La España que mató a Machado hace 84 años

La España que mató a Machado hace 84 años

Por Arturo del Villar. LQSomos.

Se había identificado tanto Antonio Machado con la República Española que no podía asistir a su destrucción, organizada por el que llamó “otro conde don Julián” en uno de sus últimos poemas, escrito en Rocafort en marzo de 1938. Aquel conde medieval trajo la morisma para que conquistase la mayor parte de España en el año 711, por satisfacer una venganza personal, según una crónica legendaria, y el moderno la trajo en 1936 para satisfacer su afán de domino personal basado en la eliminación física de sus opositores. Cuando todavía era incierto el resultado de la guerra impulsada por el mayor traidor de la historia, Machado imaginaba su redención al ahorcarse en un pino, a semejaza de lo que hizo otro gran traidor, Judas Iscariote, arrepentido de su traición después de cobrarla:

Hijo tuyo es también, Dios de bondades.
Cúrale con amargas soledades.
Haz que su infamia su castigo sea.

Que trepe a un alto pino en la alta cima,
y, en él ahorcado, que su crimen vea,
y el horror de su crimen lo redima.

No se ahorcó, sino que gozó de una larga vida para continuar cometiendo crímenes hasta el final, tormento cotidiano de los españoles sometidos a su dictadura sanguinaria. No pueden tener redención posible sus incontables crímenes, ordenados por él y ejecutados por sus servilones. Al haberle permitido morir en la cama, rodeado de médicos y obispos empeñados todos en prolongar su agonía, con medicamentos y oraciones al dios de las batallas adorado por él, se cumplieron sus disposiciones finales, y la dictadura sufrió una evolución nominal, sin modificar su esencia para prolongarse hasta ahora. La culpa es toda nuestra.

Machado murió de la misma agonía de la República Española. Falleció 37 días antes de la derrota final, en el exilio francés para evitar la venganza que hubieran tomado en su persona los militares monárquicos vencedores. Llegó la hora final para Machado al mismo tiempo que para la República. Salió de España con su madre, su hermano José y su cuñada, con el propósito de trasladarse a la Unión Soviética, que le había ofrecido asilo, porque allí era conocida y valorada su escritura. El único país que apoyó militar y políticamente a la República Española, junto con la colaboración testimonial de los Estados Unidos Mexicanos, quiso acoger al poeta y su familia leal, porque también en ella figuraba un Judas. No pudo ser, porque el cantor de la República no podía sobrevivirla. Compartieron la misma agonía en aquellos últimos días ya sin esperanza.

Las dos españas

En un poema muy reproducido, “El mañana efímero”, publicado en mayo de 1913 en la revista La Lectura, e incorporado a Campos de Castilla, describió Machado las dos españas enfrentadas durante la monarquía corrupta de Alfonso XIII. Una queda definida como “Esa España inferior que ora y bosteza, / vieja y tahúr, zaragatera y triste;” una España ilegal, puesto que había sido impuesta por un golpe de Estado militar dado en Sagunto el 28 de diciembre de 1874 para poner término violento a la I República.

En aquel tiempo Machado era optimista, y confiaba en la juventud nacida con el siglo, educada en los principios aceptados por la conocida como generación del 98, despreciativa de los sueños imperiales del pasado y empeñada en la regeneración del país. Imaginó la existencia de otra España alejada de las sacristías y de los casinos, “España que alborea / con un hacha en la mano vengadora, / España de la rabia y de la idea”. El hacha indica que esta España debía cortar cabezas fijadas en el pasado, para que el reino saliera de su secular atraso y comenzara a ponerse a la hora del mundo.

Así fueron descritas las dos españas, la rechazada y la esperada por Machado, que en varios poemas se presenta como un poeta político que se expresa en verso porque no habla en el Congreso de los Diputados, sino que confía en persuadir a los intelectuales lectores de libros. Naturalmente, sólo podía esperar convencer a la nueva España, la que se disponía a talar con toda su rabia los residuos de un pasado infecto, dirigido por la complicidad del altar y el trono para mantener al pueblo sumido en el fanatismo. Son las dos españas que acabarían enfrentándose en una cruel guerra ideológica.

La España traidora

Aunque Machado imaginó a la España regeneradora con el hacha en la mano, fue la conservadora la que llevó a cabo una profunda labor destructiva para talar el reino. Por ello en lugar de avanzar social y políticamente, España retrocedió hasta un pasado supuestamente imperial con los Reyes Católicos, en un ejercicio anacrónico tan estúpido como perjudicial. En el proverbio LIV de Campos de Castilla profetizó Machado lo que iba a suceder, que también recaería sobre él simplemente por estar viviendo en aquel tiempo desafortunado para las personas pensantes:

Españolito que vienes
al mundo, te guarde Dios.
Una de las dos Españas
ha de helarte el corazón.

En aquel tiempo era imposible permanecer al margen de la evolución política: hubiera representado una traición de lesa patria. La proclamación legítima de la República Española significaba la recuperación de la legalidad cortada por el golpe de Estado de Sagunto en 1874: la nación podía alinearse con las otras que en 1931 se esforzaban en superar las dificultades económicas y financieras originadas por el desplome de la Bolsa en 1929. El momento histórico se presentaba lleno de problemas sociales y políticos, pero los españolitos rebosaban felicidad al haber recuperado las libertades garantizadas por el régimen republicano.

Se consideraba a Machado un hombre aislado de la realidad. En el retrato lírico que le trazó Rubén Darío en 1907 se le presenta “Misterioso y silencioso”, pero la verdad era que atendía a la evolución política con tanto interés como podía hacerlo un diputado. Por eso pudo escribir ese proverbio que iba a cumplirse con exactitud. Pensaba en un futuro ciudadano que hacia los años treinta del siglo iba a verse comprometido con una de las dos ideas dominantes sobre el futuro de España.

El proverbio incidió sobre su biografía. Preconizaba a la República Española por ser el sistema defensor de las libertades públicas ansiadas por él, y despreciaba “La España de charanga y pandereta” aficionada al vino y las corridas de toros, con una idea totalitaria de la política. Fue la vencedora, la que empujó a Machado y los mejores españoles al exilio, la que provocó su muerte el 22 de febrero de 1939. Derrotada la República no podía seguir viviendo Machado. La falsa España traidora y fascista le heló el corazón. Pero con su muerte se acrecentó su fama de poeta del pueblo.

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