Juez Marchena, no firme aún esa sentencia de la que todos hablan

Juez Marchena, no firme aún esa sentencia de la que todos hablan

Domingo Sanz. LQS. Octubre 2019

Tal parece que aquí estamos, todos, locos.

O al menos los que mandan. Y los que aspiran.

Mientras miles de personas que pagan sus impuestos están pendientes de sentencias imprescindibles que se eternizan en juzgados de toda condición y que, con sus demoras les impiden tomar decisiones vitales para su futuro y el de sus familias, aquí solo parece existir una sentencia, la madre de todas, la que reclaman todos los que envenenan.

El cainismo que gobierna nuestros impulsos necesita sangre fresca, y todos juegan a la carta que más puede derramarla, la de la sentencia contra Junqueras y sus colegas.

No les importa que haya unas elecciones convocadas, que siempre han aconsejado paz para que la voluntad popular no se deje llevar por los odios enconados. Pedro Sánchez el primero, el convocante a sabiendas, porque no abre la boca sin reclamar la sentencia, la única sentencia que necesita, como si solo comiera pan cada día.

No les importa a Rivera y a Casado quienes, con la sentencia en el punto de mira, reclaman ciento cincuenta y cincos y entrar a saco para hacer el mayor daño, cuando la víctima principal es un tuerto causado por un disparo desde las fuerzas con las que quieren arrasar de nuevo.

Tampoco les importa un bledo que la Europa, tan deseada desde España durante tanto tiempo, y de la que tanto presumen, deba tomar la decisión sobre la cuestión prejudicial planteada con reflejos de felino por el Marchena más tramposo sobre qué es antes, si la gallina o el europarlamentario Junqueras.

No, nunca, jamás, porque un juez de España siempre tiene la sartén por el mango, aunque se abrase con ella.

Antes debe ser, todos lo piden, la sentencia contra el mundo de Marchena y los jueces de la Segunda. Él, inteligente, prepotente, ventajista y necesario para que no se desmorone el castillo de naipes mientras los suyos, informados por un senador llamado Ignacio, “desde atrás”, puedan dormir tranquilos.

No les importa tampoco que haya cifras malas en la economía, un verdadero enemigo en ciernes contra el que siempre hay que enfrentarse juntos y racionales.

Nada que pueda relajar la tensión ante la única sentencia del planeta Tierra le interesa a ninguno de ellos. Quieren ver cómo nos suicidamos y atizar con sus proclamas nuestros sentimientos más bajos.

Pero ha ocurrido algo que puede romper el maleficio.

Una filtración en el núcleo duro del contubernio contra la paz de verdad, esa que nace de irnos acostumbrando a la libertad, podría activar la bomba de luz que les enseñe el abismo al que sus excesos togados nos van a condenar, sin posibilidad de fuga ni recurso ninguno.

Se ha sabido que Conde Pumpido, del Constitucional, maneja un borrador con el que pretende tumbar una sentencia del Supremo, firmada por Marchena, mediante la que el super juez contra los de Junqueras condenó a tres años de prisión a ocho revoltosos del 15M, hablamos de 2011. No deja de ser curioso que Marchena, con su condena, corrigiera la absolución sentenciada por la Audiencia Nacional.

Desde sitios como El Mundo se preguntan, con otras palabras, como ha podido atreverse a ni siquiera pensar en cuestionar a Marchena, que es lo mismo que decir España, y dan a Conde Pumpido por neutralizado. Mientras en El Diario, de Escolar, Cortizo piensa que las espadas siguen en alto y Elisa Beni, desde El Nacional, nos cuenta que el descontrol ha provocado hasta una insólita nota del presidente del TC contra unas filtraciones que “tratan de incidir en el prestigio de la institución y propician el enfrentamiento entre sus miembros”.

Pero “es la crisis, amigo”, imitando a tantos desde el Clinton pre Lewinsky, y todo régimen autoritario, y lo es, sin excepción, cualquiera que haya enviado policías contra votantes, terminará fracasando por la quiebra de las componendas entre los que mandan, pues es ley de vida que los conflictos entre poderosos crezcan hasta que terminan estallando.

Por eso, señor Marchena, y para que no nos vuelva a salpicar la porquería, en ocasiones sangre, que siempre nace de las chulerías, esta vez, niéguese a dictar sentencia.

Pruebe la desobediencia jurídica, invente esta nueva forma de protesta, devuelva a los políticos el marrón que le enviaron y conquiste el futuro en una página bella de nuestros libros de historia. Porque, aunque para entonces se hubiera acabado España, usted habría hecho el mayor sacrificio que se le puede pedir a alguien por salvarla.

Esta vez haga huelga de sentencia, deje a los que atizan el incendio con el fuego en la boca y no caiga en la trampa que le han puesto con la cobarde intención de escribir excusas cuando tengan que contar el desastre.

Niéguese, que puede hacerlo a los 60, y convenza de no dictar jamás esta sentencia a sus compañeros de sala y de pantalla. O rómpanse los dedos para no poder firmarla. Usted sabe perfectamente que, esta vez, hace falta mucha más valentía para no sentenciar que para absolver.

Lo peor que les puede ocurrir a ustedes es que una minoría de muchos políticos les odien tragando sapos, porque no se atreverán a demostrarlo.
A cambio, millones de personas llorarán por dentro de alegría porque habrán conocido a quienes, en el instante supremo, fueron capaces de derrotar a sus propios miedos.

Y sentenciar contra el susto de todos.

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