Juventud en los cambios, historias olvidadas

Juventud en los cambios, historias olvidadas

Por Fabiola Calvo. LQSomos.

La protesta es un derecho que se invoca en las bases de la democracia, es la posibilidad de manifestar desacuerdos, es salir a decir escúchenme, pero en el caso de Colombia, es el grito de quienes no hacen parte de la élite, son los olvidados o ignorados por el sistema

Los distintos gobiernos de Colombia registran cifras ascendentes en violencia contra la juventud, y no exactamente por el conflicto armado, siempre desde su fuerza, con el apoyo de los aún feudales-terratenientes de las regiones, empresas privadas, paramilitares y casi siempre por exigencias que hoy caben en un real Estado social de derecho. ¿Recuerdan la masacre de las Bananeras en 1928 en Ciénaga, Magdalena un 6 de diciembre? Fue en la madrugada, casi de noche. Pedían mejoras en sus condiciones laborales. ¿Mucho pedir? Posiblemente exigencias comunistas.

Cuenta la historia que el General Cortés Vargas, portando un megáfono ordenó: ¡”Señores, retírense. Vamos a abrir fuego. Les doy un minuto!”. “¡Fuego!” Y dice Gabriel García Márquez en Cien años de Soledad, que fueron 3.000 los muertos. No fue ciencia ficción, el abuelo del Nóbel, Nicolás Ricardo Márquez Mejía, era tesorero de Aracataca y fue quien entregó la información a Jorge Eliécer Gaitán para el debate en el Congreso de la República. Según el alto rango militar, los muertos fueron 47 y según el diario El Tiempo, fueron 13. ¿Habrán cambiado los tiempos? Quizá el tiempo y El Tiempo permanecen y el contexto sigue igual.

Un año después, 1929, fue asesinado por la policía en Bogotá el estudiante Gonzalo Pérez Bravo y con este hecho vale la pena revisar la historia para recordar los episodios de represión contra el movimiento social durante la administración del conservador Miguel Abadía Méndez. Y sigamos buscando para encontrar la masacre estudiantil en 1954 con la muerte de Uriel Gutiérrez y 11 estudiantes más, y todas las de los últimos cincuenta años del pasado siglo.

Según informes de enero de 2021 las cifras de Medicina Legal, en promedio en el país son asesinados dos menores de edad entre los 0 y 17 años por día y en el paro nacional iniciado el 28 de abril de este año fueron asesinadas 75 personas en su mayoría jóvenes. Jóvenes y más jóvenes pierden sus vidas porque sus necesidades no son incluidas suficientemente en los presupuestos, de políticas públicas, de inversión en programas (el nombre es lo de menos las consecuencias son lo más), así en los sesenta les dejaron la vía armada décadas después, les queda la calle.

La protesta es un derecho que se invoca en las bases de la democracia, es la posibilidad de manifestar desacuerdos, es salir a decir escúchenme, pero en el caso de Colombia, es el grito de quienes no hacen parte de la élite, son los olvidados o ignorados por el sistema, pero son quienes lo sostienen con su trabajo, sus impuestos.

Las manifestaciones, las protestas incomodan y eso es parte de su razón de ser o acaso esperan un desfile de carrozas… Sería un carnaval o una feria. Es una suma de hombres y mujeres que se han hartado, que en lugar de enojo tienen rabia porque no tienen tres comidas al día, para el arriendo, estudio, salud, transporte y menos aún para esparcimiento, diversión y espacios culturales. Que tiene hijos e hijas o familia.

No es constitucional que unos tengan derechos y los invoquen mientras una amplia mayoría carece de ellos. Quizá las cifras de 21 millones de pobres en Colombia en 2020, 3,5 millones más que en 2019, según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), les diga algo, lo diré de manera más escandalosa, representa el 42,5% de nuestra población. La respuesta más simple que intenta tapar el sol con una mano: el coronavirus. Es una causa, UNA, pero no te quedes en la puerta si puedes entrar en la casa para revisar su funcionamiento. Y en la suma de carencias saltaron las alarmas y las calles dieron cuenta de ello. ¿Recuerdan el paro en 2019? ¿Olvidaron el cacerolazo nunca vivido en esta Colombia? No existía el Covid o ¿quizá las 6.402 fusilamientos extrajudiciales o falsos positivos fueron a causa del virus o soldados indisciplinados?

La corrupción de las élites convertida en estilo de vida y adoptada socialmente a diferentes niveles, la carencia de ética en el mundo político con algunas excepciones, el todo vale, el narcotráfico, las entidades de control cooptadas por el inquilino de hoy en la Casa de Nariño y su partido, todo, raya en el cinismo. Las mentiras para justificar lo injustificable y caras de dolor en sus discursos, es más que grotesco. ¿Qué espacios dejan al pueblo colombiano? Cuando el cauce del río recibe más agua que la propia, se desborda; si los tubos tienen más presión que la que pueden conducir, revientan. Digamos que es una regla de tres simple. El río se reconduce, las tuberías se arreglan, pero un estallido social no encuentra diálogo para reconducir los motivos de la protesta, no obstante, no tardó una respuesta militar (operativos en la noche, otra vez buscando la complicidad de la oscuridad, y no es 1928) y nuevamente, juventud no escuchada, juventud sin caminos, juventud asesinada.

El futuro es incierto pero se construye si nos paramos en el presente de calles anchas sin olvido con propuestas claras para el servicio de lo público, y si de verdad buscamos un cambio, que no sólo sea de estructuras, sino de cultura, que el espíritu también vuele y las relaciones de respeto y dignidad entre hombres y mujeres trascienda.

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@fabicalvoocampo

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