar en plaza pública por haber votado el día 25, lo hice en mi ánimo de quintacolumnista antifascista porque la columna fascista que va a desfilar por la puerta grande del parlamento europeo al día siguiente de las votaciones no va a ser como para ignorarla. Es tan peligroso el auge del fascismo y la xenofobia en todos los países de Europa y es  tan acongojante ver como no se le da la más mínima importancia, que me hago esvásticas, que me dan más miedo que las cruces, que ya es decir, ante tamaña dejación. Así vamos a tropezar en las mismas piedras eternamente. Estos partidos filonazis toman posiciones en las supuestas democracias que se lo permiten para luego dinamitarlas en lo físico y lo moral. Y no salgo de mi asombro de que nadie ponga objeciones a que puedan presentarse a elecciones con argumentos de barbarie que atentan a los derechos humanos a ojos vista y con orgullo.

Habrá quien esgrimirá con toda la razón del mundo que qué tengo que decirle del peligro neoliberal instalado cómodamente en sillones, butacas y poltronas ejerciendo su poder destructivo sobre nuestras vidas. Mira por donde, una razón más por la que fui a votar. También me dirán a continuación que el Parlamento Europeo es un teatrillo de guiñol, con todos mis respetos para este género, donde tú en realidad no eliges nada porque los que cortan el bacalao, solo como brazo ejecutor de quienes se comen las cocochas en la cocina global, son seleccionados a dedo entre los más grises, obedientes y rastreros. Y también tienen razón, pero si encima les bendecimos con nuestro pasar de todo, ellos justificarán su explotación bajo el certificado de la ficticia democracia.

Llegados a este punto se me dirá que tal como está el panorama a ver a quien se vota(s), desde luego que no a los grandes cada día más pequeños, ni a los herederos resentidos del populismo joseantoniano, ni a la extrema derecha con su surtido variado de siglas, algunas acompañadas de símbolos que hacen apología del franquismo en los propios colegios electorales sin que nadie se rasgue las vestiduras. Cada uno busca  con su candil entre los que aún pueden ser considerados de izquierda la opción que mejor le represente. Fueron solo unos minutos dominicales los que hubo que emplear. Puede que nuestro voto no se convierta en nuestro altavoz en la sorda y “naftalínica” Europa, la de los mercados, la colonial, la recortadora y servil. Pero puede que suceda algo más importante: que con nuestro voto consigamos poner nuestros oídos y ojos en la casa de los lobbys. Saber es poder. Igual algunos de los que se sienten en esas sillas privilegiadamente remuneradas tenga la decencia y deferencia de contarnos las miserias de la mísera madrastra Unión, siendo el que nos de la información frente al bombardeo implacable de propaganda al que estamos sometidos por los medios de desinformación y deformación masivos.

Entiendo que el hartazgo es mucho y que quizá personas como yo vivamos el hecho de haber ido a votar todavía como un derecho, más o menos útil pero no inútil si se suma con otros que vayan en la misma dirección aunque no tengan el mismo destino. Personas que no quieren renunciar a algo por lo que algunos tenemos muertos, tuvimos encarcelados y represaliados en nuestros círculos de vida y lucha. No sirvo al sistema voluntariamente, soy a mi pesar una esclava más y no podré derrocarlo votando, pero si puedo provocarle urticaria no voy a renunciar a esa satisfacción.

Quizá de aquí a poco viva en otro estado, en uno que puede que esté fuera de Europa. E igual hasta nos va bien, un pensamiento al que los neoliberales imperialistas calificarían de estulticia en su prepotencia. Quizá el frío invierno estepario fuera de las fronteras del círculo de estrellas de oro robado a los desheredados de hoy no sea tan atroz. Quizá podamos vivir en la cálida playa del adiós a las servidumbres de Ángela. Por eso voté.

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