La revolución de los sentimientos

La revolución de los sentimientos

Octavio Paz dijo: “las revoluciones suceden cuando los poetas hablan de economía”. Son los versos el último reducto de los sentimientos. Cuando éstos quedan fuera de la realidad la poesía se convierte en agitadora de viento, llama al mundo para que sea capaz de ver horizontes, los dibuja para que sean realidad, liberarlos y hacer visible su encuentro, lo que alguien llama “un cachito de esperanza”.

La apatía social, el inmovilismo, el atasco en que se encuentra cualquier atisbo de revolución tiene mucho qué ver con los sentimientos, porque son la gasolina de todo cambio social. La ruta de las transformaciones sociales es el pensamiento con el cual se forma una mentalidad. Los objetivos forman el mapa y el vehículo son los movimientos sociales en todas sus formas, pero sin combustible nada sirve. Por esta razón al comienzo de la sociedad tecnológica actual muchos pensadores plantearon lo que se conoce como “freudomarxismo”, con el fin de entender la tecnificación del ser humano, de su conciencia, de sus sentimientos, en un proceso que pasa inadvertido porque se normaliza y al estar inmersos en él no somos capaces de verlo.

Una sociedad que tenga en cuenta lo más profundo del ser humano, porque sin sus capacidades afectivas las revoluciones han hecho siempre que volvamos a empezar, porque siempre niegan al individuo. Una observación que se recoge desde la obra “El origen de la tragedia” de Nietzsche, en la que cuenta la pugna entre lo dionisiaco y lo apolíneo. También en la obra “Eros y civilización” de Marcuse. Ambos autores interrogan sobre por qué construimos una sociedad contraria al ser humano. Responden que sucede porque relegamos los sentimientos, los enmascaramos y somos incapaces de reconocer múltiples formas de los mismos y se estancan, lo cual atrofia la capacidad sentir los problemas de los demás y ver sólo los uno mismo, pero se perciben aislados del mundo, cada cual va a lo suyo y cada colectivo también. Es un problema sentimental, porque la sociedad se estructura sobre la base de encerrar los sentimientos, no deja que fluyan y se crean sucedáneos, falsos sentimientos.

O partimos de entender que vivimos en una sociedad emocionalmente enferma y que la civilización de la que surge se ha construido sobre la falsificación de los sentimientos, o poco podremos hacer sino dar vueltas en una noria para volver al mismo lugar. Es la cuestión profunda que hay que abordar y hacer visible. Sólo de esta manera podremos saber qué está sucediendo. Ya en el s. XVI san Juan de la Cruz afirma, desde una visión mística, pero con un análisis que hace a través de la interiorización, hasta el punto de que parece precursor del psicoanálisis:  “quien ame nunca haga propiedad al corazón”. Y “quien tenga pareja, ame con tal libertad de corazón que como si no la tuviera”.

Disculpad que me alargue, porque mis padrinos de internet dicen que me enrollo, pero lo considero necesario así como contarlo de un golpe y no en varias partes. Seré, no obstante, lo más conciso que pueda.

Hace años me planteé que los diversos desenlaces de novelas que indagan sobre los sentimientos, “Ana Karerine”, “Fortunata y Jacinta”, “La Regenta” o “Madame de Bovary”, suceden como consecuencia de una relación de pareja forzada o como consecuencia de los convencionalismos de la época. Sin embargo me di cuenta de que sin este factor en una sociedad de relaciones libres, donde no hay una presión dominante para formar una pareja, sucede exactamente igual. Incluso superado el condicionante de los medios económicos, también sucede. Lo que me hace pensar, y he percibido, que los sentimientos aparecen sorprendiendo a las personas y no dejamos que fluyan por encerrar los que ya sentimos, o los experimentamos de una manera que no corresponde al sentimiento que nos arrebata, porque las personas modernas no somos capaces de entender las diferentes formas del sentimiento, recovecos de sentir que poco tienen que ver con el molde que nos ofrece la sociedad.

Los sentimientos afectan a la conducta individual. Pero por otra  parte domesticar los sentimientos construye el comportamiento colectivo orientando a la sumisión, porque el atasco emocional paraliza a las personas, las cuales hemos sido enseñadas a responder a los estímulos sociales, como por ejemplo la ganancia de dinero, y reprimimos y desconocemos impulsos interiores. Tanto es así que confundimos sentir con la persona a quien dirigimos el sentimiento, cuando el socialista libertario Daniel Gérin, en su novela “El encantamiento del Viernes Santo”, dice que el problema de nuestra sociedad es no reconocer los sentimientos como algo propio independiente del sujeto a quien se dirigen.

Recuerdo antiguos debates en los que se planteaba que con la liberación sexual quedaría suprimida la prostitución, o gran parte de ella, porque no iba a hacer falta, ya que se supuso es producto de la represión sexual. La liberación sexual ha sucedido, se ha superado el tabú de la sexualidad, pero el consumo de la prostitución se ha incrementado notablemente. Al no desarrollarse los sentimientos sucede la insatisfacción de la sexualidad satisfecha. Desinhibidos se frivolizan los mensajes que, a través de internet, llueven creando un efecto óptico engañoso sobre las relaciones humanas. Un pasteleo empalagoso con mensajes eróticos y sentimentales por internet, con imágenes y frasecitas, saturan la percepción del sentimiento y lo enmascaran. Sentir se tecnifica, de la misma que en la sociedad industrial se fabricaron sentimientos de masas a través de cine y luego la televisión. El proceso colectivizado de sentir viene de la religión, antes del mito. No es nuevo lo que sucede hoy, pero precisamente por tal motivo somos incapaces de emerger como individuos y como colectivos sociales, porque ha sido siempre igual. Los sentimientos no precisan de ser mostrados permanentemente, porque da lugar a la exaltación rutinaria que reduce el sentimiento a una imagen.

Los sentimiento se estandarizan y se pierden miles de formas, variedad de vivencias que van del enamoramiento, a la fascinación, pasando por la convivencia, el amor, la pasión, el erotismo, la imaginación, la aplicación de cada sentido en el cuerpo del otro, la seducción, atracción, deseo, la nostalgia, admirar, la delectación, contemplar, morir de belleza (La muerte en Venecia), alejamiento amoroso, el dolor sentimental, amar la belleza, la obsesión, el deleite dolor, el sufrimiento proustiano, el goce fugaz, el sentimiento a través de la palabra (Kafka), el sentimiento poético, etc… y muchos más por descubrir, que nos rozan a veces pero desconocemos qué son tales sensaciones, todo lo cual aparece en la literatura como expresión de los sentimientos (poesía), la vivencia de lo que sentimos (novela) y las emociones (teatro). Una patología de los sentimientos son los celos, contenido de muchas novelas.

Para educar los sentimientos se introdujo la asignatura de literaturaen los programas de enseñanza, pero se ha reducido a aprender el estilo del autor, la biografía del mismo, una retahíla de obras y comentarios de texto con un molde de respuesta. No hay tiempo para más, hay que aprobar y la juventud que estudia, con los sentimientos a flor de piel, los deja a un lado y creamos una sociedad torpe de donde el sentimentalismo, su falsa vivencia, se evapora en canciones de moda, telenovelas y programas sobre la intimidad de parejas sobre lo cual se ha creado toda una industria.

Aprender a sentir y también a amar, como explica Erich Fromm den su obra “El arte de amar”, se confunde con otras sensaciones. Porque los sentimientos se han encerrado, lo cual sirve para adaptarnos a sociedades carcelarias, lo que va desde los horarios, al consumo convulsivo, a la necesidad de triunfar y adorar el éxito, lo cual hace de la sexualidad no una expresión ni comunicar y disfrutar cuerpo a cuerpo, sino una conducta definida socialmente, ¡hasta el cuerpo, la vivencia de éste, nos viene definido desde fuera como un molde. De ahí la inseguridad, las enfermedades  sobre la imagen corporal… Lo personal queda relegado a un lado, suprimido y así a lo largo de la Historia porque siempre se ha querido definir la manera de sentir y de manifestar los sentimientos, para acoplarlos a un determinado modelo de sociedad y de producción. La sociedad de consumo, la sociedad tecnológica hacen lo mismo que antaño las religiones, la moral y la ciencia.hace cinco siglos se aplastó y borró del mapa la literatura que enseña a sentir el placer, a luchar y amar sensualmente, como “Amadís de Gaula” de Garci Rodríguez de Montalvo, que si hoy se leyera nos parecería increíble lo que cuenta. Nos volveríamos locos al ver lo que nos han robado…

La conclusión de Wilhelm Reich sobre la persona moderna es que el ser humano actual es una persona acorazada, cuya personalidad ha sido adiestrada, y nos hemos convertido en la coraza que nos oculta. Como antes dijera Henry Thoreau (1863) que comprendió qué tipo de sociedad se estaba fraguando: “Lo más contrario a la poesía y filosofía no es el crimen, sino la obsesión por el trabajo”. Mientras que trabajar forma parte del desarrollo de la persona, económico, social, humano, la obsesión lo destruye. Cuando el Estado y la sociedad tengan como finalidad principal, y la única manera de vivir, el trabajo sin ver más allá, sólo desde la poesía y la filosofa se podrá salir de tal catástrofe.

Después de nueve años escribiendo una novela, y en este tiempo no haber compuesto ninguna poesía, al finalizar y haber entregado la primera parte escribí, de madrugada bajo un túnel formado por ramas de árboles, un largo poema que hace un llamamiento a la revolución de los sentimientos, sin una idea predeterminada. Esos versos me descubrieron el fondo de la novela, desenmascaró lo que buscaba al comenzarla y me he dado cuenta de que hoy es la clave del futuro: la poesía es la palabra desnuda, la que desnuda de sus corazas al ser humano, la que levanta contra las tiranías, por eso en los momentos de tensión los poderosos matan a los poetas, o hace que se exilien, los tortura y encarcela, luego a los libre pensadores y en otra fase a los maestros que hacen pensar a sus alumnos. Crea a cambio sus poetas, sus, hoy tertulianos, y sus funcionarios…. incapaces, como en la obra “El club de los poetas muertas”, de dar sus clases subidos a una mesa, para hacerlo desde otro punto de vista. Pero como dijera Kalil Gibrán: “podrán matar al pájaro, pero no su canto”.

O vivimos los sentimientos, dejamos que fluyan y descubrimos su esencia y, entonces, actuamos en consecuencia o la sociedad se pudre. Así lo cuenta Gustave Flaubert en su obra “La educación sentimental”, que trata sobre cómo suceden las revoluciones y cómo son contra la realidad como tal. Flaubert responde a lo que cuenta en otra obra, “Bouvart y Pécuchet”, “el hombre moderno se ha convertido en una máquina más”. Sólo reconociendo y viviendo los sentimientos lo podemos evitar. Voilá.

Tal vez un día los poetas saldrán a la calle y recitarán poemas, pase lo que pase, por encima de todo y compartirán sus versos que se difuminarán. Tal vez un día muchas cosas cambien… porque la revolución de los sentimientos abrirá las compuertas…

Quisiera escribir el más / bello poema de amor, / pero no puedo / diluido como está / y sigue estando / aplastado en el asfalto, / encarrilado entre raíles…

* Ramiro Pinto

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