La vacuna, luna, luna, luna, la

La vacuna, luna, luna, luna, la

Javier Sáenz Munilla*. LQS. Febrero 2021

Cuba ya tiene su propia vacuna; la Soberana. Este año va a producir 100 millones de dosis de la variante Soberana-02. Y España, ¿por qué no tiene ya su vacuna?.

Los tres ensayos más prometedores que se han desarrollado aquí los dirigen investigadores jubilados, con equipos compuestos principalmente por contratados temporales y precariamente pagados.

Pedro Alcolea, Doctor en Bioquímica y Biología, ex-investigador en Seattle, Estados Unidos, trabaja en uno de los ensayos más prometedores sobre la Covid-19 en el CSIC con el profesor Vicente Larraga. Cobra 1.600 euros al mes, después de aprobar dos oposiciones.

Mariano Esteba, dirige el proyecto más avanzado, con 100% de efectividad en cobayas. Todo su equipo son 11 personas, todas con contratos por obra. Al acabar el proyecto, irán a la calle.

Vicente Larraga, cuya vacuna protege también al 100% y que está en peligro por falta de medios, dice que en una década la inversión en investigación en España se ha reducido un 35%. Ha recibido 400.000 euros del Centro de Desarrollo Tecnológico Industrial. A Oxford le dieron 200 millones de dinero público además de lo invertido por Astra Zéneca. En Oxford son 100 de plantilla. El profesor Larraga tiene seis.

Veinte mil científicos españoles, formados en España con dinero público español, están en el extranjero. En estas condiciones, lógicamente, no van a volver.

Y qué decir de la Unión Europea. El enorme fallo en el aprovisionamiento de vacunas, con las farmacéuticas haciendo burla y las reacciones de pánico de la Presidenta Von der Leyen, muestra que la UE no está preparada para todo cuanto debería hacer. La burocracia y las reglas de la Unión le impiden actuar con eficacia y rapidez ante crisis como la pandemia actual. Y si la UE no sabe resolver esta crisis, de lo que depende también la salida de la recesión económica, quedará herida de muerte. ¿Cómo es posible que la Unión Europea, a estas alturas, no pueda garantizar más allá del 22 % de las vacunas que necesita para inmunizar a su población? No hay ninguna explicación, sino la dependencia técnica, política y económica de Europa. Sólo esa dependencia explica por qué aún no ha comenzado a negociar con China o con Rusia (cuya vacuna garantiza ya el 92% de eficacia comprobada), para adquirir las dosis complementarias que sean precisas.

Según el último informe del Corporate Europe Observatory, “la subcontratación y provisión privada de la atención médica ha degradado significativamente la capacidad de los Estados miembros de la UE” para lidiar de forma efectiva con la Covid-19. Y así, el sector sanitario privado está abusando de la pandemia para presionar y recibir más dinero público a través de los fondos de recuperación.

Y además, en el caso de España, en un estudio de Amnistía Internacional, se afirma que “durante la década de políticas de austeridad, el gasto público en salud cayó un 11,2% entre 2009 y 2018, lo que dejó los servicios de atención primaria sobrecargados, con poco personal y con fondos insuficientes al llegar la covid-19”.

Por lo que parece, por delante de la vida y salud de las personas, está, como ya hemos visto, la economía. Y también, ¡qué barbaridad!, la geo-estrategia. Estamos apañados.

Lamentablemente, la humanidad vive una grave crisis sobre cuyo final casi es mejor no vaticinar, porque predominaría el tono negro oscuro. Y no es la crisis de la pandemia. Ni la económica; la presente y la que se nos viene encima. No. Es algo más terrible. Y es constatar que hemos construido nuestra civilización sobre un cenagal.

Ya se sabía, desde el inicio de la pandemia hace ahora un año, que había que encontrar un antídoto en forma de vacuna. Y que había que organizar un plan masivo, rápido y eficaz de vacunación que cubriera, a ser posible, a las tres cuartas partes de la población mundial. Y no. No hemos sido capaces. ¿Qué ocurre en África, en Latinoamérica, en buena parte de Asia?

Sabemos que si no aplicamos ya, de forma radical, medidas de contención, fuertemente capaces de revertir el calentamiento global, vienen desastres tras desastres y, finalmente, la extinción de la Humanidad. Y no hacemos nada. O casi nada.

Nuestra civilización está clamando, aporreando día a día, minuto a minuto, las puertas de la muerte. ¿Exageración? Pues que siga la fiesta.

* Más artículos del autor.
Periodista y analista internacional. Miembro del Colectivo LoQueSomos.
En Twitter: @pepitorias

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