Julio Álvarez del Vayo: El Último olvidado

Julio Álvarez del Vayo: El Último olvidado

Primera parte (consta de tres) del artículo publicado en la revista Historia 16. Año XIV. nº 157, pags. 141-150 en Mayo de 1989. Por su interés recuperamos esta nota para el hilo de notas y colaboraciones, que estamos publicando a lo largo de este año 2019 en nuestro monográfico: Inolvidable: Julio Álvarez del Vayo

Vicente Pérez Plaza*. LQS. Mayo 2019

La transición democrática puso fin a cuarenta años de memoria amordazada. Y sin embargo, una personalidad histórica como la de Julio Álvarez del Vayo permanece, todavía hoy, en el olvido relativo. Olvido porque, evidentemente, está esperando aún que se le reconozca su lugar en esa memoria. Relativo porque, pese a todo, es imposible andar por la historia de España sin tropezarse frecuentemente con Álvarez del Vayo, a cuya figura tratan de acercarse estas notas biográfica.

Julio Álvarez del Vayo, hijo de un general del Ejército, nació en Villaviciosa de Odón, provincia de Madrid, el año 1891.
Tras licenciarse en Derecho, obtuvo una beca de la Junta de Ampliación de Estudios y marchó en 1912 a la London School of Economics para estudiar a Lloyd George, político renovador que por entonces era ministro de Hacienda, con el matrimonio inglés Sidney y Beatrice Webb, fundadores de la Sociedad Fabiana y autores de libros sobre historia y teoría del socialismo.
Fruto de esta primera apertura al mundo y de su acercamiento a los Webb y al movimiento obrero inglés. Vayo solicita por escrito su adhesión al PSOE que le es contestada afirmativamente en carta autógrafa, por Pablo Iglesias.
El joven estudiante se traslada de Londres a Alemania, Universidad de Leipzig, donde se inscribe en un curso de Historia del Socialismo, Comunismo y Anarquismo y es testigo del ascenso militarista en vísperas de la I Guerra Mundial. Según cuenta en sus memorias:

Cuando llegó de París la noticia del asesinato de Jean Jaurés, la gran voz -¡y qué voz!- contra la guerra, comprendimos que todo estaba perdido. Pocos días después, la fracción socialdemócrata del Reichstag votaba los créditos de guerra. Guillermo II pudo decir “Yo ya no reconozco partidos, sólo conozco alemanes”.
Me encontré cada vez más solo en medio de una guerra creciente y asfixiante. Pero surgió como elemento de esperanza una figura formidable de combatiente socialista, que no iba a traicionar nunca. De ella dijo Lenin “un águila. Era Rosa Luxemburgo (1).

A consecuencia de sus actividades políticas Vayo es expulsado de Alemania y embarca para EE.UU, donde comienza a trabajar en el periodismo. Vuelve a Alemania en plena guerra, año 1916, como corresponsal de La Nación y del Manchester Guardian. De aquellos días recuerda una larga conversación con Rosa Luxemburgo, poco antes de que fuese arrestada. Vayo hablará siempre de
Rosa como de una maestra que le enseñó a no desesperar nunca, no parar jamás de luchar, incluso cuando la situación parece de lo mas adversa (2). Y su admiración por ella llegaría hasta el punto de convertirla en el personaje principal de su única novela publicada: La senda roja.
Desde Alemania y se instala en Suiza. En Zurich conoce a Lenin, quien por entonces redactaba en un café lo que sería una de sus obras capitales: El Estado y la Revolución. Cuenta Vayo que estando un grupo de estudiantes en dicho café, el camarero se les acerca señalando al revolucionario ruso y le dice: -¿Ven a este hombre, el de la pequeña barba que está sentado en el rincón? Pues está loco. Dice que uno de estos días va a volver a Rusia a hacer la revolución y que la va a ganar…(3).

De Suiza regresa a una España que no acaba de salir de la convulsión del 17. Se presenta a diputado por el PSOE en las elecciones del 24 de febrero de 1918, sin obtener escaño y al año siguiente contrae matrimonio con Luisa Graa, joven suiza, cuya hermana se casa a su vez con otra personalidad del socialismo español: Luis Araquistain.
Fridtjof Nansen fue un popular explorador noruego que se adentró varias veces en el Ártico; fue catedrático de Oceanografía. Doctor Honoris Causa en varias universidades y, finalmente, Premio Nobel de 1922.
El explorador noruego había sido comisionado por la Liga de las Naciones para negociar y organizar la repatriación de 500,000 prisioneros que tras las I Guerra y la intervención posterior, habían quedado en Rusia. Cedió la asignación del Premio Nobel a favor del pueblo ruso y consiguió se le encargara la organización de una Misión de la Liga a Rusia, para organizar las ayudas.
Nasen propone a Vayo tomar parte en esa misión. Vayo hace así su primer viaje a Rusia, al que seguirán otros nueve. Fruto de los mismos, son dos libros traducidos a varios idiomas: La joven Rusia y Rusia a los 12 años.
Uno de estos viajes lo hará Vayo a invitación de Lunacharski, ministro de Cultura del Gobierno soviético, en 1928. El motivo, una reunión internacional de escritores e intelectuales para rendir homenaje a Tolstoi en el centenario de su nacimiento.

Tarjeta postal, realizada por Andreu Dameson. Editada por el Comissariat de propaganda de la Generalitat de Catalunya. Pertenece a una serie de postales que se vendían en sobres de 5 unidades diferentes con el título “cinco figuras de la república” en catalán, castellano, francés e inglés

La lucha contra el fascismo

Pocos años después, del 21 al 25 de junio de 1935 se reunía en París, Palais de la Matualité, el I Congreso Internacional de Escritores, convocado por la Asociación de Escritores, convocado por la Asociación de Escritores y Artistas Revolucionarios (AEAR), creada en 1932 por Henri Barbusse. Entre los 230 participantes se encontraban las primeras figuras de aquellos años: Aragón, Gide, Malraux, Nizan, Romain Rolland, Ehrenburg, Aldous Huxley, Pasternak, Virginia Wood, Sinclair Lewis, Pablo Neruda, Tomas Mann, Bernard Shaw, Hemingway, et. Sustituyendo a Valle-Inclán, que no pudo asistir por motivos de salud, participó Álvarez del Vayo con la ponencia: La defensa de la cultura.
Este I Congreso significó un aldabonazo internacional para la propagación del compromiso antifascista de los intelectuales que se fueron organizando en la Asociación Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura.
A iniciativa de Baeza y Bergamín, dicha asociación aceptó celebrar su II Congreso en Madrid. Propósito que se mantuvo pese al estallido de la guerra civil.
Y en efecto, el II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas, cuyas resonancias son bien conocidas, se celebra en Valencia, Madrid y París el mes de julio de 1937. España está en guerra y el Madrid situado se ha convertido en un símbolo mundial de la resistencia al fascismo.
Abre el Congreso Juan Negrín, .presidente del Gobierno republicano. Le sigue una intervención de Martín Nadersen Nexo y a continuación habla Álvarez del Vayo, quien vuelve a tomar el hilo de la defensa de la cultura, en las condiciones impuestas por la guerra:

Se lucha contra el analfabetismo. El Comisariado de Guerra se ha trazado, como compromiso de honor, el que, al terminar esta guerra civil, trasformada después por la agresión de los Estados fascistas, en guerra internacional, no quede un solo analfabeto. Cada palabra vuestra –viniera de las más remotas lejanías, fuese cualquiera su matiz, siempre que coincidiera con la vibración antifascista-, encontró en el frente un eco propicio (2).

Al final de los años veinte, Vayo toma parte muy activa en los movimientos que tratan de acabar con la dictadura de Primo de Rivera, traer la República y para los más radicales, ir mas allá.
En sus memorias el general Mola cita a Vayo como agitador y conspirador a finales de 1930. Así, el 18 de noviembre. Vayo defendía en una sesión del Ateneo Científico y Literario, la necesidad de responder a la fuerza pública en la calle y días más tarde, de acuerdo con un informe policial, se le vuelve a citar porque trasvasaba una maleta de armas desde su domicilio a alguna dependencia de dicho Ateneo (3).
El gran hispanista francés Jean Cassou, fallecido recientemente, escribió:

Mi primer encuentro con Vayo data de la noche del 13 al 14 de abril de 1931, en Madrid. Yo lo veo en algún lugar de la calle de Alcalá, de pie sobre el techo de un coche, anunciando a la gente que hay crisis y que la familia real, aun siendo consciente de ello, no ha tomado todavía la decisión de irse y que hace falta que el pueblo se mantenga alerta y dispuesto a manifestar en la calle su voluntad (4).

Vayo es elegido diputado a Cortes en las primeras elecciones, tras la proclamación de la República.
Cuenta en sus memorias (1), que su acercamiento a Largo Caballero data de los días anteriores a la proclamación de la República:

Largo Caballero me inspiraba un inmenso respeto. Era un socialista ejemplar, enteramente solidario con la clase obrera. Había sido un excelente ministro de Trabajo al ser proclamada la República en 1931, y ya entonces había actuado yo como una especie de enlace entre él y el Comité Revolucionario.

Vayo se convierte, junto con su cuñado Araquistain, en el más próximo colaborador de Largo Caballero, con quien se muestra pública y totalmente identificado. Así, a comienzos de 1934, Largo es presidente de la Federación Socialista Madrileña y Vayo su vicepresidente. En calidad de tal y representando al primero, preside el 26 de enero la asamblea de la Unión de Grupos Sindicales Socialistas, brazo sindical de la FSM y la tendencia caballerista en la que interviene para reafirmar:

¿Por qué estoy yo aquí, sino como vicepresidente de la Agrupación Socialista Madrileña y en quien el camarada Largo Caballero, presidente de la Agrupación, ha delegado…? (5).

El Gobierno Provisional de la República le designa embajador en Berlín, pero en 1931 el nacional-socialismo estaba a las puertas del poder y Vayo se había distinguido demasiado en sus denuncias del militarismo germánico. El Gobierno alemán hizo saber al de Madrid que cualquier otro embajador sería preferido al designado. A pesar de las violentas protestas de Prieto, defendiendo el nombre de Vayo, finalmente se llega a un compromiso: elevar al rango de Embajada la legación de España en México y nombrar a Vayo para este puesto.
Vayo y su esposa, Luisa Graa, desembarcaron en Veracruz a mediados de mayo de 1931:

Cuando yo llegué a México, la revolución estaba todavía muy viva… La Embajada de la República Española se convirtió en centro de reunión de los mexicanos que habían hecho directamente la revolución y continuaban sirviéndola (1).

Entre los amigos mexicanos que Vayo mantendrá de este período, cabe citar al general Lázaro Cárdenas y Jesús Herzog. Por su labor en México, Vayo fue condecorado con la Gran Cruz del Mérito Azteca y la Gran Cruz de la República Española.
Tras el reconocimiento de la URSS por el Gobierno republicano, éste nombra a Vayo primer embajador de la República en dicho país. Nunca llegaría, sin embargo, a ocupar su cargo ya que antes de tomar posesión del mismo, caía el Gobierno Azaña y subía al poder la coalición Lerroux-CEDA.
Lo que sí aceptó es el encargo de la Sociedad de las Naciones en 1934, para presidir la Comisión de Paz en El Chaco, territorio que había dado lugar a un conflicto armado entre Bolivia y Paraguay.
Los acontecimiento en España toman un giro dramático a partir de 1934. Tras la insurrección de Asturias, en el seno del PSOE se radicalizan las posturas. El ala izquierda plantea que la República del 31 se ha agotado y que la revolución social está a la orden del día.

Continuará…

Notas:
*.- Historiador, nota publicada en la revista Historia 16. Año XIV. nº 157, pags. 141-150 en Mayo de 1989.
1.- J. Álvarez del Vayo, En la lucha-memorias, Grijalbo, 1973
2.- M. Aznar Soler y L.M. Schneider, II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas (1973); 3 tomos, Editorial Laia, Barcelona, 1978.
3.- Emilio Mola Vidal, Memorias, Editorial Planeta, Barcelona, 1977.
4.- Anónimo, En memoria de Julio Álvarez del Vayo, Ediciones Frente Unido, Madrid, 1976.
5.- Fernando Díaz Plaja, La historia de España en sus documentos (1923-1936), Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1964.

Inolvidable: Julio Álvarez del Vayo

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