La izquierda fragmentada: entre la persecución, la incapacidad y el desencanto

Por Alejandro Giménez Sánchez
La izquierda, en lugar de ser un frente unido, se ha convertido en un conjunto de islas aisladas que apenas interactúan entre sí
En los últimos años, la izquierda en España ha vivido momentos de profunda crisis. Desde su caída en las urnas hasta su incapacidad para construir una narrativa alternativa. En Podemos se han buscado siempre justificaciones externas para explicar su fracaso. La más recurrente es la del “sistema que nos persigue”, un argumento que, aunque puede tener cierto fundamento histórico, se ha convertido en una excusa fácil que evita hacer autocrítica y asumir responsabilidades. Pero ¿es realmente la persecución política el principal problema de la izquierda? O, tal vez el denominador común del fracaso sea otra cosa.
La excusa de la persecución
Es innegable que formaciones como Podemos o Bildu, ERC, Compromís… han enfrentado enormes dificultades políticas y mediáticas. Por poner un ejemplo concreto, en el caso de Bildu, su pasado “vinculado” a ETA le ha supuesto un estigma frente a parte de la sociedad española. Por otro lado, Podemos, desde su irrupción en 2014, ha sido objeto de campañas mediáticas implacables, ataques institucionales y una hostilidad constante por parte de los poderes fácticos. Sin embargo, la excusa de la persecución está bien para gente que aún cree en los unicornios o los reyes magos. Si la persecución fuera el único factor explicativo del fracaso, entonces no se entendería por qué otros actores, como Bildu, ERC o Compromís, que también han sufrido marginación y estigmatización, han logrado seguir conectados con el electorado.
Uno de los grandes debates que emergen al analizar la izquierda contemporánea es su supuesta lucha contra el fascismo. Se habla mucho de antifascismo, pero poco se ve en términos de acción efectiva. Un ejemplo claro lo encontramos en la gestión de Podemos durante su paso por el gobierno. A pesar de estar en primera línea del ejecutivo, fueron incapaces de evitar que varias decenas de ultras se manifestaran frente a la casa del vicepresidente Pablo Iglesias en Galapagar. ¿Cómo puede una formación que se presenta como garante del antifascismo permitir que este tipo de escenas ocurran? Es una contradicción que, lejos de fortalecer su discurso, lo debilita ante los ojos de quienes esperaban algo más que palabras. Es difícilmente comprensible que una fuerza en el gobierno no pueda garantizar su propia seguridad a no ser que lo permitieran para crear un relato de victimización, como por ejemplo ha hecho Pedro Sánchez en esta legislatura. En cualquier caso, si quien te tiene que proteger es incapaz de protegerse, difícilmente puede estar capacitado para presentarse como dique de contención contra el fascismo, pues en el poder demostraron que carecían de fuerza, capacidad, ideas y ganas para atajarlo.
Este episodio no solo evidencia una falta de estrategia, sino también una desconexión entre el discurso y la realidad. Hablar de antifascismo mientras te limitas a denunciar sin actuar es como gritar ‘fuego’ en un edificio mientras ves cómo las llamas avanzan sin mover un dedo. La gente percibió esta inconsistencia, y el resultado en vez de movilización, produjo todo lo contrario, un desencanto creciente
Otro elemento clave en el fracaso de la izquierda es su incapacidad para construir unidad. Las etiquetas —”comunistas”, “podemitas”, “anticapitalistas”…— se han convertido en muros infranqueables que impiden cualquier posibilidad de convergencia. Cada uno defiende su parcela ideológica como si fuera un dogma de fe, olvidando que el objetivo final debería ser el cambio social. Aunque a la hora de la negociación las diferencias ideológicas nunca han sido un problema, la batalla nunca ha sido por medidas sino por puestos.
Cada vez que levantamos la mano para señalar a otro sector de la izquierda, estamos regalándole votos a la derecha. No entiendo cómo podemos seguir peleando entre nosotros cuando el enemigo está tan claro. Esta fractura interna no solo aleja a los votantes moderados, sino que también desmotiva a quienes buscan alternativas coherentes. La izquierda, en lugar de ser un frente unido, se ha convertido en un conjunto de islas aisladas que apenas interactúan entre sí.
Voces autorizadas que nunca pisaron una asamblea local
Un problema adicional es la desconexión entre las élites intelectuales de la izquierda y la militancia de base. Muchas de las voces que hoy lideran los debates públicos son personas que nunca se han involucrado directamente en la lucha social. Nunca han pisado un círculo, una asamblea vecinal, nunca han participado en una huelga (salvo para hacerse la foto), ni han sufrido en carne propia las consecuencias del sistema que critican.
Escuchar a alguien hablar de precariedad laboral desde un programa de televisión, mientras vive en una urbanización de lujo, es como recibir una bofetada. No digo que no tengan derecho a opinar, pero sus palabras suenan huecas cuando no tienen conexión con la realidad que viven los trabajadores. Esta brecha entre la teoría y la práctica genera desconfianza y refuerza la percepción de que la izquierda está más preocupada por mantenerse en los focos mediáticos que por resolver los problemas reales de la gente.
Candidez e incapacidad
La izquierda actual parece haber perdido su capacidad de reflexión crítica y estratégica. Su candidez es palpable en decisiones como buscar la protección del mismo sistema que critican, como si esperaran que este les devolviera el favor. Quejarse de un sistema que te persigue, que eres incapaz de cambiar y al cual buscas para que te proteja, es aberrante. Esta contradicción deja en evidencia una falta de visión y una dependencia estructural que mina cualquier intento de transformación real.
Además, la incapacidad para adaptarse a los nuevos tiempos es otro factor determinante. Mientras la derecha ha sabido renovar sus discursos, rearmarse ideológicamente y profesionalizar a sus dirigentes, la izquierda sigue anclada en viejas prácticas y eslóganes simplistas que ya no resuenan con la sociedad actual. El resultado es una izquierda que parece más preocupada por defender su identidad que por conectar con las necesidades de las personas.
Un camino hacia la irrelevancia
El fracaso de la izquierda no se debe únicamente a la persecución externa, sino a una combinación de factores internos: la falta de unidad, la desconexión con la realidad, la incapacidad para articular soluciones efectivas y una estrategia comunicativa deficiente. Mientras siga culpando al sistema de todos sus males sin asumir su propia responsabilidad, seguirá perdiendo terreno frente a una derecha que cada vez está mas empoderada.
Para recuperar su relevancia, la izquierda necesita dejar de mirarse el ombligo y empezar a trabajar desde la base. Debe superar la tentación de las etiquetas divisivas, que no hacen más que profundizar fracturas y reforzar prejuicios, y asumir un compromiso genuino con el análisis riguroso de los problemas estructurales que afectan a la sociedad. No basta con ofrecer soluciones aparentemente correctas si estas se presentan como recetas simplistas que obvian la raíz de los problemas. La complejidad de los desafíos actuales —ya sea la crisis climática, la desigualdad económica o la fragmentación social— exige respuestas igualmente complejas, construidas desde la reflexión crítica y el conocimiento profundo. Reducir estos dilemas a eslóganes fáciles o “chascarrillos” políticos no solo banaliza la política, sino que también aliena a quienes esperan respuestas serias y transformadoras.
Para conectarse con las nuevas generaciones, es fundamental recuperar una militancia activa, informada y comprometida, que no se limite a seguir consignas prefabricadas, sino que participe en la construcción de propuestas desde la base. Esto implica trabajar en la creación de espacios donde el pensamiento reflexivo y crítico sea la tónica dominante, tanto dentro como fuera de los partidos. Los partidos políticos deben asumir un papel clave en este proceso: no solo como máquinas electorales, sino como laboratorios de ideas donde se fomente el debate abierto, la formación ideológica y la capacidad de análisis profundo.
Además, es necesario tender puentes con una ciudadanía cada vez más escéptica hacia las instituciones políticas. Esto pasa por devolverle la centralidad a los problemas reales de la gente: la precariedad laboral, la falta de acceso a la vivienda, la crisis educativa o la pérdida de derechos sociales. Pero, sobre todo, debe transmitirse de manera honesta que estas cuestiones no tienen soluciones mágicas ni inmediatas. Se trata de abordarlas con estrategias a largo plazo que combinen pragmatismo y visión de futuro, algo que solo puede lograrse si la sociedad en su conjunto —y no solo los partidos— se compromete a pensar de forma crítica y colectiva.
En definitiva, el verdadero reto no es solo acercarse a los problemas reales, sino hacerlo desde una perspectiva que invite a la reflexión, al debate y a la acción consciente. Solo así será posible construir un discurso político que resuene con las nuevas generaciones y, al mismo tiempo, recupere la confianza de quienes han perdido la fe en la capacidad transformadora de la izquierda. De lo contrario, seguirá siendo una fuerza fragmentada y desdibujada, incapaz de cumplir con su promesa de transformación social.
Comparte este artículo, tus amig@s lo agradecerán…
Mastodon: @LQSomos@nobigtech.es; Bluesky: LQSomos;
Telegram: LoQueSomosWeb; Twitter (X): @LQSomos;
Facebook: LoQueSomos; Instagram: LoQueSomos;
Interesante artículo que hace reflexionar…Mi contestación-matización la haré en lo referente a lo que el articulista denomina “La excusa de la persecución”.
Se olvida entre los colectivos que han padecido esta abominable técnica de manipulación-provocación, enmarcada en las técnicas de acción psicológica-positiva y que utilizan profusamente los los esbirros del sistema: Servicios de información, medios de comunicación, jueces,sindicatos, colectivos y partidos institucionalizados-manipulados… a los colectivos libertarios, en especial al Sindicato anarcosindicalista CNT. Es con seguridad la organización que ha sufrido de manera más destacada este tipo de actuación desde el año 1977.
En esos años del primer periodo de la transición la CNT contaba con más de 500.000 adherentes y su influencia en el mundo social-sindical eran notable. No voy a entrar a valorar las actuaciones precedentes a esos años, que también existieron.
Las excisiones provocadas y teledirigidas durante los años 1978, 1979, 1980, años noventa y en el tercer milenio que vivimos, en todas han quedado demostradas las influencias y responsabilidades del partidos institucionalizados, medios de comunicación y servicios de información.Han sido evidentes. Desgraciadamente estas actuaciones no estuvieron exentas de la sangre y el sufrimiento de excelentes militantes e inocentes.
Personajes como Enric Marco Batlle, exsecretario general de la CNT, elevado a celebridad en estas fechas con la película Marco y en la que no se entra a valorar, intencionadamente, su papel en este periodo histórico de la transición (1977-1980). José Bondía, también Secretario General de la CNT (1980-1984) que recibiría por sus servicios prestados importantes cargos institucionales por parte del PSOE. A estos les sucederían sus respectivos delfines. En los años noventa la actuaciones de control-manipualción continuarían. Estas y otras las reflejo en la obra los Servicios Secretos en España. La represión contra el M.L.E. 1939-1975 que está a libre disposición en la UCM:https://docta.ucm.es/entities/publication/1fb01997-808f-4dcf-85be-9f2960a5d2ec y también relacionado con el mismo tema: https://loquesomos.org/novedad-editorial-los-servicios-secretos-en-espana/.
Todas estas actuaciones, diseñadas y enfocadas a destruir una organización molesta y peligrosa para el Sistema no podrían haberse llevado a cabo sin la colaboración necesaria de muchas de esas izdas. que con su silencio fueron cómplices y que ahora se lamentan. Son riesgos que desgraciadamente deben ser asumidos en una militancia y actividad que el Sistema considere como riesgo para su supervivencia. La obligación de esas organizaciones para minimizar esos riesgos pasan por la creación de sus propios mecanismos de autodefefensa y un mensaje y una práxis basada en la honestidad y la defensa de los más desfavorecidos. El camino es largo y lleno de penalidades pero eso siempre ha sido así en nuestros medios. Los medios de la izquierda emancipadora.
Salud y fuerza
Juan J. Alcalde
Juan J. Alcalde